3 de diciembre de 2024

Equipaje de arena

Anna Langfus fue una superviviente de la II Guerra Mundial, cuyas experiencias refirió en su primera novela: La sal y el azufre. Una novela que situaba a la protagonista en ese período monstruoso de la humanidad a través de una mirada personal, cercana y realista, que la constante moralina que suelen acompañar esos trágicos momentos de la historia, quedan relegados a la terrible normalidad de realizarse, sin mayores obstáculos ni miramientos, por quienes se valen de la fuerza para ejercerla. A pesar de la lejanía, que empieza a sepultar el horror de aquella Gran Guerra, el libro me gustó tanto, que me hice rápidamente con las otras dos obras de la autora: Equipaje de arena y Salta, Bárbara. Nuevamente Langfus hizo diana, pues tras ganar el premio Charles Veillon por su debut novelero; Equipaje de arena obtuvo el premio Goncourt en 1962. El galardón más importante de las letras francesas.
La arena sin maleta
Hará unos cuatro años de la anterior lectura y me he propuesto dejar, otros tantos hacia adelante, para culminar la particular trilogía con Salta, Barbara. Pero para entonces toca quedarse con Equipaje de arena y permitir que la protagonista, (María) continúe exponiendo su devenir individual. Y aunque ambas novelas puedan leerse por separado y sean conclusivas por sí mismas, mi recomendación es seguir el orden de publicación para conocer de antemano el origen de María y su periplo personal. Al fin y al cabo es una historia individual tras sobrevivir la recién concluida II Guerra Mundial y se entiende mejor si se conocen los precedentes. Ahora, la protagonista malvive en París, donde arrastra las penurias que le ha dejado el conflicto; vive en completa soledad tras perder a su familia y con apenas recursos económicos para sostenerse mientras deambula en la rutina diaria de la ciudad. María se guía por mera inercia a través de las calles y los fantasmas del pasado que acuden a su modesta habitación pasar revista al trasiego diario. Un peso del que apenas puede soltar lastre, un elaborado quebradero interior donde podría decirse que padece una enfermedad mental, tan en boga en estos tiempos post covid.

Mierda. Es la primera palabra que digo, cada mañana, al abrir los ojos. Una palabra muy útil. Puede traducir toda una gama de sentimientos en sus matices más sutiles, estados de espíritu y hasta ideas. Un día gris, enfermizo. Mierda. Un sol de plomo. Mierda. Hay que levantarse. Mierda. No me movería, me pasaría todo el día en la cama. Mierda, porque me levanto. 

Al rescate de la monotonía surge un anciano, un viejete que se encariña en demasía por María y la propone pasar las vacaciones en algún amable pueblo costero del sur francés para disfrutar del calor del sol, los baños en el mar y el verde deseo del hombre por reverdecer laureles. En ese viaje y la estancia estival, se acumula el grueso del texto para que María exponga sus vivencias de mantenida de forma personal. En realidad, es un esfuerzo regenerador, una clásica escapada con vistas a devolverla a la sociedad, algo así como si tuviera que rememorar partes de su vida desplazadas por la guerra: volver a jugar gracias a su adhesión a un grupo de niños, aprender a nadar, relacionarse con otros adultos o hacerse simplemente cargo de las tareas del hogar. En esa vuelta a la vida, a la intensa luz que acapara el verano, está la confrontación con su bienhechor, en el contraste de su edad y en un carácter endeble donde surge más de un choque por la diferencia de pareceres. Obviamente también hay una evolución en la relación, ligada a la costumbre o al mero hecho de dejarse llevar con la esperanza de que las cicatrices del pasado queden en meras heridas sin reabrir.

¿Qué habrá sido de aquel deseo desesperado que le impulsó violentamente a resucitar su juventud? Había hecho acopio de sus últimas fuerzas, y, con un valor maravilloso, se había arrojado a esta aventura.

