30 de diciembre de 2021

El prisionero de Zenda

Hace apenas cinco años, un grupo de amigos decidieron sacar adelante un proyecto donde dar cabida y promoción al ámbito literario. El objetivo era buscar un lugar abierto a la promoción, a la reseña, a la recomendación, a cualquier tipo de altavoz relacionado con el mundo de la lectura. La cabeza más visible en sus inicios fue el escritor español Arturo Pérez Reverte. A día de hoy, acoge un amplio y variado número de firmas conocidas en la plataforma internauta, llamada Zenda libros. El nombre elegido rinde homenaje a una ciudad ficticia, cuyo título de referencia literaria homenajea el clásico de Anthony Hope: El prisionero de Zenda. Motivo suficiente para leer una novela tildada como juvenil pero que puede leerse en cualquier etapa y a cualquier edad, sin negar el divertimento ligero que proporciona una novela adherida al género de aventuras. 

Un rey en la cárcel, quien lo viera
La aventura propuesta tiene como escenario un ficticio país llamado Ruritania, el lugar donde va a celebrarse la próxima coronación del nuevo rey. Hasta allí se traslada el protagonista de la novela, un británico segundón de una familia de bien, sin mayor oficio que vivir de ciertas rentas y que, por necesidades de la ficción, mantiene lejanos lazos familiares en el citado país. Las clásicas ramificaciones de la nobleza, cuyos bailes de faldas previos otorgó un característico color rojizo al protagonista, quien responde al nombre de Rudolph Rassendyll. 

Por medio de la casualidad, nuestro héroe se verá envuelto en una compleja conspiración por hacerse con la corona y el gobierno del país. Medio obligado por las circunstancias y un natural espíritu aventurero, Rudolph Rassendyll tomará partido en el teatro de las operaciones que planean los leales al rey, con el veterano coronel Sapt y el joven noble Fritz Von Tarlenheim a la cabeza. Nuevos amigos que refrendarán tal termino a lo largo de las páginas, para afrontar con valor, las aventuras y peligros a los que deberán hacer frente en el clásico viaje que transforme al héroe. 

Y todo héroe de aventuras necesita un antagonista de altura. De bien es sabido que cuanto mejor sea éste, mejor será el resultado final. Hope propone a un astuto duque con la firme intención de usurpar el trono: Michael el Negro, el hacedor de la interesante trama y que sabrá rectificar con frialdad ante la inesperada aparición del protagonista hacia su beneficio. Para añadir mayor dificultad, el malvado de la función cuenta en su repertorio con un variado grupo de mercenarios a su servicio, compuesto por seis profesionales dispuestos a cumplir las ordenes de su señor. Y por encima de toda esa banda, sobresale el arrojo y la temeridad de Rupert de Hentzau. Un joven impertinente, temerario y fascinante que cuenta con la audacia necesaria para lograr ser un enorme obstáculo en la misión de los leales del rey. Es tal la importancia que adquiere Rupert, que llega a disputar la querencia habitual del lector por el héroe principal, gracias a un desparpajo y simpatía que le proporciona un agradable carisma. Un hecho que el autor Anthony Hope tuvo en cuenta para trazar una especie de continuación de El prisionero de Zenda, otorgando al intrépido villano encabezar el título de la novela con su nombre, en una especia de continuación posterior. 

-No hay duda -exclamé- de que, mientras esté usted sobre la tierra, al infierno le falta su amoRudolph Rassendyll sobre Rupert

El prisionero de Zenda acumula el clásico tono de aventuras redundante en las obras del siglo XIX. Incluido el amor platónico que logra trastocar las buenas intenciones iniciales del protagonista, cuando el deseo de la mujer amada logre tocar la fibra necesaria que llegue a disputar la moralidad que encarna el héroe de la función, y éste se debata en la necesidad de continuar con la habitual ética intachable o se deje persuadir por un sentimiento tan humano como lograr su propia felicidad. La novela contiene elementos básicos de aventuras que logran entretener al lector de una manera tan simple como sencilla. Porque esta novela contiene sorpresas, elegancia cortesana, persecuciones, acción trepidante y un complot bien organizado que delata la dificultad del viaje para hacerlo más entretenido. Un buen cocktail arropado por el llamativo país ficticio, las intrigas y la gracia que siempre impera en un reino de corte victoriano. El prisionero de Zenda sabe a clásico, de los que siempre cumple con su cometido ameno y de diversión, el libro supera con creces el largo ya, paso de los años. Una novela señalada por muchos como imprescindible, y de referencia incluso en estos tiempos. 

El prisionero de Zenda
Anthony Hope

10 de diciembre de 2021

Masters del Universo: Revelations

Se cumplen 40 años de la creación de uno de los juguetes más exitosos de la década de los 80. Los hercúleos personajes de Masters of the Universe (MOTU), una pléyade de muñecos de plástico creados por la juguetera Mattel, con su correspondiente y propagandística serie de televisión. Éstos eran unos guerreros fantásticos de un planeta ubicado en el centro del universo, cuyos reinos luchaban entre sí para obtener el PODER. Tal poder, a modo de resumen, puede entenderse como un tesoro extra que eleva de categoría a quien ostente un arma mágico, como cuando adquieres un ítem particular de cualquier videojuego y te hace más fuerte ante el resto. En este caso una espada, el arma canalizadora que transforma a un joven príncipe Adam, en el musculado protagonista: He-Man. Apodado el hombre más fuerte del universo, con la misión de detener los intentos del villano, el memorable Skeletor, por hacerse con los secretos del castillo de Grayskull. 

Para conmemorar tal redondeo, el pasado verano llegó un pequeña terna de nuevos episodios de dibujos animados. Una buena apuesta, la de actualizar un éxito del pasado con la llamativa propaganda de la añoranza. El responsable máximo responde al nombre de Kevin Smith, conocido cineasta americano por sus trabajos como guionista, productor y otras actividades relacionadas con la farándula y el mundo de los tebeos. Una figura acorde a la hora de reponer las antiguas aventuras de He-Man a la actualidad del siglo XXI.
Los dibujos molan, eso sí - Netflix
Pero el adelanto fue solamente de 5 episodios. Tan esperados, que lograron llamar bastante la atención a la hora de su estreno en una plataforma online. Y pese a la decisión de retrasar el desenlace, otros cincos capítulos más con cuatro meses de espera. Sin duda era una buena manera de crear expectativas hasta la siguiente tanda, recién inaugurada en estas fechas tan cercanas a las puertas del mercadeo navideño. Pero este segundo estreno, ha jugado con el riesgo acumulado de una avalancha de críticas por parte de una mayoría del público al que iba destinado. Nada contentos con la primera parte de la historia. El contraste llega por parte de los críticos, prensa especializada y demás gentes opinadoras que han sido más condescendientes por la actualización de los héroes del pasado a los tiempos imperantes de la fragante actualidad.

Para aquellos que crecimos con todas esas figuras, la oportunidad de volver a disfrutar de nuevas aventuras de los personajes de nuestra infancia, supone una especie de revival. Una alegría contenida por una producción que resuena positivamente. Sobre todo si se expone como una continuación, una puesta a punto de las historias que ya se sabían con anterioridad, para dar paso a un horizonte nuevo y con una mirada algo más adulta. El acaparador Kevin Smith, acierta en dotar a la serie un tono intermedio, que eleve la recomendación del visionado para chicos algo más creciditos. Tampoco es que se pase de vueltas y la recomendación alcance la mayoría de edad, pero al menos intenta no caer en la infantilización del contenido propuesto, pues sabe que la mayoría de su público potencial anda más cerca de plantearse implantes capilares turcos. Ya en el primer capítulo surge la conexión con el pasado, al dar paso a una grandiosa batalla por hacerse con los secretos del castillo de Grayskull, con la novedad de que los malvados logran avanzar más de la cuenta. La resolución del episodio permite dar varios pasos hacia adelante, como si el lógico paso del tiempo hubiera alcanzado el apogeo de las luchas entre He-Man y Skeletor. Momento adecuado para que por fin, surja la posibilidad del experimento, de la visión de los creadores de MOTU: Revelations de avanzar y ceder el peso de la historia hacia otras latitudes. 

