12 de diciembre de 2019

Shangri-La: la cruz bajo la Antártida

Corría el año 2008 y el escritor Julio Murillo obtenía el premio Alfonso X el Sabio a la mejor novela de carácter histórico por Shangri-La. Tras finiquitar la lectura del mismo, un servidor se queda con ganas de saber si en las bases de dicho concurso se permite participar a obras que contienen alguna que otra conjetura que las permita divagar y fantasear bajo un argumento histórico alternativo, gracias al amplio prisma que concede la imaginación en construir complicadas conspiraciones de organizaciones secretas. Pero al final pasé de buscar en detalle las instrucciones del concurso, después de percatarme de la lustrosa lista de ganadores anteriores y opté, por dejarme llevar hacia la aventura propuesta por Murillo, cuya base se sustenta en la posibilidad de que importantes jerarcas nazis lograran escapar al control de los aliados tras la II Guerrra Mundial. Y con el paso del tiempo, sus herederos fueron escalando socialmente hasta ocupar puestos de relevancia en diversas posiciones políticas y económicas. El viejo cuento de dominar el mundo al amparo de las sombras. Obviamente la cabeza más visible del tinglado versa sobre el mismo Adolf Hitler, pero tales detalles quedan para el disfrute del lector cuando corresponda.

Naturalmente el oscuro plan amenaza con salir a la luz casi por casualidad, cuando un miembro de una expedición científica obtiene pruebas determinantes sobre los planes nazis de postguerra, y aunque hayan pasado décadas desde los acontecimientos, sus herederos (llamados Lebensborn) mantienen una tupida red de espionaje alrededor del mundo.
 
Pon el cable, lumbreras! - Eilert Lang

El objetivo de Shangri-La: la cruz bajo la Antártida se fija principalmente en el entretenimiento, y para tal fin, en sus páginas hay una divertida variante de propuestas y sorpresas a través de una estructura fragmentada. Un esquema que sirve como carta de presentación del abanico de personajes y que terminan por confluir sus historias a lo largo de las páginas, mientras el autor propone mantener la atención del lector con continuos giros.

Reconozco no ser muy fan de este tipo de obras, cuyo sobrenombre anda con ansias de obtener el subtitulo de best seller para poder venderse mejor. También es de justicia reconocer que cumple su cometido. A la par que el editor y el mismo escritor agitarán en sueños profundos la posible adaptación de la novela en el jugoso negocio del audiovisual. Porque los mimbres están expuestos de manera inteligente, escalonados para atraer nuestra atención y que permite dar paso a las necesarias explicaciones del secreto por partes, con el cinematográfico recurso del flashback cuando procede y con la habilidad necesaria para encajarla con la aventura lineal. 

La novela cuenta con una buena plantilla para dar juego al relato. Basado por un trío protagonista de carácter internacional: un periodista inglés, una violinista alemana y un biólogo noruego. Este último y dadas las circunstancias del descubrimiento, más bien parece un experto de alguna fuerza de seguridad militar o mercenaria que a un prometedor científico, por mucha cantinela que arrastre detrás. La procedencia de origen es importante, porque siempre hay éxito asegurado si los protagonistas  forman parte de la familia globalizada, esa que sabe aprovechar las virtudes de locomoción vigentes para darse garbeos por distintos países. Una opción plausible para externalizar el argumento y hacerlo más interesante si encima recorren lugares tan turísticos como conocidos por la mayoría. Está claro que el localismo no vende y menos aún a las organizaciones criminales, que no entienden mayor frontera que la del mero negocio. 

A grandes rasgos Shangri-La es una novela pretenciosa, donde reúne un buen cumulo de fantasía a la que se debe dar pábulo para poder seguir con la lectura. Tras aceptar la oferta del texto y dejarme llevar por la propuesta trazada por su autor, reconozco que la trama funciona y engancha gracias al aire de thriller que Murillo impone a sus textos, dejando siempre que las sorpresas fluyan para enganchar entre los capítulos. Sin embargo surge un pero, o más bien una postura bien diferente a la hora de acudir al cierre de la aventura. Porque a Julio Murillo le puede el exceso de querer sorprender aún más. Una extraña necesidad de retorcer tanto el final, que el impacto está tan pasado de vueltas que casi hubiera preferido ahorrarme algunas páginas. El salto me parece tan manido que ese regusto final estropea parte del pasaje anterior. 

-La verdad es que no sé muy bien por dónde empezar -admitió azorado
-Como en los cuentos, por el principio -sugirió ella imperturbable-. Ya sabe: érase una vez ...

Shangri-La: la cruz bajo la Antártida
Julio Murillo
Ed mr, 2008
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