3 de diciembre de 2024

Equipaje de arena

Anna Langfus fue una superviviente de la II Guerra Mundial, cuyas experiencias refirió en su primera novela: La sal y el azufre. Una novela que situaba a la protagonista en ese período monstruoso de la humanidad a través de una mirada personal, cercana y realista, que la constante moralina que suelen acompañar esos trágicos momentos de la historia, quedan relegados a la terrible normalidad de realizarse, sin mayores obstáculos ni miramientos, por quienes se valen de la fuerza para ejercerla. A pesar de la lejanía, que empieza a sepultar el horror de aquella Gran Guerra, el libro me gustó tanto, que me hice rápidamente con las otras dos obras de la autora: Equipaje de arena y Salta, Bárbara. Nuevamente Langfus hizo diana, pues tras ganar el premio Charles Veillon por su debut novelero; Equipaje de arena obtuvo el premio Goncourt en 1962. El galardón más importante de las letras francesas.
La arena sin maleta
Hará unos cuatro años de la anterior lectura y me he propuesto dejar, otros tantos hacia adelante, para culminar la particular trilogía con Salta, Barbara. Pero para entonces toca quedarse con Equipaje de arena y permitir que la protagonista, (María) continúe exponiendo su devenir individual. Y aunque ambas novelas puedan leerse por separado y sean conclusivas por sí mismas, mi recomendación es seguir el orden de publicación para conocer de antemano el origen de María y su periplo personal. Al fin y al cabo es una historia individual tras sobrevivir la recién concluida II Guerra Mundial y se entiende mejor si se conocen los precedentes. Ahora, la protagonista malvive en París, donde arrastra las penurias que le ha dejado el conflicto; vive en completa soledad tras perder a su familia y con apenas recursos económicos para sostenerse mientras deambula en la rutina diaria de la ciudad. María se guía por mera inercia a través de las calles y los fantasmas del pasado que acuden a su modesta habitación pasar revista al trasiego diario. Un peso del que apenas puede soltar lastre, un elaborado quebradero interior donde podría decirse que padece una enfermedad mental, tan en boga en estos tiempos post covid.

Mierda. Es la primera palabra que digo, cada mañana, al abrir los ojos. Una palabra muy útil. Puede traducir toda una gama de sentimientos en sus matices más sutiles, estados de espíritu y hasta ideas. Un día gris, enfermizo. Mierda. Un sol de plomo. Mierda. Hay que levantarse. Mierda. No me movería, me pasaría todo el día en la cama. Mierda, porque me levanto. 

Al rescate de la monotonía surge un anciano, un viejete que se encariña en demasía por María y la propone pasar las vacaciones en algún amable pueblo costero del sur francés para disfrutar del calor del sol, los baños en el mar y el verde deseo del hombre por reverdecer laureles. En ese viaje y la estancia estival, se acumula el grueso del texto para que María exponga sus vivencias de mantenida de forma personal. En realidad, es un esfuerzo regenerador, una clásica escapada con vistas a devolverla a la sociedad, algo así como si tuviera que rememorar partes de su vida desplazadas por la guerra: volver a jugar gracias a su adhesión a un grupo de niños, aprender a nadar, relacionarse con otros adultos o hacerse simplemente cargo de las tareas del hogar. En esa vuelta a la vida, a la intensa luz que acapara el verano, está la confrontación con su bienhechor, en el contraste de su edad y en un carácter endeble donde surge más de un choque por la diferencia de pareceres. Obviamente también hay una evolución en la relación, ligada a la costumbre o al mero hecho de dejarse llevar con la esperanza de que las cicatrices del pasado queden en meras heridas sin reabrir.

¿Qué habrá sido de aquel deseo desesperado que le impulsó violentamente a resucitar su juventud? Había hecho acopio de sus últimas fuerzas, y, con un valor maravilloso, se había arrojado a esta aventura.

Equipaje de arena es una novela peculiar, de carácter netamente personal sobre la figura de su autora. En ocasiones, surge la iniciativa que la permite seguir, levantarse y esforzase en avanzar hacia alguna parte. En otras ocasiones, se abandona tan ricamente en la soledad del silencio, un lugar al que acude sin mayor fisura que acoplar su azotea. Al final, es una novela con su correspondiente viaje interior. Toda buena historia tiene que crecer en ese sentido, aunque en ese trayecto se desarrolle un vaivén que tan pronto camina del lado de la luz, como de repente se oscurece por el mero hecho del discurrir de la vida. La tragedia no tiene porque estar ligada a la barbarie de la guerra; el sufrimiento humano puede encontrarse en cualquier esquina, o en la cobardía de tener que enfrentarse a la muerte. La escritura de Langfus mantiene el nivel de una historia a la que le falta algún elemento más interesante que rompa la rutina en la que se enroca, en un juego mental de la que sale airosa esta escritora fascinante. 

Equipaje de arena
Anna Langfus
Ed GP, 1975. Col Reno, 77

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Equipaje de arena
Salta, Bárbara

20 de noviembre de 2024

Intemperie

La palabra que da título a esta novela me parece inusualmente bella: Intemperie. El vocablo escogido por Jesús Carrasco para señalar su debut novelero hacia 2013 y que ilustra a la perfección el contenido que alberga en su interior, pues la narración del texto se desarrolla principalmente al aire libre. Un libro que ya despuntaba por aquellas fechas y que alcanzó una notable repercusión internacional al ser traducido en múltiples lenguas extranjeras. El último espaldarazo publicitario fue su adaptación cinematográfica de la mano de Benito Zambrano en 2019. Una clara referencia al éxito de la obra cuando hay tan poco margen entre ambas representaciones artísticas. El caso es que me encontré la novela de refilón, de manera espontanea en la biblioteca, y bastó las referencias anteriores para decidirme a devorar las páginas del libro. 

Intemperie cuenta la huida de un niño de su hogar y de las personas que angustian su existencia en alguna llanura innombrable; castigada por una amplia sequía y un sol implacable que merma el mero hecho de poder sobrevivir en unas condiciones extremas. Tampoco se ubica en el tiempo, dando pie a la imaginación particular de situar la acción alrededor del único vehículo motorizado en un sidecar, y en una época, donde la vida se complicaba aún más en el ámbito rural; en algún terruño perdido cuya autoridad anda anclada en la caciquil figura de un alguacil; la perversa figura que domina voluntades por simple presencia o por las bravas. Él es la puntiaguda arista del mal que se muestra inclemente a la hora de perseguir la huida del niño, como si éste le hubiera arrebatado el alma, el alguacil no descansará en su empeño de encontrarlo. El viaje del muchacho anda situado en la clásica aventura iniciática, la secuencia que transforma al niño a través de los acontecimientos que le vienen encima y en ver cómo los afronta y transforma. Y en estos casos, existe la figura del mentor, la de un viejo cabrero que salvará al niño de una insolación para ser la única fuente que alimente de esperanza el devenir del joven protagonista.


