Después del éxito de Hermanos de sangre, la dupla Spielberg/Hanks repiten producción bélica sobre la II Guerra Mundial para mayor gloria del ejército americano. En este caso, se orienta la acción hacia el Pacífico, donde el imperio japonés atacó a traición la conocida base yanqui de Hawái (Pearl Harbour), provocando la entrada del gigante estadounidense en el conflicto armado. De ahí el título y la larga lucha, entre ambos países, que llevó al hombre a explorar nuevas vías en el uso de la fuerza. Con el lanzamiento de las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki para poner fin a la contienda.
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Pim, pam, pum - HBO |
Pero antes se desarrolló una cruenta lucha por los diversos archipiélagos dispersos en el mayor de los océanos. Batallas que dan para muchas historias y exaltaciones patrióticas. Como bien sabemos gracias a las numerosas producciones fílmicas que desarrolló la industria americana a lo largo de los años. Y ahora para la televisión, el sustento del trabajo procede de los mismos que levantaron la serie citada al inicio. Unos mimbres que continúan con un esquema similar, donde se busca retratar la dura realidad de la guerra, entrevistas a veteranos incluida y con la base, en esta ocasión, de dos libros autobiográficos, Mi casco por almohada de Robert Leckie y Diario de un marine de Eugene Sledge. Ambos protagonistas principales de la serie junto al sargento John Basilone. Éste carece de libreto, porque tras su intervención militar en Guadalcanal, fue erigido como un héroe y usado por la propaganda para recolectar los necesarios bonos de guerra que financiase la guerra. Basilone regresó a EEUU para cumplir su nueva labor publicitaria, acaparando portadas, cenas recaudatorias, adaptaciones artísticas y demás parafernalias. Un aspecto interesante sobre los avatares de este personaje en la lejana sociedad estadounidense, frente a la crudeza que muestra The Pacific en las diferentes batallas a lo largo de los 10 capítulos que componen la miniserie. Porque por suerte, hay tiempo para todo.
Aunque destaquen estos tres personajes como principales, la serie vuelve a contar con un interesante reparto coral donde poder apoyarse en las historias paralelas. En parte resulta necesario sacudirse los protagonismos sobre el resto, sobre todo cuando la guerra abarca a tanta gente que no queda otra que nivelar los dramas personales y buscar apoyo en otros puntos de vista que sirvan para diferenciarse de los escogidos como protagonistas, y por ende, enriquecer la serie a nivel global. La camaradería va y viene a causa de las bajas, creando notables grupos de amistades que sobresalen cuando las balas silban sobre sus cabezas, hasta que se percatan de que falta mengano, y la guerra muestra la fragilidad del hombre mientras los amigos lamentan a los amigos caídos.
Otro brutal enemigo suele cebarse en las cabezas, cuando el cansancio, el miedo y el agresivo entorno hacen mella en la moral de unos soldados que pueden llegar a enloquecer tras acumular días y semanas de penurias. El reparto es tan amplio que ofrece una inquietante oferta al espectador, al desconocer si al simpático o al cobarde se lo van a llevar por delante los japos. El caso es que da igual, la muerte se palpa en el ambiente gracias a un espectacular despliegue técnico que demuestra el buen hacer de los americanos en estas vicisitudes. Se nota en la exquisita producción el dinero gastado, ya que por aquel entonces supuso un nuevo récord los dineros destinados en la serie. En esta loca y agraciada carrera que viven las productoras y plataformas audiovisuales.
A pesar de las comparaciones, odiosas se suele decir, The Pacific es un magnífico espectáculo por si misma. Con un enorme despliegue a lo largo de los múltiples combates que se acumulan en los capítulos; Guadalcanal, Peleliu, Iwo Jima, Okinawa... incluidos notables desembarcos, dignos herederos del show que propuso Spielberg en Normandía en su premiada cinta Salvar al soldado Ryan. El verdadero germen de estas series. Aunque por ahí podría notarse cierta saturación, cuando el metraje se dedica a representar tantas batallas que pueden llegar a cansar a lo largo de los episodios. Porque hay capítulos que cuentan con un excesivo tramo de tiros, explosiones y batallas sin más. La guerra se representa muy jodida, y aunque el espectáculo visual esté muy trabajado, la serie gana más cuando se centra en los personajes y los grupos reducidos que frente al ejercicio colectivo de la invasión, por repetitivo. Un ejemplo es el largo desembarco sobre Iwo Jima, apenas aporta nada nuevo visto anteriormente, básicamente es una forma de glorificar el regreso del héroe John Basilone al embite. La clásica americanada.
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Quién quiere panceta - HBO |
Sin embargo, The Pacific gana bastante cuando se aleja del frente. El episodio dedicado a Melbourne llega incluso pronto, es el tercero. Pero ofrece una perspectiva interesante sobre los jóvenes llegados a la guerra. Por las calles de la ciudad australiana surgen las ganas de vivir, de aprovechar la oportunidad que ofrece la juventud para perderse entre locales, bromas, alcohol y mujeres. La vida pasa rápido y es mejor disfrutarla antes de volver ser llamados a filas y enfangarse en los lodos de los fusiles. Por ahí destacan las perspectivas de Leckie y Sledge, repartiéndose el protagonismo en la distancia y poder observar cómo la guerra transforma al ser humano. Leckie se resguarda en el sarcasmo, al tener una cabeza amueblada e instruida, resiste las acometidas del frente con cierta sorna hasta que su limite se ve superado por las continuas zancadillas que terminan por derrotarle hacia la mera dejadez de esperar a que pase el tiempo. O le peguen un tiro. Sledge por contra, representa al idealista, al joven que quiere ayudar a su país y a sus amigos bajo la supuesta causa justa que otorga la distancia. Pero cuando la guerra, la verdadera guerra se pone delante de sus narices, observa impotente como la humanidad, incluida la suya propia, tiende a perder. Y llegados a tal extremo da igual el bando por que estuvieses luchando.
The Pacific
HBO, Dreamworks y PlayTone, 2010
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