Y el vivo al bollo, Wilt! |
Wilt se detuvo y observó cómo la máquina perforadora iba hundiéndose lentamente en el suelo. Estaban haciendo agujeros grandes. Muy grandes. Lo suficiente como para contener un cadáver.
A partir de ese punto entra en juego un listado de carambolas que sólo pueden tener sentido cuando el nivel del disparate anda acorde con los notables secundarios que aporta Sharpe. Desde un matrimonio yanki, los Pringsheim, donde destaca particularmente y adelantándose a su tiempo la feminazi Sally, hasta otros sarcásticos educadores como el doctor Board. La novela discurre en una constante locura, hasta que choca con la supuesta cordura que intenta aportar la policía, con el inspector Flint a la cabeza. Un funcionario de la ley atrapado en un modo de hacer y actuar de manera lógica y que se ve enredado frente al ilógico trasiego alrededor de Wilt. Llegados a una sucesión de acontecimientos extraordinarios, cuesta creer cómo es posible que Thorpe tenga la capacidad de sorprendernos con una trama que puede llegar a enredarse hasta limites irreales, eso sí, para disfrute de un lector condescendiente, agradecido por reír con ganas las ocurrencias, las situaciones grotescas y un humor que mezcla el surrealismo con la capacidad más brutal del ser humano.
Ha pasado bastante tiempo desde aquellas lecturas juveniles y aunque la capacidad de sorpresa se pierda, Wilt todavía mantiene suficientes argumentos estimulantes en el interior de sus páginas, capaz de arrancar más de una sonrisa mientras Thorpe nos cuela parte de una descripción de la sociedad inglesa de la época, con cierta petulancia en sectores de la educación o de la mera representación de los estudiantes; acordes a una edad e intereses diferentes a la de los adultos. De hecho el propio Sharpe conocía bastante bien el ámbito educativo, pues antes de lograr el triunfo editorial, ejerció la profesión y en una escuela similar a la de su personaje ficticio. Está claro que no se fue muy lejos para asesorarse en una escuela con clara vocación de formación profesional. Wilt aún hoy es una apuesta segura.
-Pero te aseguro que no me tiré a la zorra esa -dijo Wilt-. Le dije que se fuera a que le lustrara otro su perlita.
Tom Sharpe
Ed Anagrama, 2006
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