28 de junio de 2018

El arroyo de las Almas del Diablo

Apenas tiene un kilómetro y medio de recorrido, pero suficiente para cumplir con su obligación de trasladar las almas de los pecadores. Aunque siempre hay algún iluso que intenta evadir la vigilancia del Maligno, y tantear poder colarse en la verbena del paraíso. Hay que recordar, que para poder acceder a los cielos antes hay que pasar por el peaje de la entrada. Y como todos sabemos, la puerta anda custodiada por el correspondiente portero, como en las discotecas. Ignoro si San Pedro ejerce de estricto gorila con los
El arroyo protagonista
horteras de calcetines blancos, o con los colgados que amenazan aguar la fiesta pasadas las madrugadas. El caso es que al Diablo se le recuerda bastante por su viejuna sabiduría. Y previsor por la humana afición de evadir sus responsabilidades, tiene a su servicio un pequeño arroyuelo, ubicado estratégicamente cerca de las mayores alturas del Guadarrama, en la vertiente castellana de Peñalara. 


Su función consiste en trasladar las almas pateadas por San Pedro y arrastrar a los truhanes que han intentado escaquearse de sus pecados. Este arroyo cuenta además con la suma de la experiencia, pues antiguamente se le citaba como arroyo de las Minas del Tellado. Y en esos lares del monte andará el Diablo, o alguno de sus secuaces. Prestos a escudriñar el techo de la sierra de Guadarrama y llevarse las almas perdidas por la corriente del riachuelo. 

El ligero descender del arroyo de las Almas del Diablo llevan a engaño. Su leve recorrido, entre saltarinas piedras, permite amansar el temor de los espíritus capturados, gracias también a la belleza del paisaje. Así hasta sumar sus aguas sobre la Chorranca, como cuando un amante se abalanza sobre su pareja en búsqueda de roce. En realidad es un señuelo. Porque en un momento dado, el arroyo coge carrerilla, se acelera. Y las almas que transporta terminan por despeñarse al inframundo, gracias a la hermosa cascada de la Chorranca. Expuesta como una belleza natural del entorno, propicia para la foto y el éxtasis del momento. Pero en realidad sirve para blanquear a los rufianes que han intentado escapar de su destino.

Casualmente existen algunos afortunados, que tras el ajetreo de tanta ostia sobre la piedra, terminan por rebotar de tal forma, que escapan milagrosamente de su fatal destino, dejándose llevar por el arroyo sobre las caderas de Valsaín. Se cumple así la citada referencia del volver a nacer. Oportunidad única para reivindicar que parte del origen de la vida, surge cuando ciertos seres son expulsados alegremente por la chorra. No hacia falta, pero de ahí el nombre del arroyo. 
El salto de la Chorranca

La excursión arranca desde La Pradera de Navalhorno. Siguiendo la estela asfaltada que nos llevaría hasta La Granja de San Ildefonso. Pero mucho antes de llegar a tal Real Sitio, abandonamos la pista. A lo loco, con ganas de coger la primera senda que huya del camino marcado. Siempre resulta más llamativo aprovechar las sombras del bosque que enfrentarse a los calores de la llegada del verano. El viejo trazado discurre entre rumores de arroyos cercanos, provocativas ninfas que chocan con el berreo de algunos corzos vigilantes, bichos que alertan la presencia de un intruso con mascota. Pero la temática del día versa sobre el agua y las esencias que éste arrastra. La inercia de la senda se pierde entre la maleza, o torpemente pierdo la vereda por estar más pendiente del entorno, o tal vez el Diablo comience su juego de despistes. 

Menos mal que permanece el continuo murmullo del agua.  Y el interés del caminante recae en encontrar la segura guía del arroyo. Como cuando el amante guía los miembros a oscuras. El cauce de la Chorranca surge encajonado, hendido en una llamativa orilla que parece haber sido reforzada por la mano del hombre. Extraña manía por sobarlo todo. Gracias a este hilo, es posible continuar la remontada de forma agradable y sin grandes esfuerzos. Escudriñando las vistas que ofrecen los montes de Valsaín. El esplendor del verde primaveral. Los amagos del robledal por crear pasajes abovedados. La intestina lucha de los pinos erectos por alzarse hacia los cielos, así como sortear los ejemplares caídos durante el invierno. Poco a poco se impone la ruidosa presencia de unas peñas salvajes. La Chorranca tiene cerca un estruendoso competidor en el arroyo Peñalara. Una interesante caída sobre los peñascos que inútilmente intentaban frenar la pendiente y el desahogo de las aguas.
Majada Hambrienta y el chozo del pastor al fondo

