Imagino que algún día debí leer este cuento, o algún extracto adaptado del conocido filme que realizó la productora Walt Disney en 1967. Sin duda, la mayor propaganda que pueda citarse de esta obra de Rudyard Kipling. El caso es que en El libro de la selva venía una pequeña sorpresa, al recopilar el libro, no solo las conocidas aventuras del pequeño salvaje llamado Mowgli, si no que además incluye otra serie de cuentos breves protagonizadas por animales. Pero las andanzas del niño criado por una manada de lobos, ocupa mayor espacio y atención, a pesar de ser una historia bastante conocida gracias a la película animada. Recientemente se han ido realizando otras adaptaciones cinematográficas que combinaban la imagen real con la animación CGI con la excusa de conmemorar el 150º aniversario del nacimiento de Kipling o con el pretexto de buscar ser más fieles a los textos del escritor.
Del autor siempre se indica la referencia de ser el primer británico en recibir el Nobel de literatura; tampoco debería destacarse tal merito si por entonces el premio llevaba acumulada la friolera antigüedad de siete años. En su faceta literaria, Kipling destacó principalmente por sus relatos cortos, algo que confeccionó principalmente de su estancia en la India como corresponsal, allí desarrolló su labor profesional durante casi 10 años para diversos diarios de la época. Pocas referencias más claras hacia las influencias de las que bebería el escritor. Además, El libro de la selva es sin duda su mayor éxito a nivel mundial, siendo su firma reconocible en el mito del buen salvaje, aquel donde un ser humano ha vivido apartado de la sociedad y logra sobrevivir en plena naturaleza para después chocar en su intento de adaptarse en su regreso a la civilización. El ejemplo conocido y más facilón anda en cercanía por el mito de Tarzán de la mano literaria de EG Burroughs, aunque haya más casos de experimentación social, como el filme de Francoise Trufautt, El pequeño salvaje, basado este caso en hechos reales.
El libro de la selva centra su atención en Mowgli, el llamado niño rana (por carecer de pelo) y que es criado como un miembro más de una manada de lobos. Una protección familiar, la del grupo, frente al peligroso Shere Khan, un enorme tigre de bengala que ansía devorar al pequeño humano, una pequeña y tonta revancha hacia el mayor depredador del planeta. Pero Mowgli cuenta con la protección de sus hermanos lobos y de las enseñanzas de Baloo, un oso pardo, además de Bagheera, una pantera negra, que le enseñarán las leyes de la selva imprescindibles para sobrevivir. La historia en sí es bastante corta, relatada en pequeños tramos con sus correspondientes aventuras y con apenas relación entre sí de manera gruesa. En parte ayuda que su lectura esté orientada hacía un público más risueño y que no se dejen atrapar por las hipnóticas luces digitales, algo harto difícil pese a ofrecer un aspecto tan llamativo como una historia derivada de un lugar exótico. Sin embargo, hay pocas sorpresas en el relato, manipuladas genéricamente en una historia conocida pese al cambio de interpretaciones que pudieran darse en las diferentes adaptaciones. Al menos, este texto sirve para conocer el origen descrito por su autor original en lugar de la entretenida farándula animada. Y poner en valor el contexto de su escritura (1894)
Curiosamente, el libro viene rellenado con otras historias cortas. Otros relatos del autor sobre diversos animales y sus peripecias. Algo así como poder justificar la compra de un libro cuya mayor atención recae en la ya mitificada historia del Libro de la selva. Un texto cuyas letras no dejan de ser un mero cuento. Cada edición cuenta con su propio relleno. Incluso acotaciones del futuro de Mowgli y el choque que provoca su incorporación al, denominado, mundo civilizado. Un enfrentamiento que es el culmen de la aventura, el saber si el niño podría aceptar las reglas de la sociedad humana. Curiosamente, el mismo caso del aristócrata de Greystoke.