13 de septiembre de 2025

Calderas del río Cambrones y un Cancho de cima

La península ibérica fue azotada, el pasado mes de agosto, por una intensa ola de calor. Una chicharrera interesante que sobrepasaba cualquier hora, rincón o sombra. Tales indicadores, apenas incitan a darse un garbeo por el monte a sufrir a lo tonto, salvo que uno busque frescas alternativas, madrugadoras o que estén bien sombreadas. Lo cierto, es que hacía bastante tiempo de una excursión larga por la sierra del Guadarrama, de las que dan pie a preocuparse de un mínimo de planificación o de dejar algo manuscrito en el blog. La Calderas del río Cambrones son una estupenda opción de chapoteo veraniego; bastante conocidas, se tratan de una serie de pozas donde poder remojarse alegremente mientras se remonta un río que se ha abierto camino por un terreno bastante escarpado. A pesar del imperante calufo, ir directo a refrescarse es una opción a desechar, porque uno siente que hay cosas que tienen que ganarse para poder disfrutarlas mejor.
Al agua patos
Por ello, el paseo estival arranca desde el Paseo Santa Isabel II, mientras se aprecian los preparativos de las fiestas del municipio de La Granja en honor a San Luis. La vía de escape al monte, se da por la conocida senda que se dirige hacia uno de los puntos de interés más conocidos: la cascada del Chorro Grande. Pero antes de avistar el salto de agua, una inmensa cantidad de moscas, y otros seres alados, recuerdan al excursionista el rigor del verano, por cómo estos bichos les da por merodear constantemente sobre mi cabeza mientras mis manos aletean en vano apartar estos molestos seres. Es lo que tiene el calor, el sudor y la maldita crema solar, que deben servir de alimento a estos jodidos bichos. Al menos camino sobre un amplio robledal, cuya bóveda otorga una apreciable sombra a la vera del arroyo, Peña Berrueco. Poco a poco va surgiendo el roquedal sobre la floresta. Una intensa mole granítica que se impone sobre el arbolado. Más bien parece un faro visual que atrae al ser humano a observar su monumentalidad, como si fuéramos polillas curiosas hacía la luz, mientras un continuo soniquete indica la leve caída del agua. Tras un pequeño desvío, nos situamos a los pies de la cascada, y se nota que estamos a mediados de agosto, pues el cauce anda algo flojucho para una caída que presume de llamarse Chorro Grande. Fuera la coña, se agradece que todavía mantenga algo de agua que incita a meterse debajo de su caída. Ahora me arrepiento de no haberlo hecho.
Sin embargo, queda mucha excursión por delante y toca regresar a la pista anterior para continuar subiendo, casi recto por la ladera del monte en una pista bien marcada. El siguiente hito a alcanzar es una fuente, situada sobre el arroyo del Hueco y que está colocado en un recodo del camino a pesar del extenso follaje que intenta ocultarlo. El manantial surge con fuerza de su caño, y tan fresco, que dan ganas de meter la cabeza debajo y refrescar la siguiente tontería: abandonar la pista forestal y atrochar el monte para alcanzar el cortafuegos que corona la ladera de El Morro. ¿El motivo? Que ese cortafuego sirve para alcanzar una inhóspita cima llamada: El Cancho. Un dos mil sin el glamur que destilan sus vecinos picos de La Flecha y El Reventón. La tonta subida, desde la fuente, supone unos 200 metros de desnivel, a lo loco, en mitad de un pinar de repoblación y la agradable compañía de saltamontes y mariposas; otros bichos menos molestos que los anteriores que surgen cada vez que busco apoyo en los árboles que me permita descansar, resoplar y coger aire. Al menos, queda para el recuerdo el retrato de uno de esos Gigantes (un pino de buenas dimensiones) que suelen aparecer por ahí dispersos. 