El modelo a seguir era éste: Conan
El protagonismo recae entonces en las dos únicas miembras femeninas de ambos ejércitos: Teela y Evil-Lyn. Ambas encabezan esta resurrección animada y la mayoría de las opiniones contrarias por descabezar a los clásicos protagonistas masculinos. Sin duda, lo mejor era tener paciencia para poder evaluar el pack completo, en lugar de despotricar a las primeras de cambio un nuevo intento de sodomizar la corrección de pensamiento. Las dos mujeres, antaño enemigas y rodeadas siempre de testosterona, serán las responsables de liderar las nuevas aventuras propuestas por Smith, al tener que unir fuerzas para volver a forjar la espada del poder y recuperar la magia, el ordinario elemento sobrenatural que nutre de vida al planeta Eternia, como si fuera un combustible fósil en peligro de extinción. 

La magia del recuerdo queda suplantada por una actualización acorde a los tiempos que corren. En parte hay que evolucionar, y el bueno de Smith debió recibir carta blanca para elaborar su propia idea; un proyecto que con el tiempo se demuestra que debió verse mejor de corrido en lugar de dejar tanto espacio entre ambas partes. La reducción del número de visionados de la segunda parte, constatan el diabólico poder que tienen los que de verdad tienen la sartén por el mango: los espectadores. Aquellos a los que Smith llegó hasta insultar por no dorar su obra en primera instancia.

En el interludio de las dos partes, hay una referencia excesivamente dada en la ficción, sobre todo en el genero fantástico: la perdida del sentido de la muerte. Que un personaje pueda volver a la vida resulta un fastidio. Es un recurso visto en exceso, una carta tan marcada, que pierde toda efectividad dramática cuando cualquiera puede volver del Arallu a resolver los problemas que dejó en vida. Ya tuvimos bastante con otra animada serie de éxito de los 90, con otro grupo de energúmenos que reunían unas bolas mágicas e invocaban a un lagarto gigante para que los muertos volvieran a la vida. Y mira que de primeras MOTU: Revelations tenía buena pinta, cuando los guionistas hacen valer cierta madurez a la hora de dar muerte a ciertos personajes. Un recurso necesario, al tratarse de una guerra, que demuestra la dificultad de la historia que están tratando de colarnos y añade hasta épica, cuando algún personaje llega incluso a sacrificarse por salvar a sus compañeros. Salvo la citada resurrección del infierno por parte de algunos privilegiados. Está claro que hay clases para todo.

A groso modo, la serie deja de lado cualquier atisbo de historia secundaria, pese a contar con un excesivo número de personajes a los que podría dar mayor desarrollo. Al menos, la serie al completo cumple con los habituales protagonistas de ambos bandos (Man At Arms, Beast Man, Orko...) Sin embargo, hay algunos ilustres que tienen una aparición tan fugaz como insulsa. Como meter a Ran-Man con calzador en un momento dado y sin venir a cuento de nada. Ante la falta de un desarrollo secundario, sólo queda agarrarse a un relato principal atiborrado de múltiples giros de guion, con la firme intención de sorprender como hacer perder al espectador la paciencia ante tanto rollo místico y todopoderoso. Hay una ida de olla peligrosa, cuando algunos personajes encarnan poderes realmente excesivos y similares, como si fueran unos vulgares Pokémon que han evolucionado tan alto, que los combates se transforman en un mero espectáculo de flipadas. 
El tamaño importa. O eso pensaron - Netflix

MOTU: Revelations, al completo, confirma ser una entretenida ficción que recupera a uno de los personajes icónicos de los 80. La historia de Kevin Smith es la suya, ni tanto ni tan poco. Los lameculos andarán encantados de poder sumarse al visionado de una historia que tiende a enredarse por sí sola, con tanta parafernalia al cosmos que se echa de menos algo más salvaje, más simple como darse de hostias gratuitamente. MOTU ya fracasó a principios del 2 mil a la hora de estirar el negocio con otra serie animada que pasó por la historia sin gloria ni repercusión. Ahora se ha intentado estirar el recuerdo y promocionar una nueva aventura que logre avanzar la historia, con aires nuevos a otros personajes, pese al excesivo chorreo del empoderamiento femenino. Tampoco conviene lapidar en exceso una visión personal. A fin de cuentas, cualquiera puede recuperar sus muñecos y montarse su propia película.

Kevin Smith, Netflix
Masters del Universo: Revelations

2 de diciembre de 2021

Zaragoza

Con esta novela, se supera el ecuador de la primera tanda de los Episodios Nacionales de Galdós. Y arranca con el joven protagonista, Gabriel de Araceli, junto algunos  de sus compañeros camino de Zaragoza en busca de refugio. Pero en la capital aragonesa andan bastante atareados después de haber resistido un fuerte asedio anterior por parte de las fuerzas francesas. La estratégica situación geográfica de la ciudad la convierte en un deseado objetivo por su conexión con la capital de España y la cercanía de la frontera con Francia. De este modo, Galdós vuelve a situar a su protagonista en un momento concreto y hacerle participé de la heroica resistencia que los habitantes de Zaragoza plantearon al ejército invasor a finales del acaparador año de 1808. La parte histórica señala una resistencia feroz, una enconada lucha que cuenta con parentescos similares a las mitificadas resistencias numantinas. Una demostración propia de la épica interesada, que sirva a posteriori para idealizar los arrebatos patrióticos de no dejarse conquistar por extranjeros. 
Zaragoza quedó en ruinas similares
Pero el relato de Galdós también se encarga de dotar vida a la ciudad y de rellenar los espacios necesarios por donde discurren los personajes de la historia. Como la familia  Montoria. Uno de los apellidos más notorios de la ciudad y cuyo patriarca, José de Montoria, acoge al bueno de Gabriel, y a su vez, éste, entabla una buena amistad con el menor de sus hijos: Agustín. El típico hijo espabilado en las letras cuyo destino anda encaminado a seguir los pasos de Dios. Pero ay, en su camino se cruza Cupido con una de sus melosas flechas y cuyo veneno le hace sucumbir a los encantos de María. Una hermosa joven que corresponde con amor juvenil las miradas, abrazos, palabras y deseos del futuro clérigo. Un importante obstáculo es que ella es hija de Jerónimo Candiola, un mezquino prestamista enemigo de los Montoria. Surge así un drama conocido, expuesto en numerosas historias donde dos jóvenes deben superar las cadenas del vínculo familiar para mantener la ilusión de estar juntos frente a las adversidades, y con los cañonazos de los franceses como música de fondo. En el trasfondo de tan dramático noviazgo llegan los arañazos de la guerra, a través de un sitio descomunal, descrito por Galdós a lo largo de una novela que llevó a los extremos la resistencia humana a lo largo de 2 intensos meses.

Seguramente, el reconocimiento popular de Trafalgar, ligada a su importancia bélica europea y a la llamativa batalla naval, tenga más audiencia o mejor publicidad entre los lectores. Pero en esta novela, Galdós se supera a la hora de describir el colosal asedio, con la llegada del enemigo en las primeras páginas y el rápido arranque de las hostilidades sobre los barrios más alejados de la ciudad. Después, se abre paso a la cronología, al relato de la historia ficcionada con sus personajes, arrebatos, deseos y miedos, como cuando la batalla se desplaza a los muros, a los barrios de los vecinos y la matanza alcanza el interior de los mismos edificios. Todo vale en esta fatídica lucha, incluso escarbar los mismos cimientos de las viviendas para derribar una resistencia que llega a ser tildada de fanática. 

