28 de febrero de 2018

El pinar laricio de la Hilera

Hace tiempo se me ocurrió una idea. Pasear por el curioso pinar laricio de la Jarosa cuando nevase. Tras el paso de cierto tiempo, no solo se ha podido cumplir tal propósito, sino que encima he comprobado la estupidez del asunto. Quiero creer que la gracia inicial debía consistir en el contraste, entre la blanquecina corteza de los pinos, su principal característica, frente al impoluto tapiz que otorgan las nieves. Este pino, el laricio, está considerado como una rareza en los montes guadarrameños, ya que estos ejemplares tienden a crecer mejor sobre tierras calizas frente a las clásicas condiciones graníticas que ofrecen estas montañas. De hecho, fue un botánico quien se sorprendió al descubrir una amplia colonia de estos pinos sobre tierras madrileñas. "En este pinar, y como á unos tres cuartos de legua al Oeste del pueblo de Guadarrama, en el sitio llamado la Covacha, tuvimos el gusto de hallar el Pino pudio (P. Pyrenaica) (Lap.)..., y que se halla en frecuentes ejemplares entre los Pino negral y silvestre. No deja de ser notable que a esta especie de Pino, en un sitio tan próximo á la Corte, y no muy distante de la carretera, no haya sido notado é indicado aún por nuestros botánicos, tanto más cuanto que el color blanquecino, casi plateado á veces, de su corteza hace reconocerlo á larga distancia"


El bosque plateado
Don Máximo Laguna y Villanueva hizo constar la importancia de este pinar y cuyos mayores ejemplares superan los 500 años de edad. Según mediciones llevadas a cabo en tiempos más modernos. Aparte de la zona de la Covacha o del plateado nombre de una ruta local, a estos pinares también se les ha conocido por situarse en una zona llamada de La Hilera. Paraje que posee un aspirante a arroyo y que sirve como fácil referencia para remontar su curso para descubrir otros recovecos del bosque plateado. Todo muy cuco, gracias a ligeras pendientes superadas campo a través y con decenas de centímetros de nieve para atenuar la alegría mañanera. 

O madrugadora, pues porque antes de que Lorenzo intente hacerse notar, un excursionista y su perro ya recorren un agradable y señalizado sendero que remonta el arroyo de la Calle de los Álamos. La senda del principio parte de los puntos marcados por la ruta local, y es más placentero para el caminar, que la ancha pista forestal que circula en paralelo. Según se va ascendiendo hay tiempo para juguetear con el sendero que remonta el arroyo, ahora sobre un lado, ahora hacia el otro. Y en caso de duda, apoyarse en la pista para culminar la remontada, con la nieve ganando presencia en cantidad. Tras un leve paseo, el arroyo principal recibe una ligera ayuda del regato de la Hilera, un escaso cauce que culebrea hacia las izquierdas para internarse en el pinar y plantear diversas dificultades orográficas. De inicio nos saluda un hermoso ejemplar de laricio en solitario, como un segurita a las puertas de la discoteca. Bosco sin embargo se huele el percal, e intenta escapar por una leve elevación donde otear algún camino más sencillo que la de seguir el rastro del agua. La densa acumulación de nieve obliga a gatear para poder superar esta simple pendiente, donde se atisban más pinos plateados entre las rocas de la cima. La altura ganada permite observar una triste panorámica sobre las copas de los pinos, infestados por los bolsones de la procesionaria al comprobar el seco contraste de las ramas enfermas. 
Laderas de la Jarosa
Toca regresar al rastro aguado, entre pendientes notables y pedruscos de diversos tamaños. En la otra ladera surgen más pinos mezclados con otros congéneres, donde cabe destacar un magnífico ejemplar en constante lucha con la piedra, un intolerante por hacerse dueño del lugar y abriendo en dos la roca, como los profetas con los mares, sólo que este orgulloso pino conquista su propio pedestal. El número de pinos laricios va aumentando y aunque mezclados entre pinos silvestres, se expanden alegremente por estas laderas. Dicen los números que a principios del siglo XX se contaban unos 3 mil ejemplares, mientras que en últimas sumas, la cifra ascendía por encima de los 5 mil. Buena señal de conquista y expansión por estos lares. Al abrigo de está singularidad, la Comunidad de Madrid destaca a uno sólo de estos pinos con un hito para su colecta particular de árboles singulares. Inmune al citado medio milenio de edad, a las talas, a los incendios y a otros peligros. En la actualidad éste y todo el pinar, se enfrentan a un nuevo desafío, pues la oruga procesionaria se acumula en las copas de casi todo el pinar. Incluso algunos presentan un estado decrepito ante el reto que proponen tales gusanos. 