Llegado al cortafuegos, sólo quedan los saltamontes, empeñados en seguir mis pasos, acompañando cada zancada como si fueran unos cotillas que se empeñan en saber a dónde diablos voy. Mientras, el cabrón de El Cancho parece extender más metros de por medio, en una asolada pradera en continuo ascenso cuyo camino va menguando su anchura debido a una maleza en constante crecimiento. La vista resulta curiosa, ando rodeado de praderones cuyos pastos ocupan una gran extensión, y del cual, comparten sus bienes el ganado doméstico con otros animales salvajes: como una manada de jabalíes a los que observo desde la distancia. Después de penar a lo largo de la ascensión y el auge del viento, surge la Cima de El Cancho. Una aglomeración rocosa que alberga viejos muretes desperdigados a su alrededor. Es la hora de la merienda, del bocata y las golosinas que sirven para otear un horizonte plomizo, grisáceo; por la acumulación de cenizas sobre el cielo ante la ingente cantidad de incendios en el noroeste peninsular.

Tras rellenar el buche, toca desandar el viejo cortafuegos, con mayor rapidez gracias al descenso y ante la amenaza de alguna gota caída del cielo, se barruntaba una tormenta que por suerte quedó en cuatro gotas mal repartidas. Más o menos, a la altura donde alcancé este cortafuego el camino se ensancha. Se nota el trabajo de la maquinaria pesada más reciente y que amplia el camino por este supuesto cordal hasta llegar a una nueva bifurcación. A izquierdas hay un desvío que permite descender la ladera, a plomo por el cortafuegos, aunque en este caso se queda como a la mitad el desbroce artificial. Un pequeño contratiempo que obliga en el descenso atravesar el pinar sobre las terrazas creadas cuando se repobló estos montes. Unos cuantos traspiés después, se alcanza la pista del inicio de la ruta, la del desvío de la fuente del arroyo del Hueco, y ahora sólo queda por alcanzar un nuevo desvío que nos lleve hasta el premio de las Calderas del río Cambrones.

Vistas desde la cima El Cancho
En wikiloc, hay varias rutas que inician la excursión por el río y después remontan la fuerte pendiente que ahora me toca afrontar en sentido contrario. Es un itinerario similar al mío, salvo que voy en dirección contraria. Por eso, la bajada anda bastante empinada y requiere de cierta precaución por la imponente depresión que ha creado el paso del tiempo el agua. Con paso lento y en zigzag, se baja hasta el cauce del río, y rápidamente diviso una primera concavidad donde se acumula el liquido elemento. Apenas pierdo tiempo en despelotarme y zambullirme, cual nutría fondona, sobre el río. Había ganas de combatir el calor del paseo acumulado. Estas aguas son muy conocidas y su visita en verano será siempre más apacible en día laborable. Una simpática pareja yacía en una caldera posterior y en la siguiente, volví a bucear y flotar sobre el Cambrones, relajado y feliz de volver a preparar un nuevo y merecido almuerzo. Goloso que es uno. La ruta llega a su fin en el conocido trasiego de retorno a la población de La Granja, por una senda paralela al río y que alcanza el núcleo poblacional tras alcanzar unos 25 kms repartidos en 32907 pasos. 

3 de septiembre de 2025

La flecha negra

Es un clásico, catalogado como juvenil y de escaso tamaño. Ideal para amenizar el letargo veraniego con las medievales aventuras que propone Robert Louis Stevenson. Uno de los grandes escritores británicos, de los pocos que logró disfrutar su éxito en vida; y encima, vivir de ello, gracias también a otras publicaciones más reconocibles como La isla del tesoro o El doctor Jekill y Mr Hyde. Tan notables, que ambas suelen estar en todas las listas de clásicos imperecederos. 

