27 de mayo de 2014

Saltos, pozas y cascadas del arroyo Aguilón

purgatorio,ria

  1. adj. purgativo.
  2. m. Para los católicos,lugar donde los justos deben purificar sus imperfecciones antes de poder gozar de la gloria eterna.
  3. Cualquier lugar donde se pasan penalidades
La cascada
La famosa cascada de el Purgatorio emerge sobre una especie de muro que en vano intenta atrapar sus aguas. La formidable roca que se alza a ambos lados del arroyo parece querer guardar tras de si el origen del Aguilón, dando como resultado el espectacular salto de agua. Hace ya un tiempo que visité esta cascada a través del camino habitual saliendo desde el monasterio de el Paular. Y ya entonces, me fascinó la caída a través de esa muralla rocosa que parecía querer ocultar la vista de los curiosos más allá de lo necesario. Sólo ha sido cuestión de tiempo volver a visitar la susodicha cascada pero con un inicio y un desarrollo bien distintos, al seguir otra ruta menos transitada donde acompaño al arroyo Aguilón hasta su lucimiento particular. La idea inicial era hacer una variante a una ruta montañera publicada en diversos medios, bajando por el arroyo de La Najarra o desde el refugio de la Morcuera, pero ciertas obligaciones hacen que deje los experimentos para otra ocasión. Por si acaso me lío, decido arrebatarme horas de sueño para aprovechar esos días sueltos que me corresponden por trabajar en exceso.

El punto de salida se encuentra justo antes del km 20 de la M-611, en un pequeño espacio habilitado para poder estacionar el coche tras coronar el puerto de La Morcuera, subiendo por Miraflores de la Sierra. En ese espacio se encuentra el acceso que permite el trabajo
El Aguilón recibe refuerzos
forestal donde confluyen los cortafuegos alrededor de un área de repoblamiento de pinos. El cortafuegos de la derecha es el camino de regreso, siendo la ruta circular lo mismo la próxima vez la realizo a la inversa. Queda pues bajar por el amplio cortafuegos de enfrente de la entrada y con una leve bajada en su inicio. Tras unos breves pasos donde disfrutar del paisaje, la ladera cae en picado y se añade la dificultad de la numerosa roca suelta que me obliga a tener cierta precaución hasta alcanzar la vaguada por donde desciende un pequeño arroyuelo. Muy cerca, el rumor del Aguilón se abre paso por unos exiguos arboles de repoblación, y en donde recibe con gozo la suma del arroyuelo anterior a su cauce. La gracia del paseo consiste en seguir el camino del Aguilón aguas abajo hasta la cascada y disfrutar del agradable sonido del agua. Los diversos instrumentos consisten en numerosos pasos donde el agua salta con soltura sobre las rocas, o se recoge en pozas donde insinuar baños veraniegos. El problema reside en escoger el lado correcto de bajada junto al arroyo, donde es inevitable apelar al sentido practico del excursionista y a su propia intuición. En ocasiones surgen estrechas veredas junto al arroyo que facilitan el paso, mientras que en otras debemos sortear el cauce del arroyo intentando buscar siempre la mejor opción. 



Una de las múltiples pozas
El arroyo Aguilón, por su parte, nos regala bonitas estampas a través del bosquecillo que se alinea a su alrededor, pozas y chorreras junto a pequeñas praderas verdes donde uno duda estirar el mantel en plan dominguero o apuntar en que poza debería regresar para referescarse en verano. Bosco no se anda con remilgos y aprovecha mis continuos parones para comprobar el frescor del agua y corretear alegre de un lado a otro. El descenso lo hago bastante lento hasta que llego a un primer paso rocoso. El agua implacable se ha abierto paso entre la dura piedra a base de constancia y se lanza rápido sobre la roca hasta superar este precioso tramo, donde pequeñas chorreras afinan la velocidad del agua para la cascada final. Nuevamente aparece la vegetación para dificultar el paso del senderista y el desnivel de las laderas se empinan. Señal de que queda poco para llegar al culmen de la excursión, no sin antes sortear nuevas pozas y seguir estrechas sendas paralelas. En este lugar lo mejor es pasar al lado derecho del arroyo y superar un pequeño alzamiento que nos sitúe en la mejor zona para visitar la excusa de este paseo. Después el arroyo vuelve a navegar sobre la roca que precede a la cascada. Toca volver a ascender una leve cota con la inestimable ayuda de unos hitos a modo de guías para sobrevolar a un lado del denominado Purgatorio. La cascada cae a plomo sobre la roca, mientras uno intenta acercarse todo lo que puede bajando por la ladera en un pequeño ejercicio de barranquismo. 


