21 de febrero de 2017

Firefly

A mediados de este mes de febrero, la compañía Fox manifestaba su deseo de recuperar la serie Firefly con la condición de que su creador original, Joss Whedon, sea el encargado de darle forma al negocio de la nostalgia. En cierta forma me ha venido a huevo la coincidencia de este interés, justo cuando visionaba esta serie considerada de culto. Ya se verá si finalmente se lleva a cabo, teniendo en cuenta que Whedon anda bastante liado con los filmes de Los Vengadores, o el rumor se pierde o repite continuamente en el tiempo. 

Marido y mujer - 20th Century Fox Television
   
Firefly fue estrenada y cancelada en 2002. Tiempos donde se retiraba de la parrilla televisiva aquellas producciones que apenas llegaban a un mínimo nivel de audiencia. Opción lógica pese a los excitados comentarios posteriores, donde se acusaba a la Fox de no vender bien la serie, ni tampoco dar el tiempo necesario para que se estableciese. Lo que se haga hoy en día ya es otro cantar. La Fox hizo lo que se hacia en EEUU, España y en la cochinchina, retirar un producto que no cumplía con las expectativas por aquellas lejanas fechas. Y pocos podían sospechar que la mezcla de naves espaciales y del western más clásico pudiera funcionar de manera conjunta. Una vez cancelada surgió un buen número de admiradores que extendieron por Internet la mejor propaganda posible, llegando a transformar en un éxito notable la posterior venta de DVD´s de la única temporada. Tal fue el ruido cosechado, que para 2005 se estrenó en cines Serenity, el estreno del propio Whedon en la gran pantalla,  y en donde se intentaba dotar de un final digno, a las correrías del capitán Malcolm Reynolds y a su tripulación.

La serie consta de 14 capítulos, con un excepcional piloto de hora y media de duración. Una pequeña barbaridad de tiempos que contrasta con los clásicos cuarenta y pocos minutos habituales. La historia que cuenta Firefly se traslada a un lejano futuro, donde los seres humanos se han lanzado a la conquista del espacio, transformando planetas y satélites en lugares hábiles para la vida. El actor Nathan Fillion da vida al capitán Reynolds. Cara conocida por su protagonismo en la serie policíaca, Castle. Curiosamente ambos personajes comparten la misma socarronería en ambas series. Este personaje principal comanda una nave espacial de transporte, cuyo pasado está ligado a una especie de guerra civil donde nuestro protagonista formaba filas en el bando perdedor.

Exceso de aforo - 20th Century Fox Television
 
La tripulación que completa el reparto está formada por un número bastante amplio. Zoey (Gina Torres) es la segunda al mando y antigua camarada de armas del capitán durante la guerra. Wash (Alan Tudyk) es un piloto excepcional y marido de Zoey. Kaylee (Jewel Staite) es una ingenua muchacha que sin embargo aporta un don especial para la mecánica. La necesaria sensualidad llega de la mano de Inara (Morena Baccarin) como acompañante de lujo, mientras que Jayne (Adam Baldwain) es un rudo mercenario que completa la cuota del tipo duro y malhablado. La tripulación malvive realizando todo tipo de trabajos espaciales a través del comercio de mercancías, legales e ilegales, así como del transporte de viajeros. De esta guisa se incorporan otros tres personajes más, el predicador (Ron Glass) y los hermanos Simon y River, (Sean Maher y Summer Glau). Perdón por la ristra de nombres y eso que aun quedaría por citar a una pequeña bandolera encarnada por la voluptuosa Christina Hendriks, aunque su presencia se remita a dos simple episodios, no está de más citar su repetitiva aparición. 
 
La base de la ficción plantea un símil, entre la expansión a lo largo del espacio con la idealizada conquista del oeste yanqui. Es decir, un western que se adapta a las maravillas con la ciencia ficción más arraigada en la mentalidad de los espectadores. Los planetas denominados como centrales, se asemejan al crisol urbanista de Blade Runner. Las naves y los uniformados personajes de la Alianza, (nombre jerárquico de quienes tienen el poder) se parecen al fascista imperio galáctico de Star Wars, mientras que en los apartados lugares donde se mueven los protagonistas, las aventuras tienden al  western más tradicional, con amplios escenarios abiertos y grandes terrenos similares al seco y árido horizonte del oeste americano.

