De la carrera literaria de West solamente pueden nombrarse cuatro novelas. Las más importantes acopiadas en esta edición abonada al placentero 2x1. Porque cortas eran sus narrativas, tan reducidas en tamaño como el reconocimiento del público, más bien escaso que le llevó aceptar el trabajo de guionista en Hollywood en películas de serie b para poder medrar su economía. Por ahí no le fue tan mal. Pero su obra literaria fue reconocida a posteriori y él mismo fue encuadrado dentro de la denominada como Generación Perdida de la literatura americana. Junto a otros autores como el propio Faulkner, Hammet o Hemingway.
En el fondo hay literatura |
¿Nos has tomado por apestosos intelectuales? No somos impostores europeos - Shrike
El rey de la langosta merodea en terrenos conocidos por el escritor, al estar ambientada en un grupo de personas alrededor del mundo del cine del Hollywood de la década de los años 30. Y en ese ambiente de bambalinas, West describe a sus personajes con el glamour dorado de la industria como decorado de fondo, pues sus personajes subsisten como meros extras y trabajos secundarios a la espera de la gran oportunidad. El viejo sueño tan vendible como poco real para quien sepa sumar que el triunfo apenas llega a unos pocos privilegiados. Esta segunda novela es más coral, aunque ande capitaneado por un ilustrador que se enamora de la chica equivocada, hija de un vendedor ambulante con pasado de artista. El problema para Tod, el dibujante, es que Faye tiene su propia obsesión con hacer carrera cinematográfica. La deseada mujer anda rodeada de otros personajes que andan también tras sus pasos, ansiosos por hincar el diente al pastel que se bambolea graciosa entre tanto varón. La competencia masculina agrupa a un selecto grupo, cada uno con sus cosas: un enano pendenciero, un vaquero que malvive cazando ardillas para poder comer y su compinche mexicano, dedicado a las peleas de gallos. El último esclavo lo compone un hombre gris, hueco y maleable que responde al meteórico nombre de Homer Simpson.
Ambas novelas comparten cierto carácter trágico, triste y desasosegado. Herederos del crack del 29, las personas de las novelas buscan superar las dificultades propias de la economía y de una sociedad descompensada. Por un lado destacan quienes cuentan sus penas a una supuesta periodista, un desahogo efímero que muestra las miserias escondidas de los barrios más pobres. Y a éstos, West incluye a verdaderos enfermos mentales, violentos y presuntos violadores. Sin reparo en señalar que dentro del ser humano se hallan seres despreciables. También entre la plebe. La esperanza puede recaer en la teórica ayuda que presta el protagonista, obligado por su trabajo a adoptar una postura de empatía que lleva a verse en la premura de tomar partido; ser responsable de sus fanáticos seguidores. Como un nuevo apóstol que predica la esperanza sobre sus discípulos. Es una tarea compleja, más si cabe si nuestro héroe supera los desprecios del jefe intentando llevarse a la cama a la esposa de éste. O dejando de lado a la única persona que muestra un interés real hacia su persona. La continua comparación con Cristo se cae a pedazos por parte de un héroe sin ningún rigor sobre el ejemplo que intenta predicar.
Ay Faye, quién te pillará de verdad |
Claude podía seguir la encantadora línea de la columna vertebral descendiendo hasta las nalgas, que eran como un corazón al revés.
Miss Lonelyhearts y El rey de la langosta
Ed Random House Modadori, 2010