21 de noviembre de 2013

La noche del cazador

Pocas películas representan una posición tan drástica como La noche del cazador. El estreno de este film en 1955 supuso un notable fracaso de público y crítica. Tantos palos recibió, que su debutante director, el actor Charles Laughton, decidió no volver a ponerse detrás de las cámaras nunca más. Y eso que ya había empezado a trabajar en una adaptación de una obra de Norman Mailer, Los desnudos y los muertos. Sin embargo, el tiempo sanador ha sabido rescatar esta enorme injusticia fílmica, colocando a esta icónica película en el lugar que le corresponde en la historia del cine. Dentro de la selecta selección de obras imprescindibles por ver, al menos una vez en la vida. La cinta narra, de manera sencilla, un cuento infantil basado libremente en una historia real sobre un hombre que buscaba beneficio económico a través de mujeres solas o viudas en una dura época de la sociedad americana, la denominada como Gran Depresión. 
Sombras chinescas
Laughton coloca esta historia en algún rincón perdido de América, donde muchos vendemotos harían de las suyas en esa época tan difícil. Puesto el rural escenario, el director despliega en los diferentes personajes los paralelismos con los cuentos infantiles, otorgando a los niños John y Pearl, el protagonismo vehicular de la película, aunque la figura principal resida en el predicador Harry Powell, fabuloso personaje que olerá el rastro del botín que el padre de las criaturas ha sabido ocultar a las autoridades policiales tras cometer un robo con asesinato. Este hecho delictivo le llevará a conocer las apreturas de la soga dejando atrás mujer e hijos. De este modo, el predicador inicia a cabo su plan de rebuscar el dinero perdido. Encarnando la vilipendiada figura en los cuentos infantiles del padrastro. Los niños por su parte intentarán salvaguardar su tesoro de las garras del malvado, primero con la débil pantalla protectora de su madre, para emprender después la típica huida a través del bosque y sortear los peligros que encierra la noche. La aparición de la supuesta hada madrina será el contrapunto necesario para enfrentarse al particular lobo u ogro de la función, en esta gran película repleta de lazos con los terrores infantiles.

El acierto de Laughton consiste en exponer su particular cuento desde un ángulo distinto a la narración habitual, dando más importancia al aspecto visual y llenar la imagen de contrastes con tantos juegos de luces que es una obviedad hablar de la influencia del expresionismo alemán. El maravilloso género donde las siluetas cobran vida e impresionan con sus sugerentes matices. Son significativos grandes planos abiertos en estancias cerradas, donde se quiere dar importancia al teatralizado centro de la imagen. Algunas secuencias achican la personalidad, como la habitación del recién estrenado matrimonio, donde la madre descubre estar encerrada en su propia desdicha junto a su ejecutor, o la simple bailarina del inicio del filme, observada con repulsa por el falso predicador que no puede ocultar su disgusto moral en su simbólico falo navajero. 
¿Dónde esta el dinero chico?
El citado juego de sombras remarca la aparición del monstruo, ya sea a la luz de un farol o recortado por el horizonte nocturno. Un personaje que encara la maldad frente a la luz y esperanza que emanan los niños. Dispuestos incluso a perdonar cuando repiten la misma experiencia de la perdida paterna. La luz y la oscuridad no dejan de ser una dualidad contrastada, como las tatuadas palabras de love y hate en los nudillos del predicador. Demostración palpable de la victoria del amor sobre el odio que arrastra el personaje interpretado por Robert Mitchum. Un malvado que no deja de ser uno de los personajes cinematográficos más celebres. La música es otra parte importante del filme, no solo la banda sonora sino también ese canto melódico que se repite constantemente para alertar al espectador. La noche del cazador es una bella película que ataja el paso del tiempo visualmente mejor que otras obras más contemporáneas. Una delicia que encierra multitud de imágenes poéticas e impactantes sin necesidad de recurrir a las sombras para conmover. Pocas veces se ha visto una sirena varada en el fondo del río tan espeluznante. Tan doloroso como la frágil desaparición de la madre. Que pena que Charles Laughton no continuara con esta faceta. Que posible grande se perdió. 

La noche del cazador de Charles Laughton
1955

------------------------------------------

Curiosea 
Reportaje Días de cine

-----------------------------------------------------------------------------

14 de noviembre de 2013

XXXVII Media Maratón de Moratalaz

Al fin puedo escribir sobre mi debut en la media distancia tras participar, el pasado domingo 10 de noviembre, en la prueba organizada por la Asociación de Atletismo de Moratalaz. Una carrera popular que cumple 37 ediciones de historia. Una buena cifra que suma el aliciente de ser la media maratón más antigua de Madrid, añadiendo un toque simbólico a mi estreno en los 21.097 metros. De todos modos tenía una pequeña mosca en la oreja tras haber leído algunas reflexiones de corredores en distintos blogs sobre la organización de la misma, donde resaltaban algunas cuestiones mejorables. Tras acabar mi participación, tal vez solo pueda añadir la falta de algún elemento solido para los corredores al finalizar la carrera, agua y el prometido caldo hubo en abundancia, pero algo más pesado para el estomago si que hubiera sido necesario. La señalización me pareció correcta y muy agradable la tarea de voluntarios, mayormente chavales que seguramente sean jóvenes miembros del club.
La carrera tuvo su gracia porque no puedo resistirme a narrar ciertos momentos previos que aderezaron una pizca el transcurso previo. En primer lugar el boicot sufrido, por parte de las muelas de mi hija, la noche anterior para evitar que tuviera el descanso necesario. Otro incidente fue un leve despiste por Madrid que me llevó a perder algo de tiempo cuando me dirigía en coche hasta Moratalaz, llegando con el tiempo justo para calentar mientras corría buscando la línea de salida. Bendito el día que se me ocurrió recoger antes el dorsal. Ya metido en la concurrencia deportiva intenté activar la app de Endomondo para evaluar mi carrera personal. Como la señal de GPS se niega a aparecer comienzo a trotar con el maldito cacharro entre las manos mientras considero guardarlo en el bolsillo o estrellarlo en la acera más próxima. Tras usar el infalible truco informático de "ha probado a apagar y volver a encender", me dedicó a correr por las calles de esta barriada madrileña, que para eso nos hemos levantado un domingo a las 7 de la mañana. Paseo al perro y cambio de pañales incluido. Hete aquí que alrededor del Km 3 un bicho volador insiste en okupar mi ojo izquierdo, replanteándome seriamente si pararme a pensar con que pie me había levantado, o mejor dicho, acostado.