Galdós logra con sus textos involucrarnos en el trascurso de la contienda, empapar al lector con el sabor del polvo, la ceniza y la carne quemada. Para ello aporta una buena cantidad de detalles sobre el desarrollo de la lucha. Gabriel parte como narrador pero cede el protagonismo a la misma guerra, rodeado de los necesarios personajes secundarios que acompañan al protagonista a lo largo del libro. Como la inclusión de la histórica heroína Manuela Sancho y sus actos más nobles en la defensa de la ciudad. Por supuesto también hay espacio para la exagerada devoción religiosa sobre la figura de la Virgen del Pilar. El ídolo necesario al que agarrase en medio de la desesperación.

Zaragoza acumula bastante acción, en ocasiones algo aturullada, pero es una novela de Galdós, quien exhibe, en los necesarios paréntesis, su habitual verborrea a la hora de describir a personajes y las múltiples peroratas que escapan de sus bocas. De la exagerada caricatura, en la que siempre cae Galdós para rebajar a ciertos miserables de episodios anteriores; se agradece, que en esta ocasión que la descalificación se centre en el odioso Jerónimo Candiola y su continua retahíla de faltas describen al viejo como a un verdadero usurero; una garrapata miserable alejada del habitual tono humorístico cuando la tragedia de la muerte pulula a su alrededor. Es un pecado mortal, es un delito imperdonable dejarse matar cuando se deben piquillos que el acreedor no podrá cobrar fácilmente.

El asalto de Zaragoza. January Suchodolski 
Museo nacional de Varsovia - WikiCommons

En parte es lo normal, si la lectura del libro expone las calamidades de la guerra sobre los habitantes de la ciudad. El asedio copa el protagonismo a lo largo de la novela, una épica que encuentra muestras constantes en la desaforada lucha por defender una tapia, un convento, un portal; y como la matanza se traslada después a las viviendas y sus protagonistas andan pendientes de sacar las navajas a la distancia adecuada mientras cruzan los dedos para no quedar sepultados bajo los escombros, cuando las voladuras buscan derribar la frenética resistencia desde túneles subterráneos. .. después de habernos batido y destrozado en la superficie, nos buscábamos en la horrible noche de aquellos sepulcros para acabar de exterminarnos. En todo asedio serio, hace acto de presencia la hambruna con el paso del tiempo. La escasez de alimentos obliga a los defensores al racionamiento y a la rapiña personal, la desesperada búsqueda de poder tragarse un roñoso mendrugo de pan. El paso de los días hacen mella en la salud de los defensores, diezmados por las heridas y la acumulación de cuerpos sin vida que facilitan la propagación de las epidemias. Un cuadro bastante alejado de las glorias de quienes se agarran al valor de una bandera; un trapo que pierde todo sentido cuando el asedio media entre glorificar el valor de estos hombres frente a la locura de seguir resistiendo sobre las ruinas. Han pasado diez días y Zaragoza no se ha rendido porque todavía algunos locos se obstinan en guardar para España aquel montón de polvo y ceniza.

Normalmente, la habilidad de Galdós a la hora de dotar gracia y verborrea a sus personajes llegaba a eclipsar buena parte del relato. En Zaragoza se mantienen los retratos populares de las clases más bajas. Pero también es cierto que, tanta batalla y tanta acción, aparece descrita con el mismo brío de quienes son capaces de defenderse con uñas y dientes. Sin duda, una obra a reivindicar en la enorme colecta de los Episodios Nacionales.

Zaragoza
Benito Pérez Galdós, Alianza Editorial
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Zaragoza

25 de noviembre de 2021

El regreso

A principios del siglo XXI debutaba cinematográficamente, Andrey Zvyagintsev, director de origen soviético cuya trayectoria profesional se fraguó en diversos trabajos para la televisión, incluida una faceta interpretativa como figurante y secundario, tanto en cine como en la propia televisión. Gracias a cierta base televisiva en la dirección, terminó por dar el salto a la pantalla grande con El regreso, y sentar las bases de un cine propio desde el principio. Un sello que le ha permitido alcanzar cierto reconocimiento internacional, y extender el éxito del debut al resto de su filmografía. Ya en 2003 sorprendía al llevarse el máximo galardón del festival de Venecia, junto al premio de mejor ópera prima del mismo certamen y otras condecoraciones a lo ancho del globo. Pero en Venecia fue el punto de partida y la presentación de un autor gigantesco, cuyo periplo profesional ha ido acumulando prestigiosos reconocimientos festivaleros cada vez que estrenaba nueva película. El éxito llegó en el mismo debut, con una ópera prima que puso de manifiesto las intenciones de un autor más interesado en exponer preguntas que en responderlas.

Ideal para hacer botellón

El regreso está protagonizada por dos hermanos que reciben con sorpresa el retorno de la figura paterna después de 12 años de ausencia. En todo ese tiempo, los niños Andrey e Iván, han estado viviendo con su madre, ignorando una sombra familiar de la que apenas recuerdan algo. Para poder reconocer al padre incluso recurren a buscar una antigua fotografía que dé por buena el rostro del recién llegado. Este reencuentro anda marcado por una frialdad exagerada, hasta el punto de crear una tensión constante de la que se duda que sea feliz, deseada o temida. Tal incógnita se incrementa gracias al uso de los silencios, unos silencios tan incómodos que sólo queda la opción de recurrir a los gestos, a las miradas y a los actos de los personajes para indagar qué diablos pasa entre los principales miembros de esa familia.

Para colmo surge el viaje, el necesario trayecto que transforme a los adolescentes a lo largo del metraje. A priori, las intenciones del padre suenan positivamente, partir con sus dos hijos en la clásica excursión a pescar, momento adecuado para conocerse y recuperar el tiempo perdido. Sin embargo, las incertidumbres del pasado chocan con un presente que desconoce qué ruta seguir. Porque el padre acumula un aura misterioso y autoritario que rompe de inmediato la expectativa del reencuentro feliz. 

La película toma entonces el aspecto de una road movie a través de una Rusia rural, profunda y salvaje, apartada de las grandes urbes con el objetivo de alcanzar algún lago concreto. Y tras más de un desencuentro, sobre todo dado por el menor de los hermanos, surge la duda del vaivén, del moverse a lo loco por el ancho país ruso y el desconcierto que produce la actitud de un padre que otorga ciertas pistas que parecen falsas, como las repetitivas llamadas telefónicas, o su dictatorial modo de comportarse. Por ahí se intuyen algunos demonios que corroen a ese hombre incapaz de ejercer de padre tras tanto tiempo de ausencia, o que simplemente hubiera preferido seguir siendo un fantasma que se hubiera hundido tranquilamente en el recuerdo de alguna fotografía. Son tantas las imágenes con las que juega Zvyagintsev, que parece querer coquetear con la mentalidad del espectador a través del doble sentido y del simbolismo que se apodera de los elementos que rodea al trío protagonista. 

Al director ruso se le ha ido equiparando, a lo largo de los años, con uno de los grandes cineastas de la historia: Andrei Tarkovski. Básicamente por compartir nacionalidad y exhibir un modelo similar a la hora de contar historias. A Tarkovski siempre le acompañara el mantra de la faceta poética que transmitían sus imágenes, junto a unas historias alejadas de los ámbitos comerciales. Con Zvyagintsev sucede algo parecido, gracias al cuidado uso de la fotografía y su utilización para subrayar las ideas que cuentan sus películas.

Como por ejemplo el uso del agua, el liquido elemento anda ligado tanto al bautismo católico, como a las clásicas pruebas de valor juvenil, aquellas donde los jóvenes consideran importante saltar desde una altura considerable sobre el agua para mostrar su hombría ante los demás. También el agua aparece a la hora de imponer castigos, como cuando el más pequeño reta la autoridad paterna y es abandonado a la intemperie del aguacero. Un jarro demasiado frío como para recuperar la esperanza de un destino feliz. Sobre todo cuando la solución pasa por ir hasta una isla abandonada, guiados por un barquero más cercano a la figura de Caronte, que a la del padre Abraham, tras superar los chicos un verdadero diluvio para poder alcanzar la costa. En esa isla deberían darse algunas respuestas, las que siempre busca el espectador y en este caso llevan tiempo ocultas, escondidas, como un tesoro bajo tierra. Aunque seguramente el premio esté dentro de la imaginación que provoca el visionado de una película tan apasionante como el debut de Andrey Zvyagintsev.