La flecha negra también tuvo su público en su momento, con una historia sobre un proceso histórico concreto en las islas británicas. Una guerra de sucesión en el siglo XV entre dos bandos: la casa de Lancaster y la de York. Un conflicto más conocido en la efeméride como la Guerra de las Dos Rosas, una rosa blanca representaba a York y la roja a Lancaster. En medio del envite aparece el ficticio protagonista: Richard Shelton. Un jovenzuelo que anda con demasiadas ganas de mostrar su valía como caballero en las batallas que se intuyen en el futuro. Además, anda tutelado por sir Daniel Brackley, un importante noble que busca adherirse a la causa más lucrativa para sus intereses. Como otros nobles cuyos motivos varían según las ganancias previstas, o simplemente apostar por el caballo ganador. Pero el destino aguarda otros derroteros para el joven Shelton en los juegos políticos de la próxima guerra civil, e incluso, algunos misterios del pasado que tendrá que ir descubriendo sobre su linaje. La flecha negra es una novela repleta de giros y vaivenes que cumplen a la perfección el termino de aventuras. El texto aglutina las temáticas necesarias para satisfacer una lectura animada con misterios a resolver, misiones casi imposibles, acción en diversas batallas y un clásico del genero: los disfraces; tan comunes y útiles para esquivar o sorprender al enemigo.
Por supuesto, hay espacio para la clásica historia de amor entre el protagonista y la dama en apuros constantes. Una temática que alcanza empalagosos momentos de amores declarados de por vida a las primeras de cambio. Algo digno de estudio, la facilidad de enamorarse a lo loco, a las primeras de cambio y sin mayor sentido que dar libertad a las hormonas. Obviamente, nuestro protagonista es digno de tal sentimiento, al representar al tradicional héroe defensor de la moral y el honor. Su noble corazón, lo guía a ejercer siempre lo correcto frente a las constantes tribulaciones de los adultos. Su único error, serán las consecuencias de sus actos, llevados siempre con buenas intenciones, pero que chocan con la triste realidad cuando afectan a terceros. A través de las lágrimas vio marcharse al viejo, mareado por la bebida y por el dolor,... ,y por vez primera, comenzó a comprender la desesperada partida que jugamos en la vida, y cómo una vez hecha una cosa, no puede ya cambiarla ni remediarla ninguna contrición. Un aspecto que destaca el bueno de Stevenson para formar el crecimiento del personaje a lo largo de su historia, y no dar por sentado, que el héroe de la historia resuelve sus actos sin consecuencias. 

Toda buena historia tiene que estar elevada por otros personajes que aumente el soso interés de la manida búsqueda de venganza, o las simples controversias a las que recurren los enredos amorosos. Stevenson tiene el notable acierto de incluir a variopintas figuras, desde el fácil comodín que representa al leal compañero, vividor, sinvergüenza y borrachín, Lawless; hasta la coqueta y deslenguada doncella, Alice. En este punto, cabe destacar la inclusión de un personaje histórico y elevado con anterioridad por la pluma de Shakespeare. Un joven llamado Richard de Gloucester, el futuro Ricardo III, con una perspectiva interesante y decidida, violencia incluida, para lograr cumplir sus objetivos sin ningún tipo de miramientos. Una aportación final tan impactante, que casi se come la aventura llevada a cabo por nuestro héroe inicial. Vamos, que daban ganas de abandonar al bueno de Shelton y pasarse al lado del jorobado de Richard, porque simplemente molaba ver el atractivo que recrea un personaje que destila chulería y un toque de locura que atrae como un imán. 

Pero había que terminar con el relato, conocer el final de las peripecias propuestas por Stevenson en múltiples episodios donde algunos llegaban a ser bastante entretenidos a pesar de su noble carácter juvenil. Por último, cabe resaltar la habilidad del autor a la hora de encadenar interesantes diálogos entre los personajes y que terminan siendo una delicia de leer. Un don que termina siendo una gozada por la capacidad de construir a cada personaje con palabras tan afiladas como exactas para cada momento concreto.

Al instante, el individuo dejó su actitud recelosa, llevose la cuchara a la boca, saboreó su contenido, sacudió la cabeza satisfecho y volvió a remover mientras cantaba: 

Andar debe por el bosque
quien no puede en la ciudad.

