Al tratarse de material ajeno, suele situarse a la película en un aparte dentro de la filmografía de su director, pese a notables evidencias de su modo de trabajo y puntos de vista. De hecho, la película no obtuvo la repercusión estimada en taquilla y muchos seguidores de la saga criticaron al director, que Lupin mostrará una cara bastante bondadosa frente al supuesto aire canalla que debiera mostrar todo buen ladrón.
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En la película se acumula una buena dosis de bloques de acción, con ligeros paréntesis para desarrollar tramas y personajes en una cinta donde prima el entretenimiento por encima de todo. En parte recuerda a las aventuras del estirado James Bond, en cuanto al sentido del circense espectáculo del más difícil todavía y la cantidad de giros que acontecen en la trama. Lupin cuenta además con diversos gadgets tecnológicos, así como de un buen arsenal de armas y demás parafernalia para llevar a cabo sus planes. La fantasiosa misión y el lógico deseo del malo de turno por hacerse con el control de la economía mundial, apuntan más similitudes entre ambos ilustres personajes. Pero sin martinis y chicas fáciles por el camino.
Quien haya crecido en los 80 del siglo anterior reconocerá el estilo japones en el dibujo de personajes, la facilidad de movimientos de las figuras y las habituales exageraciones faciales. Una característica habitual que la separa de filmografías de otras nacionalidades. Y también podemos contemplar la mano de Miyazaki, en su gusto por el cuidado de los grandes espacios abiertos, donde la película parece querer situar a la cordillera de los Alpes en el horizonte. Y como siempre la inclusión de la naturaleza sobre la arquitectura del hombre, expuesta con detalle en el antiguo palacio de la princesa con claras reminiscencias románticas, o la generosa exageración del propio castillo de Cagliostro. Tan majestuoso como el impronunciable castillo alemán de Neuschwanstein.
Mamotretos. Cagliostro vs Neuschwanstein. |
El castillo de Cagliostro
Hayao Miyazaki, 1979