Andrey Zvyagintsev, 2003

11 de noviembre de 2021

El juego del calamar

Ha sido un éxito mundial. Pocas veces puede verse un fenómeno similar que logre cautivar a tanta gente en un espacio de tiempo tan corto. Una buena muestra del acelerado negocio que plantean las plataformas audiovisuales, las mismas que exponen sus productos a la misma velocidad que se consume. Y aún queda por ver hasta dónde puede llegar la trituradora de la oferta sin descanso, derivada hacía un público que devora tendencias y promociones de portada sin pararnos a digerir las maravillas y las mierdas que consumimos. Aunque reconozco que la burbuja lleva tiempo extendiéndose sin recibir, de momento, signos de agotamiento. Al menos queda el consuelo del habitual triunfo que suele darse en quienes lo merecen, como esta serie surcoreana, que viene a demostrar el talento audiovisual de un país que sigue arrastrando el reconocimiento de los premios que Bong Joon-ho ha obtenido con Parásitos, aunque es justo reconocer que occidente ya había abierto las puertas a diversas producciones orientales que han ido marcando huella en una amplia mayoría de espectadores. El juego del calamar remarca esa tendencia, siendo la producción más vista del videoclub online más potente del planeta. Y encima, hay varios motivos que aupan a esta serie al reconocimiento popular, y también el de la crítica.

Eliminado!

El juego, en teoría, pretende entretener a los poderosos, aquellos que disfrutan desde el palco vip las desventuras de la plebe. Un grupo de marginados, con demasiadas deudas a sus espaldas, son tentados a participar en una serie de juegos infantiles con la promesa de un gran premio en metálico para el ganador final. Pero la gymkana propuesta se convierte en un juego a vida o muerte, y la supervivencia individual trastoca la mentalidad humana de los concursantes a la siempre atractiva y sádica exposición del sálvese quien pueda. 

Por ahí entra un variado grupo de personajes, para que el creador de la serie, Hwang Dong-hyuk, pueda ejercer el clásico ejercicio de profundidad, matices e intereses de cada uno de ellos a lo largo de los nueve episodios expuestos. Y que el espectador elija entre la habitual morralla que suele agruparse entre los más desfavorecidos de la sociedad. Incluidos los que se han hundido en el fango por ambición profesional o simplemente, buscando el éxito en negocios ilegales. De todos ellos, destaca Seong Gi-hun, interpretado por un acertado Lee Jung Jae que capitaliza el protagonismo principal, desde una hiriente posición patética y de aparentar ser un simple que intenta salvaguardar cierta honestidad humana. Sobre todo cuando la postura más fácil a adoptar sea la de la barbarie, ésa que surge cuando las situaciones extremas aparezcan entre los concursantes y haya necesidad de escoger bando.

Pero no toda la serie se sustenta en el suspense de conocer el siguiente juego macabro, o cómo el derramamiento de sangre desborda las mentes de los débiles, que parecen haberse olvidado que la violencia impera el mundo entero desde cualquier noticiero televisado. Incluidos los avisos colegiales a los padres donde están matriculados sus hijos. 

La serie arranca con un punto de partida muy útil en la ficción surcoreana: el uso del humor en contraste de la violencia que posteriormente subraya. Aunque éste nos parezca estridente, es necesario remarcar cómo Hwang utiliza firmemente situaciones cómicas para presentar y dar cabida la presentación de personajes. Incluso cuando la vida misma pende de un hilo, ahí aparece alguna coña o postura divertida que suavice la gratituidad del uso de la violencia. A la par, navega uno de los puntos fuertes de la serie para dar credibilidad a la necesidad de los personajes en adentrarse en tan tenebroso juego, gracias a un memorable segundo capítulo: con una clara exposición de crítica social, en especial al sistema que predomina en las sociedades avanzadas y donde siempre hay quienes se quedan atrás por falta de oportunidades, la lógica competitividad o por su propia torpeza. Pero el dinero está ahí para resolver casi cualquier cosa, como una simple estancia en el hospital o poder pagarse un billete de autobús. Un sistema que termina por degenerar a algunos, y por afán del contrario, de los afortunados, ofrecer nuevas opciones a quienes sirvan de cobaya o de entretenimiento a los beneficiados de la riqueza creada.

Muy fan del personaje
El juego del calamar ha sido una agradable sorpresa, cuya fortaleza anida en la inteligencia de proponer un escenario tan macabro en contraste a la alegria que debieran recordar los juegos de la infancia. La serie contiene numerosas sorpresas, emociones y giros entretenidos, incluido algún memorable cliffhanger que lamentablemente pierde gracia al ser tan sencillo pasar de un capítulo a otro. Cómo sería, hoy día, tener que esperar una semana entera para ver el siguiente capítulo, cuanta magía e incertidumbre perdida en apenas unos segundos. Es la maldición de las jodidas plataformas, los maratones o las velocidades asociadas al consumo. Las mismas que nos llevan alegremente a observar como sobreviven personas en islas, se ponen a jugar delante de vaquillas o saltando sobre puentes acristalados sin red. La gracia del entretenimiento futuro vendrá asociado al morbo de verdad, en aquel que logre emocionar al que comodamente disfruta del dolor ajeno. La telerrealidad ya ha propuesto diversiones semejantes, sólo nos falta la que logre salpicar sangre. Llegará el día que las pidamos y paguemos por ella. 

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El juego del calamar
Hwang Dong-hyuk, 2021

5 de noviembre de 2021

Wilt no se aclara

Instalado definitivamente en la localidad de Llafranc (Gerona), Tom Sharpe volvió al negocio de la escritura después de un evidente parón de unos diez años. Seguramente, el estado de su salud tuvo que ver con ese pequeño detalle, al dedicar a la sanidad catalana la publicación de esta novela en 2004. Y nada mejor que recuperar el pulso literario con su personaje más emblemático para acumular una cuarta aventura: Wilt no se aclara. El apellido protagonista que alcanzó un notable éxito desde su primera aparición en el ya lejano 1976. 

vs campiña Ibérica
Tras los sucesos acaecidos anteriormente, Sharpe tiene el problema de cómo lograr sorprender a los lectores sin repetirse en la trama central. Para ello, opta por alejarse de la escuela politécnica donde Henry Wilt ejerce su profesión y buscar nuevos argumentos en las vacaciones de verano. De entrada, se expone una agradable invitación de viajar a EEUU para visitar a una tía de Eva, la esposa de Henry Wilt. Esta familiar está casada con un rico empresario americano y ambos carecen de descendencia. Esta circunstancia provoca que Eva vea una buena oportunidad de que sus hijas puedan heredar parte de la fortuna del matrimonio Immelman. Pero Wilt tiene otros planes bien diferentes y miente descaradamente para lograr tener unas vacaciones en soledad, alejado de la familia y con la clara idea de realizar una peregrinación por la campiña inglesa.

Ante este prometedor inicio, la familia Wilt afronta el verano de manera separada; con dos destinos bien marcados donde desatar los habituales equívocos que logren enredar a las personas que tengan la desdicha de cruzarse en su camino. Eva y sus cuatrillizas provocarán, sin quererlo, una investigación por tráfico de drogas al conversar simplemente con un conocido traficante de estupefacientes. Aunque serán las hijas del matrimonio protagonista quienes darán rienda suelta a una larga lista de travesuras que amenazan con llevar a la quiebra la empresa y reputación de sus tíos americanos.