El texto de la novela destaca por la contundencia de las frases cortas, destinado hacia el tono que impera la supervivencia en un lugar árido, agreste y sin apenas recursos que retenga un mínimo de población. Tampoco hay prisa por avanzar ágilmente, a Carrasco le debe encantar pararse a mirar y dilatar sus pasajes en un aspecto más bien lírico, encaminado hacia la exposición del lugar junto a todos los elementos que adornan el amplio escenario que abarca el trayecto. Destacan los poblados abandonados, las ruinas de tiempos mejores bajo un sol de justicia y la escasez continua de cualquier cosa de valor, como el agua, o la desesperada instrucción sobre plantas, herramientas y palabras en desuso que descoloca de inicio a un lector que rápidamente identifica después como una notable marca de autor.

En la novela apenas se señalan a otros personajes que rompan el triángulo principal en un territorio tan yermo que debe estar bien lejos de la civilización y del tiempo. Como cuando Alfonso XIII llegó a tierras extremeñas en su conocido viaje a Las Hurdes. Un monarca que parecía llegar a un territorio bien alejado en la distancia, cuando en realidad estaba olvidado e ignorado por las dificultades orográficas. Lógicamente suena a denuncia, al abandono de gentes bajo el control de una persona que ejerce su ley de forma despótica que se habrá ejercido durante mucho tiempo por esas tierras, bien conocidas a nada que situemos ciertos lugares en tiempos concretos. 

Él había ejercido la violencia tal y como había visto hacer siempre a quienes le rodeaban y ahora, como ellos, reclamaba su parte de impunidad.

La novela va dando pistas de la tragedia del niño sin necesidad de indicarlo de manera obvia, no está de más que el lector rellene en su cabeza las ideas aportadas; un acierto que se compagina con los escasos diálogos, porque el texto se sustenta en el constante regodeo del que impera Carrasco al dominio de palabras perdidas, oficios atrasados y expresiones que buscan la colaboración del diccionario. Hace ya unos años, tenía la costumbre de apuntar en un post-it  las palabras cuyo significado desconocía junto al número de la página para descubrir más adelante que ocultaba tal termino. Hoy día, con el móvil a mano, la duda se resuelve rápidamente. Está claro que el tipo maneja la jerga que expone con soltura, una virtud que acompaña y engalana su historia de la cual, seguramente, resida el éxito de la novela. Un aspecto importante que le coloca en una posición destacada hacía próximas obras en las que debería mantener el listón. El tiempo y sus lectores serán los mejores jueces.


Intemperie
ED Seix Barrall, 2013
Jesús Carrasco

30 de octubre de 2024

Dune

Mi cabeza tiene un recuerdo difuso, lejano y perdido de la película ochentera dirigida por David Lynch. Pequeñas imágenes que encienden alguna neurona medio apagada al revisar, recientemente, un tráiler de la época y reconocer, por ejemplo, a Sting en el reparto. Cerca de 40 años después, el libro Dune recibe una nueva adaptación cinematográfica, repartida en dos partes de la mano de Dennis Villeneuve. Y en medio de este refrito personal, me encontré por casualidad un ejemplar de la novela tirada en la calle, con la portada bastante ajada y sin contra que la protegiese por la retaguardia, aunque sus hojas internas andan todavía intactas. Con estos designios del destino, me dio la ventolera por descubrir el novelón de Frank Herbert. Porque ésa es la sensación que produce tal lectura sobre la epopeya creada por este señor.

Las alabanzas hacia el autor ya estaban expuestas de manera pública hace tiempo, básicamente desde la primera publicación en 1965, con la colecta de diversos premios dedicados a obras de fantasía junto a las buenas referencias que dejaba a su paso entre crítica y público. Un éxito, que ha transformado a Dune en una saga literaria con diversas obras alrededor del triunfo inicial por parte del mismo Herbert, y posteriormente de su hijo tras el fallecimiento del padre en 1986. Aunque se agradece que la obra primigenia sea auto conclusiva. Una buena opción para que cualquiera escoja si adentrarse aún más en este universo o contentarse con una única lectura. En mi caso particular, está claro que tras las buenas sensaciones otorgadas por las letras de Herbert, continuaré con el resto de los libros.
El libro marchito y la navaja para dirimir problemas
Dune plantea un universo aparte, en una galaxia tan lejana en el tiempo que deriva hacia una sociedad futurista, regida de manera imperial y organizada a través de un sistema feudal que  reparte el gobierno por diversos planetas. La estructura política se mide por una serie de Grandes Casas ligadas a un apellido concreto, siendo Atreides y Harkonnen los encargados de protagonizar la novela. Y como en el medievo, los nobles regentes mantienen sus trajines y conspiraciones hasta el extremo de hacer sus conflictos la mar de entretenidos. La trama del texto propuesto por Herbert, subraya un complejo plan de derrumbe, pues el jefazo de todo, el Emperador Padishah Shaddam IV, ha decidido sustituir el control del planeta Arrakis, por parte de los Harkonnen, en favor de sus acérrimos enemigos: la familia Atreides. El cisma viene dado por la riqueza que acumula este planeta desértico. Pues sobre sus arenas, se produce la melange, una especia que llega a proporcionar poderes prescientes a sus consumidores y de vital importancia para el Imperio, pues es una jugosa manera de obtener beneficios con su explotación. El duque, Leto Atreides, asume el reto de sustituir a sus mortales enemigos en la explotación de la especia y del peligro que conlleva su recolección, pues unos gusanos gigantes dominan las arenas y acuden raudos a engullir cualquier sonido extraño sobre la superficie.

Pero tal suculento regalo suena a trampa, y lo mejor de todo, es que los implicados lo saben, gracias a una narración precisa de cómo elaborar un complejo complot político mientras Herbert introduce al lector en su particular creación. En un mundo fascinante y con múltiples vértices que sustentan una compleja sociedad creada por la mente del autor.  Van a la par y, aunque haya algunos fragmentos donde podemos perdernos, el contexto ayuda a ir asimilando cierto lenguaje, extraño de primeras, sobre la mística de un universo propio. Hay mucha palabrería dedicada al elaborado proceso de traiciones y sospechas entre diferentes personajes que abarcan buena parte de la lectura frente a la escasa acción, que siempre queda relegada a un segundo plano. Es algo que se hecha en falta ante el diálogo y el continuo recelo dado entre los protagonistas. El autor redunda en esa vertiente, al destacar una faceta mental donde constantemente se calculan palabras, gestos, acciones... el doble sentido sobrevuela cada párrafo con la misma peligrosidad que el manejo de los cuchillos, pues esta es la mejor manera de resolver los conflictos que tiene esta gente: cara a cara y la navaja de por medio.

Otra faceta importante tiene que ver con la loca devoción humana sobre la religión, con la peligrosa creencia de creer en designios majaderos prescritos por profetas, leyendas o simples destinos por cumplir por algún extraño escogido por lo que sea. Ignoro cuanta relación guarda Dune con el Islam, o con la posibilidad de esperar un supuesto Elegido que cambie el rumbo de las cosas. Y después de tanta parrafada, escribo el nombre del protagonista principal: Paul Atreides, el hijo del Duque y el supuesto mesías destinado a cambiar algo más que el mundo de Arrakis. Dentro de las páginas del, repito, novelón escrito por Frank Herbert está la respuesta. Y desde estas fechas de 2024, me convierto en un fedaykin convencido. Las recientes películas de Villeneuve ya han caído, mientras que ahora ando a la búsqueda de la obra de Lynch. Y como ya estoy casado de pensar que escribir, la mejor recomendación que se me ocurres es descubrir, de manera individual, la valía de Dune sin aventurar mayores comentarios.

