Resulta curioso comprobar como en los tiempos que corren se tiene la necesidad de juzgar cualquier cosa; desde simples golosinas hasta la actualización de relevantes figuras del pasado. Aunque también llama la atención cuanto poder adquiere el mero ejercicio de usar un pulgar para tal fin. Tanto tiempo libre, en pos de una infantilizada moralidad, chocan bastante con la mentalidad de uno de los grandes escritores franceses: Émile Zola. Y viene un poco a cuento gracias a Thérèse Raquin, una de sus primeras novelas como autor y dueña de una de las primeras polémicas a las que tuvo que enfrentarse el autor francés. Porque el propio Zola tuvo que salir en defensa de su obra tras las múltiples acusaciones que recibió por gran parte de la crítica y de la sociedad, al ser tildado de obsceno y dar cabida a una "literatura pútrida".
A grandes rasgos Thérèse Raquin cuenta la historia de un adulterio, un asesinato y las consecuencias de este último acto. Y quien conozca a Zola, sabrá como se las gasta su pluma a la hora de describir los actos llevados por sus personajes. Unas figuras que sobrapasan con holgura los limites de lo correcto, para mayor gloria de los bienpensantes. Por ahí se aventuran los insultos y las vejaciones dedicados a la novela por parte de la prensa especializada. Ante tal juicio público, Zola respondió con un soberbio prólogo donde se ve obligado a explicar sus pretensiones literarias a partir de la segunda edición, y que afortunadamente viene incluida en la edición clásica de Alba Editorial. Merece la pena repasarla una vez concluida la lectura.
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Échale veneno |
Pero antes conviene situar un poco el argumento. Thérèse es la sobrina de la señora Raquin, quien la adopta como a una hija y cuida en exceso, tal como lleva haciendo desde que nació su hijo Camille. Un niño enclenque y enfermizo que crece bajo un amplio paraguas de protección por su delicada salud. Todo lo contrario que Thérese, de salud de hierro y cuya vida queda supeditada hacia los excesivos mimos que recibe su primo. Con el tiempo contraen un lógico matrimonio de connivencia mientras residen en un estrecho pasadizo de París, donde regentan una mercería. Hasta que por fin llega Laurent, uno de los amigos de Camille en el trabajo, cual caballero para rescatar las pasiones reprimidas de la damisela. Por ahí empieza el supuesto estudio científico de Zola, dando rienda suelta a la liberación que supone para Thérèse tener algo más que un amante, liberarse aunque sea a escondidas del yugo que la mantenía atada bajo un perfil gris de sumisión y monotonía. Y aunque Laurent ceda el título del libro a la mujer, él mismo da buena muestra de su primario origen e inquietudes mezquinas al presentarse en sociedad.
Como vi con toda claridad que me iba a morir de hambre, mandé el arte al infierno y busqué un empleo. Laurent
Tales pasiones desatadas sólo tienen un escollo, el cornudo Camille. Y para solucionar tal obstáculo, los enamorados comienzan a formarse diferentes opciones para alcanzar la felicidad. Tras el fatal desenlace del asesinato citado, llegan los supuestos remordimientos, donde el grueso de la novela es desglosado en diferentes capítulos que otorga al lector los diferentes pareceres de la dupla protagonista. Una pareja que navega por diferentes rumbos tras una serie de trastornos que empiezan a hacer mella en las capacidades mentales de Thérèse y Laurent, atrapados en la vorágine de sus actos y que intentan enmendar por diversas vías. Y todo ello sin una investigación policial que les acorrale bajo sus mentiras, más bien son atrapados por un estado mental que varía en los episodios siguientes. En ocasiones será la propia dependencia del otro, la sospecha de ser traicionado o la necesidad de recuperar lo perdido, en otras ocasiones surgen los propios miedos a ser descubiertos y que sus cuellos estén en peligro. Por ahí destaca el gran Zola y su estudio de la personalidad, al exhibir un cumulo de trastornos mentales que derivan en verdaderas crisis nerviosa.
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habían matado a un hombre e interpretado una atroz comedia para poder
refocilarse, a todas horas y con impudicia, en la saciedad; y allí
estaban, a ambos lados de una chimenea, agarrotados, rendidos, con el
pensamiento turbado y la carne muerta.
También conviene destacar el gusto de Zola por machacar a sus personajes. Seguro que sus enemigos se agarraron al continuo martillo pilón con que golpea la moralidad de la Francia del XIX. Tan sobada como la pulcra sociedad actual. Repleta de bienhechores a distancia. Émile Zola no tiene reparos en jugar duro, ni regatear en epítetos; sus personajes son malas personas y así muestra sin dudarlo las bajezas de quienes desfilas por sus páginas. Thérèse Raquin juega sus bazas en una adultera historia, que casualmente se cometa un crimen no es tan vejatorio como la respuesta que da una sociedad ante el supuesto accidente. Y mucho menos una pareja protagonista que muestra el verdadero músculo del género humano, la maldad y egoismo humano pese a los agoreros que denuncian tanta fechoría acumulada del pasado.
Thérèse Raquin
Émile Zola
Alba editorial, 2002
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Historia natural y social de una familia bajo el segundo imperio.
- La fortuna de los Rougon (1871)
- La jauría (1871)
- El vientre de París (1873)
- La conquista de Plassans (1874)
- El pecado del Abate Mouret (1875)
- Su excelencia Eugène Rougon (1876)
- La taberna (1876)
- Una página de amor (1879)
- Nana (1880)
- Miseria humana (1882)
- El paraíso de las damas (1883)
- La alegría de vivir (1884)
- Germinal (1885)
- La obra (1886)
- La tierra (1887)
- El sueño (1888)
- La bestia humana (1890)
- El dinero (1891)
- El desastre (1892)
- El doctor Pascal (1893)