Tenía esta sección algo más que abandonada, y eso que incluso estuve en Las Herreras reconociendo los reformados fortines de esta pequeña localidad. El caso es que un pequeño aperitivo ha servido para abrirme el apetito. El objetivo era un fortín situado en lo alto de Cerro Santo, en el entorno de la Jarosa y del cual desconocía su presencia. Después de que me dijeran, más o menos, su ubicación, me planteo indagar una nueva ruta desde la base de Cerro Santo, fiándome del mapa cartográfico de Ricardo Castellano y con la idea hallar algún nuevo resto siguiendo una especie de línea de defensa republicana, justo enfrente de las posiciones nacionales del Cerro de la Viña.
Inicio la excursión en la estación de tratamiento del embalse, en este punto hay un camino que accede al monte, El Estepar según los mapas cartográficos y justo por encima de la Dehesa de Arriba de Guadarrama, más conocido por el A tope. Pocos metros después se llega a un pequeño espacio donde algún ganadero ha creado una pequeña área de descanso y que se encuentra vallado. En este sitio y hacia el oeste se ve una ligera trinchera que asciende hacia arriba, hasta un pequeño roquedal donde se aprecian algunas trincheras que zigzaguean entre las rocas. Premio nada más empezar. Merodeo por los alrededores por si hubiera algún resto de interés pero lo poco que se aprecia son muros o parapetos bastante derruidos. La trinchera sigue avanzando hacia lo alto del cerrillo, donde se aventura más que se aprecia alguna construcción militar. Destaca más la línea de la trinchera que cualquier vestigio de edificación.
Ya en lo alto me topo con la vallas que delimitan el acceso al embalse y los muros que retienen el agua, el breve desfiladero del arroyo de La Jarosa (o Guatel) se interpone frente al objetivo principal de Cerro Santo. Ante el breve éxito anterior y el poco tiempo consumido, decido internarme por el bosquecillo y rebuscar un acceso que me permita descender, vadear y ascender el pequeño barranquillo. Siguiendo una vereda y tras cruzar un pequeño murete me topo con una trinchera que sube desde el arroyo hacia el pinar, persigo la trinchera hasta encontrar un nuevo puesto, con dos edificaciones circulares derruidas y aderezadas con una nueva composición de trincheras a su alrededor, sin quererlo ya tengo el reintegro. Lógicamente rodeo el lugar por si el colmo podría tomar forma de fortín, pero la suerte tiene un limite y parece ser que el gordo se encuentra en lo alto de Cerro Santo. Hasta aquí lo lógico sería volver al punto de inicio o dejarse perder por el bosque que desciende hacia La Jarosilla y acabar la mañana paseando entre pinos, enebros y demás variedades. Sin embargo ya me había propuesto atravesar el arroyo y la cabezonería se impone a todo criterio lógico.
Justo enfrente, Cerro Santo se eleva con bastante desnivel en una pared granítica, todavía no me ha dado por la escalada y por ello apenas sigo un poco el curso del arroyo hasta adivinar una posible ascensión lógica. En cuanto empiezo a descender se cruzan en mi camino unos paneles abandonados dedicados a la apicultura. Algo tan nimio que sin embargo consigue sacarme más de una sonrisa al constatar cuanto trasto me encuentro por los montes. El descenso, vadeo y ascensión se hacen pesados por la afloración salvaje, pero sé que más adelante se encuentra el camino que asciende pegado al muro de El Valle de Los Caídos hasta mi objetivo final. Una vez en el camino aligero el paso hacia la cima, tras atravesar un nuevo roquedal, unos escasos muretes acoplados en su vertiente sur me indican que debo estar cerca del motivo de esta excursión. Efectivamente, una vez alcanzada la escasa altura de Cerro Santo, 1221 metros, prosigo por la línea cimera hasta vislumbrar el fortín. La construcción está orientada hacia las posiciones nacionales de Cabeza Líjar, dentro de un bonito marco de grandes piedras a su alrededor. Un muro basado en la acumulación de rocas y un techo hormigonado donde una parte se encuentra en el interior forman esta construcción militar con cierto aire de observatorio. Nada más destacable a esta aislada posición republicana.
El tiempo se me agota y debo regresar hasta el parking que se encuentra en los muros del embalse Me quedo con las ganas de explorar más la planicie del cerro por si encuentro algún elemento que complemente esta posición. Unas ganas que deberán ser colmadas más adelante, en una futura visita que concluya esta entrada bloguera. De momento y hasta el cierre definitivo me marcho contento por ubicar el "fortín" de Cerro Santo y de los precedentes hallados al otro lado del arroyo. Una ultima apreciación con respecto al nombre, ya que durante la guerra cambio de nombre por Cerro Rojo hasta la finalización de la contienda que recuperó su antigua designación.
Álbum fotográfico
Bibliografía.
Senderos de guerra de Jacinto M Arevalo.
Los restos de la defensa de Ricardo Castellano.