Puff, que pereza más tonta me ha dado tras el triste visionado de la película de Matteo Garrone. Una simple exposición del conocido libro de Roberto Saviano sin la mayor profundización o interpretación artística del mismo. Porque Gomorra, la película, padece
el mal de no estar a la altura de un libro relevante de la sociedad occidental. Demasiado respeto hacia una obra tan gratificante como excesiva en los datos que aporta. No descubro nada al incluir que Saviano vive desde entonces con la preocupación diaria de que su cabeza siga intacta sobre sus hombros. La mafia italiana le tendrá señalado de por vida. Esta adaptación cinematográfica ha sido galardonada con diversos premios, una palmadita a la espalda del típico buen rollismo europeo que suele tener efecto cuando se alza un poco la voz. Alguien recuerda la vergonzosa y politizada palma de oro a Farenheit 9/11. Pues eso. Sin embargo toca hablar de la película de Garrone y el lejano punto de vista que adopta, con aires de documental, hacia el sórdido retrato de la vida en las zonas controladas por la Camorra.
El director pretende mostrar una realidad a través de diferentes fragmentos compuestos por otros tantos personajes principales. En ningún momento toma partido de lo que muestra su cámara exceptuando el camino que los protagonistas han tomado. Podría agradecerse que Garrone se limite a filmar lo que ocurre en el sur de Italia donde se dicta la ley del más fuerte. Pero algo falta o falla en su simple posición de narrador, no se implica en las historias de los individuos ni consigue que el espectador se involucre tampoco en los hechos que se nos están narrando. Tan cercano está del documental que bien podría olvidarse la importancia de lo que se nos cuenta, como cuando cambiamos de canal en la franja de informativos. Las cinco historias que componen Gomorra conjugan un buen ejemplo de los actos criminales que se suceden en esta comarca cercana a Nápoles. Un par de jóvenes que piensan hacer su propia carrera delictiva, un chiquillo que se introduce en un clan, un experto modisto que falsifica vestidos de lujo y que trajina con la competencia, una guerra sucia entre clanes rivales con un soso contable entremedias y por ultimo, el negocio redondo de los residuos industriales sobre suelo ajeno.
El director pretende mostrar una realidad a través de diferentes fragmentos compuestos por otros tantos personajes principales. En ningún momento toma partido de lo que muestra su cámara exceptuando el camino que los protagonistas han tomado. Podría agradecerse que Garrone se limite a filmar lo que ocurre en el sur de Italia donde se dicta la ley del más fuerte. Pero algo falta o falla en su simple posición de narrador, no se implica en las historias de los individuos ni consigue que el espectador se involucre tampoco en los hechos que se nos están narrando. Tan cercano está del documental que bien podría olvidarse la importancia de lo que se nos cuenta, como cuando cambiamos de canal en la franja de informativos. Las cinco historias que componen Gomorra conjugan un buen ejemplo de los actos criminales que se suceden en esta comarca cercana a Nápoles. Un par de jóvenes que piensan hacer su propia carrera delictiva, un chiquillo que se introduce en un clan, un experto modisto que falsifica vestidos de lujo y que trajina con la competencia, una guerra sucia entre clanes rivales con un soso contable entremedias y por ultimo, el negocio redondo de los residuos industriales sobre suelo ajeno.
La película contiene material suficiente para construir una historia de envergadura. Por contra, el director opta por no posicionarse en ningún lado y se limita a dejarse llevar, a retratar una supuesta realidad como si así fuera lo que ocurre en el sur de Italia. Menuda cinta promocional para el turismo. Su vista, que es la que muestra al espectador, se encuentra situada en la lejanía que otorgan sus amplios planos generales y que solo contrastan con la cercana miseria de su cámara al hombro, donde se recrea en algunos aspectos para mostrar lo desagradable. Estos son los negocios de la Camorra y su devastador poder criminal que alcanza todos los estamentos económicos posibles, contrabando, drogas, falsificación, construcción... y un largo etcétera. A Garrone no le tiembla el pulsa cuando expone la muerte y la facilidad con la que se ejecuta. Tampoco con la pose cutre de unos mafiosos horteras y chulos, pero significativamente más peligrosos que los trajeados gánsteres del cine americano.
Gomorra, la película, es una potente cinta visual sobre algo tan cercano que se desarrolla en el sur de Europa. La cruel trama que muestra se queda sin embargo fría como el color de su fotografía. Falta humanidad y conexión con las historias que estamos presenciando al ser una simple exposición de unos hechos que ocurren en una localidad, como Casal di Príncipe por ejemplo, porque la vida allí es como se ve en la película. La denuncia que Saviano describía en su libro queda lejos de la obra fílmica, al ser un mero recopilatorio de crímenes, negocios sucios y dinero, mucho dinero.
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Gomorra de Matteo Garrone
Gomorra de Roberto SavianoGomorra, la película, es una potente cinta visual sobre algo tan cercano que se desarrolla en el sur de Europa. La cruel trama que muestra se queda sin embargo fría como el color de su fotografía. Falta humanidad y conexión con las historias que estamos presenciando al ser una simple exposición de unos hechos que ocurren en una localidad, como Casal di Príncipe por ejemplo, porque la vida allí es como se ve en la película. La denuncia que Saviano describía en su libro queda lejos de la obra fílmica, al ser un mero recopilatorio de crímenes, negocios sucios y dinero, mucho dinero.
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Gomorra de Matteo Garrone