27 de abril de 2021

Bailén

Tras la revuelta popular del 2 de mayo de 1808 en Madrid y la posterior represión francesa, el sentimiento de indignación y repulsa, que ya se estaba gestando, se acrecienta en la sociedad española la necesidad de organizarse contra quienes han descabezado la monarquía. En algo ayudan las noticias que llegan a cuentagotas a la capital de diversos lugares de España: levantamientos populares, reorganización del ejército y hasta declaraciones de guerra sitas en una simple villa como Móstoles. En estos albores de proclamas locales para echar al invasor, despierta el protagonista de estos primeros Episodios Nacionales, a la vez que se recupera de las heridas recibidas en el libro anterior y con la suerte de haber sido acogido por un matrimonio de Madrid. El joven Gabriel de Araceli escucha atento la puesta al día de los últimos acontecimientos gracias a sus benefactores, mientras su pensamiento interno le lleva a su particular aventura: conocer el paradero de su amada Inés tras verse separados al final de la novela precedente. Y en este arranque del cuarto episodio, Galdós hace a bien presentarnos a Luis de Santorcaz; personaje importante en el posterior devenir de Bailén y en exponer libremente a un español de los llamados afrancesados; es decir, partidarios de la llegada de las republicanas ideas francesas de la época que, en teoría, venían a ayudar a España para sacarla de su letargo y demencial atraso. Otra cosa bien distinta fue la conquista militar. Así pues, ambos personajes, tras recuperarse plenamente Gabriel, emprenden camino a Córdoba con objetivos dispares.

A las armas!!!

Ya en Trafalgar, Galdós dejó claro su preferencia por el Quijote, y en está ocasión, aprovecha el trayecto para rescatar al legendario personaje cuando los protagonistas atraviesan la zona de La Mancha. Momento idóneo para que Santorcaz saque a relucir su memoria, al dar pábulo a su imaginación cuando rememora su estancia en el ejército francés y ponerse a narrar las grandes hazañas del emperador, del mismo modo que ensalza su habilidad estratégica para asaltar colinas como si éstas fueran batallones europeos que se despliegan por las interminables llanuras manchegas y encuentre paralelismos entre caseríos perdidos con fortificaciones de los campos de Austerlitz.

Este gusto por el homenaje se traslada también al humor que transporta la obra cervantina. En Bailén vuelven aparecer antiguos personajes caricaturizados en exceso: como el diplomático tío de Amaranta o el embustero incorregible de Malespina. Son páginas de desahogo que redundan en el entretenimiento a través del disparate. Sin embargo, hay momentos que el resultado alcanza cierta pesadez al abandonar un retrato que se suponía más didáctico. A fin de cuentas de eso se trataba, de dar a conocer los grandes momentos de la historia reciente de la España que heredó don Benito, aunque fuera novelada y tutelada por la guasa. Se ve que Galdós intentaba entretener con la narrativa y usar el humor para ridiculizar los estratos sociales que necesariamente deberían cambiarse. Por ahí incluye a la nobleza, con la incorporación del conde de Rumblar; un grande de España al que Gabriel prestará servicio con la idea de servir a la patria en este delicado momento en el que todos los españoles aunaban esfuerzos en un objetivo común
 
Se formó de lo que existía: entraron a componer aquel gran amasijo la flor y la escoria de la nación.
 
Ni que decir tiene, que este nuevo personaje, llamado don Diego de Rumblar y demás apellidos rimbombantes, servirá para contrastar dos mundos opuestos de la mano de Galdós; por un lado la defensa a ultranza de la tradición a través de la enérgica madre del noble, quien empuja a su retoño para que acuda a la defensa de la patria frente al aprendizaje que la guerra conlleva en Diego, pues Santorcaz acaparará el título del maestro que ilustra al joven en los pormenores de la vida, llenando de ideales la cabeza del noble y del resto de la cuadrilla que se unen al ejército español bajo el amparo del noble. Por ahí destaca una génesis de cambio, o de al menos de buscar soluciones reales para una sociedad que se ha levantado en armas contra el enemigo sin ningún tipo de rey que les llevase al campo de batalla. Ideas que van calando en esta guerra de la Independencia, que llegaría a soñar con la libertad de un pueblo al poner de manifiesto tal ilusión en letras impresas a través de la constitución de 1812.