Wilt por su parte y también sin quererlo, se verá inmerso en una complicada trama de venganza que mediará entre un importante miembro de la cámara de los lores, a su esposa y al amante de ésta. Visto así, Sharpe parece querer prevalecer una investigación policial donde poder ridiculizar, tanto a los arrogantes americanos y sus fantasiosos métodos, como la ineficacia policial inglesa. En todo el proceso argumental, caben destacar las premisas habituales de su prosa. Como la acumulación de situaciones estrambóticas que tienden a situarse de manera casual, encajando las alocadas piezas de una manera tan solvente, que Sharpe logra convencernos de que la locura es el resultado más sencillo por el que discurre la vida que representa. Dentro de ese espacio singular, Sharpe acoge con agrado dar rienda suelta a los enredos liderados por personajes aún más peculiares que la dupla protagonista, y digo peculiares por buscar una palabra amable sobre la colección real de pervertidos, ineptos y desdichados que discurren a lo largo de las páginas. Porque parece mentira que la ficción de Sharpe esté especializada en repetir los mismos roles y las mismas perversiones, ancladas en trabajadores saturados a punto de explotar, vulgares deslenguados y repetitivos gustos sexuales.

Está claro que el autor se ve forzado a buscar nuevas vías a explorar y ampliar situaciones donde poder ubicar los nuevos disparates de Eva y Henry. Normalmente toda continuación tiende a exagerar, a ampliar el tamaño del envoltorio para situar las nuevas aventuras en la fácil postura del más difícil todavía. De algún modo hay que llamar la atención. Es evidente que Sharpe busca sorprender con una hipérbole que exponga el descomunal embrollo que suele crear, y dentro de esa locura, atrapar a los lectores con un humor dispuesto a recoger cualquier atisbo de extravagancia e irracionalidad.

Sin embargo, el lector pierde la referencia de Henry Wilt. Éste se convierte en un actor secundario dentro de una novela en la que parece estar de paso. Los lectores afines a Wilt echarán en falta la aportación de tal singular personaje en una historia en la que parece ser una estrella invitada en la novela de otro autor. Incluso hay momentos donde cualquier lector llega a preguntarse dónde diablos está Wilt pasadas unas 150 páginas. Sin duda, el conflicto que Sharpe expone tiende a donar el protagonismo a personas ajenas al elenco principal, aunque estén igualmente idas de la azotea. Al menos la novela cumple su mera función de entretenimiento, ya sólo queda la espera del rescate final en el último capítulo de la saga. 

Wilt no se aclara
Tom Sharpe
Ed Anagrama, Contraseñas, 2004

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18 de octubre de 2021

Donde los vientos duermen

Hace cinco años me encontré un libro en un banco, abandonado a la intemperie del primero que pasase por su llamativa portada. Éste era miembro de una selecta colección de bolsillo (Colección Reno). Y en todo este tiempo posterior, me he liado a intentar completar el listado de la citada colección, seguramente sea inabarcable, y rematar con alguna que otra lectura de los libros acumulados ¿Los motivos? Pues tan simple como poder disfrutar de historias como, Donde los vientos duermen, de András László. Una verdadera sorpresa, que de inicio, no apuntaba tales maneras, seguramente porque pedía tiempo y paciencia para llegar a enganchar de tal modo, que notas cuando la lectura de la novela te atrapa y logra marcar huella. Un poso que permanece y entra directo a la memoria personal, ésa que queda para el recuerdo frente a otros libros que terminan siendo olvidables. Hacia ese distinguido lugar se dirige la historia creada por András László; un escritor singular de mediados del siglo XX, cuyo origen procedía del pasado imperio austro húngaro hasta errar por diferentes países europeos buscando poder asentar el culo. 

Algo similar le ocurre al protagonista del libro, un escultor de origen austriaco llamado Kurt, que tras merodear por diferentes países, opta por salir del continente europeo durante la II Guerra Mundial para asentarse en Tánger, y sobrevivir gracias al intercambio de divisas. Allí vive a su bola, siguiendo un camino peculiar de espaldas a la sociedad mientras el autor aprovecha para presentar su pasado como referente de su curiosa personalidad. Y para dar un mayor empuje, aparece un misterioso niño pequeño con una simple nota que dice ser su hijo. El parecido físico parece confirmar tal parentesco mientras el escultor asimila poco a poco las funciones de su nuevo cargo y acepta educarlo del modo que considera oportuno. Después de varios años, surge el giro que trastoca la placentera vida del protagonista, cuando el retoño pregunta por la madre; una figura misteriosa de la que mantiene una lejana imagen, como si la bruma del tiempo ocultara parte de sus recuerdos de cuando era un chiquillo. Tal pregunta altera el equilibrio alcanzado por el protagonista mientras divaga en su cabeza quién puede ser la madre. De esta necesidad vital para el pequeño, el protagonista la transforma en una pequeña obsesión que le lleva a remover su pasado y buscar a las supuestas candidatas con las que tuvo el roce necesario. Esta tarea, en tiempos posteriores a la II gran guerra, se convierte en toda una odisea detectivesca donde lograr hilvanar los hilos que le lleven a cumplir su propósito.

Gracias a esta búsqueda, el escritor nos traslada al pasado de Kurt y las relaciones que mantuvo con diferentes mujeres en Italia, Francia y España. Un paso atrás que nos permite conocer mejor los movimientos de este pequeño vagabundo burgués y su marcada personalidad: inteligente, dura y atractiva de leer. Obviamente hay un enorme choque al constatar el enfrentamiento del pasado con el presente, sus encuentros personales y las cicatrices que dejaron sus pasos. Similares a los rescoldos de una sociedad marcada por las guerras recientes. El contexto de la historia con mayúsculas, también ayuda a situar la necesidad que hubo de buscar los reencuentros entre familiares y seres queridos. A pesar de la apariencia de ajetreo entre tanto viaje, László tiene la capacidad de embaucarnos con su narrativa entre los recurrentes saltos temporales que describan un pasado donde destaca la poderosa relación de los protagonistas implicados en cada ciudad, en cada país. Curiosamente, el escritor guarda cierto paralelismo con su novela por su índole a establecerse por diferentes países a lo largo de su vida, hasta que finalmente se asentó entre Francia y España según qué épocas del año. Un escritor a recuperar y a reivindicar a nivel europeo por la incapacidad de otorgarle un único pasaporte. Por otro lado anda la historia ficticia, la continua búsqueda liderada por Kurt, inamovible en su proyecto y obcecado en una empresa casi imposible: cumplir con el deseo de su hijo y de paso lograr reengancharse a una sociedad de la cual se apartó deliberadamente

-Tú también sabes reír.
-Mucho me temo que sólo sea una manera de enseñar los dientes.

Donde los vientos duermen
András László
Ed GP. 1968 Col Reno 257

https://www.andreslaszlo.com/es/

8 de octubre de 2021

30 monedas

Había ganas, aunque fuesen tardias, de visionar la llamativa obra de Alex de la Iglesia en la plataforma HBO. La promocionada serie de 30 monedas. Una buena muestra de la importancia del autor, ubicado como un referente audiovisual que hace tiempo superó la frontera del idioma, gracias a una filmografía característica, con sello propio a lo largo de casi treinta años de oficio. Y de ésa impronta, se nutren los ocho episodios que conforman la serie: al acumular el poderio visual de De la Iglesia, su descomunal habilidad para crear historias fantásticas junto a su habitual incapacidad de mantener la coherencia del argumento, debido principalmente a que su acelerado ritmo derrapa en más de una ocasión. A bote pronto y sin necesidad de abrir el envoltorio, la serie tiene tintes que nos recuerdan a la inolvidable El día de la bestia. Y por ahí andan ciertos tiros, aunque lo primero que hay que citar es la libertad creativa que ha tenido el autor, y su inseparable Gerricaechevarría en los guiones, para llevar a cabo este proyecto. Un punto a favor para HBO por esta concesión, un punto de confianza que demuestra su apuesta por dar rienda suelta a la parte creativa de Alex, con todas sus virtudes y sus defectos. 