El arroyuelo de la Hilera remonta el contorno, rodeado de malezas, zarzas y algún que otro pequeño acebo. También empiezan a florecer algunas acumulaciones de piedras entre la desnuda vegetación invernal. El supuesto itinerario marcado por el arroyo se cruza con la pista forestal del inicio. En realidad es un recodo donde su cauce ha sido recientemente domesticado para evitar que inunde el amplio camino. Camino que atravesamos para volver a invadir la quietud del bosque plateado, con sus pinos, sus matorrales y una mayor cantidad de nieve. Una blanca suma que resta facilidad de avanzar tras el hilillo del agua.
Uno de los múltiples hitos
También aumenta el número de pinos laricios, albares y algún destacable roble perdido. Incluso la niebla, que parece haber ganado la partida a Lorenzo y permanece estacionada fijamente sobre las cumbres. Surgen más acumulaciones de pequeños túmulos repartidos en todo el trayecto. Piedras inmutables al clima y que vuelven para acaparar una buena suma en este nuevo trecho. En anteriores paseos por la Jarosa recuerdo haberme topado con otras aglomeraciones similares, normalmente cercanas a restos de la Guerra Civil que disparan la imaginación personal para explicar tal acertijo, pero la ensoñación sale de su letargo gracias al aviso de algún atento corzo, que berrea a sus colegas la presencia de un intruso con mascota. Ni con prismáticos logro observar al delator que continua graznando su triunfo por el monte. 


Tras el parón, toca encarar un nuevo esfuerzo que supere la escurridiza pendiente del pinar, el continuo vadeo del arroyo y más de un combate establecido contra amigables zarzas y resbalones sin necesidad de trineos. Al fin se llega a una nueva pista forestal, donde supuestamente debiera nacer el querido arroyo de la Hilera. Debajo de la nieve, esta pista anda asfaltada y rodea el pinar de punta a punta. Hacia la derecha se llega a la Covacha, pero mi particular hilo retorcido prosigue su camino sobre la pista, con vistas de querer perderse por las faldas de la Carrasqueta. Faldas... Allá que voy, aunque estén sin depilar, ya que el único indicio a seguir es el supuesto regato bajo las enaguas blancas. A estas alturas sobresale más la nieve y tratando de adivinar la senda del agua, me percato de la desaparición de los pinos laricios. Tampoco ayuda una densa bruma que en una vano esfuerzo, intenta ocultar la presencia de un imponente pino albar. Tanta cantinela con el caprichoso bosque plateado, para que después surjan unos pequeños gigantes del gremio a vociferar su escondido protagonismo. Sobre todo el principal, pues anda manco de una de sus ramas más gruesas que yace a sus pies. Tal amputación debió provocar un colérico estruendo que terminó por rizar el resto de sus miembros. 

El pino albar con sus ramas retorcidas

Esta última parada sirve para consultar la tiranía del reloj y para que la mente imponga la serenata de la responsabilidad. Podría haber seguido ascendiendo hasta la Carrasqueta. O perderme entre nieves y pinos por las curvas de la Hilera. O retornar a la Covacha... La niebla se hace más espesa, pero sé que se debe a la cercanía de las cumbres. Sin embargo sirve para arrancar la continua colección de excusas mientras regresamos al punto de partida. Como una lotería a ver cual tiene más crédito. Estaba cansado, mentira. Me dolía la espalda, cierto. Estaba empapado, de simple alegría... hasta que llega otra estúpida idea. ¿Y si volvemos en verano?


Álbum de fotos
Pano del Laricio entronizado
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Bibliografía consultada:

Memoria de reconocimiento de la Sierra de Guadarrama bajo el punto de vista de la repoblación de sus montes. Máximo Laguna y Villanueva. RSEA Peñalara y CAM
101 curiosidades de la historia de la sierra de Guadarrama
Árboles singulares de Guadarrama Ruta 2

21 de febrero de 2018

El señor de los anillos. El retorno del rey

Hay ocasiones que cuesta abrir las tapas del libro, ya que es muy fácil comprobar como se va reduciendo el tamaño que resta para concluir el texto. Sucede entonces una extraña sensación de contrariedad, al enfrentarse los deseos de culminar el relato con la nostalgia que provoca el punto final. Suele ocurrir con las mejores historias. Y al concluir la lectura ocurre un pequeño momento de mágica rareza, cuando la mente vuelve al mundo real y empieza a elucubrar la satisfacción personal que causa la lectura de uno de los libros fundamentales del siglo XX. 