El excursionista acepta el engaño de penar la búsqueda de otros saltos de agua y que invitan al infantil entretenimiento de vadear arroyos. Tras el esfuerzo, una pequeña senda descubre la presencia de un pequeño tejo como premio añadido al desviarnos de la lógica trazada por la Chorranca. Aunque tampoco es cuestión de alternar por desvíos perdidos que impidan contemplar el espectáculo de la cascada de la Chorranca. Toca atrochar de nuevo para recuperar el camino más turístico. Y la sonora presencia de la cascada alerta de su cercanía. El salto de agua alcanza unos metros antes de que sus aguas choquen contra la roca, e introduzca las almas en el subsuelo para mayor goce del Diablo. Sin intermediarios ni mensajeros que se olviden de avisar la llegada de la mercancía.

La vereda junto al arroyo prosigue su leve ascensión, hasta alcanzar la conexión entre los arroyos citados. Bosco aprovecha para refrescarse en el lugar exacto donde el arroyo de las Almas del Diablo sirve de afluente a la Chorranca. Y toca variar la ruta, ya que el arroyo protagonista remonta la montaña hacia las majadas de Peñalara, recuperando un pequeño desnivel sin importancia alrededor de hermosas praderías que invitan a sestear por el entorno. Poco a poco van surgiendo algunos gigantes, enormes pinos con ramajes y gruesos nudos como muestra de viejas cicatrices. Tan ciclópeas formaciones de árboles, contrastan con la reducción del arroyo, cuyo cauce se va estrechando según seguimos ascendiendo. Tanto que finalmente acaba siendo un regato, hilillos de aguas que surgen desde las entrañas de la montaña en diversas zonas encharcadas. Y por último se acerca la frontera del bosque. La linde que separa el paraíso de las sombras con el calvario de las luces. Basta con observar el horizonte. Allí donde desperdigados pinos crecen frente a las murallas del Risco de Claveles. Como un extraño ejército que intenta asaltar las cumbres de manera desorganizada. 


Tú tira Bosco, que a algún sitio llegaremos
Algunas reses pastan tranquilamente a su bola. Protegidas por el formidable cordal rocoso del ático del Guadarrama. Una pradera que cuenta con el coqueto chozo de Aránguez. Emblemática posada donde realizar un alto en el camino y degustar las viandas transportadas en el macuto. Al oeste la meseta castellana, con Segovia capital y otras vistas dignas de contemplarse. Se extiende el mantel mientras Bosco ronda gorronear algún premio. Y sin prisas se otea los contornos, el mapa, el regreso al punto de partida y por último, echar a boleo que nuevas desventuras propone el Diablo a lo largo de la Sierra de Guadarrama. 


------------------------------------------------------------------------------

Álbum de fotos
Pano

_Colecta Al Diablo_

Ventana del Diablo
Cueva del monje
Arroyo del Infierno
 

Pisada del Diablo
Carro del Diablo 
Garganta Infierno
Cascada Purgatorio
 

Cerro del Diablo
El tesoro de Peña Blanca
Silla del Diablo
Arroyo y Ladera del Infierno
Arroyo Almas del Diablo
Puertas del Infierno