Megan Montaner y Miguel Ángel Silvestre. La otra dupla protagonista - HBO

30 monedas nos expone a un poder sobrenatural, la que otorgan las monedas con las que se abonó la traición de Judas Iscariote sobre Jesús de Nazaret. Un tesoro que ha sido buscado a lo largo de la historia por todos los rincones del mundo. Y casualmente, una de ellas la porta un misterioso sacerdote, Manuel Vergara (Eduard Fernández) que busca ocultarse en Pedraza; una famosa villa medieval segoviana pero que en la ficción pretende hacerse pasar por un pueblo algo más remoto y escondido. Hasta ese lugar llegan los poderosos tentáculos del poder del mal, encarnados en una especie de secta ligada a la religión católica y con fuertes conexiones vaticanas. Éstos buscan hacerse con la moneda, y evidencian, desde el primer capítulo, la intención del cineasta de abordar cada episodio desde una estructura cerrada, es decir, escenificar un misterio y capitalizar la trama con principio y final en un mismo capítulo. Una opción loable que camina en paralelo al argumento central y donde debería desarrollarse el crecimiento de los personajes. Sin embargo, este modelo en manos de Alex de la Iglesia, suele acumular tantas posibilidades que su habitual ritmo vertiginoso termina por desencadenar un atropello continuo. El alboroto que siempre desencadena quien busca dar tantos giros, que la mera acumulación supera el tiento que debiera darse en una obra más elaborada. La mayoría de los episodios alcanzan los sesenta minutos de duración, salvo un estirado piloto que muestra las grandezas de la serie con una buena muestra del ingenio que puede alcanzar sus mentes pensantes. Incluso el buen hacer se extiende en el segundo capítulo, con el clásico juego de la güija por parte de la chavalada del pueblo, en un buen ejercicio de terror.

Pero la serie avanza, y el arsenal de sus creadores empieza a desbarrarse ante el potencial expuesto. En realidad es un contraste habitual en su filmografía, partir de un buen plantemiento original sin un desarrollo más pausado que elabore la historia central sin necesidad de llamar la atención constantemente. Curiosamente, choca bastante este parecer con el éxito que arrastran los seriales desde hace tiempo, gracias a poder madurar temas complejos por el simple hecho de sumar capítulos y temporadas. Al bueno de Alex no le vale tal línea de parecer, acostumbrado a su habitual locura de pisarse continuamente en diversos golpes de efecto que se agolpan de manera similar a su capacidad de herir y mutilar a sus protagonistas. Por ahí anda uno de los puntos fuertes, el reparto coral. Por un lado, lucen sobrados motivos para remarcar el buen hacer de figuras conocidas: Eduard Fernández, Manolo Solo,.... actores que hacen creíbles a unos personajes que entre guarrazos, disparos y violencia extrema, logran mostrar algún signo de desarrollo entre el habitual caos y sorpresas marcas de la casa. De ese continuo trajinar, quienes más pierden son los secundarios, aquellos que bien podrían levantar el conjunto global del producto, quedan como meros figurantes, sin mayores glorias que acompañar las tragedias que se ciernen sobre la hermosa villa de Pedraza. Y eso que se ha contado con buenos actores que cumplen la función de dar vida al guardia civil o al farmaceútico de turno. Figurantes claves que repiten constantemente su papel al desarrollarse gran parte de la trama en dicha localidad.

Ay, ese monstruo, que pronto... - HBO Europe

La serie cumple la premisa que vende su director, un entretenimiento desigual para mayor gloria de los habituales admiradores de su firma. En cierto modo, 30 monedas es una rareza necesaria ante la amplia y excesiva oferta que hay hoy día. Una vía de escape ante tanto hype acumulado en la fraternal guerra de la ficción por el dominio del streaming mundial. Y justo por estas fechas, se han anunciado las amenazas de una segunda y tercera temporada. Con tanto bombo, que el ruido que merodea tanta publicidad, suele estar emparentada ante el albaroto con el que Alex de la Iglesia suele finiquitar sus obras. La idea inicial es pasar de seguir con el próximo visionado, pero algo tiene este señor que logra atraernos como polillas. Incluido su cine, nunca aprendemos, pese a salir escaldados de tantos requiebros, disparates y la peor parte: la incosistencia de ver que bien debe pasárselo este señor para seguir en la cresta de la ola.

30 monedas
Alex de la Iglesia, HBO Europe, 2020

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Acción mutante. Ópera prima de Alex de la Iglesia

23 de septiembre de 2021

Hombres sin mujeres

Hacía bastante tiempo que no me acercaba a la obra del conocido escritor japonés, Haruki Murakami; seguramente desde aquel boom literario que tuvo su firma en el mundo occidental y que, lamentablemente, le ha colocado en el cachondeo anual de aspirar a ganar el Nobel de las letras. Una posibilidad llamativa, pues los grandes medios de comunicación siempre avanzan las supuestas candidaturas al premio, cuando la propia organización de los Nobel jamás anuncia con antelación ninguna propuesta, ni aspirantes, ni cualquier cosa que se le parezca. El proceso de selección es en teoría secreto, y solamente la especulación o los rumores, pueden dar alguna pista que, de ningún modo, debería ser tomado como una supuesta lista de candidatos seria. Estaría bien saber qué intereses despertó situar a Murakami de manera constante a un premio del que tiene pinta no poder ganar. La famosa publicidad gratuita incluso puede tornarse negativa, ante el gafe continuo de situar su nombre a la coña popular. Y en parte, no hacía falta pues ya era un superventas a nivel mundial. 


Ahora me he topado con este ejemplar de sopetón, expuesta su portada a la entrada de la biblioteca de mi aldea y escogida su lectura por tal simple acto. Hombres sin mujeres es una recopilación de relatos cortos sobre la poderosa influencia que han tenido las relaciones de las mujeres sobre los hombres en algún momento de sus vidas, y cómo la falta de éstas, afecta al género masculino. Hay un objetivo claro de remarcar el poder del pasado y de las relaciones amorosas entre las personas que describe Murakami. Sobre todo cuando una pareja se rompe, ya sea por fallecimiento o por otras causas que afecta la vida en común entre hombres y mujeres. Pero en este libro, todos los cuentos están protagonizados por hombres; y así es como los desposeidos de la costilla de Adán, son los encargados de narrar su particular punto de vista y cómo han evolucionado tras su experiencia con la femina de turno. Un protagonismo excesivo, salvo el cuento titulado como Sherezade. Murakami aprovecha esta circunstancia para elevar un momento concreto de estas vidas y que de alguna manera, les marca de por vida. En total son siete los capítulos ideados por el autor, donde repite una tónica habitual en su obra al centrarse, principalmente, en personajes solitarios que protagonizan historias bastante particulares. Para quien conozca su obra, reconocerá su gusto por las tramas hacia temas casi irreales, pero con un tono, que el autor logra enmascarar de una manera tan solvente, que más bien parece algo cotidiano que tu amante te confiese que en su vida anterior era una lamprea.


Conviene remarcar la nula existencia de continuidad entre los diferentes relatos. Todos son independientes, salvo por la descripción de las relaciones humanas. Único punto de referencia con la colecta emocional de los sentimientos de pérdida, la ruptura o del amor no correspondido. Curiosamente se da una constante entre algunos personajes que apenas logran remontar tras romperse la relación, anclados a un recuerdo que les mantienen atrapados en la nostalgia de haber vivido tiempos mejores. Se remarca ese vacío existencial, una experiencia que el lector debe evaluar como un viaje necesario de los personajes; al fin y al cabo todos acumulamos un pasado del que poder aprender, recordar y hasta incluso, añorar. Ése es el sentimiento que pretende alterar Murakami, al enumerar diferentes historias distantes en su contexto, pero con el punto de encuentro en común hacia la necesidad de entablar una relación de pareja y de disfrutar del ilógico sentimiento del amor.

