26 de junio de 2013

El factor humano

Los espías siempre han dado mucho juego a la literatura. De hecho varios escritores han ido destacando en esta particular temática, añadiendo variopintos estilos con los que se ejecutan dichas obras normalmente estereotipadas. Por este motivo, da cierto regusto novelas como "El factor humano" del inglés Graham Greene, escritor que huye de ciertas tendencias glamourosas del género. El conocido autor de "El tercer hombre", se centra en algo más cercano y simple a través de una filtración menor de un departamento del Foreign Office dedicado al continente africano. Esta salida de información sirve para diseccionar a los protagonistas de la obra desde un grado más intimo, prácticamente familiar, y las consecuencias de los actos elegidos por los personajes frente a complejas tramas conspiranoicas. En primer lugar, el lector debe colocarse en la situación histórica correspondiente. Década de los 70 y en plena guerra fría. Cuando el Telón de acero aun se mantenía bien firme. La moda literaria y cinematográfica del momento estaba repleta de agentes dobles y contraespionaje, llegando al cenit de la locura armamentística en lo nuclear y la aeroespacial a través de los dos grandes bandos de entonces.


El protagonista de "El factor humano" se encuentra bastante lejos de lo que habitualmente asociamos a un hombre de acción, simplemente Maurice Castle es un buen conocedor de su oficio, con la particularidad de su experiencia profesional y personal en la Sudáfrica del Apartheid. Tiempo atrás, trabajó para su británica majestad en el sur de este continente y conoció el amor a través de una mujer negra llamada Sarah. El libro es una novela de espías pero sin las exageradas algaradas de otro famoso espía inglés y mentado en esta obra, el famoso Bond, James Bond. La trama linda entre el peliculero formato de los secretos de estado junto a la descripción intima y humana de los protagonistas. Es esta segunda faceta la más destacada y la que se superpone por encima de las pesquisas de la búsqueda del traidor de quien sacó material relevante. De este modo, el autor nos muestra las miserias de los personajes y sus vidas solitarias. Condenados a cierta soledad profesional que para eso va en el cargo. No hay más que ver los ejemplos expuestos en el libro, a través de la vida social del soltero Davis o del divorciado coronel Daintry.

Tras la detección de la filtración por parte de la "Casa" surge la inevitable figura del poder, ese que no duda en acometer cualquier acto que salvaguarde la supuesta libertad democrática. Que curioso que se dé este caso tan parejo a ciertas realidades en estos primaverales días de junio de 2013. Como la coacción democrática de las escuchas para salvaguardar a la patria por parte del gobierno de Obama o el viejo juego de las escuchas declaradas por el gobierno británico en el pasado G20. Y es que al parecer, el mundo no ha cambiado tanto, salvo por la caída del citado telón comunista. Tal vez el tiempo contradiga a la lógica y el pastor sea realmente el lobo. ¿Verdad, George?


Vuelvo a la obra de Greene para finiquitar este breve comentario, no sea que sobrepase Úbeda y llegue hasta otra cordillera. "El factor humano" es una muestra de buena literatura, dejando de fondo el supuesto tema llamativo, el juego de espías en favor del desarrollo de unos personajes. En cine se denominaría como una película de actores, donde se muestra una versión muy lograda de la correcta sociedad británica. Que nadie desespere, también hay algo de espionaje aunque prevalezca la interacción humana. Seguramente el mayor interés que nos expone el autor frente a aburridos burócratas de secretos nacionales.


 - Eres mi delegado en este asunto. Pero, por Dios, Emmanuel, no hagas nada precipitadamente. 
-Sólo me precipito cuando conduzco mi Jaguar, John. Cuando pesco, tengo una paciencia infinita.

