La arena sin maleta |
Ed GP, 1975. Col Reno, 77
La arena sin maleta |
El libro marchito y la navaja para dirimir problemas |
Ha sida cancelada. Aunque ya se sabe desde mediados de agosto por los supuestos pobres resultados de los visionados de la serie en la plataforma correspondiente. Además de una buena colecta de críticas sobre la pobre calidad de la misma. Con especial hincapié por parte del fandom más acérrimo y del propio público en general. La crítica especializada ha sido, sin embargo, más benévola hacia el producto capitaneado por Leslye Headland. Más condescendientes hacia un producto que buscaba explorar nuevas historias sobre el universo de Star Wars, alejados de los acontecimientos previos al culebrón familiar de las películas originales y sus posteriores secuelas. Y tras el paso de los días, semanas ya, ando remoloneando con esta maldita entrada. Siendo incapaz de cerrar un texto sobre una serie que me ha dejado con ganas de más pese a las múltiples fallas que contiene la serie. Que son varias, aunque mi extremismo no alcanza un odio exacerbado del que se cree poseedor de su verdad absoluta.
Colorinchis - Disney+ |
La serie pretendía retroceder en el tiempo y extender la importancia de la República Galáctica en tiempos de paz y cómo se gestó el regreso sinuoso, lento e implacable de los Sith. Para ello contaban con un nuevo drama familiar protagonizada por unas hermanas gemelas (Osha y Mae) y cimentar, durante ocho episodios, un complot Jedi sobre un triste suceso que acabó en drama en el pasado, con las gemelas como precursoras del conflicto. A grandes rasgos, prevalece una idea general de cambiar las tornas, exponer ciertos males de los caballeros Jedi y de su organización, como si fuese necesario sacar los trapos sucios de los supuestos héroes galácticos con el fin de derribar un ideal que de pie a la teoría que ellos mismos participaron en su caída por la arrogancia de su ombliguismo. Siempre viene bien examinar ciertos mitos, humanizarlos si hace falta para rascar algún mal del que poder hilar una historia que pudiera ser interesante y demostrar, que tales héroes, también tenían sus defectos. Pero la historia propuesta por The Acolyte se sustenta en una especie de malentendido, un error que la soberbia Jedi convierte en fatal para un grupo de brujas empoderadas, y como éstos encierran su error a través del silencio. Aquí no ha pasado nada hasta que discurren años en el tiempo y una asesina comienza a ajustar cuentas.
Vernestra y su padawan tolai - Disney+ |
El diverso elenco racial también ha sido motivo de controversia, ligado a estos tiempos de evitar ser tachados de racistas unos, vendidos al palabro woke otros. El caso es que me esperaba más, en general de todos, incluidos algunos secundarios con pinta de panolis como el padawan de Vernestra. Un Sith observa a ese aprendiz y sabe perfectamente que la decadencia está en la misma casa. Amanda Stenberg (Osha/Mae) capitaliza el protagonismo y el consabido drama familiar que intente sostener el hilo principal de la historia. El maestro Jedi, Sol (Lee Jung-jae) encabeza una investigación, en plan policial, sobre la asesina y los motivos que persigue con la ayuda de Osha. Lógicamente saldrán las cuentas pendientes del pasado, algunas sorpresas interesantes y un nuevo villano oscuro con casco molón. En eso siempre aciertan, porque Qimir (Manny Jacinto) rinde también con cuentas atrasadas de las cuales se apuntaban a una nueva temporada que ha quedado en suspenso.
Al final, La acólita ha sido cancelada y la supuesta importancia que debía adquirir la figura de Osha en el futuro queda en suspenso. Alguno podría recuperar su historia o divagar alguna cosa en cómics, novelas u otras extensiones menores. En plan compensación o algo que apenas merece mayor atención que el resultado final del fracaso creado por Headland.
Mi libro dedicado |
Hace tiempo que Faulkner llegó por azar al blog, a través de la vieja costumbre de recorrer los pasillos de alguna biblioteca pública. Y en una suerte de inercia, llegó por aquellas fechas un regalo, un obsequio en forma de libro y de titulado memorable: Mientras agonizo. Un agraciado presente que recibí por el mero hecho de estar entretenido con la lectura de Santuario. Y ha pasado largo tiempo desde entonces, hasta adquirir finalmente la convicción de aumentar las lecturas de William Faulkner. Escritor de referencia americana a lo largo del siglo XX, al desarrollar un estilo propio que chocaba con las letras tradicionales de aquellos años. Faulkner se diferenció por dar paso a diversos narradores, uso de la simbología y saltos temporales. Se nota además con la agradable sorpresa y gratificación que ha sido esta última lectura. A pesar de que este hombre arrastre cierta fama de espesura o dificultad, seguramente por ser un escritor que exige cierta atención del lector para poder disfrutar de su obra y alguna que otra extravagancia que le hace más divertido si se le pilla el punto. Lo cierto, es que Faulkner merece una mayor difusión popular pese al detrimento que suelen tener los escritores citados como clásicos.
