31 de diciembre de 2019

Vol 19

En breve expira el plazo dedicado al 2019, y como cada año, toca hacer recuento de las tareas incumplidas. Porque recuerdo perfectamente el inicio del año con ilusión, con ganas de disfrutar la cercana efeméride de sumar 40 primaveras mientras el propio blog alcanza su primera década de existencia. Sin embargo la primera decepción bloguera proviene de la cantidad de publicaciones prevista de antemano (quería llegar a 40). Tenía una apuesta decidida a elevar la cuantía de entradas para conmemorar las cifras destacadas. Pero los problemas llegaron a las primeras de cambio. Y con dolor, bastantes las que produjo una lesión discal que echó por tierra los propósitos del ranin. El gatillazo duró tanto tiempo, que la triste posibilidad de disfrutar por correr, incluso pagando por ello, se fue al garete. El deseo inicial cayó tan bajo, que ni pedestres populares ni otros aniversarios lograron levantar el ánimo de calzarme deportivas. Por ahí se perdieron un buen número de post que tristemente ya no volverán. 

Al menos la literatura sigue sumando entradas por mera rutina. Unas agradables lentejas que han logrado copar la centena de publicaciones desde 2009. Y para celebrarlo, nada mejor que volver a leer una de mis obras predilectas. La Íliada de Homero. Ubicada estrátegicamente para tal número, mientras que después dediqué un tiempo a realizar una selección de las obras referidas en el blog. Esta opción dio lugar a una breve lista personal que intenta hacer valer aquellas obras que han logrado destacar sobre el resto. Por otro lado, 124 libros alcanzan por estas fechas mi particular colección Reno, una buena cantidad de ejemplares que empiezan a ocasionar diminutos problemas de espacio...

Primer amanecer del año. Tablada - A 1 de enero del 2020 
 
Estas pequeñas alegrías han permitido maquillar algo la jodienda discal. Será la particular bienvenida del cuerpo al paso de los años. Aunque siempre se puede ir a peor. Porque el colmo de los males físicos vinieron por parte del perrucho, pues quiso sumarse a la fiesta de las drogas para aliviar dolores. Otro de los placeres de la vida a tomar por culo, ante la incapacidad de Bosco de poder realizar nuestras rutas largas por el monte. En parte daban ganas de cerrar el chiringuito si lo más divertido del blog tendría que hacerse sin el perro. Porque es como si faltara algo, cuando tú mascota no puede sumarse a la fiesta de perderse con su dueño por el bosque. 
 
Quedaron por tanto buscarse otras alternativas para cumplir el expediente y que remitan algo la tendencia negativa que pudiera adquirir esta simple entrada de recordatorio. Como por ejemplo el inicio del camino del Cid en familia, o intentar sumar más óperas primas al listado expuesto en el lejano 2012. También cabria señalar la entrada dedicada al último alcalde republicano de Guadarrama, al cumplirse 80 años desde su fusilamiento tras la guerra civil, expuesta así, en minúsculas, como corresponde cuando se cita la barbarie. 

Ahora sólo queda volver a mirar hacia delante, apuntar algún pequeño listado de tareas por intentar realizar y esperar a ver que nos depara el doble 20. Veremos si alcanzamos algún buen puerto. 

12 de diciembre de 2019

Shangri-La: la cruz bajo la Antártida

Corría el año 2008 y el escritor Julio Murillo obtenía el premio Alfonso X el Sabio a la mejor novela de carácter histórico por Shangri-La. Tras finiquitar la lectura del mismo, un servidor se queda con ganas de saber si en las bases de dicho concurso se permite participar a obras que contienen alguna que otra conjetura que las permita divagar y fantasear bajo un argumento histórico alternativo, gracias al amplio prisma que concede la imaginación en construir complicadas conspiraciones de organizaciones secretas. Pero al final pasé de buscar en detalle las instrucciones del concurso, después de percatarme de la lustrosa lista de ganadores anteriores y opté, por dejarme llevar hacia la aventura propuesta por Murillo, cuya base se sustenta en la posibilidad de que importantes jerarcas nazis lograran escapar al control de los aliados tras la II Guerrra Mundial. Y con el paso del tiempo, sus herederos fueron escalando socialmente hasta ocupar puestos de relevancia en diversas posiciones políticas y económicas. El viejo cuento de dominar el mundo al amparo de las sombras. Obviamente la cabeza más visible del tinglado versa sobre el mismo Adolf Hitler, pero tales detalles quedan para el disfrute del lector cuando corresponda.