Hombres sin mujeres cumple con la obra de su autor y como tal, los lectores asiduos al japonés reconocerán sus habituales referencias musicales, frases habitualmente directas y una trama relativamente compleja con ligeros toque de humor. En esta obra, logra entretener con su prosa en historias más bien cortas. Incluido el supuesto homenaje a La metamorfosis de Kafka, otorgando al personaje del libro la oportunidad de revertir su condición humana sin mayores pretensiones que formular una historia centrada en exclusiva a la influencia que produjo el simple idilio entre dos personas. 


Hombres sin mujeres
Haruki Murakami
Tusquets editores, 2015

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De qué hablo cuando hablo de correr

17 de septiembre de 2021

El hijo de Saúl

Esta película cumplió con creces los esfuerzos de sus creadores por levantar su proyecto. Porque no fue fácil lograr un mínimo de financiación que arriesgase poner el dinero suficiente para rodar una propuesta fuera del ámbito más convencional. Desde su estreno, esta cinta de humilde presupuesto, fue agrandando su título alrededor del mundo en pequeños pasos, gracias a una amplia proyección internacional que vino respaldada por una buena colecta de premios; como los conocidos casos del Globo de Oro y Óscar a mejor filme extranjero; y sobre todo, por su exitoso paso por el prestigioso festival de Cannes (gran premio del Jurado) Un reconocimiento al debut de su director, el húngaro László Nemes, quien tuvo la convicción de rodar su primera obra a través de un filme que se alejaba de los estándares habituales. No así la trama, centrada en una historia tan conocida como dura: al exponer la vida de un grupo de prisioneros en un campo de concentración de la II guerra mundial. En concreto, las unidades que los nazis reclutaban para que hicieran el trabajo sucio. Es decir, ciudadanos judíos obligados a guiar a los presos llegados al campo hacia las cámaras de gas, rebuscar cualquier baratija valiosa entre las ropas, trasladar sus cuerpos a las hornos crematorios, limpiar los restos de sangre, para terminar espolvoreando sus cenizas en un río cercano. Para contar una historia tan desgarradora como excesivamente conocida, Nemes propone hacer participe al espectador del espectáculo, a través del uso de la cámara en mano y centrando la acción alrededor del personaje principal, Saúl (un inmenso Géza Röhrig) Persiguiéndolo por todas partes y obviando las fáciles imágenes escabrosas. 

Qué dónde hay un rabino - Ad Vitam
Normalmente, la película logra crear cierto agobio a lo largo del filme entorno a esta figura, donde se destaca principalmente su rostro y movimientos a través del escenario propuesto, incluidos ciertos vaivenes, como si estuviéramos andando al lado del reparto. La inclusión de otros personajes también ahondan en el primer plano. Metiendo sus cabezas tan cerca unas de otras que a veces parece obligarnos guardar la cacareada distancia social. Además, el director alarga las secuencias de manera frecuente, leve demostración de una trabajada coreografía alrededor de la infernal vida que supone estar dentro de un campo de concentración. Puede decirse que toda la película intenta realizar un juego inmersivo con el uso de la cámara; similar al desembarco de Normandía que propuso Spielberg en Salvar al soldado Ryan. Pero en esta ocasión, se redunda en el contraste que hay entre la cercanía que proporciona la cámara, con la sensación alejada de los sentimientos humanos ante la barbarie que se expone. Y en eso, Nemes parece querer dejar al espectador dentro de la película como si fuera un miope suelto por el escenario, y viéramos difuminado el fondo de la acción. En pocas ocasiones el director otorga un respiro en ese sentido, ya que prevalece ése desenfoque al que el sonido viene a demostrar su parte fundamental; al añadir toda la información que requiere el buen uso del fuera de campo: gritos, lloros, disparos... una propuesta libre para que circule la imaginación del público.

La película está centralizada en Saúl, un preso húngaro que forma parte de la citada brigada de reclusos que alargan sus existencias al devenir caprichoso de sus carceleros. Así, hasta que salta el punto que revierte la actitud del protagonista, cuando los implicados descubren que un muchacho ha logrado sobrevivir a la cámara de gas. Sin embargo, su vida termina por ser finiquitada por un alemán ante las miradas pasivas de varios prisioneros. Un acto demasiado habitual en ese lugar como para que alguien se conmueva. Sin embargo, algo ocurre en el personaje principal que logra quebrar su pensamiento. Un punto de inflexión importante que marca el carácter del protagonista hacia una misión imposible: conseguir enterrar el cuerpo y lograr que un rabino dicte las palabras apropiadas para el descanso del alma. Y así es como en medio de ese infierno, el protagonista se aferra a alguna chispa que lo conecte con la humanidad perdida, obcecado y tozudo hacia una decisión incoherente entre tanto horror a su alrededor. En medio del desastre, Saúl se plantea esta tarea de manera personal, de tal manera que termina por afectar al resto de compañeros, en un intento de encender una chispa de esperanza entre la conocida tragedia vista tantas veces en literatura, cine y en otras tantas artes. El logro de, El hijo de Saúl está asociado a su director, a la hora de exponer una película desde una perspectiva diferente y que requiere de la complicidad del espectador para que surta efecto la magia de la película.

Nemesz Laszlò, 2015

30 de agosto de 2021

Historia de una taberna

En algún momento dado debí anotar el título de este libro para su futura lectura, y aunque mi cabeza lo ha intentado, me reconozco incapaz de rememorar dónde leches saqué tal recomendación. Sería importante recordar, porque ha sido bastante divertida la lectura de Historia de una taberna, de Antonio Diáz-Cañabate. Al menos quedan en juego los malabares del destino, aquellos que surgen a la buena de dios, como cuando te cruzas con libros conocidos merodeando los cubos de basura; éstos son los que empujan y orientan, a lo loco, ciertas lecturas a las que pueda dar cierta y humilde voz en el interminable universo de la blogosfera. Porque mira que hay obras literarias en el mundo, y aquí anda un servidor, dispuesto a gritar vivamente las bondades de este libro. Antonio Diáz-Cañabate debió ser un tipo singular, cuya vida profesional estuvo dedicada principalmente al periodismo, dando un buen portazo a un puesto fijo tras sacarse una oposición judicial, debidamente desarrollado en uno de los capítulos incluido en el libro. Aparte, cabe destacarse también su faceta en la creación de algunas obras teatrales y de temas relacionados con una de sus grandes pasiones: la tauromaquia.

La taberna de Antonio Sánchez cerrada en agosto de 2021
El libro que da pie a esta entrada es en realidad un recopilatorio, cuyo arranque singular, centrado en la historia de una taberna, sirve para llevarnos de viaje al Madrid del primer cuarto del siglo XX. Un viaje al pasado y con claras referencias autográficas a la juventud del autor. Seguramente, la idea inicial era rendir tributo a la taberna y a su propietario: Antonio Sánchez Ruiz, antiguo torero y pintor en sus ratos libres. Pero tras ir colmando buena parte de los recuerdos alrededor de las copas de vino y del trajín que embauca tales establecimientos; al autor se le debió abrir la puerta de la nostalgia, la de los buenos tiempos pasados en su juventud y del recuerdo de un Madrid, que ha sido engullido por el paso del tiempo.  Esta obra debió ser redactada en los años posteriores al conflicto de la guerra civil, (fue publicado en 1942) y una buena medida de evitar los escombros esparcidos tras la guerra, sería buscar refugio en tiempos mejores; aquellos que estaban ligados a la búsqueda del entretenimiento nocturno y de sus propias divagaciones personales, las que el autor eleva a cotas más altas. Ya sean éstas los amaneceres de Madrid desde diversos puntos concretos, o como las sirvientas espolvorean las alfombras desde las ventanas en las que trabajan sus cuchicheos. 

