29 de abril de 2022

El colapso

Esta es una serie bendecida por unas circunstancias que han ganado peso con el devenir fatalista del ser humano; una producción tan pegada a la realidad que vivimos hoy día, que contiene síntomas claros de querer superarse de manera continua. Al fin y al cabo forma parte del mismo circo televisivo que parece querer retar a la ficción con la concatenación de desastres que el ser humano viene padeciendo desde el cambio de milenio. A ojo, porque seguro que había otras movidas previas. Sin embargo, mi memoria sitúa la paranoia del efecto dos mil como un punto de partida interesante. El primer fake news del que tengo recuerdo junto al contrastado y real mal de las vacas locas. Cosas de la edad.

El futuro será como Mad Max - fuente Imdb

El colapso se estrenó en 2019, pero antes, un trío de gabachos (Bastien Ughetto, Guillaume Desjardin y Jérémy Bernard) se presentaron ante Canal + Francia con un ambicioso proyecto y a la postre vencedor, gracias a la continua desazón que engloba una serie que conecta rápidamente con una pandemia, guerras y la más interesante: una crisis mundial que golpea económicamente a tantos sectores, que hacen visible la audacia de los autores de la serie. Ni Nostradamus acertó con tanta inmediatez. A España llegó gracias al habitual buen gusto de la plataforma Filmin, aunque en estas fechas pueda verse de manera gratuita en Rtve Play hasta 2024.

La serie aúna numerosas virtudes, a destacar la corta numeración de 8 capítulos reducidos alrededor de los 20 minutos. Ideal para los perezosos de estar apegados a series con inabarcables temporadas. Y para quien todavía desconozca de qué va la vaina, El colapso propone un particular punto de vista a la caída del sistema capitalista occidental. Una especie de adelanto al gran apagón energético anunciado por algunos países del este de Europa, pero algo más a lo bestia. Sin explicar mayor motivo o suceso del origen del colapso, cada episodio expuesto avanza cronológicamente en la descomposición de nuestra sociedad desde diferentes situaciones y puntos de vista. Desde los primeros días donde se barrunta la movida hasta su imparable avance y consecuencias. Tal tragedia trastoca muchos elementos que de buenas a primeras podemos ignorar, como por ejemplo quién se encarga del mantenimiento de una central nuclear, o algo más cercano y visto en medio de la pandemia del covid, como se organiza una residencia de ancianos.

Los creadores de la serie van de vacilones, al tener el arrojo de rodar todo el capítulo en un único plano secuencia que lleva al espectador a una experiencia de inmersión y perseguir al personaje principal del episodio en su particular aventura. Porque ahí se expone el clásico, sálvese quien pueda, mientras van pasando los días y los bienes de primera necesidad van adquiriendo una importancia vital que lleva al ser humano al principio más básico de supervivencia. Otro acierto es exponer lugares tan necesarios como un supermercado o una gasolinera, allí donde la parte civilizadora cae por un mero instinto animal al constatar el desastre que se avecina por quienes abandonan los principios de convivencia. La serie también tiene su corte clasista, especulador y futurista sobre los poderosos. Aquellos que habían previsto una salida a tal circunstancia para salvar su propio culo sin ningún pudor de mirar quién se queda por detrás.

El capítulo de La isla es impecable técnicamente

Sin duda, El colapso merece un reconocimiento mayor por ser un exponente claro de las mil formas que el ser humano tiende a querer extinguirse. Una obra mayúscula que lamentablemente parece mostrar una realidad bastante acertada y que logra que el espectador llegue a pensar qué haría si se viera en una tesitura semejante. Hay momentos que acojonan por el vivo retrato que estos tres autores han logrado realizar. 

El colapso
Les parasites, Canal + Francia
2019


7 de abril de 2022

La ciudad vagabunda

La actualidad a principios del 2022 destaca por una guerra en Europa que ha provocado el masivo éxodo de los habitantes del país invadido. Una situación repetida en múltiples ocasiones a lo largo de la historia, como la recogida en este libro del escritor húngaro Lajos Zilahy. Tras finalizar la primera gran guerra del siglo XX, el histórico Imperio austrohúngaro se fue disolviendo en diferentes estados que modificaron notablemente las fronteras en el centro de Europa. Esta desintegración provocó un amplio número de desterrados; expulsados de la tierra de sus antepasados y un capítulo concreto está narrado en esta novela: La ciudad vagabunda. Obra cuyo contenido recoge el peregrinaje de un amplio número de personas que tuvieron que abandonar sus hogares, situados en la conocida región de Transilvania, que pasó a formar parte de Rumanía en detrimento de Hungría. Esta población, prácticamente familias al completo, embarcaron en multitud de vagones de mercancías con sus enseres destino a Budapest, iniciando así una travesía por los territorios que su país había perdido y con un horizonte complicado, al tener que reanudar sus propios proyectos de vida desde cero.