Brandy y anís
Al regresar al altillo anterior, se ve lejano el monasterio de el Paular y el pueblo de Rascafría. Dan ganas de continuar acompañando al Aguilón pero el coche anda estacionado en otras altitudes y la hora empieza a rozar el limite del permiso. Desde este lugar la mejor opción es tirar todo recto para arriba sin buscar alternativas. A campo traviesa, dando la espalda a la cascada y al arroyo, con la dificultad de superar un fuerte desnivel que acorte el itinerario de regreso. Al coronar la loma, se reconoce un amplio cortafuegos en el horizonte que tomaremos de subida hasta que conecta con otro cortafuegos que recorre el cerro en horizontal hasta el punto de partida. Un par de subidas sobre ese amplio espacio que parece una autopista si se compara con el tránsito anterior. 

Álbum fotográfico

Bibliografía. 

Libro - Las mejores excursiones de la Sierra norte de Madrid. 
Ed. El senderista.
Autor. Vicente M. Ortuño. Ruta 25.

Enlace web
excusionesysenderismo.com



20 de mayo de 2014

La tía Tula

Esta película es una de esas joyas nacionales que debería estar incluida en algún supuesto listado de la cinematografía española. La tía Tula supuso el brillante debut de Miguel Picazo, adaptando una obra de Miguel de Unamuno a los tiempos de exhibición de esta cinta, mediados de los 60 del siglo pasado. Una labor que fue reconocida en el festival de San Sebastián al premiar al novel director por su trabajo. Otro dato importante es que también se suele incluir a esta película dentro de una corriente denominada como Nueva Ola del cine español, donde destacan ilustres cineastas como Juan Antonio Bardem, Luis García Berlanga o Carlos Saura como principales abanderados.
"Tula, tengo que hablarte"
La historia de esta película narra la difícil convivencia entre Tula y su cuñado Ramiro, quien tras perder a su esposa, es acogido por Tula en su casa para que le ayude a criar a sus dos hijos. Pero cuando un pretendiente de Tula pide ayuda a Ramiro para que éste interceda en su favor para poder casarse con ella, solo consigue despertar en Ramiro ciertos sentimientos de atracción hacia su cuñada que se irán desarrollando a lo largo del filme. En este caso pesa la parte literaria para mostrar la evolución de los personajes principales a través de un ritmo pausado y de espacios cerrados que remarcan las conductas de ambos en un aspecto más psicológico, donde se encierran los sentimientos de los protagonistas. Aurora Bautista destaca como Tula, el personaje central de la cinta cuya voluntad, dedicación y esfuerzo sirve para catalogarla como una mujer excepcional pese a la época que le toca vivir, donde la mujer se encarga de las tareas del hogar y el hombre en ir a trabajar. De este modo, Tula ocupa el puesto de su fallecida hermana para hacerse cargo de los niños, y de cuidar del mismo modo de su cuñado Ramiro. El argentino Carlos Estrada da vida al protagonista masculino, el hombre que en ocasiones parece más bien un niño grande y que desencadena los conflictos del filme al formarse la idea de tomar a Tula como esposa.
Escena familiar, los deberes, la plancha y el periódico
A pesar de la excepcionales cualidades de Tula, las formas, el que dirán y la moral dominan su inquebrantable personalidad arrolladora, demostrando realmente quien calza el pantalón en su hogar pese a las inteligentes muestras que Picazo ofrece a los espectadores de la existencia de las dudas y del quiero pero no puedo. La cinta pues, sigue ese camino donde ambos protagonistas principales se enfrentan a un destino que les condena a parecer una familia pero sin llegar a consumarla, que es lo que finamente pretende Ramiro. La condena parece incluso una broma, ya que ambos parecen un matrimonio que discuten como cualquier pareja por la educación de los niños. "Has dejado muy suelto al niño" dice ella. "La mimas demasiado" contesta él. Discusiones normales sobre la prole quienes encima parecen una extensión de los personajes principales con el nombre incorporado, Ramirin el nene, Tulita la nena. 