Equipaje de arena es una novela peculiar, de carácter netamente personal sobre la figura de su autora. En ocasiones, surge la iniciativa que la permite seguir, levantarse y esforzase en avanzar hacia alguna parte. En otras ocasiones, se abandona tan ricamente en la soledad del silencio, un lugar al que acude sin mayor fisura que acoplar su azotea. Al final, es una novela con su correspondiente viaje interior. Toda buena historia tiene que crecer en ese sentido, aunque en ese trayecto se desarrolle un vaivén que tan pronto camina del lado de la luz, como de repente se oscurece por el mero hecho del discurrir de la vida. La tragedia no tiene porque estar ligada a la barbarie de la guerra; el sufrimiento humano puede encontrarse en cualquier esquina, o en la cobardía de tener que enfrentarse a la muerte. La escritura de Langfus mantiene el nivel de una historia a la que le falta algún elemento más interesante que rompa la rutina en la que se enroca, en un juego mental de la que sale airosa esta escritora fascinante. 

Equipaje de arena
Anna Langfus
Ed GP, 1975. Col Reno, 77

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Equipaje de arena
Salta, Bárbara

20 de noviembre de 2024

Intemperie

La palabra que da título a esta novela me parece inusualmente bella: Intemperie. El vocablo escogido por Jesús Carrasco para señalar su debut novelero hacia 2013 y que ilustra a la perfección el contenido que alberga en su interior, pues la narración del texto se desarrolla principalmente al aire libre. Un libro que ya despuntaba por aquellas fechas y que alcanzó una notable repercusión internacional al ser traducido en múltiples lenguas extranjeras. El último espaldarazo publicitario fue su adaptación cinematográfica de la mano de Benito Zambrano en 2019. Una clara referencia al éxito de la obra cuando hay tan poco margen entre ambas representaciones artísticas. El caso es que me encontré la novela de refilón, de manera espontanea en la biblioteca, y bastó las referencias anteriores para decidirme a devorar las páginas del libro. 

Intemperie cuenta la huida de un niño de su hogar y de las personas que angustian su existencia en alguna llanura innombrable; castigada por una amplia sequía y un sol implacable que merma el mero hecho de poder sobrevivir en unas condiciones extremas. Tampoco se ubica en el tiempo, dando pie a la imaginación particular de situar la acción alrededor del único vehículo motorizado en un sidecar, y en una época, donde la vida se complicaba aún más en el ámbito rural; en algún terruño perdido cuya autoridad anda anclada en la caciquil figura de un alguacil; la perversa figura que domina voluntades por simple presencia o por las bravas. Él es la puntiaguda arista del mal que se muestra inclemente a la hora de perseguir la huida del niño, como si éste le hubiera arrebatado el alma, el alguacil no descansará en su empeño de encontrarlo. El viaje del muchacho anda situado en la clásica aventura iniciática, la secuencia que transforma al niño a través de los acontecimientos que le vienen encima y en ver cómo los afronta y transforma. Y en estos casos, existe la figura del mentor, la de un viejo cabrero que salvará al niño de una insolación para ser la única fuente que alimente de esperanza el devenir del joven protagonista.


El texto de la novela destaca por la contundencia de las frases cortas, destinado hacia el tono que impera la supervivencia en un lugar árido, agreste y sin apenas recursos que retenga un mínimo de población. Tampoco hay prisa por avanzar ágilmente, a Carrasco le debe encantar pararse a mirar y dilatar sus pasajes en un aspecto más bien lírico, encaminado hacia la exposición del lugar junto a todos los elementos que adornan el amplio escenario que abarca el trayecto. Destacan los poblados abandonados, las ruinas de tiempos mejores bajo un sol de justicia y la escasez continua de cualquier cosa de valor, como el agua, o la desesperada instrucción sobre plantas, herramientas y palabras en desuso que descoloca de inicio a un lector que rápidamente identifica después como una notable marca de autor.

En la novela apenas se señalan a otros personajes que rompan el triángulo principal en un territorio tan yermo que debe estar bien lejos de la civilización y del tiempo. Como cuando Alfonso XIII llegó a tierras extremeñas en su conocido viaje a Las Hurdes. Un monarca que parecía llegar a un territorio bien alejado en la distancia, cuando en realidad estaba olvidado e ignorado por las dificultades orográficas. Lógicamente suena a denuncia, al abandono de gentes bajo el control de una persona que ejerce su ley de forma despótica que se habrá ejercido durante mucho tiempo por esas tierras, bien conocidas a nada que situemos ciertos lugares en tiempos concretos. 

