Hace apenas cinco años, un grupo de amigos decidieron sacar adelante un proyecto donde dar cabida y promoción al ámbito literario. El objetivo era buscar un lugar abierto a la promoción, a la reseña, a la recomendación, a cualquier tipo de altavoz relacionado con el mundo de la lectura. La cabeza más visible en sus inicios fue el escritor español Arturo Pérez Reverte. A día de hoy, acoge un amplio y variado número de firmas conocidas en la plataforma internauta, llamada Zenda libros. El nombre elegido rinde homenaje a una ciudad ficticia, cuyo título de referencia literaria homenajea el clásico de Anthony Hope: El prisionero de Zenda. Motivo suficiente para leer una novela tildada como juvenil pero que puede leerse en cualquier etapa y a cualquier edad, sin negar el divertimento ligero que proporciona una novela adherida al género de aventuras.
Un rey en la cárcel, quien lo viera |
Por medio de la casualidad, nuestro héroe se verá envuelto en una compleja conspiración por hacerse con la corona y el gobierno del país. Medio obligado por las circunstancias y un natural espíritu aventurero, Rudolph Rassendyll tomará partido en el teatro de las operaciones que planean los leales al rey, con el veterano coronel Sapt y el joven noble Fritz Von Tarlenheim a la cabeza. Nuevos amigos que refrendarán tal termino a lo largo de las páginas, para afrontar con valor, las aventuras y peligros a los que deberán hacer frente en el clásico viaje que transforme al héroe.
Y todo héroe de aventuras necesita un antagonista de altura. De bien es sabido que cuanto mejor sea éste, mejor será el resultado final. Hope propone a un astuto duque con la firme intención de usurpar el trono: Michael el Negro, el hacedor de la interesante trama y que sabrá rectificar con frialdad ante la inesperada aparición del protagonista hacia su beneficio. Para añadir mayor dificultad, el malvado de la función cuenta en su repertorio con un variado grupo de mercenarios a su servicio, compuesto por seis profesionales dispuestos a cumplir las ordenes de su señor. Y por encima de toda esa banda, sobresale el arrojo y la temeridad de Rupert de Hentzau. Un joven impertinente, temerario y fascinante que cuenta con la audacia necesaria para lograr ser un enorme obstáculo en la misión de los leales del rey. Es tal la importancia que adquiere Rupert, que llega a disputar la querencia habitual del lector por el héroe principal, gracias a un desparpajo y simpatía que le proporciona un agradable carisma. Un hecho que el autor Anthony Hope tuvo en cuenta para trazar una especie de continuación de El prisionero de Zenda, otorgando al intrépido villano encabezar el título de la novela con su nombre, en una especia de continuación posterior.
-No hay duda -exclamé- de que, mientras esté usted sobre la tierra, al infierno le falta su amo. Rudolph Rassendyll sobre Rupert
El prisionero de Zenda acumula el clásico tono de aventuras redundante en las obras del siglo XIX. Incluido el amor platónico que logra trastocar las buenas intenciones iniciales del protagonista, cuando el deseo de la mujer amada logre tocar la fibra necesaria que llegue a disputar la moralidad que encarna el héroe de la función, y éste se debata en la necesidad de continuar con la habitual ética intachable o se deje persuadir por un sentimiento tan humano como lograr su propia felicidad. La novela contiene elementos básicos de aventuras que logran entretener al lector de una manera tan simple como sencilla. Porque esta novela contiene sorpresas, elegancia cortesana, persecuciones, acción trepidante y un complot bien organizado que delata la dificultad del viaje para hacerlo más entretenido. Un buen cocktail arropado por el llamativo país ficticio, las intrigas y la gracia que siempre impera en un reino de corte victoriano. El prisionero de Zenda sabe a clásico, de los que siempre cumple con su cometido ameno y de diversión, el libro supera con creces el largo ya, paso de los años. Una novela señalada por muchos como imprescindible, y de referencia incluso en estos tiempos.