30 de agosto de 2021

Historia de una taberna

En algún momento dado debí anotar el título de este libro para su futura lectura, y aunque mi cabeza lo ha intentado, me reconozco incapaz de rememorar dónde leches saqué tal recomendación. Sería importante recordar, porque ha sido bastante divertida la lectura de Historia de una taberna, de Antonio Diáz-Cañabate. Al menos quedan en juego los malabares del destino, aquellos que surgen a la buena de dios, como cuando te cruzas con libros conocidos merodeando los cubos de basura; éstos son los que empujan y orientan, a lo loco, ciertas lecturas a las que pueda dar cierta y humilde voz en el interminable universo de la blogosfera. Porque mira que hay obras literarias en el mundo, y aquí anda un servidor, dispuesto a gritar vivamente las bondades de este libro. Antonio Diáz-Cañabate debió ser un tipo singular, cuya vida profesional estuvo dedicada principalmente al periodismo, dando un buen portazo a un puesto fijo tras sacarse una oposición judicial, debidamente desarrollado en uno de los capítulos incluido en el libro. Aparte, cabe destacarse también su faceta en la creación de algunas obras teatrales y de temas relacionados con una de sus grandes pasiones: la tauromaquia.

La taberna de Antonio Sánchez cerrada en agosto de 2021
El libro que da pie a esta entrada es en realidad un recopilatorio, cuyo arranque singular, centrado en la historia de una taberna, sirve para llevarnos de viaje al Madrid del primer cuarto del siglo XX. Un viaje al pasado y con claras referencias autográficas a la juventud del autor. Seguramente, la idea inicial era rendir tributo a la taberna y a su propietario: Antonio Sánchez Ruiz, antiguo torero y pintor en sus ratos libres. Pero tras ir colmando buena parte de los recuerdos alrededor de las copas de vino y del trajín que embauca tales establecimientos; al autor se le debió abrir la puerta de la nostalgia, la de los buenos tiempos pasados en su juventud y del recuerdo de un Madrid, que ha sido engullido por el paso del tiempo.  Esta obra debió ser redactada en los años posteriores al conflicto de la guerra civil, (fue publicado en 1942) y una buena medida de evitar los escombros esparcidos tras la guerra, sería buscar refugio en tiempos mejores; aquellos que estaban ligados a la búsqueda del entretenimiento nocturno y de sus propias divagaciones personales, las que el autor eleva a cotas más altas. Ya sean éstas los amaneceres de Madrid desde diversos puntos concretos, o como las sirvientas espolvorean las alfombras desde las ventanas en las que trabajan sus cuchicheos. 

El libro anda dividido en un variado número de capítulos, en una especie de antología que remarca su faceta de cronista de Madrid, al desarrollar algunos quehaceres cotidianos y de las costumbres de la sociedad, en una época que se observa con añoranza, al ver como el tiempo implacable cruje a su paso la vida de las personas, mientras la ciudad evoluciona pese a las quejas del autor. "Además, el automóvil tiene la culpa de que se haya abierto en Madrid esa Gran vía, conjunto de edificios hórridos y también de los líos de la circulación con las señales luminosas". Hay un poco de todo, desde la vida callejera de los traperos hasta la lógica parte autobiográfica, la puerta abierta para fardar de sus conquistas amorosas mientras intenta acercarse a diferentes muchachas en los bailes, ya sean estas danzas con orquesta, con la compañía materna o con la alianza de las máscaras para soltarse un poquito más.  
Interior del mesón en 1961- Juan Miguel Pando Barrero - Fototeca del Ministerio de Cultura
Las experiencias de Cañabate se extienden a lo largo de los episodios de manera ligera, inteligente y amena. Hay mucha descripción del ámbito cotidiano de la vida en la capital, en especial al cierre de las noches tras los pasos de los serenos y del choque que se produce entre los trasnochadores frente a quienes se levantan para ir a trabajar. Tal vez sea la parte más floja, al enredarse su autor entre los recuerdos personales y sus propias evocaciones del pasado, lo normal es que destaque la gracia de su prosa, porque siempre haya el modo de sacarnos más de una sonrisa. Pero cuando dedica excesivo tiempo a relatarnos aspectos tan personales, como su larga exposición de lo amaneceres madrileños, llega a enredarnos en su pequeño tedio interior.