El protagonismo de la novela recae en Erzebeth, una mujer viuda con tres hijos obligados a recoger los bártulos y reconstruir un nuevo camino con la incertidumbre de un destino impreciso. El mismo objetivo que comparte con miles de refugiados que acuden a la capital húngara en búsqueda de soluciones. En ese periplo golpeado por el frío invernal, surge la vida, gracias a los lazos entre personas y la creación de una comunidad errante acoplada a un vagón de mercancías. El medio de transporte que les lleva hasta Budapest como una pequeña caravana humana de miedos y esperanzas. La ciudad vagabunda titula a esa pequeña población de refugiados que terminan por ubicar sus precarias “casas” en la propia estación ferroviaria ante la falta de viviendas para poder acogerles. Y a partir de ahí dar rienda suelta a las vivencias de los protagonistas en la sociedad capitalina húngara de la época. En especial con la figura de Erzebeth, la madre que capitaliza el protagonismo a lo largo del relato y solamente concede algunas aventuras a sus hijos en unos capítulos específicos. Éstos son una muestra de un punto determinado que influye de manera individual en la vida de sus hijos, como si fuera un pequeño paso hacia la madurez, la misma que acude con mayor prontitud al verse rodeados por unos cambios tan bruscos en sus cortas vidas.

Pero la novela concede mayor presencia a la madre, en una destacable apuesta femenina por mostrar las experiencias de una mujer que mantiene ciertas expectativas sobre su propia vida; obviamente destaca la lógica preocupación de mantener a sus hijos pero con el agradable obstáculo que a veces propone el simple discurrir de los acontecimientos. Como otorgarse una segunda oportunidad en el amor. Un hecho tan natural como sentirse querida, deseada y amada por una pareja que la acompañe en tan duro viaje. Porque el discurrir de las calamidades se sobrelleva mejor si hay cerca alguien dispuesto a ayudar, a empujar en una dirección donde prima la incertidumbre del paso de los días sin que los refugiados puedan optar abandonar unos vagones que terminan por ser los hogares de las múltiples familias allí aparcadas. Es un símil facilón, andar estancados en una vía cerrada, sin opción de abandonar un carril sin que haya alguna locomotora que empuje en alguna u otra dirección. Solamente el mero hábito de una lectura amena que discurre sin mayores aspavientos que las vivencias de sus protagonistas. 

Lajos Zilahy fue un autor de éxito en los primeros compases del siglo XX, un período complicado por los vaivenes políticos y económicos, del cual se hizo eco en buena parte de sus obras, adaptando una realidad conocida para dar pie a historias cercanas y conocidas por este autor: Primavera mortalLos dos prisionerosEl desertor o esta misma novela, La ciudad vagabunda, al trasladar un problema concreto a la periferia de Budapest y que conoció de primera mano. A pesar de tratar un tema complicado, sobresale la postura de un autor alejado de la moralidad o de la denuncia constante para describir la terrible situación por la que atraviesan todas esas familias. Zilahy opta por narrar simplemente la cotidianidad, el simple discurrir diario de los protagonistas y los problemas que van surgiendo de manera natural. Por supuesto destaca el punto de vista de la protagonista, con un toque intimo, mental y personal sobre los acontecimientos que remueve su existencia y sus sueños. 

 Apretujados allí, con los gruesos abrigos de invierno, sentados y de pie, en medio del montón de leña, la jaula de las gallinas, un aparador de cocina, entre camas y mesas salvadas de las garras de un destino adverso, representaban elocuentemente la histórica clase media magyar, aniquilada y convertida en cenizas allí, en aquel pobre vagón de bestias.

La ciudad vagabunda
Lajos Zilahy
Ed GP, 1965 ColecciónReno 160

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 Enlace a una adaptación en viñetas de la novela