Dios tiene que volver a hacer el mundo, porque eso de que se lo lleve todo el que primero salió del vientre de la madre y los demás se queden bailando el pelao, no está bien.

El último cuadro francés roto por los españoles en Bailén - CC
Pero antes de adelantar fechas, conviene realzar los grandes aciertos de Bailén y la importancia que tuvo esta localidad andaluza en la historia de Europa. En primer lugar porque la batalla supuso la primera derrota en campo abierto de las tropas de Napoleón. Un vuelco tan llamativo que provocó la venida del propio emperador a la península para poner orden en el gallinero. A destacar también como Galdós mezcla con buena mano la descripción de una batalla realizada en el templado mes de julio, un dato importante, cuando parte del desarrollo del combate deriva en la necesidad de hacerse con el control de una noria alimentada por un escaso arroyo. Datos históricos que acompañan a Gabriel y al resto de personajes en estos momentos claves, en una variada descripción de la batalla a lo largo de varios capítulos. Está claro que la ocasión lo merece, hasta que Galdós recuerda su faceta novelera e interrumpe la fácil gloría que otorgan las armas. Hay un inciso importante en el devenir del combate, cuando la intimidad del personaje individual triunfa sobre la importancia del colectivo y Gabriel abandona su privilegiada posición de narrador al centrarse en unas cartas que casualmente llegan a sus manos. A pesar de la importancia de la batalla y del significado que supone tal triunfo hispano sobre las tropas francesas, Galdós vuelve a su personaje y a su ficción individual contra la importancia que acapara la historia a hechos colectivos. A fin de cuentas es algo tan novedoso como la habitual sorpresa del último momento que suele alimentar las ganas de sus lectores hasta el siguiente Episodio Nacional.

Bailén
Benito Pérez Galdós
Ed. Alianza Editorial 2004

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14 de abril de 2021

Defensa cerrada

Segunda novela dedicada al comisario Kostas Jaritos, el protagonista de una serie policíaca creada por el autor griego Petros Márkaris; escritor de largo recorrido profesional y que sitúa las andanzas del susodicho en Atenas. Y ya hace tiempo que ejerce de policía, pues a día de hoy arrastra la friolera de 15 títulos en su haber; una suma considerable que demuestra el éxito que entrañan las aventuras policiales espaciadas por capítulos en cada rincón de cualquier país del mundo. Este capítulo concreto data de finales de los 90, cuando en Grecia todavía se manejaba en dracmas como moneda de cambio. A día de hoy, sería interesante comprobar cómo trata Márkaris la posterior hostia económica de Grecia, como epicentro de una quiebra descomunal en Europa, a través de su famoso comisario.

Defensa cerrada arranca en período estival, con la habitual elección de escoger estos meses veraniegos para dedicarnos a la voluptuosidad del ocio. El protagonista se encuentra de visita familiar en una de la múltiples islas griegas que dominan el mediterráneo, hasta que un fuerte seísmo viene a desequilibrar la tranquila vida de los isleños. Gracias a estos temblores, la tierra devuelve de su escondite un cadáver que a todas luces muestra que ha sufrido una muerte violenta. Conocida la presencia de Jaritos, las autoridades locales acuden en su ayuda mientras éste inicia las primeras investigaciones, hasta que finalmente llegar a hacerse con el cuerpo para su posterior traslado a Atenas. Un bonito recuerdo de su paso por la isla, en lugar de llevarse el típico imán destinado a la nevera. Como la acumulación de tareas, pues a su vuelta, le endosan el asesinato de Dinos Kustas: un importante empresario del ocio nocturno griego. El verdadero motor de la novela.

