El gran Gengis Kan había extendido su dominio sobre gran parte de Asia, sometiendo al imperio chino y al reino de Jorezm. Tras su muerte, el imperio mongol se haya en la necesidad de elegir un nuevo líder que tome las riendas del ejército. Y así cumplir con el destino de este pueblo nómada señalado por sus dioses. Culminar la conquista del mundo conocido. En esta segunda novela entran en baza los herederos, quienes deben tomar el relevo y superar la interesante criba que supone el ansia de poder. Batú, el nieto del gran conquistador, será finalmente el elegido para comandar una inmensa horda de guerreros que se extenderá por Rusia como una enorme plaga bíblica.
Vasili Yan continua el trayecto ejercido de su anterior trabajo, para contarnos las conquistas de los mongoles y su despiadado paso sobre los pueblos que osan plantarles cara. Como ya ocurría en Gengis Kan, el autor sobresale narrativamente sobre un período donde se desarrollan numerosos avatares bélicos. El escritor vuelve a exponer a un amplio reparto de personajes a lo largo de la novela, sin otorgar un protagonismo exagerado a ninguno de ellos. A fin de cuentas sobresale más la historia por norma general, mientras que las pequeñas penurias de los múltiples protagonistas que pululan por las páginas, aportan el salero necesario que aúpe el relato. El derviche Hadji Rahim, vuelve a situarse como un hábil introductor para después dar paso al notable reparto coral con un arranque de situación y presentación de las nuevas caras. En esté caso, acierta Yan al otorgar un notable protagonismo al pueblo ruso, introduciendo hábilmente a los grandes príncipes de las ciudades como contrapeso de los mongoles. Y al lado de los nobles, emergen las figuras de otros personajes de menor rango social. El populacho que acude en masa para hacer frente a la amenaza invasora. La guerra siempre es más entretenida si se observan las perspectivas de los dos bandos.
Dentro de este contexto tal vez tenga asimilado parte de la escritura de Yan, y aunque la razón me empuje más a disfrutar de la lectura que a buscar pegas innecesarias, la cabezonería natural vuelve a encontrar ciertos vacíos que el escritor ruso no se ha dignado a tapar. En primer lugar la supuesta lucha de poder entre los mongoles para comandar al ejército. La premura de ciertos capítulos y escasos trechos relacionados a este tema transcendental, me recuerdan el viejo deseo de querer más novela, más intriga y un mayor desarrollo. Porque cuando la narración engancha y la historia seduce, apenas importa que el volumen del libro contenga cien o seiscientas páginas más. Y con mayor razón cuando son los propios gerifaltes quienes deben clavarse los cuchillos. Yan deja apartado este caso, donde las intrigas palaciegas podrían dotar de mayor jugo a esta gran historia.
La incursión mongola avanza con un claro tono entre la épica y la leyenda. Historias que se agrandan a cada paso y a cada conquista por la resistencia de unos y por el avance de otros. Como bien se indica en la introducción de la edición Valdemar, la magnitud de los acontecimientos puede compararse con el contemporáneo desembarco de Normandia, cuando los mongoles cruzan el río Itil, o la elevación de ciertos personajes a los altares de los héroes, casi mitológicos como el caso de Eupati.
A las grandes dimensiones del territorio ruso se le une las duras condiciones del invierno, escenario propicio para recrear gestas imperecederas. La misma que aporta la feroz resistencia rusa, expuesta con maestría por Yan al exponer a quienes se defienden desesperadamente frente a una muerte segura. Es ahí donde destacan los personajes y sus historias personales frente a los grandes titulares que otorgan las crónicas. La confluencia de tramas alcanza a todos, a nobles y plebeyos. Nadie escapa de su cuota, si acaso desaparece por algún tiempo para regresar después y tras una buena tanda de páginas. Incluso protagonistas de ambos pueblos llegan a interactuar entre ellos con algún que otro toque disimulado. Batú, de Vasili Yan destaca por la enormidad de sus batallas y las gestas de los hombres y mujeres que discurren por sus textos. Queda la resolución de este fantástico tríptico, pese a mis exageradas pero escasas acotaciones negativas.
Claro está que debes decirme la verdad únicamente cuando estemos a solas. Si empiezas a criticarme en presencia de alguien, ordenaré que te partan el espinazo a ti también, para que los demás me teman.
- El que dice la verdad no muere de viejo.
Batú
Vasili Yan
Ed Valdemar histórica - 2005
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Gengis-Kan
Batú
Hasta el último mar
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