Sin duda, la mejor parte se encuentra al principio, en la parte que el libro dedica al título que le da nombre. Se nota que había un plan previo, con una serie de anécdotas e historias que la elevan sobre el resto del libreto. Por ahí destaca una memorable excursión hasta el pueblo de Villaconejos, una andanza propia de la mejor versión quijotesca que anda repleta de personajes pintorescos y situaciones propias de un realismo, verdaderamente mágico. Como cuando las jóvenes de los pueblos acuden al ruedo a contemplar la mayor de las diversiones en meses. ...gritaba a los toreros con voces dulces y acariciadoreas. "¡Anda, ladrón, cobarde, déjate coger, que para eso te paga el ayuntamiento!". La taberna de Antonio Sánchez recibe un dulce homenaje a través de las páginas que le dedica Cañabate. Gracias a la especial clientela que recibe y a la deslenguada manera de escribir de su autor. Un gusto que se desliza con sorna para quien tiene clara las cosas, sin necesidad de esconderse en la diplomacia de lo correcto.

José Ramón Escassi le enseñaba reproducciones de Picasso y su escuela. Antonio Sánchez se reía mucho.
-Pero ¿no te gusta?
 

-A mí no; ni a ti, ni a nadie. 

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Historia de una taberna
Antonio Diáz-Cañabate
Ed Espasa-Calpe, 1976

20 de agosto de 2021

Deadwood: la película

A pesar de ser una de las mejores series de HBO, sus altos costes de producción terminaron por abocar a la serie su cancelación en 2006. Desde entonces se extendió el rumor de finiquitar la serie en forma de película; una opción habitual que responde a la necesidad de contentar a los aficionados de la serie y a la propia labor de producción, al querer dejar por todo lo alto un proyecto ligado a la calidad. Pero ése run run se extendía de manera esporádica, calentando las cabezas de los aficionados mientras el tiempo pasaba sin que nada se concretase y todo parecía indicar que la película estaba condenada a quedarse en la eterna promesa sin cumplir. Finalmente, y con más de una larga década transcurrida, el creador de la serie, David Milch, pudo confirmar que Deadwood tendría su resolución en formato cinematográfico, gracias en parte, a que el estado de California ofreció ventajas fiscales al canal para poder rodar el filme. Ay, el vil dinero que mueve el mundo. El otro gran problema venía a la hora de cuadrar las agendas de trabajo del amplio abánico de actores que formaban la serie. Por fortuna, cabe destacar el enorme compromiso de los intérpretes por cerrar la historia de este magnífico western. Porque prácticamente están todos, salvo Powers Boothe, quien falleció en 2017, como los mosqueteros, sumando esfuerzos para dar salida a una serie que transita en el ámbito de la leyenda. 

Apunta a tiroteo - HBO

Una vez realizada y tralsadada a la plataforma correspondiente, la película también sirve para reivindicar la serie, una notable exposición de publicidad hacia nuevos espectadores que por las circunstancias que fueran, obviaron esta producción en su día, y tengan a bien conocer los inicios de la serie. Además es una recomendación, pues se hace imprescindible conocer las tramas pasadas para poder disfrutar totalmente de la película. Es algo lógico que ayude a entender el contexto, la relación que hay entre los personajes y ver cómo un mero asentamiento de buscavidas, termina por convertirse en una ciudad, donde el progreso va ligado a la corruptela del negocio. En la trama del filme, el salto del tiempo son 10 años, correspondido por el cambio físico de los propios actores y por el crecimiento del pueblo, cuyo arranque viene a conmemorar la creación del estado de Dakota del Sur y la llegada de los políticos de turno para celebrar tan insigne fecha. Por ahí viene el gran ogro, el poderoso George Hearts a la cabeza, reconvertido en un distinguido senador de California y con la idea clara de hacerse con unos terrenos para poder instalar los postes de la modernidad que eleven su chequera empresarial. La presencia de Hearts despierta el resquemor del pasado, las viejas deudas que quedaron pendientes, o escondidas en el resquemor de los personajes, y si se necesita ayuda, el director, Daniel Minahan ha tenido a bien situar pequeños flashbacks que recuerdan al espectador las conexiones entre los protagonistas.

De entre todos los personajes, siempre destacaron al sheriff Bullock y el empresario Al Swearengen. Ambos vuelven a copar mayor protagonismo que el resto, en un filme, que busca dar el protagonismo justo a todos y a cada uno de los intérpretes que llenaron las anteriores temporadas. Obviamente, el tiempo de este formato impide mayores glorias individuales, pero con la dignidad suficiente de proponer una trama realista, cocinada a fuego lento y que incorpora a todos en su desarrollo. Quien más pierde, es sin duda Al Swarengen, en una especie de devoción hacia el locuaz granuja, a la hora de buscar redimir su figura cuando vislumbra que la muerte asoma por la esquina. En parte es una pena que la doble moral que aunaba este memorable personaje, interpretado por Ian McShane, se quede algo apaciguada ante los acontecimientos que sobrevuelan este regreso y quede un poco al margen. Sin duda, su capacidad de trapichear sobre los asuntos de la ciudad lo convertían en un autentico jerarca que dominaba la vida del pueblo desde su particular atalaya. Sin duda había que empezar a derribar mitos y nada mejor que reconvertir al gran canalla en una especie de viejo padrino que otorga su bendición al resto mientras les aconseja de cara al futuro. 