La flecha negra
Robert Louis Stevenson
Ed. El País Aventuras, 2004

25 de junio de 2025

La jauría

A mediados del XIX, Francia cambió su modelo político con la proclamación de un nuevo Imperio bajo el mandato del sobrino de Napoleón. Carlos Luis Napoleón Bonaparte ya había ganado las elecciones previas de 1848, pero ante la imposibilidad de repetir cargo, aprovechó su posición de poder para perpetuarse durante 20 años más, un conflicto expuesto por Zola al final de La fortuna de los Rougon; en una breve lucha entre los que abogaban por la continuidad de la Republica frente a los que añoraban las viejas glorias militares del primer Imperio. También había bandos por parte de las ramas familiares de los Rougon y los Macquart, y uno de éstos, se extiende en esta segunda novela de la saga. Aristide Rougon protagoniza esta novela, tras abandonar la provincial Plassans, con la idea fija de hacer fortuna en París. Y el cambio político es importante, porque Napoleón III se embarcó en una loca restructuración urbana sobre la capital y que desarrolló planes urbanísticos para transformar las grandes barriadas de obreros, en las amplias avenidas de las que presume, hoy día, en una de las ciudades más visitadas del mundo. 
La foto, la he tirado en cualquier calle de Madrid
Y por ahí andan los tiros de la novela, por parte de Aristide en el arte de la especulación, en la continua avaricia de manejar cierta información para obtener mayores réditos con la compraventa, o en la misma participación de las comisiones municipales que deben valorar el precio real de los inmuebles a expropiar. Incluida las viejas artes de untar al funcionario de turno para que los informes alcen precios sobre el coste real de los inmuebles para sacar mayor tajada del pozo sin fondo que es el erario público. Para ello, cuenta con la inestimable ayuda de sus hermanos: Eugene y doña Sidonie. 

Pero este artista del trampeo tiene un notable método de aprendizaje, gracias al trabajo previo en las mismas oficinas del ayuntamiento de París y al pelotazo que supone obtener una base económica suficiente al aceptar casarse (tras quedar viudo) con una joven burguesa que ha cometido el pecado de estar embarazada sin desearlo. La joven y hermosa Reneé, coprotagoniza otra labor interesante: La del derroche, la despreocupación absoluta del dinero, pues su marido abarca todas las facturas que fabrica esta mujer como la representante de la ascensión burguesa a las altas instancias y a los mismos despilfarros que sus predecesores de sangre noble. Es tanta la acumulación y los caprichos solventados, que esta joven cae en la melancolía del aburrimiento, lo que suele ocurrir cuando cualquier antojo cae en la rutina de obtenerlo sin esperas ni ganancias previas. 

En el prefacio del libro surge una advertencia (por lo menos en esta edición) descrita por el propio autor de la novela, a modo de apunte, del por qué tuvo que interrumpirse la publicación de esta novela en el periódico que difundía por partes la historia. El escandalo del incesto, ... Pero, Dios mío, lo tienes todo, ¿qué más quieres? - Maxime. Pues una nueva tentación, la de enamorarse del hijastro, un jovenzuelo malcriado que primero se lleva al huerto a su madrastra y después continua con el juego porque le place, sin mayor importancia moral que la de disfrutar la vida frente al tonto enamoramiento de la mujer. Así se compone, La jauría, entre dos temáticas relacionadas con la corrupción del ser humano: una para arramblar todo lo que pueda y otra para gozar sin pudor de los placeres y lujos que otorga la vida. Todo ello ataviado con la mano de Zola y su exagerada manera de afrontar su experimento natural sobre el ser humano. Ese naturalismo extremo que abarca momentos memorables de buena literatura junto al minucioso detalle de copar descripciones desesperantes a lo largo de un buen trecho de páginas.