La nave Serenity - 20th Century Fox
 
Los episodios suelen abrir y cerrar sus propias historias, normalmente relacionados con temas relacionados al genero, como el típico asalto a un tren, acudir al auxilio de un grupo de prostitutas frente al terrateniente de turno o encarar el fanatismo religioso de algunos colonos. En ocasiones esos argumentos cerrados parecen haber sido cortadas abruptamente, asfixiados por el tempo cerrado que se otorga a la emisión de las series. Un leve problema hacia el final, donde se apura en exceso la resolución del conflicto del capítulo en cuestión.

A lo largo de algunos capítulos, se observan pequeñas pistas de las necesarias tramas secundarias que enriquecen a los personajes y ayudan a crecer en interés a la serie en general. Al ser solo una única temporada, las interesantes migas de pan se quedan en saco roto, al no darse la ocasión de expandir más los argumentos ocultos de los personajes. El problema se agudiza si encima contamos con nueve personajes principales, un contratiempo que deja en el aire a algunos personajes en algunos capítulos. También hay espacio para que la propia nave obtenga su cuota de protagonismo. La Serenity logra transformarse en un lugar más donde los personajes acaban encerrados frente a la soledad del espacio. Y adquirir fama semejante al Nostromo de Alien, para encarar algunos capítulos más que interesantes cuando la acción se centra únicamente dentro de la nave espacial. 

Todas esas comparaciones con algunas películas de renombre hay que tomarlas de manera ligera, pues aunque Friefly sea una entretenida serie, no alcanza el estatus de obra maestra. La postrera catalogación culta viene aupada por los ecos de Internet. Una plataforma extraordinaria que rescata y logra alzar cosas interesantes. Como Firefly en este caso.

Fox. 2002

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Serenity

12 de febrero de 2017

El cosmonauta

En su día la idea de la que partía está película obtuvo una extraña condición ilusionante, es más, parecía que se cocía algo realmente grande. Y la perspectiva aumentaba vista la sinopsis y el tráiler. Un cosmonauta ruso regresaba del espacio a la Tierra, pero se la encuentra vacía mientras que diversas migas visuales alimentan el drama del amor y de la amistad de un simple trío protagonista.

Con el paso del tiempo la película será recordada, mayoritariamente, por todo el proceso precedente frente a la posterior exposición del producto. Es decir, contará más el cómo se hizo que la propia película firmada por Nicolás Álcala. Resulta necesario destacar el origen del proyecto, vendido principalmente a través de redes sociales, internet y otros sucedáneos modernos. Incluido el hecho de contar con una importante suma de dinero obtenido por medio del crowdfunding, donaciones por parte de particulares que se unen para que el vendedor del producto pueda llevarlo a cabo. 
En la Luna, buscando guionista - Riot Cinema
A este proyecto se le podrá achacar de muchas cosas, pero bien es cierto que nace de un interesante tirón que se aprovecha de la notoriedad y de una buena idea de origen. Al conjunto de todo el negocio lo llaman transmedia, porque toca todos los palos posibles para financiarse. Después se une la exhibición simultánea en todos los soportes que permitan la reproducción de la película. Cuyo título, El cosmonauta acapara un concepto libre de hacer y ver cine. Y aunque este caso particular pueda decirse que ha sido todo un éxito, preveo que de esté modelo solo saldrán adelante otras iniciativas de manera esporádica. Algo así como el éxito que obtuvo El proyecto de la bruja de Blair en su día, mucho ruido, escasa chicha.

El cosmonauta pretende avanzar más allá del contenido expuesto por el director que firma la obra. Parece que cualquiera puede acceder, previo pago, al material bruto y modificar el filme hecho por Álcala, aportando una visión distinta de la película. Llegados a este punto opté por no indagar más. Básicamente porque vista la versión primigenia de El cosmonauta pierdo todo interés en querer profundizar más en la historia que me han contado.