Mientras agonizo expone un viaje inusual, protagonizado por la amplia familia Bundren: compuesta por el padre, Anse y los hermanos Cash, Jewel, Darl, Dewey y Vardaman. Una terna de granjeros ignorantes, orgullosos y pobres que emprenden la tarea de cumplir el último deseo de Addie, la matriarca familiar: ser enterrada en su ciudad natal. Para describir tal aventura, Faulkner opta por la narración coral, al otorgar voz a todos los miembros de la familia; individualizados en diferentes capítulos donde cada uno toma el protagonismo de hacer avanzar la historia global. Cada miembro familiar tiene además sus propias preocupaciones y aspiraciones que irán desgranando en el momento que les toque. Y todo ello a través de una de las grandes marcas del autor: los monólogos interiores y los saltos temporales que describen qué motivos mueven a cada personaje actuar de una u otra forma. En este aspecto, también es importante destacar la necesaria intervención de personas externas, normalmente vecinos que se cruzan en el camino emprendido por la peculiar familia y otorgan un interesante punto de vista alternativo, cuando estos personajes ajenos a la familiar copen el protagonismo del episodio de turno y observen incrédulos el peregrinaje.
El periplo emprendido se convierte en una pequeña odisea donde mostrar la américa rural de la época; en un espacio de interés personal de Faulkner de volver constantemente en sus obras a un estado o condado americano ficticio, y de nombre impronunciable Yoknapatawpha (Ideal para un juego de deletreo). Un destino habitual para desgranar las clases sociales más bajas, de exponer el mundo sureño que rodea el Mississippi y los motivos que empujan a sus protagonistas. Pero ahora voy a poder ponerme los dientes. Y va a ser un consuelo. Vaya que sí. Anse
Y de ahí a la grandilocuencia, con salidas extravagantes de personajes que sorprenden por las decisiones que toman hacia una dirección u otra salida inesperada. Incluidas las divagaciones que afloran en aspectos cotidianos de la vida, en plan filosóficos frente al ejemplar muro que representa la religión y su continua aportación de creyentes empedernidos. Mientras agonizo sorprende gratamente en un trayecto que pudiera ser sencillo, pero que termina siendo toda una cadena de eventos dispares, donde afrontar la cohesión familiar ante los infortunios. La obstinación de llevar adelante ciertas ideas o la peculiar lucha contra los elementos purificadores del agua y el fuego. Como si el mismo Dios sobrevolase la voluntad de los hombres y llevase la cuenta de los pecados, una deuda a solventar entre reveses, catástrofes o decisiones más bien grotescas. Muchos elementos convierten a esta pequeña novela en una joya literaria, ideal para empezar a conocer la literatura de uno de los grandes.
Recordaba que mi padre solía decir que la razón para vivir era prepararse para estar muerto durante mucho tiempo. Addie
Las armas miran atrás
Lajos Zilahy
204º - Col Reno, 1967
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La ciudad vagabunda de Lajos Zilahy
Resumo rápidamente mi parecer. Se me ha hecho bola. Hacia Semana Santa debían quedarme unas tristes diez páginas a las que abandoné sin contemplación hasta después de los festivos. Conviene dejar las cosas claras desde el principio sobre la novela de Asako Yuzuki, autora japonesa con una exitosa trayectoria en su país mientras se abre paso al castellano con esta primera traducción y que no ha logrado engancharme.
La gula va de una presunta asesina (Manako Kajii) encarcelada a la espera de juicio por, supuestamente, haber acabado con la vida de tres de sus amantes y de haberse aprovechado del alto nivel económico de estos hombres adinerados. El caso causa cierto revuelo en la sociedad japonesa y una periodista (Rika Machida) busca la manera de lograr la exclusiva de entrevistarla con el gancho de la cocina de por medio. Porque ése es uno de los atractivos del libro y la gran afición de Kajii. El deleite de disfrutar de la comida, saborear alimentos junto a la propia elaboración de los mismos, darse algún que otro capricho en la alta cocina y repetir plato, si es menester.