Él había ejercido la violencia tal y como había visto hacer siempre a quienes le rodeaban y ahora, como ellos, reclamaba su parte de impunidad.

La novela va dando pistas de la tragedia del niño sin necesidad de indicarlo de manera obvia, no está de más que el lector rellene en su cabeza las ideas aportadas; un acierto que se compagina con los escasos diálogos, porque el texto se sustenta en el constante regodeo del que impera Carrasco al dominio de palabras perdidas, oficios atrasados y expresiones que buscan la colaboración del diccionario. Hace ya unos años, tenía la costumbre de apuntar en un post-it  las palabras cuyo significado desconocía junto al número de la página para descubrir más adelante que ocultaba tal termino. Hoy día, con el móvil a mano, la duda se resuelve rápidamente. Está claro que el tipo maneja la jerga que expone con soltura, una virtud que acompaña y engalana su historia de la cual, seguramente, resida el éxito de la novela. Un aspecto importante que le coloca en una posición destacada hacía próximas obras en las que debería mantener el listón. El tiempo y sus lectores serán los mejores jueces.


Intemperie
ED Seix Barrall, 2013
Jesús Carrasco

30 de octubre de 2024

Dune

Mi cabeza tiene un recuerdo difuso, lejano y perdido de la película ochentera dirigida por David Lynch. Pequeñas imágenes que encienden alguna neurona medio apagada al revisar, recientemente, un tráiler de la época y reconocer, por ejemplo, a Sting en el reparto. Cerca de 40 años después, el libro Dune recibe una nueva adaptación cinematográfica, repartida en dos partes de la mano de Dennis Villeneuve. Y en medio de este refrito personal, me encontré por casualidad un ejemplar de la novela tirada en la calle, con la portada bastante ajada y sin contra que la protegiese por la retaguardia, aunque sus hojas internas andan todavía intactas. Con estos designios del destino, me dio la ventolera por descubrir el novelón de Frank Herbert. Porque ésa es la sensación que produce tal lectura sobre la epopeya creada por este señor.

Las alabanzas hacia el autor ya estaban expuestas de manera pública hace tiempo, básicamente desde la primera publicación en 1965, con la colecta de diversos premios dedicados a obras de fantasía junto a las buenas referencias que dejaba a su paso entre crítica y público. Un éxito, que ha transformado a Dune en una saga literaria con diversas obras alrededor del triunfo inicial por parte del mismo Herbert, y posteriormente de su hijo tras el fallecimiento del padre en 1986. Aunque se agradece que la obra primigenia sea auto conclusiva. Una buena opción para que cualquiera escoja si adentrarse aún más en este universo o contentarse con una única lectura. En mi caso particular, está claro que tras las buenas sensaciones otorgadas por las letras de Herbert, continuaré con el resto de los libros.
El libro marchito y la navaja para dirimir problemas
Dune plantea un universo aparte, en una galaxia tan lejana en el tiempo que deriva hacia una sociedad futurista, regida de manera imperial y organizada a través de un sistema feudal que  reparte el gobierno por diversos planetas. La estructura política se mide por una serie de Grandes Casas ligadas a un apellido concreto, siendo Atreides y Harkonnen los encargados de protagonizar la novela. Y como en el medievo, los nobles regentes mantienen sus trajines y conspiraciones hasta el extremo de hacer sus conflictos la mar de entretenidos. La trama del texto propuesto por Herbert, subraya un complejo plan de derrumbe, pues el jefazo de todo, el Emperador Padishah Shaddam IV, ha decidido sustituir el control del planeta Arrakis, por parte de los Harkonnen, en favor de sus acérrimos enemigos: la familia Atreides. El cisma viene dado por la riqueza que acumula este planeta desértico. Pues sobre sus arenas, se produce la melange, una especia que llega a proporcionar poderes prescientes a sus consumidores y de vital importancia para el Imperio, pues es una jugosa manera de obtener beneficios con su explotación. El duque, Leto Atreides, asume el reto de sustituir a sus mortales enemigos en la explotación de la especia y del peligro que conlleva su recolección, pues unos gusanos gigantes dominan las arenas y acuden raudos a engullir cualquier sonido extraño sobre la superficie.