Bastantes párrafos he dedicado ya al proceso. Seré un anticuado por intentar centrarme en el producto que sus autores han exhibido como objeto final, pero las posibles extensiones descritas en la web oficial se me asemejan a los típicos añadidos extras que suelen incluir las ventas de DVD´s. En resumen, la película de El cosmonauta debería funcionar por si sola y no lo hace. Los vídeos alternativos de la web son simples cortos que necesitan de un buen anzuelo para tirar de la cuerda. Una buena película que empuje a cierto público a querer indagar más sobre la experiencia que pretenden vendernos. Todo es más sencillo si me centro en escribir que la historia de está cinta apenas me conmueve y por eso me olvido de los derivados, del relleno, de la paja. 
Que bonito todo - Riot Cinema
Ya he citado que la película parte de una brillante premisa que sin embargo se extiende por todo el metraje sin desarrollarse plenamente. Los protagonistas, Stas (Leon Ockenden) y Andrei (Max Wrottesley), llegan a un complejo soviético de preparación cosmonauta, allí conocen a Yulia (Katrine De Candole), la chica de la discordia entre ambos amigos que sueñan con pisar la Luna. La parte positiva se manifiesta en una factura técnica que esconde favorablemente las limitaciones del ajustado presupuesto. Y en el hábil ojo fotográfico de su director. Pero un poco con reservas por el excesivo uso de detalles, filtros y las malditas cortinas. A la quinta o sexta imagen vaporosa me entra una repetitiva sensación de sopor que se prolonga durante el escuálido metraje. Se instala una impresión de algo ya visto, aunque me cambien el encuadre y supuestamente la escena conlleve otro interés. Algo así como los personajes en el bosque o en un lago, la misma imagen situada de manera alterna en diferentes compases del minutaje. Es en esos momentos donde se echa de menos la interrupción de algún intrépido giro que levante algo la historia que se está contando. O un café bien cargado. Pero no lo hay porque no tiene cabida en la estructura aleatoria de la película. Toca acomodarse ante el exceso poético de la imagen y su montaje no lineal, que intenta mostrar en paralelo el triangulo amoroso, la carrera espacial rusa y la importancia de la perdida a través de una maleable selección de secuencias sin brusquedades ni cortes abruptos. La pena es que se carece de la capacidad narrativa para engancharnos al viaje de los protagonistas. Y tanta poesía se pierde en la letanía de quienes no sepan leer y soñar al mismo tiempo. Algo entonces se habrá hecho mal.

El cosmonauta 
Nicolás Álcala, 2013

1 de febrero de 2017

Pedrolos e historia. Machota Baja

Las Machotas son dos elevaciones rocosas separadas de la sierra de Guadarrama por un alargado collado. Y en cuya prolongación se sitúa el puerto de la Cruz Verde. A Las Machotas se las suele citar como montes islas, al encontrarse algo separadas del cordal serrano, justo donde el Guadarrama alza sus últimas cumbres. Ignoro la procedencia del nombre, si hace referencia a alguna contundente serrana o a una intrépida vaquera. El caso es que la imaginación masculina ha intentado englobar, a esos dos cerros, una referencia visual cercana a las famosas tetas de Viana. En la vertiente sur, donde se ubica la comarca de Zarzalejo, la ampulosa fantasía tiene su pase. No así en la norte, la escurialense, donde la llamada Machota Baja rompe el perfil redondeado con tres resaltes bien escalonados. Y eso que el collado que separa ambas protuberancias mantiene el sugerente título de Entrecabezas, por si a alguien se le ocurre desvariar a estas alturas. 

Inicio de la calzada romana

Señalada la calentura, conviene rematar la faena, y está toma forma de pateo, silencioso y sosegado sobre la cantidad de pedruscos que acompañan a está excursión. De inicio conviene a bien situar un punto de partida, pues Zarzalejo se divide en dos núcleos urbanos. La estación de tren otorga ciertas ventajas a sus vecinos, quienes mantienen una conexión importante con la capital gracias a la vía férrea. A Zarzalejo Estación también se la conoce como Pajares, categoría más acorde a los andares serranos. Y al inicio del paseo por la colada del Chicharrón, fácilmente detectable al señalizarse en los primeros compases la denominada calzada romana de Zarzalejo. Vestigio importante y al que se llega en apenas un cuarto de hora por el camino descrito. A primera vista se agradece transitar por estos tramos enlosados, delimitados por una especie de mojones a ambos lados que transportan al senderista por vías de otros tiempos. 
Pocas ganas tenía Bosco de posar

Los tramos empedrados van y vienen, abriéndose paso entre diversas fincas que cercan con sus muros este hermoso sendero. Sin embargo, y pese a la notable sensación de transitar por esta calzada, conviene citar la opinión de José Antonio Montero, autor del libro Zarzalejo, un villa de realengo en la historia. El señor Montero expone que esta vía no es romana, sino que por sus características, se acerca más a los caminos castellanos de los siglos XVI y XVII(1). Con mayor o menor antigüedad, la caminata se hace igual de agradable. La calzada continua como el Guadiana, surgiendo y desapareciendo a su antojo hasta alcanzar los términos de El Escorial. Pero mi intención es llegar hasta otro conjunto granítico, por lo que abandono la colada del Chicharrón y sus entrañables tramos donde la piedra fue colocada para facilitar el paso por el camino. Tras superar diversas fincas privadas paralelas a la calzada, aparece una vereda hacia la izquierda. Remarcada con el típico poste metálico de vías pecuarias, para quienes busquen no perderse por estos lares. La vereda coge algo de altura para conectar con una amplia pista que seguimos por la derecha. 

