Resulta curioso que fuera Netflix quien llevará a su catálogo audiovisual las aventuras del justiciero ciego, y que éste termine en el mismo saco que los demás. En Disney, La multinacional que lo abarca todo; para bien y para mal. Daredevil es uno más de los héroes creados por Stan Lee, allá por la década de los 60, y de los cuales tuvo un seguimiento secundario. Porque Daredevil fue desplazado en popularidad por otros enmascarados más llamativos y con mayor tirón comercial. Se quiera o no, el diablo rojo andaba en una liga menor dentro del universo de Marvel, sin aventuras ni villanos relevantes en su haber. A nivel personal, tampoco era santo de mi devoción un tipo que padecía de poderes menos fantasiosos que aquel extraño radar que tenía en su cabeza. Pero esta entrada es una buena excusa para comprobar que todavía conservo algún añejo ejemplar de la edición española Vértice, aquella maravillosa colección que rebautizó al llamado, demonio de la Cocina del Infierno, como Dan Defensor.
Sin embargo, a estas alturas del primer tercio de siglo, la serie ha cambiado de plataforma y la cuarta temporada ha sido elaborada bajo los auspicios de Disney en su redondo negocio sobre los cómics de Marvel. Pero antes de llegar al Born Again, conviene repasar el por qué del éxito de un aventurero más callejero, y con un rango de acción más reducido, al amparo de la noche y ligado a un barrio y ciudad concreta. Se trata por tanto de algo más cercano, y sin duda, más humano que otros personajes del mundo paralelo de Marvel; allí donde los múltiples villanos aspiran a mayores logros que dominar una simple ciudad y la fantasía desborda en demasía la acumulación de héroes cinematográficos, cuyas aventuras parecen siempre la misma historia.
Daredevil tuvo suerte, porque la actual serie televisiva bebe del relanzamiento que supuso la intervención de Frank Miller en las viñetas de los años 80. Miller es uno de los grandes guionistas del noveno arte, y tuvo la facultad de elevar sus aventuras hacia una dirección más adulta, madura y sombría. El popular hombre sin miedo acabó siendo redefinido por Miller (junto al entintador Klaus Janson) en historias más elaboradas, oscuras y violentas; dando pie a personajes más complejos e interesantes. Un éxito inmediato que transformó, con el paso de los años, en un trabajo imprescindible para los amigos de los tebeos y de la que Netflix se nutrió para poner en pie la serie. Para evitar comparar el Born Again de Disney con las temporadas anteriores, me he quedado sin visionar el promocionado retorno del héroe rojizo y centrarme en la adaptación prepandemia.
En parte no haría falta, pero por si acaso conviene situar al protagonista como un brillante abogado discapacitado por la ceguera: Matt Murdock, quien junto a su colega universitario, Foggy Nelson, planean levantar un bufete de abogados que defienda los intereses de los necesitados e inocentes, gracias a la habilidad sobrehumana de Murdock de discernir cuando la peña miente por la alteración que provocan los latidos del corazón en tal circunstancia. Ahí andan repartidas sus actividades diurnas; mientras que por la noche, surge un tipo que viste de negro con retales que parecen sacados del Decathlon. Como un triste pañuelo en el rostro para ocultar la jeta del hombre dedicado a repartir estopa sobre los criminales que pululan por la amplia ciudad de Nueva York.
En una interesante primera temporada, está la presentación de la figura del héroe y de establecer un enemigo a su altura. El legendario Kingpin, subyugado a la nomenclatura oficial de Wilson Fisk. Es una estructura puramente representativa de las series televisivas, donde hay tiempo de sobra para mostrar la creación del personaje mientras la historia avanza en paralelo con las clásicas historias secundarias que suman fuerzas para formar el producto completo. Ahí adquieren importancia los amigos del protagonista, Foggy y Karen, que pueden volar solos sin estar bajo la batuta de un único protagonista. Algo similar ocurre con Elektra y el Castigador en la segunda temporada, o la inclusión de Bullseye en la tercera. Personajes imprescindibles en la cronología de Daredevil y las obras expuestas por Miller. La serie televisiva tiene la libertad de tomarse el tiempo necesario para explicar motivos, aspiraciones y demás consignas que expliquen los motivos por los cuales se mueven tales figuras. Incluida la variante femenina de Karen "metetentodo" Page. Se entiende el protagonismo que debe alcanzar un personaje central de la historia, pero los autores la han otorgado una cargante versión de la habitual manía de imponer una mujer fuerte e independiente en el drama. Me sobrepasa la función de esta pelma.
No hay tiempo ni ganas de extender un comentario concreto por temporada. Básicamente, porque con sus altas y bajas, Daredevil mantiene un tono general alto. Es una serie bien hecha, que cuenta con una buena dosis de acción, habitualmente filmadas en largas coreografías que resaltan el trabajo realizado por un enorme equipo de producción que sabe lo que hace. A la cabeza, me viene la memorable pelea que Daredevil mantiene con un grupo de moteros en el tercer episodio de la segunda temporada, aunque como esta secuencia hay variadas y repartidas peleas donde romper huesos a mansalva en todas la temporadas. Una llamativa premisa que rompe otras opciones vistas en el alocado montaje que proponen cada vez que hay hostias como panes en otras producciones audiovisuales. Tal vez en demasía, acorde en un producto que enlaza más que bien con los cómics de Miller y Klaus. Que corra la sangre.
Si alguien quiere encontrar algún pero, seguramente lo encuentre en la hábil maquinaria que se ha establecido en producir series como churros. La prefabricación queda latente en un esquema similar a cualquier otra serie de éxito; como la manía de terminar los capítulos con el habitual gancho que provoqué en el espectador la tonta necesidad de pasar al siguiente episodio; o la innecesaria verborrea disfrazada de discursos trascendentales. Hay tanta chulería repartida entre tanto personaje que la sencillez que aporta el amigo Foggy le coloca en una posición necesaria de empatía con cualquier espectador que no sea un flipado. A fin de cuentas no es más que otra ficción de un tipo que se disfraza por las noches para actuarr de justiciero en lugar de ejercer de travesti en algún club nocturno.
De los habituales 13 episodios por temporada, bien podrían reducirse si la hábil tijera recorta miradas ceñudas o introducciones engalanadas con actos musicales. Pero se ve que hay cadenas de montaje bien pertrechadas en la industria norteamericana. Detrás de la militar, la más potente del país aglutinada bajo las barras y estrellas.
Daredevil
Netflix - Marvel TV
2015-19
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