Un grado importante es la pretensión sexual de Ramiro hacia Tula, reprimida en primera instancia por la enérgica forma de ser de la cuñada, cuyo personaje se obceca en su deber y a la memoria de su hermana. La calentura de Ramiro va subiendo de temperatura y destaca la forma de exponerla de Picazo en la atormentada mente del protagonista masculino, donde las sofocantes noches veraniegas impiden conciliar el sueño, y hasta los ladridos de los perros subrayan la condición de esa molesta sensación de locura. Para intentar disuadir a su cuñado, Tula impone un cambio de aires para combatir también los calores del verano marchando al pueblo, buscando la alegre sensación del campo, el refrescante baño del río y los recuerdos del pasado que parecen trastocar algo las ideas de esta mujer que se percata de la rapidez del paso del tiempo. Tan rápidos como los remarcados trenes de la vida, esos que vemos partir para no volver. 


La tía Tula de Miguel Picazo
1964

13 de mayo de 2014

VI Vuelta a la Jarosa

Alex, un servidor y Maxi.
Muy dura se me ha hecho esta VI Vuelta a la Jarosa, prueba que se celebra en mi pueblo. Por eso tiene mayor delito, a pesar de conocer la dureza del trazado, mis entusiastas ganas de hacerlo bien, me llevaron a forzar en exceso. Pero lo mejor es empezar por el principio y dejar el tejado para el final, ya que esta carrera servía de excusa para volver a juntarme con mi amigo Maxi, quien tuvo la imprudencia de prometer que haría esta carrera en público y en un alarde de inocente entusiasmo. Obviamente me vi empujado a acompañarle, con escasa resistencia por mi parte. Para completar el trío, mi primo Alex, que venía de debutar en el maratón hace solo dos semanas en Madrid y al que tampoco hubo falta tocarle mucho las palmas para que se apuntase.

Tras la recogida de dorsales y un leve troteo por las inmediaciones, nos despedimos de nuestras respectivas para situarnos en la melé de los casi 600 corredores inscritos. Una buena manada que aumentaba la sensación térmica del adelanto veraniego que se ha dado este pasado fin de semana. Dada la salida, me animo en demasía en seguir los pasos de mi primo, mientras Maxi, inteligentemente, se despide para hacer su propia carrera. Las primeras zancadas las hacemos a un paso bastante ligero, hasta que la trialera de la cola del embalse empieza a ponernos a cada uno en su sitio. A mí el primero, al constatar que el ritmo de Alex no cuajaba con el estado de mis piernas. Incluso parece que recupero la sensatez al no perder la vergüenza por subir andando esta simpática pared, más propicia a disfrutarla bajando en bicicleta que a intentar subirla corriendo. Una vez superada la trialera, trato de volver a trotar cuando el camino vuelve a erguirse hacia arriba. Mi cabeza quiere aunque mi cuerpo reclame mayor sosiego. La visión de la Cruz de los Caídos, como decorado de fondo, sirve para atestiguar el calvario que me estoy creando yo solito. Porque finalmente no queda más remedio que empezar a intercalar leves zancadas con múltiples pasos, incluso en un desvío hacia una estrecha senda que coloca a los corredores en fila india. Ante todo un poco de orden y donde algunos avanzamos a la misma velocidad andando que otros corriendo. 


Foto extraída del blog de organización

El circuito alcanza la pista forestal asfaltada que rodea el pinar, símbolo de los últimos coletazos de ascensión. Sigo sufriendo a pesar del simpático momento donde una serie de corredores me superan cuando camino, hasta que les vuelvo a adelantar cuando invertimos el proceso deportivo, ellos andan mientras yo intento correr. 