La carne que esté poco hecha |
Si no es capaz de apartar su mirada de Kajii… Si no es capaz de dejar de girar alrededor de ella… Tal vez debería clavarle las uñas en su enorme tripa, tratar por todos los medios de que deje de manejarla a su antojo.
En esta primera parte de la novela, la autora expone el tronco principal del texto: el papeo. La condición indispensable por la que giran sus protagonistas. Hay comida, bastante, a lo largo de las páginas junto a las clásicas descripciones de alimentos, preparación y demás condimentos para abrir el apetito del lector, o de rebuscar qué diablos es el ramen. Rika cae en el anzuelo y se deja arrastrar por las condiciones expuestas por Manako con tal de lograr sacar chicha que rellene los artículos que tiene previstos sacar para la revista en la que trabaja. El problema es que el lector puede esperar otra cosa bien distinta. Porque había otro cebo más morboso: la muerte de los amantes. Y esa expectativa planea en buena parte de la novela, a la continua espera de descubrir algún detalle, alguna pista transcendental que derive la investigación hacia el llamativo caso de una mujer que ha logrado engatusar a diferentes hombres adinerados y vivir de sus cuentas corrientes.
Pero la novela navega por otros rumbos más psicológicos que exploran las profundidades personales de Rika y Reiko. La clásica presentación y exposición de un viaje que termina por transformarlas por completo. Y por supuesto, cómo afecta a los personajes que les rodea. En parte es un viaje agotador, lento y reiterativo por las constantes referencias culinarias y por experiencias alternas sin mayores atractivos que exponer diferentes relaciones entre los personajes. Un aspecto que deja de lado el supuesto trhiller y al que solo recurre para levantar nuevas expectativas que logra llamar la atención de lo que está contando en contadas ocasiones. Como la visita a la ciudad de Agano para conocer el origen y a la familia de Kajii. Pero del libro destacan más otras facetas descriptivas sobre Japón, en especial sobre la ciudad de Tokio y la oportuna denuncia. Porque hay varios palos interesantes asociados a los educados nipones, como el machismo hacia las mujeres por su aspecto físico. La propia Rika sufre en sus carnes la curiosidad de superar los 60 kilos y verse aconsejada continuamente contra una supuesta gordura que no es tal. También hacia la obstinada dedicación por el trabajo que lleva a los trabajadores a extensas jornadas laborales. Una importancia descomunal que se traslada hacia una sociedad que mantiene abierto comercios 24 horas al día. Incluida cocinas abiertas de manera continua.
Tanta elaboración termina por desanimar la lectura. Kajii no cumple el ideal prejuzgado de viuda negra, más bien es una figura que detesta la posición de la mujer japonesa y su mayor triunfo, sin saberlo, será el cambio radical que otorga en Rika. La periodista cumple su función de protagonista al exponer el cambio que supone cada viaje (festín incluido) literario en este caso y que logra alcanzar a quienes la rodean. De Kajii nos quedan los restos, aquellos que ya no podemos tragar en una novela que tiene algunos puntos interesantes como otros pasajes olvidables. Pues eso, la bola que por mucho que mastiques no logras deshacer.
Es un icono mundial. Un nombre y figura reconocida a lo largo y ancho de la cultura popular, cuya historia ha sobrepasado con holgura a las letras originales. Aunque el tiempo transcurrido también ha jugado en contra; al ser su historia adaptada en diferentes formatos, reinterpretaciones y alguna que otra actualización interesada que ha terminado por crear, a estas alturas de nuevo milenio, una idea general distinta de los textos originales. Por ello, conviene reivindicar la obra original, la historia compuesta por la británica Mary Shelley, publicada por primera vez en 1818 para que no caiga en el moderno manoseo de adaptar un texto a la actualidad. Han pasado dos siglos desde entonces, un tiempo que ha servido para asentar la efigie del monstruo de Frankenstein como uno de los grandes ogros de las historias de terror.
En el contexto de la creación del libro, suele citarse, con reiteración aunque con necesidad de contar la anécdota, el peculiar verano que Mary y su pareja, Percy Shelley, disfrutaron en Ginebra; al visitar al amigo y poeta lord Byron en un período complicado por las condiciones climáticas, achacadas a diversas erupciones volcánicas que arrebataron el habitual verano a los europeos de la época y cuyas continuas lluvias terminaron por encerrar, a los citados veraneantes, en una amplia casona a la espera de que escampara. Tal circunstancia, provocó una idea memorable: crear cada uno de los invitados una historia de fantasmas. Un confinamiento que también provocó el nacimiento de El vampiro, obra de John Polidori; la semilla a la que se agarraría Bram Stoker para crear su famoso, Drácula. Para mayores referencias sobre el atinado encuentro, pueden verse los filmes, Gothic, de los años 80 o la más cercana, Mary Shelley de 2017.