Ian McShane divagando sobre los ceros del cheque - HBO
Deadwood: la película cumple a la perfección el objetivo de cerrar la serie con una resolución al gusto de los fans. A fin de cuentas, el filme continua la línea previa con una entretenida trama y narrada de manera similar al formato de los episodios vistos en las temporadas que la dieron vida. Nada de excesos cinematográficos sobre una manera de narrar que tenía su propio sello marcado. El pueblo vuelve a ser ese lugar sucio, mezclado por el barro de las calles, los certeros diálogos y el poso de la violencia que representa la evolución del pueblo americano del fuerte sobre el débil. Quedan, por supuesto, atisbos de humanidad, de redención, como la gran borracha representada por Calamity Jane, la heroina vaquera que regresa al pueblo como guía de los espectadores para soltarnos un último arreón de nostalgía; pues ella arranca el final del enorme viaje emprendido en 2004 y representa parte de la leyenda del salvaje oeste, como el homicio de su amigo Bill Hickock o el enorme talento que se agrupó alrededor de la figura de David Milch.

Deadwood. La película
HBO, 2019

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Deadwood T1
Deadwood T2
Deadwood T3

10 de agosto de 2021

Libros por leer

Esta entrada viene a cubrir el prolongado vacío estival que suele darse en el blog por estas fechas. Un poco de relleno, como la clásica paja que los estudiantes incluíamos, por vergüenza, en los huecos de los exámenes de los que no teníamos ni puta idea. Es una vaguería que va creciendo al ritmo de mayores horas de luz, e impone por rutina, el período de vacaciones a la mayoría de las personas. Y para evitar tanto letargo bloguero que termine por demostrar la pereza que llevo arrastrando durante todo el año, se me ha ocurrido volver a exponer una entrada asociada a encuentros fortuitos con los cubos de basura.

Seguramente, esta veraniega estación sea propicia a realizar diversos tipos de limpieza gracias a un mayor tiempo de ocio; una sana costumbre ligada a la necesidad de esconderse de los rigores del calor bajo las sombras que otorgan garajes, trasteros, áticos, sótanos, bodegas y otros lugares destinados al almacenaje de cachivaches. En realidad, es una buena opción que viene acentuada por el silencio de tales lugares, una sensación acogedora por la relativa humedad que propone la oscuridad junto a los hongos que se alimentan del polvo. Al fin y al cabo uno parece encontrarse en una nevera natural que logra atraer al hombre hacia el refugio de sus ancestros prehistóricos, y perder el tiempo, mientras cree ciegamente que está haciendo algo útil. Una de las características que me flipan de los trasteros es que parecen adquirir vida propia, como cuando uno entra con la firme intención de deshacerse de trastos y lo único que termina por hacer es cambiar de sitio algunos objetos que permitan ganar algo de espacio, como si con eso ya fuera suficiente el ejercicio y el tiempo empleados. Pero ese nuevo orden solamente sirve para poder meter nuevos chismes que alimentan a esa enorme bestia de acaparar todo tipo de objetos. Y de paso, encontrar algún que otro tesoro que se daba por perdido. Sin embargo, en algunas de estas ocasiones, surte efecto la intención de aliviar la carga acumulada, seguramente por necesidad, y es ahí donde los libros son quienes se llevan la peor parte, al acabar embolsados o apilados en cajas al lado de los contenedores de color azul. 

