Hacía varios años que no cumplía con esta supuesta
tradición. Básicamente desde que Bosco entrara a formar parte de las
responsabilidades que toda mascota requiere. Quien tenga perro sabe que para nada es sencillo compaginar
ciertas escapadas si el can no puede acompañarnos. Además se debe contar con
el tiempo y aguante del animal para poder cubrir sus necesidades fisiológicas cada cierto espacio. Habría que añadir a la suma el nacimiento de
mis niñas, quienes ocupan una mayor atención y una logística más amplia cada
vez que uno pretende abandonar la comodidad del hogar.
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Belen y catedral |
Anteriormente acudir a Segovia por navidades era tan frecuente como
cualquier otro día del año. Gracias a la corta distancia con la sierra de Guadarrama, escaso intervalo que favorece un desplazamiento que siempre se agradece por la tranquilidad y la
monumentalidad que acapara la pequeña ciudad castellana. Igualmente se seguía un esquema parecido para cada ocasión. El típico paseo por su
amplia zona peatonal, un suculento alterne previo a la comida en forma de
aperitivo. Otro leve paseo con las obligadas visitas a las tiendas, el necesario parón del
café, la posterior caída de la noche y el encendido de las luces… Todo esto a través de
un magnífico escenario que resultaría hasta grosero sino se destacan los
monumentos que decoran la ciudad. De hecho, en esta ocasión esperaba ansioso la reacción de
Aldara ante el acueducto, reducido a una leve expresión infantil de
cuatro años. “Hala, cuantas puertas”. Menos mal que el adarve cercano la hizo
creer ver un fabuloso castillo que tuvo que conquistar a fuerza de subir escalones.
Será la edad o serán otras cosas, pero una vez cumplida la otra visita obligada, la de acudir a Madrid con todos los excesos que aúna la capital, me queda una notable sensación positiva en favor de Segovia. Seguramente tendrá que ver el sosiego frente al agobio o la abundancia de coches frente a la escasez. O tal vez vea con mejores ojos que mis hijas puedan andar sin tener que estar pendiente de que sean atropelladas por el inmenso caudal humano que visita Madrid. Hasta el perro notaría la diferencia con agrado.
Con esta intrascendente entrada doy por finiquitado mis personales ocupaciones navideñas. En realidad son una débil excusa para felicitar a cualquiera que haya tenido la valía de llegar hasta estas frases. Desde ahora toca sumar otras nuevas experiencias en familia de las que espero disfrutar con la privacidad que se merecen. Mis mejores deseos para el 2017.
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Día en Madrid
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El roscón
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