No oculto mi fascinación por la escritura de Émile Zola, pero también reconozco la locura desatada de un pavo que se enzarza en retratar, en demasía, detalles innecesarios de ciertos escenarios. Una retahíla que encima suele acumularse en amplios fragmentos de texto que hacen decaer las ganas de continuar la lectura. La jauría padece de esos tramos repartidos en las andanzas de sus protagonistas por separado. Curiosamente, hay un exceso en señalar inmuebles, parcelas y otros bienes frente a la simpleza de los negocios turbios de Aristide, cuyo apellido he olvidado señalar que mutó a Saccard por interés. En verdad, esperaba un arte de la especulación con mayor elaboración frente a un simple listado, se ve que Zola otorga tales operaciones con sencillez. Yo hubiera preferido un mayor desarrollo ante la simple rapiña. Del mismo modo, aburre en señalar los continuos paseos en carruaje de Reneé por diversas calles de París o recargar el texto al situar, como una enciclopedia arquitectónica, el hotel donde habita la interesada familia compuesta por Aristide, Reneé y Maxime. Hay que esperar a la acción, al enredo entre personajes para que Zola saque a relucir su habitual mala leche y la novela levante el vuelo frente al relleno anotado. Porque ahí, el escritor sabe elaborar los conflictos de los personajes con una maestría generalizada y alzar el interés por la lectura cuando describe las miserias de los personajes. Como cuando Aristide ve peligrar su futuro en el momento clave, al negociar su futuro matrimonio con Reneé mientras su mujer de Plassans intenta agarrarse a la vida Saccard, que había creído en una resurrección diabólica, inventada por el destino para clavarlo a la miseria, se tranquilizó al ver que a la infeliz no le quedaba ni una hora de vida.

Un libro que me ha dejado un regusto amargo, del que esperaba una mayor implicación por parte de sus protagonistas a los que Zola ha separado de manera consciente para contar dos historias entrelazadas que tienen la única unión por la codicia del dinero. Uno para obtenerlo sin mayor pretensión que ser un tío Gilito al que no le cuesta desprenderse con tal de aparentar frente a la locuela que lo malgasta sin rubor. Una caída del guindo al notar el peligro de los bolsillos vacíos   

La jauría
Émile Zola
Alianza Editorial, 2007

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Historia natural y social de una familia bajo el segundo imperio.
  • La fortuna de los Rougon (1871)
  • La jauría (1871)
  • El vientre de París (1873)
  • La conquista de Plassans (1874)
  • El pecado del Abate Mouret (1875)
  • Su excelencia Eugène Rougon (1876)
  • La taberna (1876)
  • Una página de amor (1879)
  • Nana (1880)
  • Miseria humana (1882)
  • El paraíso de las damas (1883)
  • La alegría de vivir (1884)
  • Germinal (1885)
  • La obra (1886)
  • La tierra (1887)
  • El sueño (1888)
  • La bestia humana (1890)
  • El dinero (1891)
  • El desastre (1892)
  • El doctor Pascal (1893)


12 de junio de 2025

Déjame entrar

Hace bastante tiempo que vi la película, en concreto la primera. La adaptación sueca que fue hecha gracias a la notoriedad que fue alcanzando el libro, y que arrastraba cierto renombre a principios del dos mil; porque rápidamente vino después un remake yanki. Visto el éxito que tenía la novela, algún golferas norteamericano se lanzó a versionar el mismo texto con apenas dos años de margen frente a los suecos. Y este breve resumen audiovisual llega al 2022, donde hay que sumar una nueva producción, en formato de serie (de está no tenía ni idea); para mayor gloria del bolsillo de John Ajvide Lindqvist, el autor de la novela. Y recuerdo bastante bien que me gustó el filme, aquella versión vampírica entorno a unos niños como protagonistas principales. Un mito, el del vampiro que estaba de moda nuevamente por aquellas fechas (en 2004 se publicó el libro) junto a otra repelente saga como referente comercial: Crepúsculo. Por mi parte, adquirí el libro para regalarlo, con la idea futura de aprovechar tal presente para después leerlo en cualquier momento. Así de claro, en plan interesado.