Toca patear un rato por la planicie, superar una cancela, admirar algunos buenos ejemplares arbóreos y sorprenderse con la aparición de una hermosa casona a tomar vientos de la panadería más cercana. El principal material de construcción es, por supuesto, el granito. El caso es que se nota la mano del hombre en este amplio camino, con buenos arreglos en algunas partes para sostener las inclemencias del clima y facilitar el tránsito de vehículos más pesados. Superado el tramo arenoso, brotan nuevos ejemplares de pedruscos dignos de mención. Un muro, otra hermosa casa, conocida como del Sordo, y una imponente aglomeración de peñascos. Entre tanto escollo, destaca el perfil granítico de la Silla de Felipe II. El particular asiento donde el magnánimo rey colocaba sus reales posaderas para observar el avance de las obras del Monasterio. La leyenda de la poltrona se mantiene intacta en este atractivo lugar de esparcimiento y recreo. Sin embargo aquí también surge otro pensamiento, el expuesto por la arqueóloga Alicia M. Canto, quien mantiene un origen prerromano, seguramente un altar, a este conjunto de peñascos que estarían dedicados a alguna divinidad indígena. Parece bastante improbable intentar sustituir a la conocida silla por un altar, al estar tan arraigado el cuento de la butaca. No obstante queda prescrito, para que cada uno interprete estos canchales como mejor le convenga. Y una buena forma es dejarse llevar por la vista para disfrutar del entorno del bosque de La Herrería, del Monasterio, de San Lorenzo e incluso del mismo Abantos, pues desde aquí podemos dejar pasar el tiempo alegremente. Y para quien quiera algo de soledad, detrás de la tapiada casa del Sordo hay un saliente que ofrece vistas similares.   


Ascensión al collado de Entrecabezas
Pero la excursión debe continuar, volver la mirada atrás y pensar en encarar la opulencia de la Machota Baja. El mejor guía es retornar al muro de piedras anterior, ya que está continua linea fortificada asciende por los cerros. Del muro cabría citar su relación, nuevamente con Felipe II, ya que forma parte de la gran Cerca que mandó construir para deleite de la corte y el entretenimiento que suponía la caza. El sendero paralelo al muro forma parte del GR10, el famoso sendero del Guadarrama que invita a seguir por una entretenida ascensión. Primero bajo los desnudos robles de invierno, cuyas secas hojas alfombran los suelos. Después será la roca la que se multiplique a nuestro paso, llegando a formar escaleras naturales pegadas al murete de marras. En una intersección hay que cruzar por un paso al otro lado del muro. La referencia es una antipática señal que recuerda la privacidad de la finca, además de las normas, recomendaciones y prohibiciones expuestas en la placa. Para colmo, el sofoco va en paralelo al desnivel que proponen estas rampas. Abruptas en algunos tramos cortos junto al característico subibaja de la Cerca. 

El collado de Entrecabezas separa ambas Machotas. A derechas es fácilmente identificable la silueta del peñasco del Fraile. Pedrolo caballero cuya denominación también sirve para citar a la Machota Alta. A izquierdas está la Baja, y una rémora de senderos nos conduce a la aventura de la libre elección. Aunque antes una última cita. El padre Carlos Vicuña publicó un libro donde se recogía una serie de anécdotas entorno a El Escorial. Algunas con relación divina, al colocar una serie de ermitas diseminadas por diferentes lugares estratégicos. Y parece ser que en la Machota Baja hubo tres de estas edificaciones, quien sabe si establecidas en los tres supuestos salientes descritos anteriormente, lugar donde los eremitas buscarían en la soledad de sus rezos la elevación de sus espíritus, de ahí que a esté pequeño cerro también se le asocie el termino de Los Tres Ermitaños a su nomenclatura. En está excursión, de momento, solo pretendo ascender físicamente a la parte más alta, y divagando por donde acometer tal empresa. A ojo, y sin que sirva de ejemplo, optó por una vereda que transita por la derecha, para después retornar por la vereda contraria.