... todo comienza con la dignidad con la cual tratamos a nuestros muertos. Dama Jessica.

Dune 
Frank Herbert
Ultramar Editores, 1984

2 de octubre de 2024

The Acolyte

Ha sida cancelada. Aunque ya se sabe desde mediados de agosto por los supuestos pobres resultados de los visionados de la serie en la plataforma correspondiente. Además de una buena colecta de críticas sobre la pobre calidad de la misma. Con especial hincapié por parte del fandom más acérrimo y del propio público en general. La crítica especializada ha sido, sin embargo, más benévola hacia el producto capitaneado por Leslye Headland. Más condescendientes hacia un producto que buscaba explorar nuevas historias sobre el universo de Star Wars, alejados de los acontecimientos previos al culebrón familiar de las películas originales y sus posteriores secuelas. Y tras el paso de los días, semanas ya, ando remoloneando con esta maldita entrada. Siendo incapaz de cerrar un texto sobre una serie que me ha dejado con ganas de más pese a las múltiples fallas que contiene la serie. Que son varias, aunque mi extremismo no alcanza un odio exacerbado del que se cree poseedor de su verdad absoluta.

Colorinchis - Disney+
La mía, tan particular como intranscendente, anda situada en la nostalgia de un universo que me tenía sujeto frente a la pantalla tiempo ha. Y por el mero hecho de descubrir una nueva historia, el niño de entonces revolotea sobre el adulto. Aunque éste último ponga cordura sobre un serial tristemente menor, del que apunta maneras pero comete una larga serie de fallos de toda clase: guion, interpretación, dirección y un largo etcétera de algo llamado coherencia. Esta claro que Disney tiene un problema a la hora de explotar una gallina que cada vez pone huevos menos dorados. 

La serie pretendía retroceder en el tiempo y extender la importancia de la República Galáctica en tiempos de paz y cómo se gestó el regreso sinuoso, lento e implacable de los Sith. Para ello contaban con un nuevo drama familiar protagonizada por unas hermanas gemelas (Osha y Mae) y cimentar, durante ocho episodios, un complot Jedi sobre un triste suceso que acabó en drama en el pasado, con las gemelas como precursoras del conflicto. A grandes rasgos, prevalece una idea general de cambiar las tornas, exponer ciertos males de los caballeros Jedi y de su organización, como si fuese necesario sacar los trapos sucios de los supuestos héroes galácticos con el fin de derribar un ideal que de pie a la teoría que ellos mismos participaron en su caída por la arrogancia de su ombliguismo. Siempre viene bien examinar ciertos mitos, humanizarlos si hace falta para rascar algún mal del que poder hilar una historia que pudiera ser interesante y demostrar, que tales héroes, también tenían sus defectos. Pero la historia propuesta por The Acolyte se sustenta en una especie de malentendido, un error que la soberbia Jedi convierte en fatal para un grupo de brujas empoderadas, y como éstos encierran su error a través del silencio. Aquí no ha pasado nada hasta que discurren años en el tiempo y una asesina comienza a ajustar cuentas. 

Vernestra y su padawan tolai - Disney+

El diverso elenco racial también ha sido motivo de controversia, ligado a estos tiempos de evitar ser tachados de racistas unos, vendidos al palabro woke otros. El caso es que me esperaba más, en general de todos, incluidos algunos secundarios con pinta de panolis como el padawan de Vernestra. Un Sith observa a ese aprendiz y sabe perfectamente que la decadencia está en la misma casa. Amanda Stenberg (Osha/Mae) capitaliza el protagonismo y el consabido drama familiar que intente sostener el hilo principal de la historia. El maestro Jedi, Sol (Lee Jung-jae) encabeza una investigación, en plan policial, sobre la asesina y los motivos que persigue con la ayuda de Osha. Lógicamente saldrán las cuentas pendientes del pasado, algunas sorpresas interesantes y un nuevo villano oscuro con casco molón. En eso siempre aciertan, porque Qimir (Manny Jacinto) rinde también con cuentas atrasadas de las cuales se apuntaban a una nueva temporada que ha quedado en suspenso.

Al final, La acólita ha sido cancelada y la supuesta importancia que debía adquirir la figura de Osha en el futuro queda en suspenso. Alguno podría recuperar su historia o divagar alguna cosa en cómics, novelas u otras extensiones menores. En plan compensación o algo que apenas merece mayor atención que el resultado final del fracaso creado por Headland. 

The Acolyte
Disney, 2024

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14 de agosto de 2024

Manaos

Hace unos años tuve la suerte de grabar una entrevista personalizada a Alberto Vázquez-Figueroa. Curioso personaje cuya biografía daría para una entretenida lectura por su faceta de periodista, inventor, trotamundos y colaboraciones en el cine. La charla se alargó de manera gratificante gracias a un rosario de anécdotas que recorría parte de su vida, tanto personal como su labor principal dedicada a la escritura; y alguna que otra patente hidráulica con la que lleva peleando varios años. A veces merece la pena escuchar cómo era la generación precedente y si encima el narrador tiene chispa para contar historias, la cosa mejora. Por supuesto, conviene señalar que es un fervoroso escritor, pues cuenta con una amplia creación literaria (su obra supera el centenar de novelas) donde todavía anda activo. De hecho, sale a libro por año, y recientemente acaba de ser publicada su última novela: La gran sequía.

Para la entrevista llevé uno de mis libros Reno para que me lo dedicase: Manaos; del cual él mismo autor nos confesó que era una de las que estaba más satisfecho. Seguramente por ello (esto ya es cosa mía) se aventuró a trasladarla al cine con él mismo en la dirección. El resultado puede verse en youtube en V.O.

Manaos es en realidad una ciudad brasileña ubicada en el corazón del continente suramericano. Hoy día, es una importante ciudad financiera que nació a la vera del río Negro y en el centro de la mayor selva del mundo: el Amazonas. Entre 1890 y principios del XX se vivió el auge de una singular explotación comercial con el caucho, gracias a la exclusividad que proporcionaba un árbol endémico del Amazonas. Este monopolio, sirvió para que Manaos creciese de manera fulgurante y atrajese a todo tipo de personas deseosas de hacer negocio. De ahí el origen de la novela, de la amplia migración que siempre atrae el dinero y los turbios negocios que surgen alrededor. 