Sin embargo, han pasado bastantes años desde entonces, dando por sentado mi habitual desatino por cumplir ideas preconcebidas, hasta que el libro se cruzó nuevamente en mi camino por el mero hecho de hacer limpieza de trastos acumulados, y así fue como recordé, las buenas sensaciones de la adaptación peliculera. Y ahora, tras la lectura del texto, me han entrado ganas de volver a verla, al comprobar que la novela supera con creces el recuerdo que tenía de la película. Menuda historia acabo de descubrir.
T-O-C-T-O-C
El protagonismo principal recae en Oskar, un niño de unos 12 años que sufre acoso escolar por parte de algunos compañeros y que lo humillan constantemente. La rabia que acumula Oskar, la descarga en su imaginación, en el fantasioso deseo de vengarse mientras apuñala el tronco de un árbol que sufre la ira acumulada de Oskar. Aparte de la soledad escolar, hay que sumar la familiar, pues sus padres andan separados, siendo su madre quien lo mantiene pero con la circunstancia de alargar su jornada laboral para poder afrontar las facturas, dejando a Oskar con bastante tiempo libre por las tardes. 

En ese contexto, una nueva familia se instala en el mismo bloque de pisos de Oskar: un padre y una niña (Eli) a los que apenas se les ve por el barrio y que mantienen siempre cerradas las ventanas. Ambos chicos coinciden en el espacio común de los inmuebles y, poco a poco, van estrechando lazos en la fácil unión que se da entre personas que necesitan algún tipo de apoyo, de amistad, de jugar. 

Que necesitará una invitación para poder entrar en su habitación, en su cama. Y él la había invitado.
¿Puedo entrar? Dime que puedo entrar.

Y en esos compases llega la tragedia en forma de asesinato, sobre un adolescente que parece haber sufrido algún tipo de ritual satánico. Un terrible suceso que dispara la imaginación de los medios y mete el miedo en el cuerpo a los vecinos de Blakeberg, un suburbio de Estocolmo, por si pudiera repetirse. En paralelo, Ajvide expone otras historias complementarias que forman parte del grueso del libro. Por un lado está un variado grupo de borrachines. Gente adulta que representan algunas personas que se han desviado del camino correcto y buscan ahogar penas juntos, como los parroquianos habituales de los bares de barrio a la espera de que la vida les ofrezca una segunda oportunidad. Por último, está un problemático jovenzuelo llamado Tommy, cuya madre separada anda tonteando con un policía, mientras que él se dedica a obtener ingresos extras mediante la venta de objetos robados. Todos estos personajes se van desarrollando y entremezclando en pequeños capítulos, alternándose con el resto para formar un lúgubre retrato de la mitificada sociedad sueca. 

Doc Emmet Brown
Ajvide construye un laborioso relato que implica la introducción del mito del vampiro dentro de una sociedad que se ve sacudida por otros elementos igual de terroríficos, como son el bulliyng, la soledad de las personas o la pedofilia misma. Un tema bastante serio al que escritor añade otro tipo de brutalidad sobre los menores: la explotación sexual. Una violencia descrita con una extensión de detalles que transforma la lectura en ciertos pasajes verdaderamente incomodos. Sin necesidad de acudir a la fácil descripción de los chupasangres, este libro contiene pasajes que navegan entre lo escabroso y lo memorable.

Cuesta decirlo, pero hay que alabar el desarrollo pausado que Ajvide expone a toda su narrativa, con un regodeo singular del que sale airoso. Este pirado (sólo hay que ver la foto elegida para adornar la cubierta) logra crear una atmósfera siniestra que logra transmitir la angustia de ciertos personajes al lector, el cual, continua enganchado a la lectura con el imperioso afán de que concluya cierta agonía, y que Ajvide, maneja con maestría a lo largo de unos párrafos, que logran extenderse a través de varias páginas con una calma tan siniestra como colosal. 

Podría enumerar varios tramos, pero lo mejor es entregar tal responsabilidad a la recomendación y que cada uno descubra cómo un libro puede superar con solvencia cualquier adaptación audiovisual. 