Quien salió ganando del viaje estival fue Mary Shelley y su obra inmortal. Frankenstein representa un aviso notable sobre la ambición del hombre, aupado económicamente por la revolución industrial y por el afán de los continuos avances científicos que disparan la imaginación hacia la posibilidad real de crear vida. La clásica referencia humana a jugar a ser Dios. A esa loca carrera destina su tiempo y genio un adinerado estudiante: Viktor Frankenstein, cuya enfermiza idea le lleva a dar pie al nacimiento del científico loco con su maniática misión. Pero Viktor solamente busca explorar los limites de la capacidad humana, sin plantearse las consecuencias de sus actos. La vida y la muerte me parecían fronteras imaginarias que yo rompería el primero, con el fin de desparramar después un torrente de luz por nuestro tenebroso mundo. Al fin y al cabo, el hombre suele actuar buscando el bien y en la novela, la autora hace hincapié en el dolor que supuso la pérdida de la madre del protagonista al comienzo del relato. Como si ése hecho tuviera que ver con la posterior obsesión de Viktor. Sin embargo, una vez creada la criatura, Viktor la rechaza sin remisión, sin mayor condescendencia que a reconocer, en la fealdad de su creación, la demostración palpable de su soberbia, del peligro que puede acarrear sobrepasar ciertos limites, e irresponsablemente huye del lugar para caer en extrañas fiebres de culpabilidad o conciencia.Y el engendro se escapa, a su libre albedrio por el mundo. Porque en realidad es un recién nacido con la salvedad de medir cerca de dos metros y medio. Y su cuerpo, hecho de los conocidos retales descritos mil veces, contiene mayor capacidad de resistencia a las inclemencias del tiempo y con una dieta más básica que le permite sobrevivir sin mayores sacrificios a pesar del abandono. Y lo primero que busca es lo que haría cualquiera: intentar socializar, reconocer a sus semejantes y hasta lograr integrarse, si eso fuera posible con la dificultad de su exagerado y deforme corpachón que provoca el desprecio y el miedo de todas las personas con las que se cruza. Y claro, alguien debe pagar el pato de sus desgracias, y nada mejor que buscar al hacedor y pedir cuentas de la chapuza de mundo al que le ha soltado.
Viktor Frankenstein es el protagonista absoluto del relato. Su criatura, a la que se le niega incluso un nombre propio, se mantiene casi siempre en un segundo plano, salvo en el intermedio de la novela, cuando toma el protagonismo del texto y nos explica sus intentos de lograr ser aceptado. Pero el miedo se impone a su alrededor y debe buscar, en la soledad de la naturaleza, el lugar donde poder establecerse en paz. Las montañas salvajes, los lagos, bosques profundos y el amplio espacio del campo, también son los lugares donde el protagonista intenta serenar su mente y nervios. Anda atormentado por la responsabilidad de su creación y de la acumulación de los daños que viene reconociendo a su alrededor. Un temor que se transforma en una amenaza continua hacia sus seres queridos. ...no obstante había atraído una maldición sobre mí, tan fatal como la de un crimen. Es un bonito contraste y una muestra continua en la novela la descripción de paisajes junto a la melancolía de los personajes. Un romanticismo que embiste la habitual oposición de la esencia natural frente a la ficción, digamos que científica, aunque sea levemente y muy por encima del trasunto de la experimentación y el trabajo de laboratorio.
La novela deriva hacia la rivalidad entre el creador y el monstruo. Por mucho que se esconda, las consecuencias de sus actos persigue a Viktor Frankenstein allá a donde vaya, un mal, que atormenta su vida y la de sus seres queridos por un ser, al que se le ha negado la humanidad y busca completarse de algún modo, y la venganza es una herramienta de sobra conocida. El texto entra ahí en una deriva repetitiva, alargando la resolución del conflicto bajo una continua advertencia que busca ampliar el desasosiego de Frankenstein hasta los limites de la cordura. Y del mundo. Es una constante en textos más antiguos, aquellos que a pesar de la letanía, saben sobrevivir con sobrada clase el exceso de detalles y descripciones. Es una obra indispensable
Hasta los enemigos de Dios y de los hombres tienen amigos y compañeros en su desolación. Yo, en cambio, estoy solo.