El protagonismo recae en un brasileño llamado Arquímedes, cuyas amplias deudas lo obligan a saldarlas trabajando en una cauchería en medio de la jungla. Y la mejor forma que tienen los empresarios para obtener mayores beneficios proviene en recortar gastos y tirar de mano de obra barata entre delincuentes, insolventes y la captura completa de tribus indígenas para su explotación. El esclavismo de toda la vida. Para que el control del negocio no decaiga, se cuenta con el látigo y el fusil de los mercenarios, los guardias contratados por una pequeña nomina de empresarios que se reparten las zonas de producción. La situación de los trabajadores no tiene muchas papeletas de cambiar, salvo que caigan enfermos o muertos por la mordedura de los simpáticos animales de la jungla. La posibilidad de una huida, en medio de la selva, se convierte en la única solución de morir dignamente y, por supuesto, en el motor de la novela. Y para que la fuga pueda darse, se conforma un curioso grupo encabezado por el protagonista; al que se suma un indio llamado Ramiro y que servirá de guía; un antiguo guardaespaldas del cacique de turno llamado Howard; y Claudia, la antigua amante del patrón, castigada como carnaza para los caucheros por engañar al jefazo con el citado Howard. 

Mi libro dedicado
Juntos emprenden una huida desesperada en medio de la jungla, con visos de tener que superar numerosas pruebas a lo largo de un extenso territorio hostil. Porque la lista puede ser bastante amplia entre los peligros naturales del entorno, los propios perseguidores y la imaginación del autor para rellenar con coherencia. Cabe destacar que la novela contiene al principio del mismo un mapa. Un detalle que me encanta como un claro indicador de situar la región que abarca, además de ayudar a situar los movimientos de los personajes y sus andanzas en el clásico libreto de aventuras. De eso versa principalmente Manaos, una enorme epopeya con toda clase de pruebas a superar con un ritmo ágil, sin necesidad de que el escritor se explaye en detalles innecesarios que rompan el continuo movimiento que propone. 

Seguramente, su intención principal es que la aventura se mantenga firme a través de diversas trabas que entretengan la lectura. Pero el libro contiene una mancha importante. Un regusto a posteriori que es un manifiesto meramente personal sobre una novela que podría haber alcanzado un mayor desarrollo que la llevase a un nivel superior. Una cosa es dejarse llevar por la voracidad de las acciones y otra bien distinta, proponer un tema más elaborado que conlleve una mayor dificultad en resolver los problemas de los protagonistas. En ocasiones es mejor perder el tiempo en proponer cómo leches los protagonistas logran superar una barrera infranqueable, saber envolver un acto concreto que eleve la grandeza de la aventura con algo de intriga, suspense y demás vainas conocidas frente la mera acumulación de acciones que se resuelven en un par de páginas. 

Un punto a favor del libro es la ausencia de cualquier atisbo de condescendencia, Vázquez-Figueroa no tiene problemas en exponer cualquier clase de violencia ni validez moral; siendo un punto importante para dar empaque a una novela de carácter adulto al querer mostrar una realidad dura y seguramente cercana a la realidad de la codiciosa explotación del caucho. Tampoco los personajes evolucionan de una manera clásica. Más bien se dedican a sobrevivir y a apuntar ciertas maneras que no terminan de cerrarse salvo en el caso del personaje principal y su particular odio al enclave que ha provocado tanto dolor y esclavitud. 
-Tendrías que vivir cien años.
 -Sería la única razón por la que valdría la pena vivirlos.

A su vez, hay que resaltar el conocimiento de la historia que propone el autor y la incursión de numerosos datos históricos que acompañan al texto sobre cómo se hacía la explotación cauchera, el alzamiento económico de la propia ciudad de Manaos y su posterior declive. Diversos datos que manifiestan el conocimiento y estudio sobre lo que se escribe. A grandes rasgos el libro cumple su función principal de entretenimiento alrededor de un hecho histórico que desconocía y del que quedo con las ganas del haber querido un mayor desarrollo que elevase aún más el listón de esta novela.

Manaos
Alberto Vázquez-Figueroa
ED GP Col Reno, 493. 1975

28 de junio de 2024

Mientras agonizo

Hace tiempo que Faulkner llegó por azar al blog, a través de la vieja costumbre de recorrer los pasillos de alguna biblioteca pública. Y en una suerte de inercia, llegó por aquellas fechas un regalo, un obsequio en forma de libro y de titulado memorable: Mientras agonizo. Un agraciado presente que recibí por el mero hecho de estar entretenido con la lectura de Santuario. Y ha pasado largo tiempo desde entonces, hasta adquirir finalmente la convicción de aumentar las lecturas de William Faulkner. Escritor de referencia americana a lo largo del siglo XX, al desarrollar un estilo propio que chocaba con las letras tradicionales de aquellos años. Faulkner se diferenció por dar paso a diversos narradores, uso de la simbología y saltos temporales. Se nota además con la agradable sorpresa y gratificación que ha sido esta última lectura. A pesar de que este hombre arrastre cierta fama de espesura o dificultad, seguramente por ser un escritor que exige cierta atención del lector para poder disfrutar de su obra y alguna que otra extravagancia que le hace más divertido si se le pilla el punto. Lo cierto, es que Faulkner merece una mayor difusión popular pese al detrimento que suelen tener los escritores citados como clásicos. 

Mientras agonizo expone un viaje inusual, protagonizado por la amplia familia Bundren: compuesta por el padre, Anse y los hermanos Cash, Jewel, Darl, Dewey y Vardaman. Una terna de granjeros ignorantes, orgullosos y pobres que emprenden la tarea de cumplir el último deseo de Addie, la matriarca familiar: ser enterrada en su ciudad natal. Para describir tal aventura, Faulkner opta por la narración coral, al otorgar voz a todos los miembros de la familia; individualizados en diferentes capítulos donde cada uno toma el protagonismo de hacer avanzar la historia global. Cada miembro familiar tiene además sus propias preocupaciones y aspiraciones que irán desgranando en el momento que les toque. Y todo ello a través de una de las grandes marcas del autor: los monólogos interiores y los saltos temporales que describen qué motivos mueven a cada personaje actuar de una u otra forma. En este aspecto, también es importante destacar la necesaria intervención de personas externas, normalmente vecinos que se cruzan en el camino emprendido por la peculiar familia y otorgan un interesante punto de vista alternativo, cuando estos personajes ajenos a la familiar copen el protagonismo del episodio de turno y observen incrédulos el peregrinaje. 

El periplo emprendido se convierte en una pequeña odisea donde mostrar la américa rural de la época; en un espacio de interés personal de Faulkner de volver constantemente en sus obras a un estado o condado americano ficticio, y de nombre impronunciable Yoknapatawpha (Ideal para un juego de deletreo). Un destino habitual para desgranar las clases sociales más bajas, de exponer el mundo sureño que rodea el Mississippi y los motivos que empujan a sus protagonistas. Pero ahora voy a poder ponerme los dientes. Y va a ser un consuelo. Vaya que sí. Anse

Y de ahí a la grandilocuencia, con salidas extravagantes de personajes que sorprenden por las decisiones que toman hacia una dirección u otra salida inesperada. Incluidas las divagaciones que afloran en aspectos cotidianos de la vida, en plan filosóficos frente al ejemplar muro que representa la religión y su continua aportación de creyentes empedernidos. Mientras agonizo sorprende gratamente en un trayecto que pudiera ser sencillo, pero que termina siendo toda una cadena de eventos dispares, donde afrontar la cohesión familiar ante los infortunios. La obstinación de llevar adelante ciertas ideas o la peculiar lucha contra los elementos purificadores del agua y el fuego. Como si el mismo Dios sobrevolase la voluntad de los hombres y llevase la cuenta de los pecados, una deuda a solventar entre reveses, catástrofes o decisiones más bien grotescas. Muchos elementos convierten a esta pequeña novela en una joya literaria, ideal para empezar a conocer la literatura de uno de los grandes.