Déjame entrar
John Ajvide Lindqvist
Ed Espasa Calpe, 2008

30 de abril de 2025

El enamorado de la Osa Mayor

El autor de esta novela responde al nombre de Sergiusz Piasecki. Un curioso ciudadano de origen polaco que acabó sus días en la Gran Bretaña, donde su cuerpo reposa desde 1964. Y este buen señor, tuvo una azarosa vida repartida entre diversos oficios como bandolero, escritor y diferentes graduaciones militares. El clásico figura que abarca más de una vida para sí mismo y cuya biografía rellenaría algún filme o libro personalizado. De todos sus escritos, sobresale El enamorado de la Osa Mayor como mayor logro editorial. En este libro, se relata un supuesto ejercicio autobiográfico de su experiencia en la frontera como contrabandista. Otra ocupación de bien, que ejercía en el período de entreguerras mundiales en el continente europeo. Piasecki escribió la novela mientras estaba preso en la cárcel, con la idea de presentar la obra a un concurso literario y rellenar el tiempo libre del que disponía en esa agradable estancia, pues tenía pensión completa gracias a sus labores en el contrabando y algún trabajillo extra fuera de la legalidad. Sin embargo, la censura retrasó su publicación aunque sin evitar que el libro alcanzase cierta notoriedad un poco más tarde, concretamente en 1937; convirtiéndose en un éxito entre sus conciudadanos y que pilló desprevenido a su autor. Después llegaría la II Guerra Mundial, la separación europea en dos bloques políticos bien diferenciados y la dedicación de Piasecki a criticar el comunismo desde su última residencia ubicada en Londres. 
La  novela se centra en la descripción que Sergiusz Piasecki hace del negocio del contrabando entre la frontera polaca y sus vecinos rusos. En un relato que idealiza tal oficio, gracias a la aventura de las rutas nocturnas, la obtención de buenas sumas de dinero y el libertinaje de los hombres que se juegan la vida entre las sombras de la noche. Incluidas algunas mujeres que también forman parte del lucrativo negocio y celebran la vida como un hermoso regalo. Porque una vez superado el peligro y cobrada la comisión, hay espacio para el divertimento, a través de relucientes francachelas cantadas con vodka y amenizada entre música, pepinillos y salchichas. Y el Ratón canturreando el aria de la Sabatina, se puso a bailarla sobre el fango de la plaza. Luego nos acompañamos uno a otro a casa charlando. No recuerdo una palabra de lo que dijimos.

El enamorado de la Osa Mayor es un buen relato de aventuras donde caben los habituales atributos del genero; una experiencia repleta de peripecias singulares entre los negocios y las gentes que los llevan a cabo. Abunda una realidad concreta de la vida de frontera, incluida una leyenda local, con su correspondiente fantasma. También hay espacio para el villano de turno, el lógico malhechor que tiene la misión de obstaculizar el paso de nuestro héroe y de convertirse en el enemigo por el que merezca la pena combatir la atención de una mujer. Hay más mujeres señaladas en la novela, donde nuestro protagonista puede darse el lujo de tontear con cualquiera. Porque está es su historia y la adorna como quiere, en plan don Juan. Aunque haya espacio para los amoríos, cabe destacar el deseo que provoca una única mujer, el loco enamoramiento que provoca alguien especial y la reseña correspondiente que merece al fémina en cuestión. Porque por encima de todas, siempre hay una que deja marca.

El conglomerado del contrabando y su proceso ocupa buena parte del texto, así como la función de las diversas bandas que conformaban toda una buena grupeta de aventureros. Una pequeña horda de secundarios para completar un genial relato de la condición humana, a los que Piasecki dedica bastante atención, tanto a sus nombres como a su participación del texto. Hay leales compañeros, como el singular locuelo del Ratón, a famosos borrachos como Bolek Cometa. También hay gentes instruidas, como Pedro, citado como el Filosofo y que por necesidades económicas termina buscando la tierna salida del dinero fácil. A fin de cuentas, la supuesta autobiografía, es una suerte de experiencia vital que engatusa al protagonista, tanto de la estrella que le sirve de guía como la conciencia de la existencia de un código ético que transforma a todos estos contrabandistas. Elevados en algún estándar de clase superior, en una suerte de orgullo de pertenecer a un selecto club de elegidos. 