Uno de los grandes aciertos del libro, es la postura realista que adopta el autor a la hora de afrontar el burocrático proceso de iniciar una investigación policial. Una opción que contrasta con la encasillada idea cinematográfica sobre policías sabiondos o con diversos problemas paralelos a su vida profesional. Sin embargo, el bueno de Jaritos destaca por una obstinada profesionalidad de no dar nada por sentado y ponerse a investigar cualquier resquicio que le permita avanzar en el largo proceso de dar, en ocasiones, pasos falsos, mientras que en otras, logra abrir nuevos hilos a los que seguir la pista hacia el camino correcto. A toda esta fase le acompaña una pesada sensación de lentitud que el autor agrava con los continuos atascos que se dan en Atenas. Porque como buen poli de ciudad, el protagonista recorre las atestadas calles griegas entre las habituales descripciones del paisanaje que componían la sociedad griega de finales de milenio y que seguramente, estén agravadas a día de hoy. Huelgas y continuas protestas de trabajadores de diversa índole. Al menos queda la habitual costumbre deslenguada del héroe de la función, un pequeño desahogo para ensalzar la jocosidad que esconde la apariencia del funcionario gris que suele plantear en voz alta lo que pasa por su cabeza. En paralelo, sobrelleva otro tipo de batalla más doméstica con su esposa Adriani. La mujer con la que comparte matrimonio desde tiempos pretéritos y cuyos desencuentros, amenizan una entretenida rutina de pararse a observar quién gana cualquier disputa hogareña.

Todas las mujeres hacemos lo mismo. Si te contara lo que hice yo para engatusarte...
Freno el coche y la miro. Me dirige una sonrisa triunfal. Estoy a punto de preguntar qué hizo, pero cambio de opinión. Mejor no saberlo.

Adriani vs Kostas
 
La investigación de los asesinatos, que a fin de cuentas termina siendo la gracia de este tipo de novelas, avanzan en una constante lentitud de atar cabos donde existe cierto contraste entre los aciertos, con algunos giros bastante bien apañados que ayudan a incentivar la lectura, frente a la lógica realidad de incluir algunas pistas falsas que demuestran cierta realidad cuando Jaritos llega hasta cometer errores, algo habitual en el genero humano. A pesar de esta supuesta letanía, Márkaris logra captar la atención del lector con la hábil mezcla de la investigación con los pequeños descansos que otorga la vida cotidiana de los personajes.


Defensa cerrada
Petrós Márkaris
Ed. B. 2006

6 de abril de 2021

Molinos del río Perales

En concreto son dos imponentes molinos que parecen datar desde la Edad Media. Ambos restos han sido felizmente señalizados en una promocionada ruta en la localidad de Navalagamella, y adecuado su trayecto a través de paneles informativos y de sus correspondientes hitos para que nadie se pierda. Además, cuenta con la facilidad de ser circular y acoger una humilde distancia que favorezca realizar la excursión en familia. En la misma web de turismo del pueblo, se destaca una leve descripción, perfil y mapa detallado. En nuestro caso particular optamos por la facilidad de arrancar directamente del amplio parking situado junto al mirador del Hondillo. Un gran espacio abierto que deleita las vistas de este particular balcón, donde dejar escapar la mirada hacia las dehesas que copan el horizonte. Junto al mirador, destaca en bajada la amplia Cañada Real Leonesa, un vial que desciende paulatinamente a la búsqueda del arroyo del Molino del Hondillo. A pesar del poco esfuerzo que requiere caminar en bajada, la mayor de las niñas comienza a dejar constancia de sus escasas ganas por darse un garbeo en familia. Curiosamente el curso del agua contiene un extraño efecto embaucador sobre los niños, pues fue llegar al cauce del arroyuelo y olvidarse de cualquier mal anterior con la única ayuda de un simple puente de madera.