Recordaba que mi padre solía decir que la razón para vivir era prepararse para estar muerto durante mucho tiempo. Addie


Mientras agonizo
Ed Anagrama, Colección Compactos, 4ª edición, 2010
William Faulkner

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Santuario, de William Faulkner

12 de mayo de 2024

Las armas miran atrás

A veces hay que joderse con los libros Reno y su edición barata. Una cosa es el encanto de su portada pulp o su amplio catalogo de títulos. Pero otra bien distinta es la cuestión del ahorro y dedicarse apiñar el texto en un tamaño ínfimo de las letras. Porque este es el caso del libro de la entrada de hoy. Un libro con caracteres bien minúsculos para que entre mayor cantidad en un menor espacio de papel. Una queja que además viene con la sospecha de la leyenda que acompaña a esta colección sobre la supuesta supresión de algunos fragmentos. De entrada, parece que vas a dejarte la vista en el papel que con tanta tacañearía levantaba German Plaza su negocioOtra opción (más evidente) era dejarlo o buscar alguna edición alternativa, pero se ve que la evidencia lógica cae frente a la cabezonería personal.

Aupada la protesta, toca valorar Las armas miran atrás, novela del húngaro Lajos Zilahy, cuyo libro ha aumentado el número de mis dioptrías. Un autor que ha ido perdiendo notoriedad con el implacable paso de los años pese a ser una relevante figura de las letras húngaras del siglo XX. 

En esta ocasión, el protagonismo recae en un poderoso empresario de la industria armamentística en el período de entreguerras: Henry Balder. Persona que encabeza este lucrativo negocio a las puertas de la II gran guerra en Europa. Es una figura destacable en el ámbito empresarial y despreocupada en los pormenores de la vida. Para eso paga con holgura a sus empleados y evitar ser molestado con menudencias de la vida cotidiana. Como la celebración de una fiesta dirigida a las altas instancias de Budapest, evento donde estaba prevista la participación de una reconocida soprano para deleite de sus invitados, pero una indisposición a destiempo obliga al secretario principal de Balder a improvisar una sustitución inmediata en la figura de otra cantante: Tima Nodor Zendey. Una solución que se hace notar en el acto social. De las tibias alabanzas se desprendía: no está mal, pero no es nada de particular. Pero esta muchacha cae en gracia, al cumplir el celebrado destino de estar en el momento y sitio adecuados. Porque Balder la acoge en una especie de mecenas desinteresado, al mover los contactos necesarios que logren transformar la vida de una desconocida soprano hacia el estrellato internacional. A ojo suena un poco a relato infantil, como si fuera una cinta animada de alcanzar un sueño que transforme el talento oculto en un éxito sin precedentes. Sin embargo, el lector sabe que es un capricho particular del ricachón de turno. Una especie de juego al que otorga cierto tiempo para después dedicarse por entero a sus quehaceres. Porque Balder actúa desde la discreción, a través de terceras personas y entre bambalinas mueve los hilos para que promotores, periodistas y demás tinglados del espectáculo transformen la fantasía en realidad.

Los acontecimientos posteriores se irán dando de una manera armoniosa y sin ninguna prisa por parte de Zilahy. Sus letras tienen un aire cargado de clasicismo, como un melodrama de enjundia que mejora las típicas películas de sobremesa. El proceso de la planificación del espectáculo y la posterior vida en varias capitales europeas son descritas con un ritmo ceremonioso, pausado y con el tiempo suficiente para explayar sus textos a su antojo. En ese sentido, destaca cierta monotonía, sin riesgos en presuponer los bruscos giros que determinen el cambio que se supone deben darse en los protagonistas principales. En especial y como es lógico en la de Tima. La señora que verá como su vida da un vuelco con su irrupción hacia el estrellato y que es descrita como una especie de alma pura y de bondad que irá transformando la perspectiva que Balder tiene del mundo y de su propia existencia. La relación que se establece entre ambos forma el grueso de la novela, con la perspectiva habitual de la transformación de los personajes, a ver quién transforma a quién, porque tampoco debe resultar sencillo que tu vida se trastoque al reconocimiento popular y el trasiego que ello supone.
Volviendo a la queja inicial, esta novela de la edición Reno, alcanza unas 300 páginas. Espacio suficiente para hilvanar la historia de manera cronológica, salvo algunos pasajes necesarios hacia el pasado que ayuden a construir al personaje que describa en ese momento. Sin embargo, el tiempo pasa exageradamente sin mayores formalismos que reinterpretar acciones en diferentes escenarios por donde deambulan los personajes principales. Una monotonía constante que es salvada por la buena mano de Zilahy pero que con el paso de las páginas pierde el interés del lector al no proponer algo que nos llame la atención. En términos generales se hecha en falta algún conflicto que ponga en cuestión el largo desarrollo de las acciones descritas que llevan a cabo los protagonistas. Una novela que decae hasta la simple pasividad de esperar a concluir una lectura que a ido perdiendo comba e interés según el transcurso de las páginas hacia una encrucijada que tarda demasiado tiempo en llegar. Tanto, que el desenlace apenas logra enmendar la caída general del texto.

Las armas miran atrás
Lajos Zilahy
204º - Col Reno, 1967

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La ciudad vagabunda de Lajos Zilahy

5 de abril de 2024

La gula

Resumo rápidamente mi parecer. Se me ha hecho bola. Hacia Semana Santa debían quedarme unas tristes diez páginas a las que abandoné sin contemplación hasta después de los festivos. Conviene dejar las cosas claras desde el principio sobre la novela de Asako Yuzuki, autora japonesa con una exitosa trayectoria en su país mientras se abre paso al castellano con esta primera traducción y que no ha logrado engancharme.

La gula va de una presunta asesina (Manako Kajii) encarcelada a la espera de juicio por, supuestamente, haber acabado con la vida de tres de sus amantes y de haberse aprovechado del alto nivel económico de estos hombres adinerados. El caso causa cierto revuelo en la sociedad japonesa y una periodista (Rika Machida) busca la manera de lograr la exclusiva de entrevistarla con el gancho de la cocina de por medio. Porque ése es uno de los atractivos del libro y la gran afición de Kajii. El deleite de disfrutar de la comida, saborear alimentos junto a la propia elaboración de los mismos, darse algún que otro capricho en la alta cocina y repetir plato, si es menester.

