En este quinto episodio, la acción regresa a Madrid después de la batalla acaecida en Bailén, con la conocida derrota francesa que provocó la reacción inmediata del propio emperador, al encabezar un enorme ejército que acudiese a sofocar el gallinero español. Y tras el periplo andaluz del protagonista, el joven Gabriel de Araceli regresa a la capital tras los pasos de su amada Inés, que anda prometida con el noble Diego de Rumblar, siguiendo el juego galdosiano de circular en paralelo la descripción histórica del momento con las propias aventuras del narrador. Como cualquier otra novela histórica.
Los españoles son hasta ahora valientes y honrados; pero muy fogosos en sus pasiones, y si se desatan en rencorosos sentimientos unos contra otros no sé cómo se van a entender. Padre Castillo
Pero también hay tiempo para tomar el pulso a los quehaceres mundanos, y nadie mejor que Diego de Rumblar. El joven noble ha descubierto las virtudes del ámbito popular y anda entregado a los vicios terrenales del hombre entre tabernas y las faldas que pululan por estos establecimientos. Es tal su caída, que pone seriamente en peligro su matrimonio concertado y la hacienda familiar ante el crápula despilfarro del que se aprovechan todo tipo de personas que se acercan hasta su figura. Además, su cabeza ha terminado por estar repleta de pájaros, inducido por los ideales que le ha ido introducido su supuesto mentor: Luis de Santorcaz. Es tal su deriva que Galdós aprovecha para introducir al lector en los barrios y gentes más populares de la capital en lugar de los poderosos que debían planear la defensa de Madrid.
Por otro lado, también hay espacio para el clero y la fina descripción que realiza Galdós sobre estas poderosas figuras servidoras de Dios. El padre Salmón es una nueva incorporación al grueso de personajes que han ido acompañando las aventuras de Gabriel, siendo participe en buena parte del relato, como a la hora de clasificar a la orden religiosa a la que pertenece. Todo este glosario de variopintos personajes, dan una muestra clara del carácter popular de la novela y del conocimiento del autor sobre las clases populares y su riqueza dialéctica. Está claro que Galdós sabía retratar al populacho y enriquecerlo a través de la guasa.
-¿Qué hablas ahí, zafiota, animal sin pluma? -gritó Mañara con vivo arrebato de ira-. Habla mejor si no quieres que con tu lengua haga una pantunfla para azotarte la cara.
Una vez se ha leído la obra, nos percatamos del amplio número de aventuras a las que se ha enfrentado Gabriel. Un buen número a lo largo de las páginas y que sacude los mismos excesos de las obras precedentes: como el abuso de la caricaturización. Cuesta creerlo, pero está claro que forma parte de la colección, como una marca a la que Galdós se acoge con demasiada afluencia con la clara intención de entretener más al lector que para dotarlo del espíritu histórico de cualquier tipo de conocimiento. En esta ocasión, la pesada carga del humor, que termina por chirriar, se perfila en un pobre diablo llamado Santiago Fernández, más conocido como el Gran Capitán por su fantasiosa imaginación militar. Un chalado cuya triste y obtusa posición le encadena a sentirse como un autentico numantino ante la presumible victoria napoleónica. Y ante tal fin, llevarlo hasta las ultimas consecuencias. Este quinto Episodio Nacional de Galdós sirve de puente, encaminado a desarrollar la Guerra de la Independencia con los precedentes vistos con anterioridad, y con las aventuras de Gabriel como compañeros del viaje. Y así lograr algún nuevo apunte interesante, como la clásica representación de una personalidad diferente bajo la ayuda del disfraz. Motivos varios que elevan el entretenimiento de esta novela.
Napoleón en Chamartín
Benito Pérez Galdós. Ed. Alianza editorial, 2008
Episodios Nacionales