26 de febrero de 2016

Los organillos

A Henri-Fancois Rey se le concedió el premio Interallié por esta novela en 1962. Ignoro la relevancia que contiene dicho galardón en el país francés, aunque ya solo la mención de obtener éste, o cualquier otro reconocimiento, sirve para resaltar la calidad de la novela. Curiosamente el escritor francés terminó viviendo los últimos 30 años de su vida en Cadaqués, el atractivo pueblo turístico de la costa brava catalana. Similar coincidencia con uno de los personajes de la novela, donde también comparte nacionalidad y oficio. De hecho, los vecinos de más allá de los Pirineos, acaparan los protagonismos que pululan en Los organillos. El título que alienta esta sugerente novela ambientada en la década de los 60 del pasado siglo, cuando la España fascista levantaba el vuelo con uno de los principales motores de su economía: el turismo.

La obra ubica la acción en el ficticio pueblo de Caldeya, donde la cercanía con la frontera pirenaica permite la masiva afluencia de franceses por sus calles. Una de las principales características de esta novela, es que podemos separarla continuamente en dos partes, como si en cada análisis haya una dualidad que nos permita separarla por temas. Como la propia estructura de la obra, que puede dividirse en dos tramos bien diferenciados por los acontecimientos que se narran en esa parte del relato. A su vez, pueden destacarse dos puntos de vista, cuya separación la marca la edad. El clásico enfrentamiento que supone el mundo de los adultos frente al de los hijos.
No apta para fumadores compulsivos
De entrada ,el protagonismo recae en Vincent, quien sirve de guía introductorio para el lector y cuya vida se dirige hacia ese insólito lugar de redención para curarse de viejas heridas. El desconocimiento del propio personaje también sirve para introducir al lector en la idiosincrasia del mareado tema del viaje que aporta el ficticio lugar llamado Caldeya. Tan cacareado y falso como las pretensiones de señalar el lugar como un sitio distinto, mágico o fascinante, cuando en realidad no es, ni más ni menos, que una mera repetición de hábitos de la turística costa mediterránea. Frente a los adultos y sus problemas de realización se encuentran los adolescentes, que vigilan desde la acera la oportunidad de conquistar el mundo de sus mayores. Capitaneados por un joven llamado Serge, observan como sus padres cometen una serie de errores, rutinas y amoríos mientras los jóvenes juzgan esos quehaceres desde su particular y atrevida visión del mundo.

La amplia nomina de personajes caminan apenados por la necesidad de encontrar su lugar en el mundo. Más si cabe cuando algunos de ellos ya llevan serias cicatrices del pasado en sus carnes. Obviamente, cobra importancia el idealizado sentimiento del amor que planea sobre todos y cada uno de los personajes. Hay quienes colman sus fracasos en el alcohol o en la impostura de refugiarse en una especie de coraza, pero todos tienden de nuevo la necesidad de volver a jugar, de volver a sentir. Destaca en este aspecto el azaroso encuentro, más propio de los restos de cupido, que enfrentan a una vieja bruja del lugar que suspira sus recuerdos juveniles por un gran pintor español afincado en Francia. El cual responde al nombre de Pinero. Creo recordar que en algún extracto de la novela se citaba su origen malacitano. Por si el parecido del nombre incumple la cercanía en el tiempo con el maestro Picasso. El regreso del propio Pinero al municipio, sirve como punto de inflexión para el resto de personajes. De un modo similar, los retoños de los adultos encuentran su particular catarsis en el amor adolescente entre Serge y Nadine, y que afecta en el devenir de sus aventuras. 

La segunda parte de la novela mantiene el mismo tono melancólico y dramático, ese que siempre aporta la muerte para colocar al ser humano en su sitio, donde se encarna la certera frase del no somos nadie. Total para nada, porque la vida sigue y el polvo puede obviarse o apartarse si molesta. La novela prosigue por los mismos derroteros salvo en el personaje que capitaneaba el drama, quien se va diluyendo en su propia pena hasta desaparecer. El dicharachero Regnier toma el relevo, y se coloca como el supuesto álter ego del mismo H.F. Rey, quien empieza a ir cerrando las tramas paralelas del resto de personajes que han ido apareciendo a lo largo del retrato. Como si él mismo estuviera implicado en la vida y escritura de la obra desde ese momento y recondujera su vida hacia algo más productivo. Finiquitar el relato.

Por un lado da gusto releer la narrativa de Rey, un escritor que tiene el margen suficiente de regodearse en su propio ombligo a lo largo de varias páginas y lograr salir airoso. Pocas veces he leído una descripción tan precisa de la desolación que provoca un incendio. En otros momentos, esas largas peroratas caen en un exceso de melancolía que puede llegar a arrastrar al lector hacia la dejadez, pues hay ocasiones donde la acción que se narra es tan intrascendente que apenas aporta algo digno de recordar. A pesar de esta última reflexión quiero dejar por escrito que esta novela me ha encantado.

