19 de mayo de 2022

Las vírgenes suicidas

Tiene bastante merito el camino individual, personal y profesional que se ha labrado Sofia Coppola a lo largo de los años, incluso a pesar de la alargada sombra que arrastra un apellido descomunal en el séptimo arte. Pero Sofia ha logrado destacar por su trabajo, frente a la constante cita de su apellido cada vez que asomaba cualquier obra de su autoría y sin necesidad de ninguna estridencia publicitaria para lograr el reconocimiento profesional, sobre todo si nos atenemos a una familia repleta de grandes profesionales donde siempre destaca el padre por razones más que obvias. Seguramente el parentesco le abrió más de una puerta pero pocos portazos habrá recibido por su buen hacer. 

La base para su primera película fue la novela de Jeffrey Eugenides: Las vírgenes suicidas. Un filme llamativo, con aire de melancolía adolescente; triste y misterioso sobre el destino de cinco hermanas cuyas vidas marcaron a los jóvenes del barrio en el que vivían. Porque son ellos, los chicos, quienes toman las funciones de la narración, de los hechos que acaecieron en un barrio residencial americano tiempo atrás. El relato se sustenta en una especie de recuerdo, como si de una terapia colectiva tratara de buscar soluciones a la mística que rodeó el destino de las muchachas, las citadas hermanas Lisbon por las que suspiraban los chicos cada vez que ondeaban sus rubias melenas por los pasillos del instituto. La divina juventud de estas adolescentes tenían una importante sobreprotección, dada por una ferviente madre representativa del puritanismo más rancio. La misma que te sonríe de oreja a oreja mientras te pellizca a escondidas para dejar claro quién manda. Esa escolta moral obtiene una desproporcionada respuesta por la más pequeña de las hijas, al intentar acabar con su vida cortándose las venas.

Se mira pero no se toca - Sensacine - D.R.

Esta llamativa situación coloca en la diana de las habladurías a toda la familia, elevando el misterio sobre las muchachas y la búsqueda de soluciones por parte de los padres, como abrir su casa para que sus hijas puedan relacionarse mejor con los muchachos de su edad. Pero el mal que afecta a la menor se traslada como un hongo pernicioso, cuyos males se integra en el interior de los vecinales olmos que adornan los porches residenciales, unos arboles contagiados entre ellos y que derivan en similar condición hacia el destino de las muchachas a lo largo de la película.

A la hora de retratar a la familia Lisbon, Sofia Coppola opta por dar mayor voz y protagonismo a Lux, la hermana que expresa mayores ansias de libertad y el lógico despertar sexual, cuya interpretación recayó en la angelical Kirsten Dunst frente a sus hermanas. Las cuales adquieren, por demérito de la directora y del tiempo dado en la película como meras comparsas. No hay mayor voz por parte de las otras hermanas, vistas desde la distancia por sus aduladores masculinos, quienes buscan continuamente entender, desde la distancia, las complicaciones de la adolescencia y el misterio que rodea el estricto control paterno. La otra gran baza interpretativa viene dada por el matrimonio Lisbon, a través de los eficientes James Woods y Kathleen Turner, dando pie a unos incapaces padres de dar salida las necesidades de unas niñas confinadas a la rigurosa mentalidad de la madre y a la inutilidad del padre.

En el viaje propuesto por Sofia Coppola, destaca la apuesta visual con una mirada limpia sobre una atmósfera con toques de ensoñación; las hermanas son retratadas como diosas iluminadas por un sol rendido a exaltar la belleza juvenil. Esta visión va a tono con el carácter soñador que encierran los recuerdos del pasado propuesto por los narradores de la película, con miradas que cuentan más que muchos diálogos y con la notable participación de la música, un apartado al que Sofia siempre le ha otorgado una valiosa importancia. Sin embargo, según avanza la película y surjan los problemas, la iluminación va perdiendo fuelle de la pureza de la luz inicial hacia otros tonos más tenues según avanza el metraje y se complica la existencia de las niñas. Un punto a favor de Sofia a la hora de estructurar la película con el uso de la imagen retratada.

Han pasado los años desde su estreno, y sin ser una película redonda, Las vírgenes suicidas se mantiene vigente a la hora de abordar la complejidad emocional de la adolescencia a través de unas mujeres que apenas pueden hacer frente al proceso natural del paso de los años. Su tragedia será la única vía de escape frente a la imposición de unos valores caducos que todavía hoy día se dan en buena parte del mundo.


1999
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