La corona playmobil del rey
El retorno del rey es el titulo del capítulo final, cuya trama narrativa cierra los últimos compases derivados de la enorme aventura que representa la denominada Guerra del Anillo. Tras los prolegómenos expuestos en el tomo anterior, Tolkien continua por el camino bifurcado al separar conscientemente los hilos de la historia en dos partes. Tras muchos vaivenes, Frodo y Sam andan internados en el peligroso país de Mordor. Mientras que el resto de personajes se preparan para la necesaria beligerancia final entre los clásicos representantes del bien y del mal. Hay que destacar en este aspecto la facilidad del autor por ceder el hilo de la historia a la otra dupla de hobbits, Merry y Pippin. Hábilmente separados entre los reinos de Rohan y Gondor. Ambos personajes participan, desde su peculiar distancia, en los quehaceres de la próxima guerra, otorgando al lector una visión más humilde sobre los preparativos de los grandes señores de la Tierra Media. Con los hobbits de por medio, se reduce la banal sensación gloriosa de las batallas, ya que prevalece un sentimiento más humano y lógico en esos lances, el miedo. Un notable acierto del escritor al derivar la gloria de los grandes guerreros en la distancia, porque aunque Merry y Pippin logren alcanzar ciertos honores, cabe destacar la congoja personal que les provoca tales acontecimientos. Un sentimiento más literario y real que el simple griterío de las reproducciones audiovisuales. 

El autor tampoco se precipita en ir directo a la acción, pues sabe como crear una compleja tensión que acobarda los espíritus del bando de los hombres. Como el simple uso de la luz, al oscurecer Sauron al astro sol y tratar de minar las esperanzas de los hombres bajo el paraguas de las tinieblas. Y todavía hay tiempo para exponer nuevas dificultades y dudas que aumentan el interés del relato. Un grandísimo ejemplo es el personaje de Denethor, el poderoso Senescal de Gondor, cuya personalidad es tan fuerte como las sentencias que dictan sus órdenes. Una buena muestra del extenso abanico que maneja Tolkien para conferir esta enorme aventura de épica y fantasía. 

Las loas hacia el texto podrían seguir enumerándose en las descripciones de las batallas, sobre la angustia que provoca la sitiada ciudad de Minas Tirith o la destacada narración del choque en los campos del Pelennor. Sin embargo prefiero optar por colocar algún pero a la fantasiosa solución de problemas. Porque tampoco es plan de dejarse llevar por un exceso de adulación. Tras dejar atrás tantas peripecias y aventuras, no pasa nada por destacar cierto colmo de credibilidad. Y ésta llega con la irrupción de Aragorn sobre el llamado Sendero de los Muertos, a través de la particular llamada a filas de tan singulares huestes. La providencial irrupción de los Ents en Las dos torres, bastaba para cumplir el fácil recurso de la ayuda inesperada como para tener que repetir tal ardid a través de una supuesta leyenda sacada de la chistera más cercana. Tal suceso inesperado, sirve al menos para un nuevo encuentro entre los desperdigados miembros de la Compañía inicial (Legolas, Gimli y los hobbits), y que permita a Tolkien saltar sobre el relato de los muertos desde la cómoda distancia del cuento dentro del cuento.
Hasta dentro de otros 20 años

La segunda parte del texto lleva emparejada la necesidad de concluir el viaje final de Frodo. Inevitablemente se llega a un punto donde las desventuras y complicaciones apenas pueden alargarse más. Y en realidad la novela bien podría ser finiquitada varios capítulos antes. Seguramente sea está una opinión compartida por múltiples lectores de la obra. Porque los últimos capítulos no son un mero epílogo estirado para mayor gloria de su autor, realmente vienen a confirmar una continuación cronológica, aun después de acabarse la guerra. Tal vez a Tolkien le pudieran las ganas de dejar bien claro que los hobbits eran los verdaderos protagonistas. Sin embargo surge el pero, y la sin razón de estirar una narrativa que acumula acontecimientos menos estimulantes que los protagonizados anteriormente. A pesar del ligero bajón en esté último tomo, El señor de los anillos completa una extraordinario viaje repleto de grandes momentos que suma ese gentil momento de no querer despegarte de sus páginas. Porque cuesta despedirse de un libro memorable.

Allá en el mundo la oscuridad se desvanece. ¡Me gustaría saber qué está pasando!
Sam

El retorno de el rey
JRR Tolkien
Ed Minotauro 2003
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El Silmarillion