Naturalmente el oscuro plan amenaza con salir a la luz casi por casualidad, cuando un miembro de una expedición científica obtiene pruebas determinantes sobre los planes nazis de postguerra, y aunque hayan pasado décadas desde los acontecimientos, sus herederos (llamados Lebensborn) mantienen una tupida red de espionaje alrededor del mundo.
 
Pon el cable, lumbreras! - Eilert Lang

El objetivo de Shangri-La: la cruz bajo la Antártida se fija principalmente en el entretenimiento, y para tal fin, en sus páginas hay una divertida variante de propuestas y sorpresas a través de una estructura fragmentada. Un esquema que sirve como carta de presentación del abanico de personajes y que terminan por confluir sus historias a lo largo de las páginas, mientras el autor propone mantener la atención del lector con continuos giros.

Reconozco no ser muy fan de este tipo de obras, cuyo sobrenombre anda con ansias de obtener el subtitulo de best seller para poder venderse mejor. También es de justicia reconocer que cumple su cometido. A la par que el editor y el mismo escritor agitarán en sueños profundos la posible adaptación de la novela en el jugoso negocio del audiovisual. Porque los mimbres están expuestos de manera inteligente, escalonados para atraer nuestra atención y que permite dar paso a las necesarias explicaciones del secreto por partes, con el cinematográfico recurso del flashback cuando procede y con la habilidad necesaria para encajarla con la aventura lineal. 

La novela cuenta con una buena plantilla para dar juego al relato. Basado por un trío protagonista de carácter internacional: un periodista inglés, una violinista alemana y un biólogo noruego. Este último y dadas las circunstancias del descubrimiento, más bien parece un experto de alguna fuerza de seguridad militar o mercenaria que a un prometedor científico, por mucha cantinela que arrastre detrás. La procedencia de origen es importante, porque siempre hay éxito asegurado si los protagonistas  forman parte de la familia globalizada, esa que sabe aprovechar las virtudes de locomoción vigentes para darse garbeos por distintos países. Una opción plausible para externalizar el argumento y hacerlo más interesante si encima recorren lugares tan turísticos como conocidos por la mayoría. Está claro que el localismo no vende y menos aún a las organizaciones criminales, que no entienden mayor frontera que la del mero negocio. 

A grandes rasgos Shangri-La es una novela pretenciosa, donde reúne un buen cumulo de fantasía a la que se debe dar pábulo para poder seguir con la lectura. Tras aceptar la oferta del texto y dejarme llevar por la propuesta trazada por su autor, reconozco que la trama funciona y engancha gracias al aire de thriller que Murillo impone a sus textos, dejando siempre que las sorpresas fluyan para enganchar entre los capítulos. Sin embargo surge un pero, o más bien una postura bien diferente a la hora de acudir al cierre de la aventura. Porque a Julio Murillo le puede el exceso de querer sorprender aún más. Una extraña necesidad de retorcer tanto el final, que el impacto está tan pasado de vueltas que casi hubiera preferido ahorrarme algunas páginas. El salto me parece tan manido que ese regusto final estropea parte del pasaje anterior. 

-La verdad es que no sé muy bien por dónde empezar -admitió azorado
-Como en los cuentos, por el principio -sugirió ella imperturbable-. Ya sabe: érase una vez ...

Shangri-La: la cruz bajo la Antártida
Julio Murillo
Ed mr, 2008
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6 de diciembre de 2019

Salvar al soldado Ryan

La productora Dreamworks nació en 1994. Por aquel entonces Steven Spielberg ya estaba ás que consolidado como un director de enorme talento, aunque siempre le acompañe un carácter melancólico con tendencia a la noñería. Este aura infantil se acentúo en los primeros trabajos de la productora, cuyas obras resultantes dieron lugar al fácil chiste hollywodiense de que a Spielberg más le valdría ponerse a trabajar que andar soñando. Tras el redondo éxito que supuso La lista de Schindler, el bueno de Spileberg volvió a la 2ª guerra mundial para bajar al barro y fajarse con una auténtica obra maestra del cine bélico. 


Los pringaos - IMDB
Salvar al soldado Ryan adapta un hecho real sobre la suerte dispar de cuatro hermanos a lo largo de la guerra. Porque uno de ellos pudo volver a casa cuando el alto mando militar constató que dos habían caído en combate, mientras que un tercero estaba desaparecido en el frente del Pacífico. Con esta base histórica, Spielberg construye un relato más peliculero gracias al guión de Robert Rodat al que termina por endulzar con la clásica postura del buenismo americano, banderita mediante. 

