21 de mayo de 2021

¡Ánimo, Wilt!

Tercera aventura del curioso profesor Henry Wilt, el antihéroe creado por Tom Sharpe y cuyo poder de atracción para el enredo y las catástrofes se mantienen intactos. Tras los memorables sucesos de la muñeca hinchable y la amenaza terrorista anteriores, a la familia Wilt les toca lidiar en esta ocasión con una serie de casualidades ajenas a su voluntad. Todo empieza cuando una estudiante muere por sobredosis en la escuela Fenland, el lugar donde ejerce Wilt en el departamento de Estudios Liberales. La chica muerta es hija de un influyente matrimonio de la alta sociedad que presionará a la policía para que logre resolver el caso y descubra el origen de las drogas. Por ahí entrará en escena un nuevo policía, Hodge, y que en su ascenso profesional despertará las envidias de Flint, el inspector enemigo de Wilt de los anteriores libros. Éste empujará a Hodge a hacerse cargo del caso con la esperanza de que Wilt, y su irremediable fatalismo, arruine la carrera de Hodge.

Sin embargo y a pesar de que Wilt, su mujer Eva y sus hijas formen parte del enredo, la iniciativa del desastre habitual viene dado por terceras personas. Normalmente Sharpe siempre incluye a toda clase de personas y de tarados que acompañen al despiporre humorístico para que apoyen con sus actos las locuras emprendidas por la familia Wilt. Pero en esta ocasión, el karma se encarga de devolver tales tragedias a los protagonistas de la novela. Primero con un inspector de policía que fantasea con que Wilt sea capaz de ser un genio del crimen y que se saca un sobresueldo a través del mercadeo de drogas, su obsesiva persecución en hallar pruebas, se extenderá en vigilar todos y cada uno de los movimientos de Wilt. Incluidas las habituales descerebradas de tan singular personaje que serán interpretadas erróneamente por el inspector. Como cuando Wilt es detenido en una base militar americana acusado de ser un espía soviético. Turno adecuado para que Sharpe se explaye a gusto sobre el imperio yanki y de rienda suelta a la paranoia comunista sobre unos militares deseosos de dar rienda suelta a la habitual arrogancia de su poderío militar.

Al habla Karl Radek
A todo esto, Wilt representa a la típica persona que aparece siempre en el lugar inadecuado en el momento más inoportuno. Y con una curiosa capacidad de enredar aún más los problemas que le acompañan. Eva por su parte, contribuye al relato en su desatado afán de mejora familiar, como por ejemplo la excesiva protección que realiza sobre sus hijas; unas tiernas figuras que parecen representar a los cuatro jinetes del apocalipsis, según las opiniones de sus amables vecinos. Por otro lado, Eva intenta mejorar la actividad sexual de su matrimonio tras dejarse llevar por los erróneos mensajes que siempre terminan por empujarla al conflicto con su marido.

¡Ánimo, Wilt! logra un desarrollo bastante equilibrado a la hora de construir todo el enredo que acompaña a la novela. Basado en una estructura que va encajando ordenadamente las sospechas policiales con la colaboración involuntaria de la familia Wilt. Sin embargo, este esquema reduce el protagonismo del personaje principal, al convertirse en blanco del destino en una singular jugada de hacérselas pasar canutas por sus estragos del pasado. Para que el desmadre sea efectivo, Sharpe empieza por exagerar en demasía a los secundarios que atosigan a Wilt. La novela se convierte en una loca carrera que termina por dejarse llevar por el simple disparate sin la base lógica del inicio, un punto que tenía simplemente más gracia frente a la mera caricatura hacia donde les dirige el autor. Y parece que van a dúo, ya que al citado inspector Hodge se le une un militar americano que se excede más allá de las lógicas sospechas que pueda acarrear un individuo aparentemente inofensivo. Al menos Wilt mantiene intacto su imán de atraer catástrofes mientras su patosa personalidad empuja a la lógica por un precipicio, de ahí surge un caos que se apodera de unos actores con todas las apuestas de ser tachados como descerebrados.

A veces se dice que la realidad supera a la ficción. En ocasiones, cuesta creer tal sentencia si Thorpe anda por medio. Porque para que esta aventura funcione, tiene que tomarse mayores libertades en juntar a tanto descerebrado junto. Reconozco cierto talento de cómo Sharpe ha elaborado la mayor parte de la novela. Todo encaja, con sus más o sus menos aspectos creíbles, hasta que llega el momento de dar el bombazo final y cerrar la novela con un giro inesperado y edificante. Pero el autor fracasa en este punto, al ser incapaz de frenar el desbarre mental en el que se ha metido. Es una lastima que la presentación y el desarrollo descarrile en su desenlace, una laguna importante en la que Thorpe se muestra incapaz de salir indemne. Aún así, bien vale la pena su lectura por la natural capacidad de sonsacarnos más de una sonrisa. Esperemos que para la siguiente, Wilt recupere el protagonismo de un relato que lo ha dejado de lado frente a los volubles acontecimientos del tercero.

Yo sólo soy el que está en el medio y no sabe a qué lado saltar. Pero por lo menos pienso. O trato de hacerlo. Ahora déjame sufrir en paz y dile a tu amiga Mavis que la próxima vez que no desee ver una erección involuntaria, no te aconseje que vayas a ver a Kores la Castradora.

¡Ánimo, Wilt!
Tom Sharpe
Ed Anagrama, 1992

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