La carne que esté poco hecha
La cocina siempre es importante por el mero hecho de tener que comer todos los días, y con el paso del tiempo, ha ido ganando mayor repercusión. Un acto que fortalece la noble mezcla de los productos denominados gourmet junto a la reivindicación de la cocina tradicional. Japón tampoco es una excepción y la supuesta asesina es una adicta a la buena comida, tanto a los productos elaborados como a las simples recetas de la abuela. Por ahí entra la periodista, con la ayuda de su intima amiga Reiko (una ama de casa con buena maña para la cocina), quien logra tener acceso a una serie de entrevistas con Manako. En esos encuentros se establece una curiosa relación a tres bandas, cuyo eje siempre está liderado por Manako Kajii. La mujer encarcelada pero que sobrepasa los muros de la prisión, a través de una personalidad bien marcada y que logra establecer una serie de condiciones a cumplir por parte de la periodista, y de rebote a su colega.

Si no es capaz de apartar su mirada de Kajii… Si no es capaz de dejar de girar alrededor de ella… Tal vez debería clavarle las uñas en su enorme tripa, tratar por todos los medios de que deje de manejarla a su antojo.

En esta primera parte de la novela, la autora expone el tronco principal del texto: el papeo. La condición indispensable por la que giran sus protagonistas. Hay comida, bastante, a lo largo de las páginas junto a las clásicas descripciones de alimentos, preparación y demás condimentos para abrir el apetito del lector, o de rebuscar qué diablos es el ramen. Rika cae en el anzuelo y se deja arrastrar por las condiciones expuestas por Manako con tal de lograr sacar chicha que rellene los artículos que tiene previstos sacar para la revista en la que trabaja. El problema es que el lector puede esperar otra cosa bien distinta. Porque había otro cebo más morboso: la muerte de los amantes. Y esa expectativa planea en buena parte de la novela, a la continua espera de descubrir algún detalle, alguna pista transcendental que derive la investigación hacia el llamativo caso de una mujer que ha logrado engatusar a diferentes hombres adinerados y vivir de sus cuentas corrientes.

Pero la novela navega por otros rumbos más psicológicos que exploran las profundidades personales de Rika y Reiko. La clásica presentación y exposición de un viaje que termina por transformarlas por completo. Y por supuesto, cómo afecta a los personajes que les rodea. En parte es un viaje agotador, lento y reiterativo por las constantes referencias culinarias y por experiencias alternas sin mayores atractivos que exponer diferentes relaciones entre los personajes. Un aspecto que deja de lado el supuesto trhiller y al que solo recurre para levantar nuevas expectativas que logra llamar la atención de lo que está contando en contadas ocasiones. Como la visita a la ciudad de Agano para conocer el origen y a la familia de Kajii. Pero del libro destacan más otras facetas descriptivas sobre Japón, en especial sobre la ciudad de Tokio y la oportuna denuncia. Porque hay varios palos interesantes asociados a los educados nipones, como el machismo hacia las mujeres por su aspecto físico. La propia Rika sufre en sus carnes la curiosidad de superar los 60 kilos y verse aconsejada continuamente contra una supuesta gordura que no es tal. También hacia la obstinada dedicación por el trabajo que lleva a los trabajadores a extensas jornadas laborales. Una importancia descomunal que se traslada hacia una sociedad que mantiene abierto comercios 24 horas al día. Incluida cocinas abiertas de manera continua. 

Tanta elaboración termina por desanimar la lectura. Kajii no cumple el ideal prejuzgado de viuda negra, más bien es una figura que detesta la posición de la mujer japonesa y su mayor triunfo, sin saberlo, será el cambio radical que otorga en Rika. La periodista cumple su función de protagonista al exponer el cambio que supone cada viaje (festín incluido) literario en este caso y que logra alcanzar a quienes la rodean. De Kajii nos quedan los restos, aquellos que ya no podemos tragar en una novela que tiene algunos puntos interesantes como otros pasajes olvidables. Pues eso, la bola que por mucho que mastiques no logras deshacer.


La gula
Asako Yuzuki
Ed. Planeta 2022

20 de marzo de 2024

Cadena perpetua

Se cumplen 30 años del debut de Frank Darabont. Y para quien escribe, parece que fue antes de ayer. Pero no, ha pasado la redonda cifra de tres décadas que han terminado por convertir a, Cadena perpetua, como una de las mejores películas de la historia. Y mejor aún, en un clásico moderno ideal para que las nuevas generaciones se acerquen a un modelo de cine elevado a la categoría de arte, e incluso, para aquellos incapaces de retroceder en el tiempo y tiendan a huir de filmes en blanco y negro. Curiosamente, Darabont llegó a realizar una película anterior, pero destinada a la televisión por cable, Enterrado vivo. Título de menor caché, olvidada aposta por todos para elevar el estreno cinematográfico del director a la gran pantalla. A la tonta necesidad de etiquetar al cine, al verdadero, a la exposición pública y previo paso por taquilla en la mágica lona blanca. También queda mejor tener como referencia un estreno inmejorable.

Otra efeméride importante indica que Darabont acumula este año 65 inviernos. El recuento aproximado de la edad de jubilación. Porque este señor parece estar situado hace tiempo en algún lúdico retiro después de que fuese despedido por AMC en sus funciones televisivas de la serie, The Walking Dead, o el rechazo continuo de la industria a sus proyectos y guiones. En parte, se ha ganado tal retiro tras firmar otras cintas memorables, como La milla verde (1999) o La niebla (2007) Aunque él mismo se quede con las ganas de haber logrado llevar a cabo algún que otro proyecto más. Y los espectadores huérfanos de una filmografía más bien corta. Ahora que me detengo a pensar como seguir este texto, me viene a la cabeza la figura de Erice. Otro al que le cuesta rodar, como a Malick y algún otro que me dejaré para más adelante.  

Por encima de todo quedará el legado, con Cadena perpetua en la cima. La posición relevante que otorgan las clasificaciones internautas. IMDB como principal referencia. La película adapta un texto de Stephen King y lo eleva hacia una categoría memorable a lo largo de las dos horas largas de duración. Con un ritmo pausado y elegante cumple las normas básicas del clasicismo; y sin necesidad de estridencias para mantener la atención del espectador sobre una historia que está narrada dentro de un recinto carcelario. Por allí ingresa una nueva remesa de presos, incluido un larguirucho que responde al nombre de Andy Dufresne (Tim Robbins), un capacitado banquero condenado a una doble perpetuidad por asesinar a su esposa y a su amante tras sorprenderlos juntos. En la prisión de Shawshank termina por hacer amistad con Red (Morgan Freeman), un veterano de la prisión y que cumple condena por asesinato cuando era joven. Este último personaje ocupa la posición de narrador, una voz en off que describe y subraya diversos acontecimientos del desarrollo de la vida que suele darse en una cárcel; el recibimiento que los presos dispensan a los nuevos inquilinos, el mercadeo de solventar necesidades básicas con el tabaco como moneda de cambio, la habitual violencia de los guardias de seguridad o el temible e imparable paso del tiempo. 

