12 de mayo de 2024

Las armas miran atrás

A veces hay que joderse con los libros Reno y su edición barata. Una cosa es el encanto de su portada pulp o su amplio catalogo de títulos. Pero otra bien distinta es la cuestión del ahorro y dedicarse apiñar el texto en un tamaño ínfimo de las letras. Porque este es el caso del libro de la entrada de hoy. Un libro con caracteres bien minúsculos para que entre mayor cantidad en un menor espacio de papel. Una queja que además viene con la sospecha de la leyenda que acompaña a esta colección sobre la supuesta supresión de algunos fragmentos. De entrada, parece que vas a dejarte la vista en el papel que con tanta tacañearía levantaba German Plaza su negocioOtra opción (más evidente) era dejarlo o buscar alguna edición alternativa, pero se ve que la evidencia lógica cae frente a la cabezonería personal.

Aupada la protesta, toca valorar Las armas miran atrás, novela del húngaro Lajos Zilahy, cuyo libro ha aumentado el número de mis dioptrías. Un autor que ha ido perdiendo notoriedad con el implacable paso de los años pese a ser una relevante figura de las letras húngaras del siglo XX. 

En esta ocasión, el protagonismo recae en un poderoso empresario de la industria armamentística en el período de entreguerras: Henry Balder. Persona que encabeza este lucrativo negocio a las puertas de la II gran guerra en Europa. Es una figura destacable en el ámbito empresarial y despreocupada en los pormenores de la vida. Para eso paga con holgura a sus empleados y evitar ser molestado con menudencias de la vida cotidiana. Como la celebración de una fiesta dirigida a las altas instancias de Budapest, evento donde estaba prevista la participación de una reconocida soprano para deleite de sus invitados, pero una indisposición a destiempo obliga al secretario principal de Balder a improvisar una sustitución inmediata en la figura de otra cantante: Tima Nodor Zendey. Una solución que se hace notar en el acto social. De las tibias alabanzas se desprendía: no está mal, pero no es nada de particular. Pero esta muchacha cae en gracia, al cumplir el celebrado destino de estar en el momento y sitio adecuados. Porque Balder la acoge en una especie de mecenas desinteresado, al mover los contactos necesarios que logren transformar la vida de una desconocida soprano hacia el estrellato internacional. A ojo suena un poco a relato infantil, como si fuera una cinta animada de alcanzar un sueño que transforme el talento oculto en un éxito sin precedentes. Sin embargo, el lector sabe que es un capricho particular del ricachón de turno. Una especie de juego al que otorga cierto tiempo para después dedicarse por entero a sus quehaceres. Porque Balder actúa desde la discreción, a través de terceras personas y entre bambalinas mueve los hilos para que promotores, periodistas y demás tinglados del espectáculo transformen la fantasía en realidad.

Los acontecimientos posteriores se irán dando de una manera armoniosa y sin ninguna prisa por parte de Zilahy. Sus letras tienen un aire cargado de clasicismo, como un melodrama de enjundia que mejora las típicas películas de sobremesa. El proceso de la planificación del espectáculo y la posterior vida en varias capitales europeas son descritas con un ritmo ceremonioso, pausado y con el tiempo suficiente para explayar sus textos a su antojo. En ese sentido, destaca cierta monotonía, sin riesgos en presuponer los bruscos giros que determinen el cambio que se supone deben darse en los protagonistas principales. En especial y como es lógico en la de Tima. La señora que verá como su vida da un vuelco con su irrupción hacia el estrellato y que es descrita como una especie de alma pura y de bondad que irá transformando la perspectiva que Balder tiene del mundo y de su propia existencia. La relación que se establece entre ambos forma el grueso de la novela, con la perspectiva habitual de la transformación de los personajes, a ver quién transforma a quién, porque tampoco debe resultar sencillo que tu vida se trastoque al reconocimiento popular y el trasiego que ello supone.
Volviendo a la queja inicial, esta novela de la edición Reno, alcanza unas 300 páginas. Espacio suficiente para hilvanar la historia de manera cronológica, salvo algunos pasajes necesarios hacia el pasado que ayuden a construir al personaje que describa en ese momento. Sin embargo, el tiempo pasa exageradamente sin mayores formalismos que reinterpretar acciones en diferentes escenarios por donde deambulan los personajes principales. Una monotonía constante que es salvada por la buena mano de Zilahy pero que con el paso de las páginas pierde el interés del lector al no proponer algo que nos llame la atención. En términos generales se hecha en falta algún conflicto que ponga en cuestión el largo desarrollo de las acciones descritas que llevan a cabo los protagonistas. Una novela que decae hasta la simple pasividad de esperar a concluir una lectura que a ido perdiendo comba e interés según el transcurso de las páginas hacia una encrucijada que tarda demasiado tiempo en llegar. Tanto, que el desenlace apenas logra enmendar la caída general del texto.

Las armas miran atrás
Lajos Zilahy
204º - Col Reno, 1967

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La ciudad vagabunda de Lajos Zilahy