Pero tal suculento regalo suena a trampa, y lo mejor de todo, es que los implicados lo saben, gracias a una narración precisa de cómo elaborar un complejo complot político mientras Herbert introduce al lector en su particular creación. En un mundo fascinante y con múltiples vértices que sustentan una compleja sociedad creada por la mente del autor.  Van a la par y, aunque haya algunos fragmentos donde podemos perdernos, el contexto ayuda a ir asimilando cierto lenguaje, extraño de primeras, sobre la mística de un universo propio. Hay mucha palabrería dedicada al elaborado proceso de traiciones y sospechas entre diferentes personajes que abarcan buena parte de la lectura frente a la escasa acción, que siempre queda relegada a un segundo plano. Es algo que se hecha en falta ante el diálogo y el continuo recelo dado entre los protagonistas. El autor redunda en esa vertiente, al destacar una faceta mental donde constantemente se calculan palabras, gestos, acciones... el doble sentido sobrevuela cada párrafo con la misma peligrosidad que el manejo de los cuchillos, pues esta es la mejor manera de resolver los conflictos que tiene esta gente: cara a cara y la navaja de por medio.

Otra faceta importante tiene que ver con la loca devoción humana sobre la religión, con la peligrosa creencia de creer en designios majaderos prescritos por profetas, leyendas o simples destinos por cumplir por algún extraño escogido por lo que sea. Ignoro cuanta relación guarda Dune con el Islam, o con la posibilidad de esperar un supuesto Elegido que cambie el rumbo de las cosas. Y después de tanta parrafada, escribo el nombre del protagonista principal: Paul Atreides, el hijo del Duque y el supuesto mesías destinado a cambiar algo más que el mundo de Arrakis. Dentro de las páginas del, repito, novelón escrito por Frank Herbert está la respuesta. Y desde estas fechas de 2024, me convierto en un fedaykin convencido. Las recientes películas de Villeneuve ya han caído, mientras que ahora ando a la búsqueda de la obra de Lynch. Y como ya estoy casado de pensar que escribir, la mejor recomendación que se me ocurres es descubrir, de manera individual, la valía de Dune sin aventurar mayores comentarios.

... todo comienza con la dignidad con la cual tratamos a nuestros muertos. Dama Jessica.

Dune 
Frank Herbert
Ultramar Editores, 1984

2 de octubre de 2024

The Acolyte

Ha sida cancelada. Aunque ya se sabe desde mediados de agosto por los supuestos pobres resultados de los visionados de la serie en la plataforma correspondiente. Además de una buena colecta de críticas sobre la pobre calidad de la misma. Con especial hincapié por parte del fandom más acérrimo y del propio público en general. La crítica especializada ha sido, sin embargo, más benévola hacia el producto capitaneado por Leslye Headland. Más condescendientes hacia un producto que buscaba explorar nuevas historias sobre el universo de Star Wars, alejados de los acontecimientos previos al culebrón familiar de las películas originales y sus posteriores secuelas. Y tras el paso de los días, semanas ya, ando remoloneando con esta maldita entrada. Siendo incapaz de cerrar un texto sobre una serie que me ha dejado con ganas de más pese a las múltiples fallas que contiene la serie. Que son varias, aunque mi extremismo no alcanza un odio exacerbado del que se cree poseedor de su verdad absoluta.

Colorinchis - Disney+
La mía, tan particular como intranscendente, anda situada en la nostalgia de un universo que me tenía sujeto frente a la pantalla tiempo ha. Y por el mero hecho de descubrir una nueva historia, el niño de entonces revolotea sobre el adulto. Aunque éste último ponga cordura sobre un serial tristemente menor, del que apunta maneras pero comete una larga serie de fallos de toda clase: guion, interpretación, dirección y un largo etcétera de algo llamado coherencia. Esta claro que Disney tiene un problema a la hora de explotar una gallina que cada vez pone huevos menos dorados. 

