A George Lucas debieron de pitarle bastante los oídos tras el estreno de La amenaza fantasma. Seguramente hoy día se sienta todavía mentado en más de una ocasión por el estropicio realizado. Tantas voces surgieron en contra, que para el siguiente filme se dignó en pedir ayuda, y contrató al veterano guionista Jonathan Hales. En este caso mi imaginación se dispara, al situar al bueno de Hales intentado enderezar algo mientras Lucas se encarga de derribarlo continuamente. No cabe dudas de que Hales debía estar subordinado al mando de Lucas, que además de ser quien es, también era el que pagaba. El resultado final no fue mucho mejor que su predecesora. De hecho siempre pensé que este Episodio II, El ataque de los clones, era la peor de esta nueva trilogía. Revisitada nuevamente, las dudas me corroen sobre que película situaría en el peldaño más bajo.
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El gran problema es el actor canadiense Hayden Christensen, intérprete desconocido hasta su elección y que carece del nivel interpretativo para dar vida a Anakin Skywalker, el supuesto protagonista de la historia. Las limitaciones del joven actor son tan evidentes, que apenas puede sostener el pulso a Natalie Portman, su pareja de baile en la mayoría de planos. No puede entenderse está elección salvo por la altura y la percha, o el estúpido sueño de sacar petróleo de un actor desconocido hasta esa fecha. A Christensen tampoco le ayuda un guion donde se prima lo evidente frente a la sutileza. Lucas cae en una terca y penosa carrera de acumular detalles que reflejen al futuro monstruo, cuando Skywalker adopte la figura de Vader. La jugada de tanta desobediencia, arrogancia y chulería transforman a este personaje en una especie de macarra adolescente, solo le falta la moto y el casco para representar al típico yoni de barrio. Y encima parece un acosador cada vez que Padme asoma las faldas en una de las historias de amor más mal ejecutadas, que las constantes noñerías provocan una extraña duda en los espectadores. O sonrojo o vomito.
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En principio el argumento presenta maneras, otra cosa es saber resolverlas. Una serie de sistemas planetarios plantea separarse del control de la República Galáctica, creando con ello un conflicto de intereses que puede desembocar en un enfrentamiento armado. Las conversaciones con los separatistas mantienen en tensión al Senado Galáctico, dividido sobre la necesidad de crear un ejército para mantener el orden, frente a otros que precisan negociar antes de tomar las armas. Obviamente las complicaciones políticas quedan relegadas a un segundo plano cuando a la senadora de Naboo, Padme, sufre una serie de intentos de asesinatos. Para protegerla, recibe la ayuda de dos viejos amigos, el maestro Kenobi y su joven padawan. La historia se divide entonces en dos partes. Por un lado la protección de la senadora, que se traslada a Naboo con Anakin como guardaespaldas, momento propicio para que surja el idilio en ese planeta de cuento de hadas. Sin embargo, lo que ocurre es una serie de secuencias planas y vacías, ya descritas anteriormente, en ese pésimo juego de miradas y diálogos, donde lo único que sobresale es el continuo cambio de vestuario por parte del personaje de Padme.
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En la otra parte, Ewan McGregor gana protagonismo con la trama paralela, y la película al fin remonta el vuelo. En especial su paso por el planeta Kamino, la creación del ejército clon y su enfrentamiento con Jango Fett. Breves momentos que recuerdan algo de lo mejor del universo Star Wars. Incluso los otros protagonistas del filme, se animan a elevar el listón, con el regreso a Tatooine para que Skywalker descubra su primer paso hacia el dolor y el odio que lo empujen al supuesto Lado Oscuro de la fuerza. Por desgracia, ni Lucas ni Christensen son capaces de redondear una secuencia tan importante para la evolución del personaje principal, en teoría, esta es la historia de un hombre bueno que por las circunstancias del relato cambia de bando. Aunque lo visto hasta ahora, más bien ha sido la figura de un repelente adolescente que no logra conectar con el público.
A pesar de algunos momentos estelares, como la inclusión de Chistopher Lee en el papel del conde Dooku, la película arrastra una notable escasez de ritmo, precedida por la falta de forma de Lucas y en otros casos, por el intento de rescatar a los droides R2DO y C3PO bajo el paraguas del humor infantil. No cuadran, ni cuando se inician las hostilidades en esa espectacular batalla final como recompensa al aburrido intento de rescate. Es lo que hay cuando las mejoras técnicas pueden ofrecer un brutal ejercicio visual de videojuego. Algo que siempre queda bien aunque la historia central vuelva a mostrarse como una decepción.
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El ataque de los clones 2002
George Lucas
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La amenaza fantasma
El ataque de los clones
- Las Guerras Clon
La venganza de los Sith