Aunque por suerte el film cuenta con un fuerte contraste, simplificado en el mero hecho de que para poder salvar a un único soldado, se pone en peligro la integridad de varios. Porque la misión entraña un grave riesgo al merodear la búsqueda justo después del famoso desembarco del señalado día D, mientras la Alemania nazi defiende con ahínco las tierras ocupadas. Es más, los rescatadores vienen de sobrevivir al citado desembarco de Normandía, donde perdieron la vida cerca de 10.500 personas, en una histórica maniobra militar que sirve de presentación del filme. Y menuda carta de presentación.

Han pasado poco más de 20 años y todavía quedan rescoldos del impacto que supuso los 20 minutos del inicio de la película. Hoy día la violencia gráfica justificada anda bastante asimilada por los espectadores. Pero con Salvar al soldado Ryan se alcanzó una enorme notoriedad por quién dirige y por cómo lo hace. A Spielberg no le tiembla el pulso al introducir al espectador en el campo de batalla gracias a la cámara al hombro y al plano subjetivo. La muerte de los soldados apenas oculta la mutilación de los cuerpos y sus gritos de dolor. Porque del sonido también se vive cuando es imposible no ponerse en alerta ante el estruendo de las balas y el silbido de las bombas. Miedo, violencia y simple supervivencia sobre el amplio despliegue de extras que tiñen la arena de sangre. Para tal fin creo recordar que la cifra alcanzó los 11 millones de dolares. Tan bien invertidos que otro chiste fácil suele añadirse para quienes la película debería acabarse justo después del desembarco.


Cuando pierdes algo - IMDB
A la cabeza del reparto deambula Tom Hanks, dando pie al capitán John H. Miller y máximo responsable de la búsqueda de Ryan. El personaje es el clásico caramelo al que Hanks responde de manera soberbia con el lógico tono cínico y valor humano de quien lidera a una compañía militar en tan curiosa misión. El grupo está compuesto por un buen cumulo de secundarios que complementan la veracidad del relato. Con el veterano Tom Sizemore como cabeza más visible junto a Ed Burns, Vin Diesel y apariciones singulares de Paul Giamatti o Ten Danson. Todos los personajes llevan consigo sus pequeñas píldoras identitarias a nivel personal, manías que les diferencian y aportan particularidades individuales. Como la colecta arenosa del sargento Mike, el cuchillo de las juventudes hitlerianas o el trajín de la carta de Caparzo. A Ryan le tocó en suerte a Matt Damon, un actor desconocido durante el rodaje pero que se adelantó a la fama mundial gracias a su interpretación en El indomable Will Hunting, premio Óscar para el propio Damon por el guión; detalles que terminaron por lastrar la intención del director de dotar al buscado soldado, la complicidad que otorga las caras desconocidas para el gran público. Porque el presumible rescate se hace sobre un anónimo soldado frente a los millares que estaban dispersos en la invasión, tanto que la lotería del rescate puede llegar a convertirse en una verdadera pesadilla cuando la flauta suena para uno solo frente al resto. Un ejemplo claro acerca de los números del sorteo se muestra cuando los soldados del capitán buscan el nombre de Ryan entre una multitud de chapas identificativas y llegan a mofarse de la cantidad de caídos justo al lado del paso de las tropas. No hay nada más alentador y salvaje que el humor negro delante de las narices de quienes van a jugarse la vida.

Por ahí también puede citarse una especie de culpa; la de sobrevivir a los muertos. Especialmente en el prólogo y el posterior epílogo, en parte son necesarios, en parte andan alargados de manera innecesaria. Seguramente por aquí se vea claramente la cuota Spielberg. Ésa que tan bien maneja aunque esté tan pendiente del aspecto positivo bajo el prisma manipulable del sentimentalismo. Pero la verdadera culpa habría que buscarla en la concesión de premios. Salvar al soldado Ryan era la gran favorita a los Óscars del año de su estreno. Por ahí surge la condición humana con tendencia al error, cuya gracia endosó el premio gordo a Shakespeare in love. Una jugada tan descarada que más bien parece una burla. Ahora si que no se trata de ningún chiste. Al menos queda la justicia poética del tiempo, una que apenas falla y siempre tiende a inmortalizar las buenas obras y no se dejan engatusar por el engaño del amor. Más bien del olvido de una frente al título de clásico moderno que ostenta Salvar al soldado Ryan.

Salvar al soldado Ryan
Dreamworks, Paramount y Amblin, 1998


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