21 de diciembre de 2022

Castellano

Mil quinientos veintiuno, y en abril para más señas, en Villalar ajusticiaron a tres capitanes comuneros. Se dio así fin a la revuelta castellana frente al futuro emperador de media Europa y rey de Castilla: Carlos I. Aprovecho los versos creados por Luis López Álvarez para conmemorar el levantamiento de las principales ciudades de Castilla contra las imposiciones económicas del monarca, al que todos veían con recelo tras criarse y recibir educación en Flandes. Porque hace bien poco se superó la redonda efeméride de los 500 años de tan señalada fecha. Sin embargo, la pandemia del Covid 19 dio al traste con todos los fastos que pudieron haberse celebrado y, sobre todo, revindicado por la merma poblacional y otros males que arrastra la vieja Castilla.

En consonancia con el importante aniversario, el escritor Lorenzo Silva publicó Castellano. Un libro que rememora los actos más importantes de la guerra de las Comunidades, a la par que el propio Silva expone su parecer de los mismos. Conviene aclarar que no se trata en ningún caso de una novela histórica, el escritor describe su parecer en este caso y decide obviar la libertad creativa que suelen componer las narraciones históricas. Más bien, Castellano es un elaborado trabajo que mezcla el relato histórico (con apuntes narrativos, críticos e idealizados por el autor) con una visión paralela del sentido personal del escritor hacía sus orígenes y otros aspectos importantes de la historia castellana. Como el iniciático héroe Fernán González, el mitificado Cid o las conquistas de los soldados del reino de Castilla en el Nuevo Mundo recién descubierto.

La lectura del libro se hace bastante amena gracias al buen hacer de Lorenzo Silva, sobre todo en el apartado histórico, al simplificar y ficcionar, en parte, el relato de los actos más importantes y valorar diversos puntos de vista. Los motivos de los insurgentes frente a los leales al rey. Claramente hay tendencia a inclinarse por el movimiento comunero, en especial por el toledano Juan Padilla y su esposa María Pacheco. A esta última reivindica en los capítulos finales por alargar la resistencia a lo largo de 1522, en un claro acto de justicia sobre una mujer que mantuvo el coraje de mantenerse firme en sus ideales y, por supuesto, propios intereses. También es cierto que valora los puntos de vista de un monarca que andaba alejado de los intereses puntuales y locales de Castilla. Seguramente más preocupado en extender su poder sobre Europa y acrecentar un ego personal, o más bien mística, al auparse en el monarca escogido por Dios y que debe hacer frente a la expansión del imperio turco por oriente. 

Un aspecto importante será observar cómo envejece Castellano. Por un lado, los capítulos meramente históricos quedaran ahí, bien resumidos y explicativos de los sucesos más interesantes. Sin embargo, la parte personal seguramente pueda perder fuelle. El interés de la búsqueda de la afinidad castellana de Lorenzo Silva es demasiado personal, una experiencia vital que recorre hacia sus antepasados salmantinos como a diferentes avatares de su vida en la ciudad condal. Además quedan los restos del covid y sus viajes a distintos lugares de Castilla junto a unas restricciones que a estas alturas del 22, quedan lejanas y hasta viejas pese a la cercanía temporal. Para ahondar mejor en la ambiciosa revolución de las ciudades castellanas, se recomienda explayarse en la tesis doctoral de Joseph Pérez: Los comuneros. La verdadera base del libreto de Silva y del que él mismo se siente deudor. 

Pese al olvido general de la efeméride, conviene destacar la aportación de los comuneros como precursores de las grandes revoluciones liberales europeas, pioneros en estas lides junto al ejemplar paralelismo que impone Lorenzo Silva en su libro, al destacar la aportación de otras notables figuras de la historia castellana como nación embrionaria de España, como Francisco de Vitoria, la locura de la conquista americana de Pizarro o la ejemplar referencia del libro de los libros: Don Quijote de la Mancha. Castilla, quien te ha visto y quien te ve.

