La palabra que da título a esta novela me parece inusualmente bella: Intemperie. El vocablo escogido por Jesús Carrasco para señalar su debut novelero hacia 2013 y que ilustra a la perfección el contenido que alberga en su interior, pues la narración del texto se desarrolla principalmente al aire libre. Un libro que ya despuntaba por aquellas fechas y que alcanzó una notable repercusión internacional al ser traducido en múltiples lenguas extranjeras. El último espaldarazo publicitario fue su adaptación cinematográfica de la mano de Benito Zambrano en 2019. Una clara referencia al éxito de la obra cuando hay tan poco margen entre ambas representaciones artísticas. El caso es que me encontré la novela de refilón, de manera espontanea en la biblioteca, y bastó las referencias anteriores para decidirme a devorar las páginas del libro.
Intemperie cuenta la huida de un niño de su hogar y de las personas que angustian su existencia en alguna llanura innombrable; castigada por una amplia sequía y un sol implacable que merma el mero hecho de poder sobrevivir en unas condiciones extremas. Tampoco se ubica en el tiempo, dando pie a la imaginación particular de situar la acción alrededor del único vehículo motorizado en un sidecar, y en una época, donde la vida se complicaba aún más en el ámbito rural; en algún terruño perdido cuya autoridad anda anclada en la caciquil figura de un alguacil; la perversa figura que domina voluntades por simple presencia o por las bravas. Él es la puntiaguda arista del mal que se muestra inclemente a la hora de perseguir la huida del niño, como si éste le hubiera arrebatado el alma, el alguacil no descansará en su empeño de encontrarlo. El viaje del muchacho anda situado en la clásica aventura iniciática, la secuencia que transforma al niño a través de los acontecimientos que le vienen encima y en ver cómo los afronta y transforma. Y en estos casos, existe la figura del mentor, la de un viejo cabrero que salvará al niño de una insolación para ser la única fuente que alimente de esperanza el devenir del joven protagonista.
El texto de la novela destaca por la contundencia de las frases cortas, destinado hacia el tono que impera la supervivencia en un lugar árido, agreste y sin apenas recursos que retenga un mínimo de población. Tampoco hay prisa por avanzar ágilmente, a Carrasco le debe encantar pararse a mirar y dilatar sus pasajes en un aspecto más bien lírico, encaminado hacia la exposición del lugar junto a todos los elementos que adornan el amplio escenario que abarca el trayecto. Destacan los poblados abandonados, las ruinas de tiempos mejores bajo un sol de justicia y la escasez continua de cualquier cosa de valor, como el agua, o la desesperada instrucción sobre plantas, herramientas y palabras en desuso que descoloca de inicio a un lector que rápidamente identifica después como una notable marca de autor.
En la novela apenas se señalan a otros personajes que rompan el triángulo principal en un territorio tan yermo que debe estar bien lejos de la civilización y del tiempo. Como cuando Alfonso XIII llegó a tierras extremeñas en su conocido viaje a Las Hurdes. Un monarca que parecía llegar a un territorio bien alejado en la distancia, cuando en realidad estaba olvidado e ignorado por las dificultades orográficas. Lógicamente suena a denuncia, al abandono de gentes bajo el control de una persona que ejerce su ley de forma despótica que se habrá ejercido durante mucho tiempo por esas tierras, bien conocidas a nada que situemos ciertos lugares en tiempos concretos.
Él había ejercido la violencia tal y como había visto hacer siempre a quienes le rodeaban y ahora, como ellos, reclamaba su parte de impunidad.
La novela va dando pistas de la tragedia del niño sin necesidad de indicarlo de manera obvia, no está de más que el lector rellene en su cabeza las ideas aportadas; un acierto que se compagina con los escasos diálogos, porque el texto se sustenta en el constante regodeo del que impera Carrasco al dominio de palabras perdidas, oficios atrasados y expresiones que buscan la colaboración del diccionario. Hace ya unos años, tenía la costumbre de apuntar en un post-it las palabras cuyo significado desconocía junto al número de la página para descubrir más adelante que ocultaba tal termino. Hoy día, con el móvil a mano, la duda se resuelve rápidamente. Está claro que el tipo maneja la jerga que expone con soltura, una virtud que acompaña y engalana su historia de la cual, seguramente, resida el éxito de la novela. Un aspecto importante que le coloca en una posición destacada hacía próximas obras en las que debería mantener el listón. El tiempo y sus lectores serán los mejores jueces.
Intemperie
ED Seix Barrall, 2013
Jesús Carrasco
ED Seix Barrall, 2013
Jesús Carrasco