Superado el momento del guiño constante por fin puedo dedicarme a levantar los pies del suelo de manera continua y disfrutar algo del sinuoso recorrido que plantea la carrera. Mientras me voy acomodando escucho a un grupo de corredores que llevan un ritmo ligeramente superior a los 5 minutos el kilometro. Como me veo cómodo a ese ritmo decido unirme a ese grupete de amigos que corren juntos mientras sueltan alguna que otra chanza a los policías municipales que regulan el tráfico. Al llegar a un tramo de ascensión superamos a un corredor que va haciendo marcha, realmente llamativo con ese singular aleteo de brazos y que me llama muchísimo la atención. Alrededor del km 8 decido aventurarme hacia adelante pues evalúo que puedo ir algo más rápido. Sé que debería reservar por todo lo que queda, pero también siento la necesidad de comprobar mi propio esfuerzo y abandono hasta ese momento a mis compañeros de carrera. Antes de alcanzar el desvío para las carreras de 10Ks y 21Ks, nos cruzamos con la cabeza de carrera que ya lleva un buen tramo de la segunda vuelta. Oscar del Barrio se llama el abusón que lleva ganando esta Media de manera consecutiva desde 2006. Bravo por él, claro está verle además con esa zancada tan alegre.

Tras superar los primeros 10Ks volvemos al inicio de la prueba para repetir el recorrido. En estos momentos voy trotando bastante bien y a pesar de que el circuito invita a algunos a recortar algo por isletas o aceras yo continuo fiel al trazado marcado, que para eso me he apuntado a una media maratón y no a atajar por aquí o por allá. Continuo a un ritmo constante y al volver a la cuesta, donde antes me encontré al marchador, sigo superando poco a poco a algunos corredores, una pareja vestidos igual de algún club, un tipo con melena, otro con llamativa camiseta verde,... así hasta que enfilamos la larga avenida de Fuente
Aireando el cansancio
Carrantona que también tiende en suave ascensión. En este tramo comienzo a notar cierta pesadez en las piernas mientras busco cobijo detrás de un tipo grandote para protegerme del viento que acecha en ese amplio espacio. Otro con pañuelo en la cabeza acompaña al grandote. A mitad de la avenida decido alargar la zancada para obligar a las piernas a un ultimo esfuerzo porque ya queda poco, intentando también espabilarlas de la rigidez que van adquiriendo. Sin embargo al girar hacia la derecha toca un tramo de bajada y noto como las piernas empiezan a endurecerse. Estoy alrededor del km 18 y comienzo a calibrar como llegar a meta sin mayores complicaciones. Enseguida me superan el grandote y el del pañuelo, poco después los citados anteriormente, el de la melena, el de la camiseta verde, los del club, etc.

Y eso que ya estoy camino de la pista de atletismo donde culmina la carrera. Pero aun queda un regalo en forma de subida final que termina el proceso de transformación de mis piernas en bloques de hormigón. Cielos, se mueven por pura inercia!!!. Más corredores me superan antes de bajar hasta la entrada del estadio donde se agradece notablemente el cambio de pisado, entre la dureza del asfalto y el suave tránsito del tartán. Tristemente, enseguida saltamos del rojizo artificial al verde campo interior, donde la flaqueza de piernas se multiplica debido al irregular terreno del césped. Mi cabeza aun está dándole vueltas a este asunto insustancial cuando cruzó la línea meta, dolor de piernas incluido y sin la chispa necesaria para volver la cabeza para mirar el tiempo realizado. Estoy tan renqueante que buscó un poco de espacio libre para poder estirar bien a gusto y recuperar el resuello. Adquiero algo de agua y del supuesto famoso caldo de la prueba. Noto en falta eso si algún tipo de alimento solido, algo de fruta o simple barrita que rellene algo las fuerzas gastadas. En un momento dado miro sobre la meta para ver el tiempo que marca, va por la hora con 46 minutos largos. Mientras me siento un momento empiezo a sentir cierta satisfacción personal. El objetivo básico de acabar se ha cumplido con creces y con un tiempo que ni me esperaba. A ojo me daba con un canto en los dientes si bajaba de la hora 50 minutos. Sobre todo tras constatar por experiencias ajenas el recorrido rompepiernas del circuito.

Finalmente el tiempo final fue de 1:43:58". Un buen tiempo para mi estreno en esta media que arrastra otro problema constatado en diferentes blogs en ediciones pasadas. La distancia final parece ser que no llega a los 21.097 metros reglamentarios, faltando alrededor de unos 300 metros. Matices importantes para unos, banales para otros. Particularmente me gustaría que la distancia final fuese la más certera posible, aunque tampoco voy a ser tan puritano siendo un recién llegado a este simple juego de ponerse a correr en mallas. Me quedo con la satisfacción personal de acabar en este trazado, que sin tener grandes desniveles, si contiene varios tramos de subidas y bajadas.


-------------------------------------------------------------
AA Moratalaz