Molino del Altillo y su didáctico panel

Sin embargo, la ruta continua sobre ese ancho y arreglado camino, con la idea clara de recuperar parte del desnivel perdido y encarar leves cuestas que elevan nuevas protestas andarinas por parte de la niña, manifestando en diversos momentos su escaso ánimo a patear y buscar aliadados en su hermana menor. En ocasiones, primaverales mariposas de colores logran distraer sus mentes unos instantes; en otras, algún pájaro cantor. Pero a pesar de estas pequeñas ayudas, la opción más repetitiva y eficiente será la tiránica orden paterna del "tira para adelante, h...as", junto a la loca variante de hacer oídos sordos y seguir con paso firme como si tal cosa. Por suerte, el camino se hace más llevadero hasta alcanzar al río Perales en un amplio descansadero. En este lugar, destacan las ruinas del antiguo puente del Hoyo en una parada que permite observar los trabajos realizados en recuperar parte de su estructura. Nuevamente el agua amansa, cual flautista de Hammelin a las fieras con la estrafalaria idea de darse un baño. Ahí, el perro fue el único que sacó provecho de su facilidad de meterse en corrientes de cualquier temperatura. Y tras un breve receso, donde las benjaminas deseaban haber traído cubo, pala y rastrillo, sus padres emprendemos el camino por la senda paralela al río, en un atractivo paseo junto al agradable rumor del Perales, al lado de unas praderías que realmente invitaban a arrojarse al solaz regazo del astro rey.

Pero la piedra comienza a ganar presencia, en un breve espacio de tiempo ganan terreno, obligando a las aguas a despeñarse por un barranco que va ganando altura frente a la violencia del agua por escapar de las ciclópeas formas que adopta la roca. A la vista aparece una enorme estructura metálica que desentona entre las encinas y con el entorno. Su circular forma de tubería sortea el río como un puente sobre el precipicio creado por el agua. Aunque su función no es otras que una conducción del Canal de Isabel II que traslada al liquido elemento desde Valmayor a San Juan. Vista las modernidades, continuamos por la senda a la búsqueda de las antiguallas. Pero antes conviene advertir de la existencia de algunos tramos enrevesados a lo largo de la vereda. Porque en ocasiones hay que sortear grandes bloques graníticos, mientras que en otras, toca descender con cuidado y paciencia algún tramo complicado por su inclinación. Incluso cargando a la pequeña como a un fardo en algún tramo. Por lo menos nos hemos quedado sin las quejas que surgieron al principio de la excursión. Se ve que la aventura infantil gana enteros cuando surge alguna complicación y andan más entretenidas entre baches.

El embaucador arroyo del Hondillo

La senda recupera protagonismo al alcanzar al primero de los molinos indicados: El Altillo. Realmente llamativo el tamaño de su estructura gracias a unas dimensiones que destacan sobre la cercanía del río y con un panel indicativo en su base que permite imaginar cómo molía la harina. El siguiente molino anda un poco más abajo, en un camino abierto que permite adivinar la mano del hombre a la hora de abrir camino sobre las rocas; despejando cualquier obstáculo que suponga alcanzar al segundo de los protagonistas: el molino de Baltasar. En comparación, éste último es más humilde en tamaño, cuyo resto principal es su estructura circular y la notable altura que hay desde el río hasta la senda.

Vistas la moles graníticas y de su valor harinero, conviene recordar que hay repartidas varias mesas a lo largo de la ruta, unos merenderos apropiados para dar lustre a la tortilla de patata, por supuesto, con cebolla. Lamentablemte, el trayecto se divorcia del río al llegar a la altura de una vivienda privada y correspondientemente vallada al intruso. La opción principal era proseguir la ruta por el camino que rodea la vivienda a izquierdas para después regresar al pueblo a la caza de un imponente resto bélico de la Guerra Civil: un Blockhaus situado justo a la entrada. Pero para llegar a tal fin habría que recorrer un previsor camino llamado de los Berrinches. Ni idea de donde procede tal acertado nombre sobre la posibilidad de aguantar una nueva disputa infantil. Para evitar tal trance, optamos por atajar por el ramal a derechas de la citada vivienda. Denominada como senda Botánica. En realidad se trata de la vereda paralela al arroyo del Hondillo, cuya agradable cúpula arbolada nos traslada hasta casi el inicio de la ruta; allá donde se cruza con la Cañada Real, dando origen a los avisados berrinches por tener que remontar la bajada del inicio. Siempre quedará la recompensa del alimento dominguero para acallar las protestas que siempre surgen cuando el camino se pone algo cuesta arriba y el estomago anda en deseos de colmar su vacío.

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Molinos del río Perales