La serie pretendía retroceder en el tiempo y extender la importancia de la República Galáctica en tiempos de paz y cómo se gestó el regreso sinuoso, lento e implacable de los Sith. Para ello contaban con un nuevo drama familiar protagonizada por unas hermanas gemelas (Osha y Mae) y cimentar, durante ocho episodios, un complot Jedi sobre un triste suceso que acabó en drama en el pasado, con las gemelas como precursoras del conflicto. A grandes rasgos, prevalece una idea general de cambiar las tornas, exponer ciertos males de los caballeros Jedi y de su organización, como si fuese necesario sacar los trapos sucios de los supuestos héroes galácticos con el fin de derribar un ideal que de pie a la teoría que ellos mismos participaron en su caída por la arrogancia de su ombliguismo. Siempre viene bien examinar ciertos mitos, humanizarlos si hace falta para rascar algún mal del que poder hilar una historia que pudiera ser interesante y demostrar, que tales héroes, también tenían sus defectos. Pero la historia propuesta por The Acolyte se sustenta en una especie de malentendido, un error que la soberbia Jedi convierte en fatal para un grupo de brujas empoderadas, y como éstos encierran su error a través del silencio. Aquí no ha pasado nada hasta que discurren años en el tiempo y una asesina comienza a ajustar cuentas. 

Vernestra y su padawan tolai - Disney+

El diverso elenco racial también ha sido motivo de controversia, ligado a estos tiempos de evitar ser tachados de racistas unos, vendidos al palabro woke otros. El caso es que me esperaba más, en general de todos, incluidos algunos secundarios con pinta de panolis como el padawan de Vernestra. Un Sith observa a ese aprendiz y sabe perfectamente que la decadencia está en la misma casa. Amanda Stenberg (Osha/Mae) capitaliza el protagonismo y el consabido drama familiar que intente sostener el hilo principal de la historia. El maestro Jedi, Sol (Lee Jung-jae) encabeza una investigación, en plan policial, sobre la asesina y los motivos que persigue con la ayuda de Osha. Lógicamente saldrán las cuentas pendientes del pasado, algunas sorpresas interesantes y un nuevo villano oscuro con casco molón. En eso siempre aciertan, porque Qimir (Manny Jacinto) rinde también con cuentas atrasadas de las cuales se apuntaban a una nueva temporada que ha quedado en suspenso.

Al final, La acólita ha sido cancelada y la supuesta importancia que debía adquirir la figura de Osha en el futuro queda en suspenso. Alguno podría recuperar su historia o divagar alguna cosa en cómics, novelas u otras extensiones menores. En plan compensación o algo que apenas merece mayor atención que el resultado final del fracaso creado por Headland. 

The Acolyte
Disney, 2024

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14 de agosto de 2024

Manaos

Hace unos años tuve la suerte de grabar una entrevista personalizada a Alberto Vázquez-Figueroa. Curioso personaje cuya biografía daría para una entretenida lectura por su faceta de periodista, inventor, trotamundos y colaboraciones en el cine. La charla se alargó de manera gratificante gracias a un rosario de anécdotas que recorría parte de su vida, tanto personal como su labor principal dedicada a la escritura; y alguna que otra patente hidráulica con la que lleva peleando varios años. A veces merece la pena escuchar cómo era la generación precedente y si encima el narrador tiene chispa para contar historias, la cosa mejora. Por supuesto, conviene señalar que es un fervoroso escritor, pues cuenta con una amplia creación literaria (su obra supera el centenar de novelas) donde todavía anda activo. De hecho, sale a libro por año, y recientemente acaba de ser publicada su última novela: La gran sequía.

Para la entrevista llevé uno de mis libros Reno para que me lo dedicase: Manaos; del cual él mismo autor nos confesó que era una de las que estaba más satisfecho. Seguramente por ello (esto ya es cosa mía) se aventuró a trasladarla al cine con él mismo en la dirección. El resultado puede verse en youtube en V.O.

Manaos es en realidad una ciudad brasileña ubicada en el corazón del continente suramericano. Hoy día, es una importante ciudad financiera que nació a la vera del río Negro y en el centro de la mayor selva del mundo: el Amazonas. Entre 1890 y principios del XX se vivió el auge de una singular explotación comercial con el caucho, gracias a la exclusividad que proporcionaba un árbol endémico del Amazonas. Este monopolio, sirvió para que Manaos creciese de manera fulgurante y atrajese a todo tipo de personas deseosas de hacer negocio. De ahí el origen de la novela, de la amplia migración que siempre atrae el dinero y los turbios negocios que surgen alrededor. 