                                                                                                                                     / \

20 de junio de 2018

Sal de mi vida

Antes de nada conviene situar un poco a Juan Eladio Hernández, autor de la novela y con quien guardo una estrecha amistad. Es una simple aclaración que intenta evitar la supuesta condescendencia hacia el texto de un colega. Más bien todo lo contrario porque en realidad cuento con ventaja sobre las ideas que pueden pasar por la cabeza del creador de Sal de mi vida. Y si alguien mantiene el interés por estas líneas y se deja llevar por la simple recomendación, descubrirá una obra con una temática que difícilmente podrá encontrar en cualquier otra novela. Es la mejor definición que puede darse de un libro que rebosa una enorme originalidad y que viene acompañado de un desmadre similar. Tras empezar la lectura del mismo, sorprende la fantasía en un mundo tan irreal, como reconocible para las mentes aturulladas de tanta información internauta y globalizada. Las comparaciones suelen ser odiosas, aunque en ocasiones sirvan para situar alguna referencia que ayude a ponernos en situación. Al cineasta Tim Burton se le reconoce fácilmente por la creatividad de sus trabajos, donde crea mundos tan personales que hay quienes reconocen el sello Burton en sus obras. A Juan Eladio le ocurre algo similar, y de ahí mi ventaja, porque la mente del escritor suele salirse de la monótona realidad y explayarse en mundos e historias fuera de los ámbitos convencionales. Y en ocasiones salirse de la gótica melancolía de Burton para acercarse a la bendita locura de Terry Gilliam. 

El libro trata sobre el purgatorio. Un lugar donde la teoría dicta que está para redimir almas
y poder optar alcanzar los cielos. En este caso se plantea en un universo tan fantástico, que cualquiera puede imaginarse el suyo. A ése lugar nos lleva el escritor, a su peculiar mundo y a su libertad creativa para dotarla de vida donde describe el funcionamiento de las cosas. El lector cuenta con la libertad del pasaje. Si no gusta, tan sencillo como cerrar el libro y a otra cosa mariposa. Sin embargo cuenta con un enorme anzuelo desde el principio, con un protagonista tan locuaz como malhablado, al que ubica en una situación tan extraña que logra retener la lectura en una memorable presentación del extraño lugar donde se desarrolla la acción. Y nada mejor que el gancho del humor como compañía del viaje. 

Como ya se ha escrito, la estancia en el purgatorio está destinada para expiar pecados. Luego está la opción individual de cada uno, como poder pasarse por el forro las obligaciones del lugar. Tampoco hay razones para apurarse que impidan disfrutar del momento. Total, hay toda una eternidad para llevar cabo tales obligaciones, ya se sabe que las prisas nunca fueron buenas compañeras de viaje. 

La novela se divide en varios capítulos. Un esquema que sigue la clásica línea cronológica del principio y del final, pero aprovechando tales episodios en separar las diversas aventuras del personaje principal. Una de las grandes virtudes del relato es su estilo directo, al grano, donde apenas pueda perderse el tiempo con alargadas descripciones que solamente servirían para frenar el acelerado ritmo del texto. Tiene pinta de que Juan Eladio intenta evitar perder tiempo, en una extraña necesidad de buscar la complicidad de la sonrisa, incluso recurrir a subrayar los diálogos de un protagonista incapaz de cerrar la bocaza, y exponer sus alegres pensamientos de manera continuada. Tras un arranque espectacular, la novela contiene los lógicos vaivenes. Obviamente hay algunos tramos donde decae el interés de las aventuras pese a los notables esfuerzos por mantener la guasa en cada momento. En ocasiones parece un cómic de Ibáñez, al querer recurrir a cualquier argucia con tal de seguir sumando gracias. Incluido el gusto por el exceso, con explicaciones tan retorcidas como ilógicas. 

Es una tela que redirige los rayos de luz reflejando lo que hay detrás de ella.
Te convierte en una piedra en el río. La luz te esquivara como el agua esquiva una piedra y te convertirá en invisible como lo es una pequeña piedra desde el interior de un río. Funciona como el calor de un día caluroso. Si observas el horizonte verás que el aire ondula. En esas ondulaciones te esconde esa capa. - No entendí una sola palabra

Es mejor no tomarse nada demasiado en serio, tal como hace el protagonista. Una entrañable figura que se adhiere perfectamente a ese mundo de locos, como si su destino hubiera sido llegar al purgatorio y aceptar cabalmente las rarezas de ese sitio. Nada mejor que adaptarse al entorno. Porque la novela Sal de mi vida es como un parque de atracciones. Tan divertido como cuando te colocaban la pulserita de turno para poder disfrutar de toda la feria. Siempre había atracciones que gustaban más que otras, pero la barra libre del jolgorio perduraba más tiempo sobre los recuerdos que las calcomanías actuales. 

En puertas estrechas es mejor pasar en fila.
El suicida


Sal de mi vida
Juan Eladio Hernández
Amazon 2017