El libro anda dividido en un variado número de capítulos, en una especie de antología que remarca su faceta de cronista de Madrid, al desarrollar algunos quehaceres cotidianos y de las costumbres de la sociedad, en una época que se observa con añoranza, al ver como el tiempo implacable cruje a su paso la vida de las personas, mientras la ciudad evoluciona pese a las quejas del autor. "Además, el automóvil tiene la culpa de que se haya abierto en Madrid esa Gran vía, conjunto de edificios hórridos y también de los líos de la circulación con las señales luminosas". Hay un poco de todo, desde la vida callejera de los traperos hasta la lógica parte autobiográfica, la puerta abierta para fardar de sus conquistas amorosas mientras intenta acercarse a diferentes muchachas en los bailes, ya sean estas danzas con orquesta, con la compañía materna o con la alianza de las máscaras para soltarse un poquito más.  
Interior del mesón en 1961- Juan Miguel Pando Barrero - Fototeca del Ministerio de Cultura
Las experiencias de Cañabate se extienden a lo largo de los episodios de manera ligera, inteligente y amena. Hay mucha descripción del ámbito cotidiano de la vida en la capital, en especial al cierre de las noches tras los pasos de los serenos y del choque que se produce entre los trasnochadores frente a quienes se levantan para ir a trabajar. Tal vez sea la parte más floja, al enredarse su autor entre los recuerdos personales y sus propias evocaciones del pasado, lo normal es que destaque la gracia de su prosa, porque siempre haya el modo de sacarnos más de una sonrisa. Pero cuando dedica excesivo tiempo a relatarnos aspectos tan personales, como su larga exposición de lo amaneceres madrileños, llega a enredarnos en su pequeño tedio interior.

Sin duda, la mejor parte se encuentra al principio, en la parte que el libro dedica al título que le da nombre. Se nota que había un plan previo, con una serie de anécdotas e historias que la elevan sobre el resto del libreto. Por ahí destaca una memorable excursión hasta el pueblo de Villaconejos, una andanza propia de la mejor versión quijotesca que anda repleta de personajes pintorescos y situaciones propias de un realismo, verdaderamente mágico. Como cuando las jóvenes de los pueblos acuden al ruedo a contemplar la mayor de las diversiones en meses. ...gritaba a los toreros con voces dulces y acariciadoreas. "¡Anda, ladrón, cobarde, déjate coger, que para eso te paga el ayuntamiento!". La taberna de Antonio Sánchez recibe un dulce homenaje a través de las páginas que le dedica Cañabate. Gracias a la especial clientela que recibe y a la deslenguada manera de escribir de su autor. Un gusto que se desliza con sorna para quien tiene clara las cosas, sin necesidad de esconderse en la diplomacia de lo correcto.

José Ramón Escassi le enseñaba reproducciones de Picasso y su escuela. Antonio Sánchez se reía mucho.
-Pero ¿no te gusta?
 

-A mí no; ni a ti, ni a nadie. 

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Historia de una taberna
Antonio Diáz-Cañabate
Ed Espasa-Calpe, 1976

20 de agosto de 2021

Deadwood: la película

A pesar de ser una de las mejores series de HBO, sus altos costes de producción terminaron por abocar a la serie su cancelación en 2006. Desde entonces se extendió el rumor de finiquitar la serie en forma de película; una opción habitual que responde a la necesidad de contentar a los aficionados de la serie y a la propia labor de producción, al querer dejar por todo lo alto un proyecto ligado a la calidad. Pero ése run run se extendía de manera esporádica, calentando las cabezas de los aficionados mientras el tiempo pasaba sin que nada se concretase y todo parecía indicar que la película estaba condenada a quedarse en la eterna promesa sin cumplir. Finalmente, y con más de una larga década transcurrida, el creador de la serie, David Milch, pudo confirmar que Deadwood tendría su resolución en formato cinematográfico, gracias en parte, a que el estado de California ofreció ventajas fiscales al canal para poder rodar el filme. Ay, el vil dinero que mueve el mundo. El otro gran problema venía a la hora de cuadrar las agendas de trabajo del amplio abánico de actores que formaban la serie. Por fortuna, cabe destacar el enorme compromiso de los intérpretes por cerrar la historia de este magnífico western. Porque prácticamente están todos, salvo Powers Boothe, quien falleció en 2017, como los mosqueteros, sumando esfuerzos para dar salida a una serie que transita en el ámbito de la leyenda. 

Apunta a tiroteo - HBO

Una vez realizada y tralsadada a la plataforma correspondiente, la película también sirve para reivindicar la serie, una notable exposición de publicidad hacia nuevos espectadores que por las circunstancias que fueran, obviaron esta producción en su día, y tengan a bien conocer los inicios de la serie. Además es una recomendación, pues se hace imprescindible conocer las tramas pasadas para poder disfrutar totalmente de la película. Es algo lógico que ayude a entender el contexto, la relación que hay entre los personajes y ver cómo un mero asentamiento de buscavidas, termina por convertirse en una ciudad, donde el progreso va ligado a la corruptela del negocio. En la trama del filme, el salto del tiempo son 10 años, correspondido por el cambio físico de los propios actores y por el crecimiento del pueblo, cuyo arranque viene a conmemorar la creación del estado de Dakota del Sur y la llegada de los políticos de turno para celebrar tan insigne fecha. Por ahí viene el gran ogro, el poderoso George Hearts a la cabeza, reconvertido en un distinguido senador de California y con la idea clara de hacerse con unos terrenos para poder instalar los postes de la modernidad que eleven su chequera empresarial. La presencia de Hearts despierta el resquemor del pasado, las viejas deudas que quedaron pendientes, o escondidas en el resquemor de los personajes, y si se necesita ayuda, el director, Daniel Minahan ha tenido a bien situar pequeños flashbacks que recuerdan al espectador las conexiones entre los protagonistas.

De entre todos los personajes, siempre destacaron al sheriff Bullock y el empresario Al Swearengen. Ambos vuelven a copar mayor protagonismo que el resto, en un filme, que busca dar el protagonismo justo a todos y a cada uno de los intérpretes que llenaron las anteriores temporadas. Obviamente, el tiempo de este formato impide mayores glorias individuales, pero con la dignidad suficiente de proponer una trama realista, cocinada a fuego lento y que incorpora a todos en su desarrollo. Quien más pierde, es sin duda Al Swarengen, en una especie de devoción hacia el locuaz granuja, a la hora de buscar redimir su figura cuando vislumbra que la muerte asoma por la esquina. En parte es una pena que la doble moral que aunaba este memorable personaje, interpretado por Ian McShane, se quede algo apaciguada ante los acontecimientos que sobrevuelan este regreso y quede un poco al margen. Sin duda, su capacidad de trapichear sobre los asuntos de la ciudad lo convertían en un autentico jerarca que dominaba la vida del pueblo desde su particular atalaya. Sin duda había que empezar a derribar mitos y nada mejor que reconvertir al gran canalla en una especie de viejo padrino que otorga su bendición al resto mientras les aconseja de cara al futuro. 

Ian McShane divagando sobre los ceros del cheque - HBO
Deadwood: la película cumple a la perfección el objetivo de cerrar la serie con una resolución al gusto de los fans. A fin de cuentas, el filme continua la línea previa con una entretenida trama y narrada de manera similar al formato de los episodios vistos en las temporadas que la dieron vida. Nada de excesos cinematográficos sobre una manera de narrar que tenía su propio sello marcado. El pueblo vuelve a ser ese lugar sucio, mezclado por el barro de las calles, los certeros diálogos y el poso de la violencia que representa la evolución del pueblo americano del fuerte sobre el débil. Quedan, por supuesto, atisbos de humanidad, de redención, como la gran borracha representada por Calamity Jane, la heroina vaquera que regresa al pueblo como guía de los espectadores para soltarnos un último arreón de nostalgía; pues ella arranca el final del enorme viaje emprendido en 2004 y representa parte de la leyenda del salvaje oeste, como el homicio de su amigo Bill Hickock o el enorme talento que se agrupó alrededor de la figura de David Milch.

Deadwood. La película
HBO, 2019

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Deadwood T1
Deadwood T2
Deadwood T3