Frankenstein
Algún simpático rey mago debió pensar que tocaba actualizar algo mis lecturas. Seguramente, sus buenas intenciones estén orientadas a que un servidor se acerque algo más a libros contemporáneos frente a mis habituales visitas a obras pasadas. De esa guisa, tocó desembalar, con sorpresa, un libro titulado El enjambre. Novela cuya autoría corresponde a la dupla formada por José Gil y Goretti Irisarri, autores de otros títulos durante varios años y firmados en pareja. Pero al indagar un poco sobre el regalo, cabe destacar que hubo una obra precedente: La traductora. A poco que se rasgue un poco sobre ambas obras, se señala en diferentes sitios internautas, que pueden leerse por separado, sin necesidad de continuidad ni segundas aventuras. Pero oye, por si acaso, uno se da un garbeo por la biblioteca del barrio y arrancamos por el principio, que tampoco pasa nada por postergar el obsequio para más adelante y evitar sorpresas de empezar a leer por los tejados, que ya me ha pasado en otras ocasiones.
Curiosamente, La traductora tiene su trama narrativa en el siglo pasado. Alrededor del cacareado encuentro que mantuvieron Francisco Franco y Adolf Hitler en Hendaya. Justo después de la Guerra Civil Española y durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Una reunión enigmática gracias a la propaganda, al llegar Franco unos 8 minutos tarde. Como todo buen español. Pero el retraso da lugar a especulaciones y diretes interesados. Y de ese atractivo hueco, los autores de La traductora plantean una interesante trama de espionaje cuyo protagonismo recae en Elsa Braumann, hija de padre alemán y madre española que sobrevive en la España de posguerra traduciendo libros para una editorial. Su conocimiento del idioma alemán, la sitúan en la órbita militar para que sirva como traductora en el encuentro entre Franco y Hitler. Y de ahí, a la importancia de una reunión, que pueda meter de lleno a España en una nueva guerra, surge un movimiento paralelo con la intención final de ayudar a los aliados europeos contra Alemania y aspirar a derrocar al general Franco en beneficio de la monarquía española.
Cabe destacar el trabajo de documentación, con múltiples referencias al Madrid de la época; tanto al señalar el estado de las calles, tras la bombas caídas durante la guerra; como citar comercios históricos en determinados lugares de la capital; o el singular estado de un metro cuyo suburbano sufría múltiples cortes. Hay también referencias al cine y a la literatura, obvio si tenemos en cuenta el oficio de la protagonista, aunque seguramente haya ciertas alusiones personales de los autores, sobre todo cinematográficos (la constante referencia a qué diablos se refiere el título de Lo que el viento se llevó) y otras más curiosas e innecesarias, como indicar la publicación de un libro por aquellas fechas de un tal Tolkien (El hobbit)
Personalmente tengo una tara lectora, seguramente dada por intereses personales, hacia un mayor desarrollo literario o descripciones que considero importantes. Por eso, hecho de menos una mayor exposición en diferentes fases. Como por ejemplo cuando Elsa deambula por el piso que los militares le han otorgado mientras preparan su misión. En esos pasillos y habitaciones, se acumulan una cantidad ingente de libros que el antiguo propietario ha intentado salvaguardar de un futuro incierto mientras Elsa se pregunta por la enorme colecta, por su antiguo propietario, sus intenciones y demás ideas que darían para un par de páginas. Pero esta fantasía se resuelve con un párrafo, escueto si tenemos en cuenta que el inquilino anterior y sus libros tienen su particular historia en la novela.
La traductora tiene otros puntos interesantes, una especie de aroma a clásico (lo siento, tengo que citar a Casablanca), como si fuera un filme en blanco y negro y su facilidad a la hora de hilvanar una trama con continuas sorpresas, sin complejos de saltar entre las diferentes historias que acumula o encarar a personajes dados en demasía hacia el estereotipo. El nazi Gunter Schlösser atemoriza e impone con sus salidas dictatoriales, pero le faltan matices que le enriquezcan frente a la idea preconcebida del malo malísimo, y por ende, tiene el peligro de caer en la caricatura. Tan innecesario, como su ficticia conversación sobre la belleza con Antonio Palacios. Aunque estamos en una trama de espías, sirva de homenaje al gran arquitecto de Madrid su breve aparición en la novela. Al menos queda la protagonista, y su periplo sobre un mundo masculino al que debe superar, sin mayores armas, que la tenacidad demostrada por el ser humano en situaciones extremas.