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El factor humano
Graham Greene
Ed Argos Vergara SA - 1979 

18 de junio de 2013

La muerte de Suñol

Un leve paréntesis en la catalogación de los restos de la guerra civil en Guadarrama para dar cabida a una pequeña historia. Un relato que tiene como epicentro un lugar cercano al anterior post de Peña Cervera, algo por debajo del km 52 de la carretera de La Coruña. A esa altura, más o menos, un coche oficial traspasaba, en extrañas  circunstancias, el frente de guerra de principios de agosto de 1936. Siendo sus ocupantes retenidos por las fuerzas sublevadas. Estas personas eran el periodista Pere Ventura i Virgilio, un militar con graduación de teniente, el chófer del vehículo y Josep Suñol i Garriga, diputado por Esquerra Republicana de Catalunya en las Cortes Generales, presidente del FC Barcelona y fundador del RACC. Tal pez gordo fue enviado desde Valencia para dar ánimos al ejército republicano en el frente de guerra que detenía el paso de los nacionales en su camino hacia Madrid. Huelga decir que existen dos versiones sobre la captura. La de la traición por parte del chófer o la del terrible equivoco por los continuos cambios de posición en el frente.
Retrato de Josep Suñol - Gabriel Casas i Galobardes - europeana.eu
 

El político fue reconocido de inmediato por los soldados para ser posteriormente fusilado junto al periodista y al militar, siendo el chofer liberado, síntoma de las sospechas anteriores. Aunque existen varios matices sobre este tema y muchas preguntas sin respuesta. Como la muerte de los cuatro desdichados. A día de hoy, una simple placa de hormigón, en el área recreativa conocida como Gurugú, recuerda aquel siniestro crimen de la guerra civil. El monolito conmemorativo está dedicado en exclusiva al político de turno a pesar de compartir el mismo destino que sus compañeros de viaje hacia el otro barrio. Algo tan común de esos años bárbaros de arrojar cuerpos inertes a las cunetas.
   
La placa en el área recreativa del Gurugú
La idea de la traición o del error humano han dado lugar a varias teorías, suspicacias y anécdotas. EL relato más extenso que he encontrado lo firma Jesús Vázquez Ortega en la web de El Guadarramista. Como no tengo ninguna intención de fusilar material ajeno coloco directamente los enlaces al final de mi entrada. Solo me permito un breve resumen del hecho histórico al ocurrir precisamente en Guadarrama y complementar mis entradas bélicas dedicadas a los restos de la guerra cerca del municipio. Para quien deseé ahondar más en el pasado una siempre referencia al trabajo de Josep María Solé i Sabaté, Sunyol, l´altre president afusellat.

No se conoce a ciencia cierta el recorrido de los desdichados prisioneros, parece ser que deambularon por diferentes posiciones nacionales hasta su fatal desenlace. El puesto de mando en Fuente de La Teja aparece citada en más de una ocasión como el lugar de la ejecución. También la cita del enterramiento de los cuerpos cerca de la casilla de los peones camineros del puerto. De los cuerpos nunca se supo donde fueron depositados, a pesar de un intento por parte de una revista catalana, hace unos dos años, de un trabajo de campo para hallar los restos mortales. Siempre quedará el monolito para recordar la insigne figura de un catalán muerto en la sierra de Guadarrama, una víctima más de las muchas que poblaron estas tierras.

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Josep Suñol, caso abierto 1
Josep Suñol, caso abierto 2

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10 de junio de 2013

El pino de San Roque

Hacia mucho tiempo que andaba detrás de visitar a este coloso de la sierra de Guadarrama, un simple árbol convertido en cierto tótem montañero y poseedor de una entrañable historia. El Pino de San Roque es el nombre que se le otorga en Los Molinos, aunque es más conocido como el Pino Solitario al dominar en soledad la solana de La Peñota. Su aislada posición se debe a un incendio de mediados del XIX que asoló esta ladera, excepto al protagonista de esta entrada. Supuestamente como el único superviviente de las llamas. Otra característica que le distingue del resto de coníferas en su edad, superior a los 250 años. Cifra que le coloca como uno de los pinos silvestres más antiguos de España. Había pues motivos suficientes para dirigirme a Cercedilla, municipio de salida y llegada del siguiente itinerario a seguir, que es la ruta más popular para dirigir nuestros pasos hacia el majestuoso pino.

