Identidad |
Obviamente se nos sitúa del lado del joven protagonista para acompañarle sobre las decisiones que va tomando, según van apareciendo los escollos a superar. Normalmente yerra en sus propósitos con la particularidad infantil de no hallar la ayuda externa que le lleve a la senda correcta. Doniel intenta mejorar por su propio pie, pero sus pasos están previamente marcados por el ciego mundo de los adultos que apenas pueden valorar lo que ven delante. Todos hemos sido niños alguna vez y quien más, quien menos, ha sufrido alguna injusticia por parte de los adultos, reacios a reconocer un error propio o previamente posicionados frente a la caprichosa o fantasiosa mente infantil. Doniel se ve incapaz, por ejemplo, de delatar a su propia madre cuando la sorprende con el hombre equivocado. Tampoco le será fácil manejarse en su intento de madurar y ganarse la vida por su cuenta. A fin de cuentas no deja de ser un niño que roba algo tan básico como una botella de leche. Y todo ello pese a contar con la inestimable ayuda de su amigo René, el meritorio y ejemplar escudero de nuestro héroe, un niño rico en lo material pero tan perdido y abandonado por sus padres como la casona o la vieja imprenta donde pretende ocultar a su amigo. La amistad entre ambos es al menos la llama de la esperanza que muestra Truffaut en su denuncia social de mostrar el camino perdido de cierta generación de jóvenes franceses.
La película cuenta con ciertas dosis de autobiografía, Truffaut también tuvo una infancia compleja y fue criado mayormente por su abuela, igual que el protagonista de su cinta. Dejando a un lado los paralelismos personales que puedan tener su importancia, aunque tampoco es necesario conocer estos detalles para el público en general. Los 400 golpes han hecho mella en Doniel, al personaje principal solo le queda cumplir sus pequeños sueños tras ver como se le van cerrando puertas continuamente. Para ello nada mejor que echarse a la carrera para avanzar y dejar atrás los vaivenes del pasado. El futuro del protagonista se presenta tan frágil como las huellas en el mar. Aunque sea sencillo por algo se empieza, y ese tal vez sea el mejor rumbo.
Los 400 golpes de Francois Truffaut
1959