Por suerte llegamos hasta la pista de bajada que yo siempre recuerdo haberla citado como Barranco de los Lobos, pese a la insistencia de los mapas topográficos de renombrarla como calle de los Álamos, cosas de autóctonos. Durante el descenso cometo el error de bajar como un condenado demonio en lugar de reposar algo las disparadas pulsaciones. Voy lanzado, con la firme intención de recuperar algo que pienso haber perdido sin sospechar que seguramente lo esté malgastando. La bajada contiene algunos tramos de falsos llanos, donde compruebo que el depósito anda ya encendido por mucho punto muerto que intente dejar cuesta abajo. Vuelve a repetirse el ritual anterior, adelanto a algunos cuesta abajo para volver a perder lo ganado en cualquier otra variación del terreno. Estoy tan fundido, que tengo que volver a pararme para recuperar el resuello en un leve pico de subida para poder afrontar dignamente los últimos metros de meta, que también pican algo hacia arriba. Menos mal que la familia anda esperando a su torpe héroe para felicitarle de todos modos. Incluso sacar las fuerzas necesarias para corresponder la petición de mi pequeña para que la sostuviera en brazos después de una hora sin saber donde diablos andaba su padre.

Curiosamente Alex tampoco acabó contento, al parar el crono en 55.04. Algo peor que su marca un año antes. Maxi completó la carrera que pretendía, llegar a meta y con la idea clara de rebautizar el nombre de la prueba como el Infierno de la Jarosa. Mi tiempo personal 56:25. Tampoco tan malo después de perder cierta rutina con los entrenos. Además he decidido quedarme con alguna lectura positiva, pese al mal sabor de boca en general. Bajo muy bien, lógico si tenemos en cuenta que es bastante más fácil que subir cuestas, pero mi experiencia en esta carrera ha sido bastante agradable, superando con cierta facilidad algunos tramos complicados donde las piedras sueltas hacían dudar a más de uno. Queda pues contentarse con lo que hay y esperar pacientemente a mejorar en futuras carreras.


Penando en una pared
Foto extraída del blog de organización
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Vuelta la Jarosa



7 de mayo de 2014

El señor Fox

Llevaba una buena racha literaria en este 2014, pero está claro que en todo camino siempre hay una pedrusco donde tropezar. Por lo menos sirve para devolvernos a la realidad, donde existen obras geniales, normalitas y tostones. Como por ejemplo el último ejemplar con el que me he topado. El señor Fox, de la escritora británica Helen Oyeyemi. Y eso que de inicio pintaba bien, al ser considerada esta señorita como una joven promesa de las letras inglesas. Motivo suficiente para escoger su ultimo libro publicado (2012) y conocer de primera mano a qué se debía esa selecta inclusión.

El señor Fox va de un escritor que recibe la visita de su musa, inspirada y creada a través de su imaginación. Sin embargo, el ente se persona físicamente para reprocharle los trágicos finales de sus personajes femeninos en sus relatos. Supuestamente la musa, denominada como Mary Foxe, embarca al escritor en una supuesta búsqueda mutua donde ambos se internan en otros tantos cuentos para rebuscar en las ficciones algunas respuestas donde hecho en falta las preguntas. En esos relatos, la única diferencia es el título que los nombra, porque la historia es siempre la misma y protagonizada obviamente por ellos mismos. Tal vez, la salvedad sean las diferentes profesiones o situaciones donde se sumergen en ese juego de encontrarse para amarse. Y también algunos pasajes que derivan en la fantasía. Aún ando preguntándome para qué sirve la monstruosa figura de Reynardine. Esta premisa es la que propone la escritora y en donde se invita al lector, en la contraportada, a romper ciertos esquemas para dejarse engatusar en una presumible historia de amor entre estos dos personajes con la denuncia contra la violencia de genero como telón de fondo.

Como soy incapaz de apreciar la gracia del asunto, me arrastro página a página hasta que aparece la novedad de incluir a un tercero en discordia. La esposa real del señor Fox, quien responde al simbólico nombre de Daphne. Esta mujer se suma a en este juego al protagonizar su propio relato o ensoñación. Este punto de vista mejora algo el listón con lo nunca visto: un triangulo amoroso. Queda claro que llegué hasta el final del libro donde solo cabe preguntarse por qué diablos mantengo esa tozuda educación de acabar toda obra que pase por mis manos. Con lo valioso que es el tiempo.

"He amado a un tonto que contaba besos"


El señor Fox
Helen Oyeyemi
Ed. Acantilado