El protagonismo recae en un brasileño llamado Arquímedes, cuyas amplias deudas lo obligan a saldarlas trabajando en una cauchería en medio de la jungla. Y la mejor forma que tienen los empresarios para obtener mayores beneficios proviene en recortar gastos y tirar de mano de obra barata entre delincuentes, insolventes y la captura completa de tribus indígenas para su explotación. El esclavismo de toda la vida. Para que el control del negocio no decaiga, se cuenta con el látigo y el fusil de los mercenarios, los guardias contratados por una pequeña nomina de empresarios que se reparten las zonas de producción. La situación de los trabajadores no tiene muchas papeletas de cambiar, salvo que caigan enfermos o muertos por la mordedura de los simpáticos animales de la jungla. La posibilidad de una huida, en medio de la selva, se convierte en la única solución de morir dignamente y, por supuesto, en el motor de la novela. Y para que la fuga pueda darse, se conforma un curioso grupo encabezado por el protagonista; al que se suma un indio llamado Ramiro y que servirá de guía; un antiguo guardaespaldas del cacique de turno llamado Howard; y Claudia, la antigua amante del patrón, castigada como carnaza para los caucheros por engañar al jefazo con el citado Howard. 

Mi libro dedicado
Juntos emprenden una huida desesperada en medio de la jungla, con visos de tener que superar numerosas pruebas a lo largo de un extenso territorio hostil. Porque la lista puede ser bastante amplia entre los peligros naturales del entorno, los propios perseguidores y la imaginación del autor para rellenar con coherencia. Cabe destacar que la novela contiene al principio del mismo un mapa. Un detalle que me encanta como un claro indicador de situar la región que abarca, además de ayudar a situar los movimientos de los personajes y sus andanzas en el clásico libreto de aventuras. De eso versa principalmente Manaos, una enorme epopeya con toda clase de pruebas a superar con un ritmo ágil, sin necesidad de que el escritor se explaye en detalles innecesarios que rompan el continuo movimiento que propone. 

Seguramente, su intención principal es que la aventura se mantenga firme a través de diversas trabas que entretengan la lectura. Pero el libro contiene una mancha importante. Un regusto a posteriori que es un manifiesto meramente personal sobre una novela que podría haber alcanzado un mayor desarrollo que la llevase a un nivel superior. Una cosa es dejarse llevar por la voracidad de las acciones y otra bien distinta, proponer un tema más elaborado que conlleve una mayor dificultad en resolver los problemas de los protagonistas. En ocasiones es mejor perder el tiempo en proponer cómo leches los protagonistas logran superar una barrera infranqueable, saber envolver un acto concreto que eleve la grandeza de la aventura con algo de intriga, suspense y demás vainas conocidas frente la mera acumulación de acciones que se resuelven en un par de páginas. 

Un punto a favor del libro es la ausencia de cualquier atisbo de condescendencia, Vázquez-Figueroa no tiene problemas en exponer cualquier clase de violencia ni validez moral; siendo un punto importante para dar empaque a una novela de carácter adulto al querer mostrar una realidad dura y seguramente cercana a la realidad de la codiciosa explotación del caucho. Tampoco los personajes evolucionan de una manera clásica. Más bien se dedican a sobrevivir y a apuntar ciertas maneras que no terminan de cerrarse salvo en el caso del personaje principal y su particular odio al enclave que ha provocado tanto dolor y esclavitud. 
-Tendrías que vivir cien años.
 -Sería la única razón por la que valdría la pena vivirlos.

A su vez, hay que resaltar el conocimiento de la historia que propone el autor y la incursión de numerosos datos históricos que acompañan al texto sobre cómo se hacía la explotación cauchera, el alzamiento económico de la propia ciudad de Manaos y su posterior declive. Diversos datos que manifiestan el conocimiento y estudio sobre lo que se escribe. A grandes rasgos el libro cumple su función principal de entretenimiento alrededor de un hecho histórico que desconocía y del que quedo con las ganas del haber querido un mayor desarrollo que elevase aún más el listón de esta novela.

Manaos
Alberto Vázquez-Figueroa
ED GP Col Reno, 493. 1975