Tengo la impresión de que lo sé todo, pero siempre fuera del tiempo. Lo que sé, ya no me sirve para nada. Es una victoria inútil
Pinero

Los organillos 
Henri-François Rey
Ediciones G.P. 1967
Colección Reno

Prix Interallié

Los organillos, Henri-François Rey, 1962

La posibilidad de una isla, Michel Houllebecq, 2005

19 de febrero de 2016

The Strain T2.

Concluido el visionado de la segunda temporada de The Strain, uno no puede dejar de citar la nefasta exhibición en abierto por parte de una cadena generalista española. Ignoro que tipo de promoción ha llevado a cabo tal empresa, pero tras una serie de pases con bajas audiencias, a algún gerifalte debió ocurrirsele finiquitar la ficción cuanto antes, aumentando a tres los capítulos por jornada y a otra cosa mariposa, que para eso está el servicio online y a quienes paguen los espacios publicitarios que se jodan, o apañen con lo que hay, siempre habrá un comercial lameculos que tendrá que dar la cara frente a quienes ponen la pasta. Dispensen. Leves prontos que provoca la empresa amiga.

Nenes vampiro / FX


La continuación de la saga vampírica arranca titubeante, y con la novedad de importantes cambios respecto a la novela que adapta. Titulada en su día como Oscura. De su lectura hace ya un breve período de tiempo, pero las aportaciones introducidas son bastante apreciables en el incremento de temáticas y de personajes. Hay quienes llegan a citar esta singular aglomeración con la palabra apropiada: relleno. En realidad se trata de un mal que viene predeterminado por métodos de trabajos, especialmente en algunas series americanas, donde se ha establecido una idea general que parece querer situar el mayor número de conflictos entre los diferentes personajes a lo largo de las tramas. De este modo se da validez al fácil gancho de liarlo todo para atraer la atención del respetable y establecer bandos, tanto dentro como fuera de las pantallas. En The Strain se utiliza esta fórmula para estirar un número cerrado de episodios, básicamente porque el negocio se vende por temporadas salvo cancelación forzosa.

A lo largo de la serie se mantiene la estructura principal con el continuo baile de localizaciones y los correspondientes personajes implicados en cada caso. En este aspecto resaltan algunos puntos importantes a la par que repetitivos, como la continua persecución de la madre vampiro hacia su hijo o la inclusión de un antiguo libro con datos relevantes hacia los strigoi. Y que curiosamente también deambula por Nueva York en estas fechas de contagio. Que gran azar es la casualidad. 

Una de las consecuencias de acumular a tanta gente, es la aparición de los conflictos sentimentales y que tanto aportan a las series. Resulta curioso comparar la facilidad con la que surgen los habituales momentos empalagosos con los torpes monstruos que asedian a la raza humana, con el colmo de aparecer siempre en cualquier esquina. Lo peor es que este bonito apartado de miraditas varias diluye en el tiempo las tramas más interesantes, dejando al verdadero problema de la humanidad en un triste segundo plano. Una cosa es querer salvar a la familia o al amigo de turno y otra muy distinta encontrar al amor de tú vida mientras decapitas a personas transformadas en monstruos. Curiosamente se echa en falta un punto de mala leche en una producción que tiene el terror como una de sus marcas de identidad, aparte de regodearse con las figuras creadas, es un pecado abusar de los conocidos momentos de tensión que se solucionan en el último momento. El amplio reparto coral debería permitir llevarse por delante a más de un principal que rompa la habitual linea marcada.

Se arregla con un puñado de votos / FX

Los planes del Amo se dilatan y el nivel de infectados apenas se expande tan rápidamente como al inicio de la serie. El lento ritmo de la primera temporada ayudaba a crear ese aura de terror condicionado al derrumbe social de lo cotidiano, a través de varios ejemplos por parte de los familiares del avión. Sin embargo, y aunque sean artes distintas, creo recordar una mayor agonía y desesperación en la novela, como si en las letras el asunto tuviera peor aspecto frente a su adaptación visual. En esta segunda temporada hay incluso extrañas opciones para que algún dirigente político se ponga a trabajar e intente hallar soluciones frente a los habituales cretinos que impregnan de autenticidad a un drama tan fantasioso como el que representa The Strain. Fijado en un extraño impas dramático donde unos monstruos acaban con la población y no se eleva ningún tipo de alerta nacional en uno de los países más militarizados del mundo. El lento devenir de las acciones y el supuesto impas de no saber si se está ganando o perdiendo intercede en una temporada irregular que preveo no levante el vuelo más adelante. Aun así queda por ver como se resuelve todo en una ficción distinta de los cánones más explotados. 

Pd. Entrada 201 del blog.

The strain. 2015
FX
----------------------------------------
Nocturna
Oscura
Eterna

The Strain T1