Este proceso temporal es importante al ser un proceso continuo y monótono que transforma la cotidianeidad en un modelo de vida. En el filme, los presos lo tachan de institucionalización. El hábito de amoldar la existencia individual entre muros, barrotes y alguna gracieta que suavice la experiencia de verse privado de la añorada libertad. El mayor ejemplo está en la figura del viejo Brooks (James Whitemore) Es uno de los reclusos más veteranos y al que Darabont otorga un bonito protagonismo cuando se incorpora a la sociedad; en una historia aparte, ajena al presidio para exponer su incapacidad de adaptarse a un mundo desconocido tras pasar tantos años entre rejas. El fracaso de un sistema penitenciario de mediados del siglo anterior.
Os veo - Castle Rock Entertainment
Pero el protagonismo principal recae en Dufresne y en su pertinaz mentalidad de aferrarse a su vida, encarcelada sí, pero obstinada en adaptarse a la nueva realidad que le rodea y en una terca predisposición de no caer; de no hundirse en la miseria de estar atrapado y rodeado de la vileza que puedan acumular los hombres con los que convive, sean estos otros presos, o los mismos carceleros. La suya es una oda a la resistencia, a la esperanza; un estoicismo que podría caer en un pasteloso drama o en una reivindicación interesada. Pero Dufresne está en otro nivel por muchos palos que reciba o las piedras que acumula en la pernera. Con su pertinaz obstinación, logra transformar el pequeño mundo que le rodea, ayudando tanto a presos como a sus carceleros en diversas facetas. Al fin y al cabo, dispone de todo el tiempo que quiere.

La película también contiene parte de un mensaje religioso en palabras tas manoseadas como esperanza, redención y amistad. Ésta ultima ligada a la dupla protagonista con una inteligencia pocas veces vista y extendida al resto de la cuadrilla en un elogioso plan de camadería entre criminales. La esperanza es la que mantiene cuerdo a Dufresne, en una muestra imparable de una mentalidad rocosa que sobrevive a las penurias de la cárcel sin perder la dignidad por ello. Finalmente queda la redención, la de un viejo cansado de explicar que el joven asesino ha sido destruido dentro de los muros de la cárcel y del peso abrumador que es el tiempo. El mismo que ha jugado a favor de un filme imprescindible que pasa por encima de otras cintas contemporáneas.

Frank Darabont, 1994

27 de febrero de 2024

Frankenstein

Es un icono mundial. Un nombre y figura reconocida a lo largo y ancho de la cultura popular, cuya historia ha sobrepasado con holgura a las letras originales. Aunque el tiempo transcurrido también ha jugado en contra; al ser su historia adaptada en diferentes formatos, reinterpretaciones y alguna que otra actualización interesada que ha terminado por crear, a estas alturas de nuevo milenio, una idea general distinta de los textos originales. Por ello, conviene reivindicar la obra original, la historia compuesta por la británica Mary Shelley, publicada por primera vez en 1818 para que no caiga en el moderno manoseo de adaptar un texto a la actualidad. Han pasado dos siglos desde entonces, un tiempo que ha servido para asentar la efigie del monstruo de Frankenstein como uno de los grandes ogros de las historias de terror.

En el contexto de la creación del libro, suele citarse, con reiteración aunque con necesidad de contar la anécdota, el peculiar verano que Mary y su pareja, Percy Shelley, disfrutaron en Ginebra; al visitar al amigo y poeta lord Byron en un período complicado por las condiciones climáticas, achacadas a diversas erupciones volcánicas que arrebataron el habitual verano a los europeos de la época y cuyas continuas lluvias terminaron por encerrar, a los citados veraneantes, en una amplia casona a la espera de que escampara. Tal circunstancia, provocó una idea memorable: crear cada uno de los invitados una historia de fantasmas. Un confinamiento que también provocó el nacimiento de El vampiro, obra de John Polidori; la semilla a la que se agarraría Bram Stoker para crear su famoso, Drácula. Para mayores referencias sobre el atinado encuentro, pueden verse los filmes, Gothic, de los años 80 o la más cercana, Mary Shelley de 2017. 

Quien salió ganando del viaje estival fue Mary Shelley y su obra inmortal. Frankenstein representa un aviso notable sobre la ambición del hombre, aupado económicamente por la revolución industrial y por el afán de los continuos avances científicos que disparan la imaginación hacia la posibilidad real de crear vida. La clásica referencia humana a jugar a ser Dios.  A esa loca carrera destina su tiempo y genio un adinerado estudiante: Viktor Frankenstein, cuya enfermiza idea le lleva a dar pie al nacimiento del científico loco con su maniática misión. Pero Viktor solamente busca explorar los limites de la capacidad humana, sin plantearse las consecuencias de sus actos. La vida y la muerte me parecían fronteras imaginarias que yo rompería el primero, con el fin de desparramar después un torrente de luz por nuestro tenebroso mundo. Al fin y al cabo, el hombre suele actuar buscando el bien y en la novela, la autora hace hincapié en el dolor que supuso la pérdida de la madre del protagonista al comienzo del relato. Como si ése hecho tuviera que ver con la posterior obsesión de Viktor. Sin embargo, una vez creada la criatura, Viktor la rechaza sin remisión, sin mayor condescendencia que a reconocer, en la fealdad de su creación, la demostración palpable de su soberbia, del peligro que puede acarrear sobrepasar ciertos limites, e irresponsablemente huye del lugar para caer en extrañas fiebres de culpabilidad o conciencia.

Y el engendro se escapa, a su libre albedrio por el mundo. Porque en realidad es un recién nacido con la salvedad de medir cerca de dos metros y medio. Y su cuerpo, hecho de los conocidos retales descritos mil veces, contiene mayor capacidad de resistencia a las inclemencias del tiempo y con una dieta más básica que le permite sobrevivir sin mayores sacrificios a pesar del abandono. Y lo primero que busca es lo que haría cualquiera: intentar socializar, reconocer a sus semejantes y hasta lograr integrarse, si eso fuera posible con la dificultad de su exagerado y deforme corpachón que provoca el desprecio y el miedo de todas las personas con las que se cruza. Y claro, alguien debe pagar el pato de sus desgracias, y nada mejor que buscar al hacedor y pedir cuentas de la chapuza de mundo al que le ha soltado. 

Viktor Frankenstein es el protagonista absoluto del relato. Su criatura, a la que se le niega incluso un nombre propio, se mantiene casi siempre en un segundo plano, salvo en el intermedio de la novela, cuando toma el protagonismo del texto y nos explica sus intentos de lograr ser aceptado. Pero el miedo se impone a su alrededor y debe buscar, en la soledad de la naturaleza, el lugar donde poder establecerse en paz. Las montañas salvajes, los lagos, bosques profundos y el amplio espacio del campo, también son los lugares donde el protagonista intenta serenar su mente y nervios. Anda atormentado por la responsabilidad de su creación y de la acumulación de los daños que viene reconociendo a su alrededor. Un temor que se transforma en una amenaza continua hacia sus seres queridos. ...no obstante había atraído una maldición sobre mí, tan fatal como la de un crimen. Es un bonito contraste y una muestra continua en la novela la descripción de paisajes junto a la melancolía de los personajes. Un romanticismo que embiste la habitual oposición de la esencia natural frente a la ficción, digamos que científica, aunque sea levemente y muy por encima del trasunto de la experimentación y el trabajo de laboratorio. 

