Pocas películas representan una posición tan drástica como La noche del cazador. El estreno de este film en 1955 supuso un notable fracaso de público y crítica. Tantos palos recibió, que su debutante director, el actor Charles Laughton, decidió no volver a ponerse detrás de las cámaras nunca más. Y eso que ya había empezado a trabajar en una adaptación de una obra de Norman Mailer, Los desnudos y los muertos. Sin embargo, el tiempo sanador ha sabido rescatar esta enorme injusticia fílmica, colocando a esta icónica película en el lugar que le corresponde en la historia del cine. Dentro de la selecta selección de obras imprescindibles por ver, al menos una vez en la vida. La cinta narra, de manera sencilla, un cuento infantil basado libremente en una historia real sobre un hombre que buscaba beneficio económico a través de mujeres solas o viudas en una dura época de la sociedad americana, la denominada como Gran Depresión. |
Sombras chinescas |
Laughton coloca esta historia en algún rincón perdido de América, donde muchos vendemotos harían de las suyas en esa época tan difícil. Puesto el rural escenario, el director despliega en los diferentes personajes los paralelismos con los cuentos infantiles, otorgando a los niños John y Pearl, el protagonismo vehicular de la película, aunque la figura principal resida en el predicador Harry Powell, fabuloso personaje que olerá el rastro del botín que el padre de las criaturas ha sabido ocultar a las autoridades policiales tras cometer un robo con asesinato. Este hecho delictivo le llevará a conocer las apreturas de la soga dejando atrás mujer e hijos. De este modo, el predicador inicia a cabo su plan de rebuscar el dinero perdido. Encarnando la vilipendiada figura en los cuentos infantiles del padrastro. Los niños por su parte intentarán salvaguardar su tesoro de las garras del malvado, primero con la débil pantalla protectora de su madre, para emprender después la típica huida a través del bosque y sortear los peligros que encierra la noche. La aparición de la supuesta hada madrina será el contrapunto necesario para enfrentarse al particular lobo u ogro de la función, en esta gran película repleta de lazos con los terrores infantiles.
El acierto de Laughton consiste en exponer su particular cuento desde un ángulo distinto a la narración habitual, dando más importancia al aspecto visual y llenar la imagen de contrastes con tantos juegos de luces que es una obviedad hablar de la influencia del expresionismo alemán. El maravilloso género donde las siluetas cobran vida e impresionan con sus sugerentes matices. Son significativos grandes planos abiertos en estancias cerradas, donde se quiere dar importancia al teatralizado centro de la imagen. Algunas secuencias achican la personalidad, como la habitación del recién estrenado matrimonio, donde la madre descubre estar encerrada en su propia desdicha junto a su ejecutor, o la simple bailarina del inicio del filme, observada con repulsa por el falso predicador que no puede ocultar su disgusto moral en su simbólico falo navajero.
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¿Dónde esta el dinero chico? |
El citado juego de sombras remarca la aparición del monstruo, ya sea a la luz de un farol o recortado por el horizonte nocturno. Un personaje que encara la maldad frente a la luz y esperanza que emanan los niños. Dispuestos incluso a perdonar cuando repiten la misma experiencia de la perdida paterna. La luz y la oscuridad no dejan de ser una dualidad contrastada, como las tatuadas palabras de love y hate en los nudillos del predicador. Demostración palpable de la victoria del amor sobre el odio que arrastra el personaje interpretado por Robert Mitchum. Un malvado que no deja de ser uno de los personajes cinematográficos más celebres. La música es otra parte importante del filme, no solo la banda sonora sino también ese canto melódico que se repite constantemente para alertar al espectador. La noche del cazador es una bella película que ataja el paso del tiempo visualmente mejor que otras obras más contemporáneas. Una delicia que encierra multitud de imágenes poéticas e impactantes sin necesidad de recurrir a las sombras para conmover. Pocas veces se ha visto una sirena varada en el fondo del río tan espeluznante. Tan doloroso como la frágil desaparición de la madre. Que pena que Charles Laughton no continuara con esta faceta. Que posible grande se perdió.
La noche del cazador de Charles Laughton
1955
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Curiosea
Reportaje Días de cine
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