Castellano
Lorenzo Silva 
Ed Planeta, 2021

12 de diciembre de 2022

Ninja Scroll: La piedra sagrada del dragón

A mediados de los 90 se publicó en España una colección de películas centrada en la animación japonesa (Manga manía) Más conocidos como animes y cuyos títulos, fascículos y demás parafernalia venían a cubrir el auge de esta animación, sobre todo en series televisivas. En una de las primeras entregas, o la primera directamente junto a Akira (la memoria empieza a fallar) estaba Ninja Scroll; una entretenida película dirigida y escrita por Yoshiaki Kawajiri y cuyo argumento nos trasladaba al Japón medieval para seguir los pasos de Jubei Kibagami, un samurái errante que pone su habilidad con la espada al mejor postor y que se verá inmerso en una complicada trama que busca derrocar al gobierno japonés. Sin embargo, la animación japonesa es muy dada a fantasear con las habilidades marciales, y para mayor gloria del espectáculo, desfasar a la hora de construir a los rivales del protagonista, en una suerte de guerreros con habilidades sobrenaturales y engendros monstruosos. 

Pero Ninja Scroll fue todo un éxito, cuya cinta ha terminado por convertirse en un film de culto y de referencia para los amantes del género. Y con el paso del tiempo, el mismo estudio de animación sacó adelante una serie de 13 episodios con vistas a rememorar la popularidad adquirida. La serie fue creada a principios del dos mil, al título de La piedra sagrada del dragón y con la colaboración del propio Kawajiri en los guiones. Nuevamente Jubei Kibagami se verá envuelto, sin quererlo ni buscarlo, en una trama donde el resultado final es hacerse con una antiguo tesoro y por el que pugnarán clanes rivales. Para lograr alcanzar tal meta, es necesario hacerse con una vieja piedra, a modo de joya, que posee poderes místicos y la colaboración de una sacerdotisa, que supuestamente desciende del linaje que poseía tal tesoro. Vista esta mera y simple presentación, ya se intuye que el protagonista se convertirá en el caballero andante de la dama ante los continuos intentos de los clanes rivales por hacerse con la preciada mercancía.

Un clásico: monstruos desproporcionados y tipas voluptuosas

Jubei recibirá el apoyo de Dakuan; el viejo espía con forma de monje vagabundo del filme anterior y de un joven ladronzuelo con escasa aportación para todo. En conjunto, formarán un grupo variopinto con la misión de salvaguardar a la joven sacerdotisa, que tampoco hace gran cosa salvo poner caritas. Lamentablemente, el devenir de la serie cae en un esquema demasiado repetitivo, básicamente el grupeto protagonista sufre la continua persecución de una amplia plantilla de monstruos, demonios y bichos de todo pelaje con la única misión de hacerse con la piedra y los servicios de la joven heroína. Lo curioso es que apenas hay formación de algún tipo de trama o elaboración. Más bien se da por bueno que todo acabe resuelto por Jubei, en plan western con un combate a muerte al final de cada episodio.

La mayor gracia consiste en ver que nueva fantasmada idean los guionistas para desarrollar al monstruo de turno, y que intente rivalizar con la espada del protagonista y su natural querencia a desmembrar miembros para regar con abundancia sangrienta la flipada de turno. El resto de personajes andan de relleno, sin apenas colaborar en algún capítulo concreto ni desarrollar algún tema paralelo que amplíe el simple horizonte descrito. Es una pena que la repetición constante del esquema, temas musicales incluidos, ande por encima de un desarrollo más elaborado, algo que debía darse siempre en una serie aunque uno sepa perfectamente que vende Ninja Scroll a estas alturas. La serie se deja ver sin mayores aspavientos, aunque su mayor merito sea estimular volver al film de los noventa.

Ninja Scroll: la piedra sagrada del dragón
Madhouse, 2003