El debut en la
escritura de Michael Innes tiene una curiosa historia paralela, ya que el autor
fue desarrollando esta obra durante el amable trayecto entre la ciudad inglesa
de Liverpool y la australiana de Adelaida. Un extenso peregrinaje a través de
los rápidos medios de transporte de principios del siglo XX. Esta particular odisea
permitió al antiguo profesor plantear una trama policíaca clásica. Un asesinato
que se lleva a cabo en extrañas circunstancias dentro de un ambiente cerrado,
donde los sospechosos esconden y plantean diferentes enigmas para que el
necesario inspector, de pensamiento clarividente, resuelva el entramado de
pistas falsas y verdaderas. Nada relevante contiene Muerte en la rectoría,
salvo el buen gusto de la escritura británica que suele acompañar a este tipo
de obras. Innes no se queda atrás respecto a otros autores similares en
temática, la mas conocida sin duda la de Agatha Christie, pero su modélico
libro del género apenas aporta un leve detalle que lo diferencie de otros
sagaces inspectores. El protagonista es el inspector de Scotland Yard, Mr.
Appleby, quien sigue los cánones clásicos del investigador particular que
prefiere utilizar la psicología para hallar al culpable.
El soso protagonista
perspicaz que plantea Innes, será superado por unos oponentes más atractivos
desde el punto de vista novelesco. Básicamente en los matices que enriquecen a
los personajes, estos matices se encuentran más ubicados en el resto del
plantel que en el joven inspector de policía. De este modo Appleby se convierte
en un simple narrador omnisciente que nos traslada al lugar de los hechos, le
acompañamos en su investigación y de vez en cuando nos suelta algún
chascarrillo que ameniza la lectura. Pero nada de profundidad, ni de
conocimiento del protagonista mismo. Tampoco destaca este aspecto en novelas
similares pero, para ser el protagonista, no estaría de más indagar en
motivaciones más personales o interiores del mismo.
La clásica estructura
cerrada se encuentra ambientada en la ficticia facultad de San Antonio, donde
todo parece indicar que alguno de sus insignes profesores puede ser el asesino
del rector. La batalla esta planteada, Appleby se verá obligado a participar en
diversos combates dialécticos donde la inteligencia de los profesores tendrá
que ser respondida de igual forma por el agente de policía. En este caso el apartado más destacado del libro sea la inclusión del profesor Gott,
donde se propone además que es un afamado escritor de novelas policíacas y que
utiliza un seudónimo para proteger su perfil profesional. La inclusión de este
personaje se contrapone con la supuesta "realidad" del crimen
cometido en la facultad y claro está, se comparan ambos universos para intentar
reforzar la realidad descrita por Innes frente a las propuestas ficticias de
Gott en su intento de ayudar al inspector.
La novela podría ser
catalogada como entretenida y recomendada para incondicionales del género.
Ofrece lo que es, una complicada investigación donde se acumula tal cantidad de
datos que exaspera enumerarlos, o siquiera intentar deducir y discernir cuales
pistas son falsas, verdaderas, inútiles o llevadas al estúpido azar. No
importa, el autor ya tenía previsto la solución en un estrambótico final con el
único propósito de sorprender al lector con fuegos de artificio. Es el único
fin, tanta historia y tanto rollo para que todo se resuelva a través de la
exposición del investigador, el mesías policíaco que hallará la luz en la
tiniebla más espesa entre las declaraciones de los sospechosos. Novedoso el final
no es desde luego. ¿Acaso este tipo de novelas no pueden salir de este clásico
marco de resolución del caso?
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"Señor
rector, puede usted felicitarse de que se necesiten dos para realizar un
asesinato, porque es usted una víctima ideal". Después de escuchar
esta declaración, Slotwiner se retiró al antecomedor llevándose las tostadas
con mantequilla. Appleby se preguntó
si se las habría comido.
Muerte en la rectoría
Michael Innes
Ed. El País. Serie
Negra
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Agatha Christie