Parte de mis títulos manuscritos

Tales donaciones, al libre albedrio del transeúnte, han terminado por alimentar mis propias estanterías caseras, hasta el punto de meterme en el pequeño berenjenal de mi particular colección Reno. En esta ocasión, los añejos ejemplares expuestos en la vía pública venían a enaltecer viejas glorias de las letras hispánicas: García Márquez, Umbral, Lorca... todos esos autores embutidos en varias bolsas de plástico que invitaban a la dudosa elección de la cantidad que mis manos podrían cargar. Al menos tuve algo de ayuda en mis hijas, a quienes les hizo bastante gracia obtener su primer botín callejero. Tapas duras incluidas. Ante tanto libro acumulado, hubo un título que llamó mi atención sobre el resto: Historia de una taberna, de Antonio Diáz-Cabañete. La razón es bien simple. Desde hace tiempo voy apuntando, en una especie de agenda, los títulos de los libros que me gustaría leer. La clásica lista que cada persona se hace de manera individual con la salvedad, en mi caso, de dejarlo anotado para evitar el olvido de las obras que dejamos para más adelante. Historia de una taberna estaba incluida en esa lista desde hace bastante tiempo. Y como suele ocurrir con los objetos arrinconados del trastero, esos libros anotados se dejan al azar del más adelante, sin que haya una necesidad imperiosa que cumpla la obligación de llevar a cabo tal lectura y me lleve abrir, de par en par sus páginas, donde poder deslizar los dedos y aventurar el goce de la vista. 

La elaboración de una lista está sujeta a los gustos particulares de cada uno: géneros, modas, recomendaciones..., o la atracción de un autor en concreto. Ésta suele ser una opción importante, cuando una figura literaria logra obtener cierta repercusión en un tiempo determinado y se convierte en la lectura comercial del momento. En mi caso, sólo puedo destacar de mi adolescencia a Ray Loriga y a José Ángel Mañas. Mientras que en la actualidad ando algo huérfano en ese sentido, sin mayor referencia que la variedad que otorgan los múltiples estantes de las bibliotecas públicas. Pero volviendo al tema de la lista, cuya anotación quedará expuesta en el blog ante la ardua tarea de empezar a finiquitar ese monstruo que es anotar toda clase de títulos que logran llamar mi atención y que apenas se ha ido cumpliendo en forma de lectura. Pues nada, una nueva forma de obligarme a ir tachando los libros leídos y que viene a sumarse a los frentes ya abiertos en el blog: Colección Reno, País aventuras, los Rougon-Macquart de Zola y los Episodios Nacionales de Galdós. Así como el resumen publicado tras sumar 100 post dedicados a los libros

Tal cumulo empieza a copar en exceso las obras expuestas en el blog, aunque de alguna forma hay que obligarse a cumplir con los deseos que nos planteamos, o al menos, la intenciones de abarcar ciertos libros. Únicamente me queda tentar al tiempo para que sea cómplice de un viaje que expondrá hasta dónde podré llegar.

Pd: Se aceptan sugerencias.

Moby Duck
Maldito Karma
Metrópolis - Ferenc Karinthy
Los señores de las sombras. - D Estulin
Una conjura en Hispania - L Davis
Ponme la mano aquí - Sandra Uve
Orgullo y prejuicio - J Austen
Poema de Fernán González
Vida del soldado español Miguel de Castro
Historia de una taberna  - AD Cabañate
La expedición de los 10 mil  - Jenofonte
Esploradores Esp del siglo XVII
Black Jack  - O Tezuka
Historias privadas - Muñóz y Sampayo
Crumb, obras completas - R Crumb
Mal de altura - Krakauer
La oculta - Héctor Abad
Good bye Lenin  -W Herrdorf
El tiempo es un canalla - J Egan
Chantaje a un pueblo - Justo Martínez
Los libros españoles del viajes medievales - Joquín Rubio Tovar
El diablo cojuelo
Versión de don Rodrigo (1811) Romance
El primer ciudadano  -A Oakes
Ojo de dragón - A Oakes
Amor de perdición - Camilo B Castelo
Al atentado - Y Kadrha
Diario de una ama de casa desquiciada - S Huffman
Pelayo Rey - Pablo Vega
Las ocho montañas - Paolo Cognetti
El poder del perro - D Winslow
Fin - David Montagudo
Dins el riu, entre els joncs - Antoni Monné
La noche fenomenal - J Pérez Andújar
La marcha de los barbaros  -H Lamb
El imperio de las estepas - R Grousset
Caminar - Silencio en la era del ruido - Erling Klasse
Las cruzadas - T Asbridge
En el mar - Toine Heigmans

Aguas profundas - JMª Nebreda
Centinelas de piedra José Felipe Alonso
Regresar a Maratón - M Calvo
Última salida para Brooklyn - H Shelby
Los últimos balleneros - Doug Bock Clark
Castellano - Lorenzo Silva
El Silmarillion - JRR Tolkien
Viaje sentimental - Sterne
El enigma de la habitación 622 - Joël Dicker
Los visigodos. Hijos de un dios furioso - José Soto
El dios que habita la espada  - José Soto
Amores de piedra - Juan de Dios Carazo
Andanzas serranas - Enrique de Mesa
Memorias de un soldado francés en la guerra de la Independencia - Albert Jean Michel