Con la excusa de la adaptación cinematográfica de El hobbit he aprovechado para volver a releer este libro, germen y punto de partida hacia la obra magna posterior de El señor de los anillos. El hobbit es perfecto para la iniciación a una lectura más adulta, no deja de ser una gran aventura en un mundo de fantasía sino que además apunta ciertos prismas interesantes que lamentablemente no terminan de ser explotados. El libro cuenta la historia de un personaje corriente que se ve alistado en una peligrosa misión. Bilbo Bolsón es su nombre y embaucado por Gandalf, formará parte de una compañía junto a trece enanos que quieren recuperar la morada de sus antepasados y los tesoros que les arrebató un poderoso dragón llamado Smaug. El protagonista destaca por su semblante pacífico y constitución, pequeño como un niño en una peligrosa tierra poblada de trolls, trasgos y demás criaturas fantásticas.
Uno de los grandes aciertos de la obra es dotar el protagonismo al pequeño Bilbo. Hubiera sido más fácil escoger a un soldado, o un rey caído en desgracia, sin embargo el autor acierta en dárselo a ese hobbit corriente que es arrancado de la comodidad de su hogar hacia una peligrosa aventura. Arrastrando del mismo modo a los lectores del sofá de sus casas hacia ese fantástico mundo ideado por Tolkien.
El hobbit es ya un clásico universal y venerado por numerosos seguidores en gran parte del mundo. Sin embargo, aun soliviantando alguna mente, volver a sumergirme es sus páginas me ha devuelta la vieja certeza de una obra resuelta de manera apresurada. Seguramente esta obra supuso el punto angular de la épica El señor de los anillos, pero la extensión nada tiene que ver con la sensación de tener que acabar rápidamente esta historia. No recuerdo cuando leí por primera vez El hobbit pero si que siento repetirse la misma idea de una resolución excesivamente apresurada. Como si Tolkien tuviese un limite y apurase para dar cabida a todos los planteamientos que le faltaban. Un ejemplo contable es la cantidad de hojas dedicadas al capitulo de la batalla final, Las nubes estallan, en contraposición frente al importantísimo y mayor desarrollo de la aparición del anillo, Acertijos en la niebla. Más aun si se trata del climax final de la obra y del resultado final de toda la aventura. La batalla final al fin y al cabo se libra por las diferentes consecuencias que se han ido acarreando a lo largo de la aventura.
Un leve problema es el cariz infantil que viene dotado por la invitación continua del autor de dirigirse al lector. ¿Quiénes sois vosotros que acampáis en el llano como enemigos ante murallas defendidas?....en el lenguaje de entonces, significaba simplemente: Aquí no tenéis nada que hacer. Vamos a seguir, o sea marchaos o pelearemos con vosotros". Creo que cualquiera sabría interpretar la primera frase sin la estimable ayuda de su autor. En contraste a este tierno matiz, El hobbit reúne un compendio de las debilidades humanas (extendidas en este caso a enanos, elfos y demás seres del libro) que desarrolla la amistad, codicia, sentido de la lealtad y el honor. Viejas palabras que acompañan al hombre desde el inicio de los tiempos y que realmente significan más de lo que hoy dicta la sociedad actual. Este conglomerado explota definitivamente en la parte final cuando todos intentan obtener parte del tesoro oculto bajo la montaña. Se apuntan muchas cosas interesantes aunque siempre quedará ese empujón final que no llega hasta la ya citada obra posterior.
El hobbit queda como una especie de prólogo, una magnífica presentación sin duda, ya que por si solo sigue siendo un buen libro independientemente del conjunto de la obra de Tolkien. Apunta y dispara en la dirección correcta pero los fuegos de artificio que tanto gustan a su protagonista se desarrollan con mayor gloria en otra aventura, con su magnífico anillo como eje de una obra culmen de la literatura universal.
En un agujero en el suelo, vivía un hobbit.
El Hobbit.
JRR Tolkien
Ed. Minotauro.
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El Silmarillion
El Hobbit