Como punto de partida se puede tomar como referencia la propia estación de ferrocarril del pueblo. Después seguir por el mismo anden hasta el sendero de Rodenas, un pequeño trazado en zigzag que asciende bajo la sombra del arbolado. Justo encima sobrepasamos el camino de Puricelli hasta donde nace una ancha pista forestal, más conocida como camino de Los Campamentos. La ruta sigue por esta pista principal sin desviarnos hasta alcanzar los restos de los citados campamentos de La Peñota, en un raso donde Reajo Alto queda a nuestra derecha. Sin embargo la ruta continua por la pista hasta llegar a la fuente de La Mina, un amplio manantial donde reponer agua en caso necesario, aunque de camino solo se lleve media hora desde la salida. Detrás de la fuente se encuentra la vereda de Poyalejos y fácilmente reconocible por estar señalada con círculos rojos. La leve subida anterior sirve solo de calentamiento para lo que se avecina. Esta Vereda de Poyalejos es una de las más conocidas y apreciadas por su dificultad por los bikers de la sierra. Ascender a pie solo conlleva paciencia, puesto que las piedras, raíces y ramas están estratégicamente colocadas para añadir algo de dificultad además de la suma del elevado desnivel a superar. Paciencia y bastón, no queda otra que marcarse un ritmo suave y continuo, pues las prisas nunca son buenas compañeras.

La simpática vereda de Poyalejos
Después de un buen rato esta vereda se cruza con Calle Alta, una pista forestal que proviene desde el alto de La Fuenfría y que recorre en horizontal parte de la montaña. Una buena noticia, pues Poyalejos continúa su ascensión hasta Peña del Águila, sin embargo el itinerario que nos ocupa manda seguir por la amplia pista a mano izquierda según se ha subido. Alrededor de un kilómetro más tarde se llega al Collado del Rey, un nuevo raso que sirve de frontera municipal entre Los Molinos y Cercedilla. También sitúa el punto hasta donde llegó el mencionado incendio, ya que las vistas poco tienen que ver con los pinares precedentes. Una simple alambrada hace hincapié en la separación entre pueblos mientras la ladera comienza a descender de forma abrupta. Sobrepasamos el vallado y enseguida aparece la copa, y después el tronco. Inmensos si tenemos en cuenta que nada hay a su alrededor, salvo el Pino de San Roque, quien comparece sobre las dehesas de Los Molinos y de Guadarrama. Erguido en su particular balcón que le proporciona unas vistas increíbles. El Pino de San Roque disfruta de su posición privilegiada frente al azote de los vientos, de las heladas o de la asfixia del Rey Sol dependiendo de la estación en la que nos encontremos. Solo las raíces que sobresalen de la tierra o los nudos de su tronco permiten vislumbrar parte de la lucha que mantiene con los elementos durante años. Nada mejor que rendir pleitesía a este ejemplar, superviviente, guardián y ermitaño de La Peñota. Es tal su importancia que aparece en el mismo escudo de la localidad de Los Molinos. Si pudiera hablar sin duda se sorprendería de las frecuentes visitas que recibe y contaría viejas historias del pasado a todos aquellos que nos detenemos a contemplarlo. O tal vez sea un viejo cascarrabias, que tilde de domingueros a todos a quienes osamos perturbar su tranquilidad. 

Collado del Rey
El objetivo está cumplido después de numerosas demoras, sola queda despedirse hasta otra ocasión y pensar en como regresar al inicio de la ruta, para ello retrocedemos hasta la alambra anterior y volver a terreno municipal de Cercedilla para descender por la ladera con la valla como guía hacia el este. Ahora toca perder el desnivel adquirido siguiendo los hitos colocados sobre otras rocas más grandes, no existe camino ni sendero visible, lo que hay que hacer es intentar seguir en lo posible las pequeñas acumulaciones de rocas. No importa si desaparecen, ya volverán. Después de un rato de poner a prueba las rodillas en la bajada nos cruzaremos con una estrecha vereda que viene rodeando la ladera de la montaña en la parte de abajo, la cual hay que seguir hacia la izquierda. Esta nueva senda está señalizada con franjas blancas y amarillas en algunas rocas. Al poco de avanzar volvemos a entrar en el bosque, señalizado también por las mismas franjas en los troncos de los árboles, se cruza un arroyo y sin darnos casi cuenta llegamos hasta el campamento de La Peñota, más bien sus ruinas. Terreno ya conocido, solo queda bajar por la pista del principio para volver junto a la estación del tren de Cercedilla.

Albúm
Pano

Bibliografía.
Bosques y árboles singulares de Madrid. Andrés Campos. Ed. La libreria