Para llegar hasta el hormigonado vértice de la Machota Baja, caracoleamos al tun tun por los diversos estratos del cerro. Praderas, jaras, encinas y enebros otorgan algo de color al grisáceo bosque rocoso. Riscos grandes y pequeños se expanden por el monte, colonizando diversos rincones donde los escasos árboles intentan abrirse paso en un espacio tan hostil. Otra atractiva opción es entretenerse con las diversas formas de la roca. O abordar el excesivo volumen de algunas de estás ciclópeas formas a modo de torpe escalada. Ocurrencia que siempre conlleva la lógica protesta de mi perro, al negarse simular ser un cabra.


Fuente de Entrecabezas
Al lado del vértice, que marca el punto más elevado, había colocado un buzón, donde los andarines depositaban sus pensamientos y recuerdos. A finales de 2016, dicho cajón postal andaba derruido, aunque espero que las bondades del hombre recuperen esa buena tradición de dejar constancia de la visita realizada con su restitución. No todos los días se corona un pezón con tan bellas vistas. El retorno a Entrecabezas conlleva otro trasiego diferente por el cerro pelado y sus tres malditos tramos escalonados. Alcanzado el canalillo, toca descender levemente hasta un abrevadero, una fuente que amamanta varios pilones en cascada mientras que el sobrante del agua irrumpe cuales ojos desde el subsuelo, dando pie al nacimiento del arroyo de los Morales. 

La senda a seguir continua tras la fuente a la izquierda, descendiendo por la ladera sur de la Machota Baja, esquivando la otra vereda pintarrajeada por los colores rojo y blanco del GR 10. Una opción que tomaremos en otra ocasión más nutritiva. El camino escogido baja sinuoso y divertido hacia Pajares, y culmina muy cerca del depósito del canal de Isabel II, adentrándose ya en terrenos de Zarzalejo Estación. 

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Escursión a la Machota Alta
Álbum de fotos

Bibliografía:
excursionesysenderismo.com - ruta 130
Zarzalejo, una Villa de Realengo en la Historia. José Antonio Montero. 2008, Madrid
Celtiberia.net - Silla o altar 
Anécdotas de El Escorial. Carlos Vicuña. EDES, 2005

En verde, la ida hasta la silla de Felipe II.
En rojo, subida a la Machota Baja y regreso al punto de partida.

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(1) Zarzalejo, una Villa de Realengo en la Historia. José Antonio Montero. 2008, Madrid

Las fuentes antiguas no han aportado ninguna noticia sobre los seis tramos del camino de la Machota. Para realizar un estudio completo y detallado del camino ante la ausencia de datos, hace falta recurrir a la arqueología y a la comparación con las auténticas vías romanas en búsqueda de algún hecho que evidencie su origen. Si comp

aramos nuestra calzada, con la vía romana que une Zaragoza con León, veríamos que la capa superior de esta vía es de grava unida con mortero que facilita la rodadura, reduce el desgaste de las pezuñas e impide la acumulación de agua. La idea que se tiene de las calzadas romanas son la de vías empedradas de ancho constante, sin embargo, la realidad era distinta, tan solo estaban empedrados algunos tramos de las vías importantes, como las que partían de Roma, por ejemplo la Vía Apia. 

La mal llamada «calzada romana» de Zarzalejo presenta la tipología de los caminos castellanos del siglo XVI y XVII, con excesiva pendiente para ser romano, con ausencia de desmonte en roca y en tierra, y con «picos» de balizamiento ausentes en las vías romanas y característicos de la Edad Moderna. Los libros que dan por hecho que la «calzada romana», camino que va al Escorial, es una vía romana auténtica, no dan argumentos a favor sino que se limitan a repetir lo que otro autor ha escrito antes, sin abordarlo con seriedad. Si se llamaban caminos reales a los que salían de Zarzalejo hacia Robledo, Las Navas y Valdemorillo-Navalagamella, y no se llamaba real al «camino que va al Escorial», a pesar de ser el más imponente y mejor conservado, sin duda, fue debido a que se hizo tardíamente con respecto a los anteriores, con mayor presupuesto y por un motivo especial, llevar piedra y madera a las obras del Monasterio, o para la real diversión de la caza, sirva de ejemplo el que se hizo en 1783, “para la construcción del nuebo camino que se haze para coches de orden de S. M. para pasar a sus batidas de Navalquegido”.