La novela deriva hacia la rivalidad entre el creador y el monstruo. Por mucho que se esconda, las consecuencias de sus actos persigue a Viktor Frankenstein allá a donde vaya, un mal, que atormenta su vida y la de sus seres queridos por un ser, al que se le ha negado la humanidad y busca completarse de algún modo, y la venganza es una herramienta de sobra conocida. El texto entra ahí en una deriva repetitiva, alargando la resolución del conflicto bajo una continua advertencia que busca ampliar el desasosiego de Frankenstein hasta los limites de la cordura. Y del mundo. Es una constante en textos más antiguos, aquellos que a pesar de la letanía, saben sobrevivir con sobrada clase el exceso de detalles y descripciones. Es una obra indispensable

Hasta los enemigos de Dios y de los hombres tienen amigos y compañeros en su desolación. Yo, en cambio, estoy solo.

Frankenstein

Mary Shelley

2 de febrero de 2024

La traductora

Algún simpático rey mago debió pensar que tocaba actualizar algo mis lecturas. Seguramente, sus buenas intenciones estén orientadas a que un servidor se acerque algo más a libros contemporáneos frente a mis habituales visitas a obras pasadas. De esa guisa, tocó desembalar, con sorpresa, un libro titulado El enjambre. Novela cuya autoría corresponde a la dupla formada por José Gil y Goretti Irisarri, autores de otros títulos durante varios años y firmados en pareja. Pero al indagar un poco sobre el regalo, cabe destacar que hubo una obra precedente: La traductora. A poco que se rasgue un poco sobre ambas obras, se señala en diferentes sitios internautas, que pueden leerse por separado, sin necesidad de continuidad ni segundas aventuras. Pero oye, por si acaso, uno se da un garbeo por la biblioteca del barrio y arrancamos por el principio, que tampoco pasa nada por postergar el obsequio para más adelante y evitar sorpresas de empezar a leer por los tejados, que ya me ha pasado en otras ocasiones.

Curiosamente, La traductora tiene su trama narrativa en el siglo pasado. Alrededor del cacareado encuentro que mantuvieron Francisco Franco y Adolf Hitler en Hendaya. Justo después de la Guerra Civil Española y durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Una reunión enigmática gracias a la propaganda, al llegar Franco unos 8 minutos tarde. Como todo buen español. Pero el retraso da lugar a especulaciones y diretes interesados. Y de ese atractivo hueco, los autores de La traductora plantean una interesante trama de espionaje cuyo protagonismo recae en Elsa Braumann, hija de padre alemán y madre española que sobrevive en la España de posguerra traduciendo libros para una editorial. Su conocimiento del idioma alemán, la sitúan en la órbita militar para que sirva como traductora en el encuentro entre Franco y Hitler. Y de ahí, a la importancia de una reunión, que pueda meter de lleno a España en una nueva guerra, surge un movimiento paralelo con la intención final de ayudar a los aliados europeos contra Alemania y aspirar a derrocar al general Franco en beneficio de la monarquía española. 

En medio del tinglado destaca la protagonista, una humilde traductora de libros dentro de un hecho extraordinario, un aspecto muy hitchconiano y cinematográfico, escoger a un ciudadano normal y aparentemente al azar, ante un complot de mayor envergadura.

-Una abeja, ¿eh? -replicó divertida-. No sé si la imagen me beneficia.
-¿Por qué no? Las abejas son criaturas extraordinarias: capaces de hacer miel y de morir matando.

Una estructura que le hace bien a la novela, recurrente a la hora de ubicar una narración repartida entre diferentes escenarios y personajes que sirvan de base para construir el relato. Allí donde todo debe ir destinado a confluir y atar cabos al paso de las páginas. Por un lado están los militares españoles, con el capitán Bernal a la cabeza del plan de seguridad del futuro encuentro. Y por otro, los conspiradores, liderados por un aburguesado catalán apodado como el Relojero. Entre medias surgen los secundarios y las habituales relaciones que se establecen entre todos para construir un texto ágil y de fácil lectura. Cabe destacar la sencillez de una mujer que se ve envuelta en una trama, que lógicamente tenderá a enredarse para lograr llamar la atención del lector con diferentes giros que compliquen la misión propuesta. Son habituales en el genero y en parte están bien colocados para que el texto no decaiga cuando aparezcan las necesarias referencias personales. Esas que ayudan a conocer a los personajes para observar su posterior crecimiento en la aventura propuesta. El mejor ejemplo es la hermana de Elsa, la joven e impulsiva Amelia.

Cabe destacar el trabajo de documentación, con múltiples referencias al Madrid de la época; tanto al señalar el estado de las calles, tras la bombas caídas durante la guerra; como citar comercios históricos en determinados lugares de la capital; o el singular estado de un metro cuyo suburbano sufría múltiples cortes. Hay también referencias al cine y a la literatura, obvio si tenemos en cuenta el oficio de la protagonista, aunque seguramente haya ciertas alusiones personales de los autores, sobre todo cinematográficos (la constante referencia a qué diablos se refiere el título de Lo que el viento se llevó) y otras más curiosas e innecesarias, como indicar la publicación de un libro por aquellas fechas de un tal Tolkien (El hobbit)

Personalmente tengo una tara lectora, seguramente dada por intereses personales, hacia un mayor desarrollo literario o descripciones que considero importantes. Por eso, hecho de menos una mayor exposición en diferentes fases. Como por ejemplo cuando Elsa deambula por el piso que los militares le han otorgado mientras preparan su misión. En esos pasillos y habitaciones, se acumulan una cantidad ingente de libros que el antiguo propietario ha intentado salvaguardar de un futuro incierto mientras Elsa se pregunta por la enorme colecta, por su antiguo propietario, sus intenciones y demás ideas que darían para un par de páginas. Pero esta fantasía se resuelve con un párrafo, escueto si tenemos en cuenta que el inquilino anterior y sus libros tienen su particular historia en la novela. 

La traductora tiene otros puntos interesantes, una especie de aroma a clásico (lo siento, tengo que citar a Casablanca), como si fuera un filme en blanco y negro y su facilidad a la hora de hilvanar una trama con continuas sorpresas, sin complejos de saltar entre las diferentes historias que acumula o encarar a personajes dados en demasía hacia el estereotipo. El nazi Gunter Schlösser atemoriza e impone con sus salidas dictatoriales, pero le faltan matices  que le enriquezcan frente a la idea preconcebida del malo malísimo, y por ende, tiene el peligro de caer en la caricatura. Tan innecesario, como su ficticia conversación sobre la belleza con Antonio Palacios. Aunque estamos en una trama de espías, sirva de homenaje al gran arquitecto de Madrid su breve aparición en la novela. Al menos queda la protagonista, y su periplo sobre un mundo masculino al que debe superar, sin mayores armas, que la tenacidad demostrada por el ser humano en situaciones extremas.  

La traductora
José Gil Romero y Goretti Irisarri
Ed. HarperCollins, 2021