6 de diciembre de 2019

Salvar al soldado Ryan

La productora Dreamworks nació en 1994. Por aquel entonces Steven Spielberg ya estaba ás que consolidado como un director de enorme talento, aunque siempre le acompañe un carácter melancólico con tendencia a la noñería. Este aura infantil se acentúo en los primeros trabajos de la productora, cuyas obras resultantes dieron lugar al fácil chiste hollywodiense de que a Spielberg más le valdría ponerse a trabajar que andar soñando. Tras el redondo éxito que supuso La lista de Schindler, el bueno de Spileberg volvió a la 2ª guerra mundial para bajar al barro y fajarse con una auténtica obra maestra del cine bélico. 


Los pringaos - IMDB
Salvar al soldado Ryan adapta un hecho real sobre la suerte dispar de cuatro hermanos a lo largo de la guerra. Porque uno de ellos pudo volver a casa cuando el alto mando militar constató que dos habían caído en combate, mientras que un tercero estaba desaparecido en el frente del Pacífico. Con esta base histórica, Spielberg construye un relato más peliculero gracias al guión de Robert Rodat al que termina por endulzar con la clásica postura del buenismo americano, banderita mediante. 

Aunque por suerte el film cuenta con un fuerte contraste, simplificado en el mero hecho de que para poder salvar a un único soldado, se pone en peligro la integridad de varios. Porque la misión entraña un grave riesgo al merodear la búsqueda justo después del famoso desembarco del señalado día D, mientras la Alemania nazi defiende con ahínco las tierras ocupadas. Es más, los rescatadores vienen de sobrevivir al citado desembarco de Normandía, donde perdieron la vida cerca de 10.500 personas, en una histórica maniobra militar que sirve de presentación del filme. Y menuda carta de presentación.

Han pasado poco más de 20 años y todavía quedan rescoldos del impacto que supuso los 20 minutos del inicio de la película. Hoy día la violencia gráfica justificada anda bastante asimilada por los espectadores. Pero con Salvar al soldado Ryan se alcanzó una enorme notoriedad por quién dirige y por cómo lo hace. A Spielberg no le tiembla el pulso al introducir al espectador en el campo de batalla gracias a la cámara al hombro y al plano subjetivo. La muerte de los soldados apenas oculta la mutilación de los cuerpos y sus gritos de dolor. Porque del sonido también se vive cuando es imposible no ponerse en alerta ante el estruendo de las balas y el silbido de las bombas. Miedo, violencia y simple supervivencia sobre el amplio despliegue de extras que tiñen la arena de sangre. Para tal fin creo recordar que la cifra alcanzó los 11 millones de dolares. Tan bien invertidos que otro chiste fácil suele añadirse para quienes la película debería acabarse justo después del desembarco.


Cuando pierdes algo - IMDB
A la cabeza del reparto deambula Tom Hanks, dando pie al capitán John H. Miller y máximo responsable de la búsqueda de Ryan. El personaje es el clásico caramelo al que Hanks responde de manera soberbia con el lógico tono cínico y valor humano de quien lidera a una compañía militar en tan curiosa misión. El grupo está compuesto por un buen cumulo de secundarios que complementan la veracidad del relato. Con el veterano Tom Sizemore como cabeza más visible junto a Ed Burns, Vin Diesel y apariciones singulares de Paul Giamatti o Ten Danson. Todos los personajes llevan consigo sus pequeñas píldoras identitarias a nivel personal, manías que les diferencian y aportan particularidades individuales. Como la colecta arenosa del sargento Mike, el cuchillo de las juventudes hitlerianas o el trajín de la carta de Caparzo. A Ryan le tocó en suerte a Matt Damon, un actor desconocido durante el rodaje pero que se adelantó a la fama mundial gracias a su interpretación en El indomable Will Hunting, premio Óscar para el propio Damon por el guión; detalles que terminaron por lastrar la intención del director de dotar al buscado soldado, la complicidad que otorga las caras desconocidas para el gran público. Porque el presumible rescate se hace sobre un anónimo soldado frente a los millares que estaban dispersos en la invasión, tanto que la lotería del rescate puede llegar a convertirse en una verdadera pesadilla cuando la flauta suena para uno solo frente al resto. Un ejemplo claro acerca de los números del sorteo se muestra cuando los soldados del capitán buscan el nombre de Ryan entre una multitud de chapas identificativas y llegan a mofarse de la cantidad de caídos justo al lado del paso de las tropas. No hay nada más alentador y salvaje que el humor negro delante de las narices de quienes van a jugarse la vida.

Por ahí también puede citarse una especie de culpa; la de sobrevivir a los muertos. Especialmente en el prólogo y el posterior epílogo, en parte son necesarios, en parte andan alargados de manera innecesaria. Seguramente por aquí se vea claramente la cuota Spielberg. Ésa que tan bien maneja aunque esté tan pendiente del aspecto positivo bajo el prisma manipulable del sentimentalismo. Pero la verdadera culpa habría que buscarla en la concesión de premios. Salvar al soldado Ryan era la gran favorita a los Óscars del año de su estreno. Por ahí surge la condición humana con tendencia al error, cuya gracia endosó el premio gordo a Shakespeare in love. Una jugada tan descarada que más bien parece una burla. Ahora si que no se trata de ningún chiste. Al menos queda la justicia poética del tiempo, una que apenas falla y siempre tiende a inmortalizar las buenas obras y no se dejan engatusar por el engaño del amor. Más bien del olvido de una frente al título de clásico moderno que ostenta Salvar al soldado Ryan.

Salvar al soldado Ryan
Dreamworks, Paramount y Amblin, 1998


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