Obviamente, a la novela podemos ponerle alguna que otra pega, como que varios pasajes parecen bastante repetitivos o andan menos acicalados en la escritura. Hay bastantes frases cortas, sin mayor desarrollo que una simple idea o mayor elaboración que la describir un dato, y que apenas enlaza con algún extracto a destacar a su alrededor. Podríamos dar por sentado que el proceso de la escritura no era la más adecuada, a ver cómo diablos se escribe recluido en una cárcel de principios del XX; y con carencias del propio papel para plasmar ideas. En otras circunstancias, la novela habría pasado por algún borrador previo antes de su publicación, aunque este mismo defecto le confiere cierta gracia y espontaneidad. 

Pero lo mejor de las simpáticas correrías del protagonista viene dada por una simple búsqueda del mismo autor. Basta fisgonear un poco para que se confirme el arte de la invención, porque parece que hay bastante de ficción en el relato, una suerte de endulzar un suceso pasado, de tan buen recuerdo que la magia de la historia se transforma en la arrogancia de mejorar lo vivido o realzar una única verdad. La de este señor hacia sí mismo. Datos recabados a posteriori, por lo que debería corregirse la sentencia autobiográfica, que quedaba muy bien en la contraportada, la verdad. Pongo un par de enlaces al final del post sobre este tema. 

El libro arraiga la sensación del ideal del buen salvaje, aquel que termina estando más cómodo bajo las estrellas que protegido por cualquier techado artificial. Porque Sergiusz Piasecki entró en el negocio por necesidad, eran malos tiempos para los bolsillos y los estómagos vacíos. La dureza de las caminatas a ciegas, la tensión por ser descubiertos por los soldados rusos y la lógica satisfacción del dinero obtenido, se van transformando en una necesidad vital, una droga que otorga sentido a la existencia de alguien que venía pasando penurias. Y si encima encuentra la camaradería, el buen sentir de unos hombres que comparten alegrías, esfuerzos y miserias; todo adquiere un carácter de fraternidad que suena lógico que el autor dedique tiempo a dejarlas por escrito..., un deseo de espacio, de bosque de libertad, de caminos difíciles  y peligrosos donde brilla el "sol zíngaro" y centellean las estrellas de la Osa Mayor. Y a realzarlas.
Hasting Borough, East Sussex, England. Fotografía de Kamil Sobolewski
Tras los avatares de la II GM  y su participación en el ejercito polaco, Piasecki terminó con sus huesos en la pérfida Albión. Hasta su muerte publicó otras obras, mayoritariamente sátiras políticas, de las cuales ninguna ha sido publicada al español. Queda pues en soledad, está única novela que ha logrado sobrepasar algo el tiempo, con una última tirada dada en 2006 gracias a la editorial Acantilado, y siendo halagada por numerosos lectores desde tiempos remotos. Uno de ellos, tuvo el detalle de recomendarme su lectura dentro de la Colección Reno. Tras un breve margen para adquirir el ejemplar, su posterior lectura y reseña, agradezco tal detalle de una lectura gratificante y singular. Y por tanto, me sumo a sus aduladores. A la ficción.

El puesto de honor en la mesa era ocupado por Bolek Cometa, celebré contrabandista, de unos cincuenta años, conocido como bergantes y borrachín sin rival en toda la frontera. Supe más tarde que el apodo de "Cometa" le venía de que el viejo bribón había vendido cuanto poseía y se había bebido todos los cuartos que le produjo aquella venta, en el año 1912, cuando el cometa Halley venía corriendo contra la Tierra y había de provocar el fin del mundo.

El enamorado de la Osa Mayor
Sergiusz Piasecki
Ediciones GP, 1973, Colección Reno, 144

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https://casiliteral.com/la-tuberculosis-de-kafka/el-enamorado-de-la-osa-mayor-i/ 
https://przystanekhistoria.pl/pa2/tematy/kultura/105036,Sergiusz-Piasecki-Zolnierz-i-pisarz-antykomunista.html