30 de diciembre de 2020

El Cid

¡Ya he visto el Cid! Es una exclamación redundante en este final de 2020 sobre la esperada serie de Amazon Prime; cuya chequera ha propiciado que una productora española, Zebra, haya podido levantar una serie acerca de una de las figuras más relevantes del medievo ibérico. Rodrigo Díaz de Vivar, el caballero castellano que ha sobrepasado con holgura su propia figura histórica para convertirse en algo más que una leyenda, y con ello, ser expuesto a nivel mundial en una plataforma de pago. Lamentablemente el estreno de la serie ha estado acompañada de mohines, desprecios y simples decepciones. Llama bastante la atención como las redes sociales dictan sentencia sobre ciertas obras audiovisuales; tanto, que la oleada de opiniones parecen medir el éxito o fracaso de las mismas. De El Cid ha sobresalido el fácil insulto de quien tira piedras escondido tras una pantalla junto a tontas polémicas sobre el rigor histórico, el emponderamiento femenino y hasta el uso de espadas de renombre. Y eso que sólo han sido cinco episodios de una temporada exigua en duración. 

Espectáculo regado en sangre - Amazon

Tampoco me he propuesto defender una serie que, a mi modo de ver, cumple con el simple cometido de entretener pero con la gran losa de lo que podría haber sido y anda lejos de alcanzar. Sin embargo, resulta molesto el caracter lapidario que acogen muchas personas por ver a un Campeador distinto al que cada uno tenía en mente. Parece mentira que todavía haya peña que no sepa diferenciar qué coño es una obra de ficción. Con la cantidad de series y películas que se llevan haciendo desde tiempos lejanos, con aciertos dispares y hasta con libertades tomadas a las bravas. Siempre recuerdo como en Misión Imposible II, John Woo mediante, a los yankis les sudaba bien la polla mezclar las fallas valencianas con las procesiones de Semana Santa. 546 millones de dolares recaudados después piensan igual. Es cierto que la vida de Rodrigo Diáz y su época contiene material suficiente para rellenar cualquier tipo de historia. Pero es facultad de sus creadores acertar con una fórmula que logre aunar el interés de esa historia con una obra audiovisual.

El Cid está realizada con el pensamiento claro de seguir aportando temporadas para describir, bajo el punto de vista de sus autores, la vida de tan legendario personaje. Porque en esta primera y de momento única temporada, el héroe aún está por forjarse, en una clara intención de partir de la base de un joven mozo de caballerizas cuya tenacidad y virtudes le ayudarán a escalar en su papel de convertirse en caballero, señor feudal o lo que se le antoje. En principio, hay muchos mimbres interesantes para poder desarrollar una trama que parte del siglo XI, con las lógicas disputas entre monarcas junto a alianzas y agresiones externas entre moros y cristianos. A todas estas posibilidades, se le añaden los problemas propios de la corte de un rey, llamado Fernando I el Grande, quien ocupa el trono de León siendo él castellano. Por ahí ya habría material de sobra cuando el rey tiene, supuestamente, a los nobles leoneses en contra, quienes conjuran en pasillos e iglesias para derrocarlo. Tristemente la serie da para destacar a UNO solo entre tanta posibilidad de aflorar sibilinas historias secundarias que ayudasen a enredar la trama con mayores intrigas que focalizarlo en un único personaje. Entre ese mundo hóstil de espadazos y cuchillos por la espalda destaca el joven Ruy, apodo que alude a la juventud del protagonista, como referencia a una antigua serie de televisión animada. Nuestro héroe anda al servicio del infante Sancho, en teoría el futurible monarca para despecho de sus hermanos varones, Alfonso y García, mientras la parte femenina anda expuesta con una ambiciosa Urraca frente a la indolente Elvira. 

La reina Sancha también vigila tu espalda Fernando - Amazon

El reparto de personajes tiene un constraste interesante, al poder constatar las tablas de los veteranos frente a los jóvenes. Puede sonar injusto pero la realidad muestra sin miramientos como unos perfiles son más creibles que otros. Basta con esperar a que surja el bueno de Juan Echanove, dando vida a un obispo, para que la escena mejore simplemente con saber pronunciar correctamente. De la terna de jóvenes me descuadra su excesiva jovialidad, una falta de contención que parece sacada de la peor época del pavo adolescente. Y sin ningún reparo en señalar al joven que interpreta a Orduño. A ojo, imagino que debiera ser el histórico rival del Cid, García Ordóñez; pero ya sea por falta de preparación, o peor, de dirección, nos lo presentan como a un mísero indolente incapaz de ser digno de enfrentarse al héroe de la función. Joder, si es que le zurra y le deja en evidencia cada dos por tres. Es una pena dejar que los supuestos villanos no estén a la altura de sus antagonistas. Una falta de empaque impropio de quien desea que la aventura propuesta sea memorable si ésta carece de las dificultades propias que la ayuden a serlo. De esta particular contienda se libra Alicia Sanz, la actriz que da vida con soltura al caramelo de personaje que los guionistas han propuesto para Urraca. Un detalle interesante en el abánico coral, al poner de manifiesto que el poder político también se adquiere fuera de los campos de batalla. Pero el beneficio de Urraca hace que decaiga algo el personaje de Alfonso, el infante que debiera cobrar mayor protagonismo en el futuro. Obviamente hay que citar al responsable de encarnar al protagonista principal, Jaime Lorente. Un actor consciente del berenjenal que supone encarnar tan mítico personaje. Y el mayor cumplido que pueda dársele, es su voluntad y esfuerzo por hacer suya una figura tan grande. Y si no, recuerden que hasta el domador Ángel Cristo también dio vida al Cabreador en pantalla grande. A pesar de que estamos en sus años iniciaticos, el guión presenta al joven Rodrigo como al listo que todo lo sabe, sin temor a equivocarse y con la hábil facultad de dar su correcta opinión constantemente. Por ahí debiera mejorarse la historia si pretenden que este Cid, esté más cerca del ser humano que a una figura idealizada.

La pasta no parece haber sido problema para Amazon y aunque sólo hayan sido cinco episodios, la producción ha estado a la altura de saber aprovechar la riqueza paisajistica, las fortalezas y localidades emblemáticas. Una riqueza monumental bien aprovechada como decorados naturales o adoptados para la ocasión. Con miedo a equivocarme, creo situar las ciudades de León y Zaragoza en las calles de Calatañazor y Albarracín, así como la cara planificación en exteriores con miles de extras para dar vida a una batalla, sita en Grauss, o de representar la socidedad medieval de la época. Esta primera temporada logra estar por encima del aprobado, pero ojo, quedan muchas cosas por mejorar, empezando por los diálogos o noñerías impropias de ver a un asesino acrobata o como unos simples escuderos acaban en un harem... Queda por ver la respuesta del producto en el extranjero, la variante menos cainita que medirá si Amazon continua con la serie o cierra el grifo.

El Cid
Amazon Prime, 2020


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