30 de diciembre de 2018

XL

El tamaño importa. Decir lo contrario es una falsedad ligada a la supuesta corrección que impone la educación. Da igual el espacio que ocupe. Porque cualquier cosa desmesurada resulta curiosa de por si. Y lo mismo ocurre cuando se trata de lo minúsculo, de la estrechez. Porque siempre sobresale algo que se encuentre fuera del estándar considerado como normal. Para el cercano 2019 se cumple una pequeña efeméride. El blog cumplirá 10 tiernos años junto a otra cifra redonda y asociada al aislamiento preventivo. La cuarentena. Es un tópico, pero que cumple una cruel realidad. El tiempo vuela, y como la modernidad del siglo XXI impera, uno no sabe bien si anda embarcado en un tren de alta velocidad o en un concorde que devora el paso de los años. En estos 10 años de blog, la mejor victoria es que todavía se mantiene a flote, y con cierto rumbo pese a la inmensa deriva que propone el extenso ritual internauta. Basta darse un garbeo para comprobar el abandono de otros cientos, miles de blogs, desechados vilmente como los plásticos que terminan por acumularse en algún determinado punto del mar. 
Bosco a uno de enero de dos mil diecinueve
Los tiempos cambian, así como los usos y costumbres, aunque seguramente tales ideas vayan relacionadas con la edad, o la mentalidad de cada uno. Mi aproximación a la XL anda garrapateada a mis simples rutinas. Obcecado en la templanza y el simple esfuerzo de escribir y leer frente al jugoso titular, asociado a la prostituida sensación de desplazar la vida a través de un mero movimiento de pulgar. Tampoco pretendo reivindicar nada, menos aún cuando observo que parte de la barba empieza a encanecer y temo andar revoloteando la chochería con tales ideas. Simple y llanamente pretendo dejar constancia de una forma de ser, en esta pequeña bitácora personal que tal vez sirva de recordatorio para el futuro. A menos que El día que me hice mayor se una al extenso club de los náufragos. 

De momento debería centrarme en el blog y en las fastuosas celebraciones que merecen alcanzar las cuarenta primaveras frente a la pequeña década bloguera. Para empezar toca pasar revista y hacer autocrítica por el descenso de publicaciones, pues este curso de 2018 parece una mala copia del 16. Capón personal por caer en la desidia y sobrevivir, cual Robinson, a base de sobras que cumplen el mero expediente mensual. Nuevamente la literatura acude al rescate del blog, al encabezar el número de entradas y con la vista orientada hacia el horizonte, ya que en breve abordaré el centenar de opiniones dedicadas a las letras. Para conmemorar tal cifra redonda debería descorchar alguna litrona y festejar como se merece tal clasificación. Seguramente haga una especie de lista, donde resalte las obras dignas de marcar huella, en este humilde lector, como propósito para 2019. Cabe destacar nuevas adquisiciones de mi particular colección Reno y la lectura de algunas de sus obras a lo largo del año. Una colección que supera ya el centenar de ejemplares. 
Portada cuarentona - Periódico El País

Otras escasas entradas desglosan la caótica intención de abarcar óperas primas y series perdidas. Tan pocas (3+2) que me planteo qué diablos habré estado haciendo a lo largo del 18 para sumar tal triste número. La memoria empieza a dar síntomas de perdida de retención, pues tiene pinta de haber perdido alegremente el tiempo en cosas poco provechosas. El tiempo, ese espacio de libertad anda limitado por las diferentes obligaciones, y ha hecho mella sobre todo en los paseos por el monte, pendiente únicamente del azar para poder escaquearme entre arroyos, bosques y leyendas. Obviamente queda la retahíla de la tentación, con el lascivo deseo de volver a perderme por los oscuros mundos de la naturaleza, persiguiendo el paso del Maligno por los contornos del Guadarrama. 

Para acabar una breve referencia al mundo raner. Para el 31 ando inscrito en la San Silvestre del municipio de Galapagar, cuya edición coincide con la simbólica talla grande. Por poco concluyo el año sin dorsal al pecho, aunque sea una extraña forma de etiquetarme la bobería de una moda pasada, y de la cual me agarro a base de planes sin cumplir. Quien sabe, tal vez logre una especie de retorno, o tal vez me dedique a perder el tiempo en otras modas relacionadas con los cuarentones. El caso es que aguardo la llegada del 2019 con ganas de pasármelo bien , ilusión, propósitos y otras intenciones bien aventuradas relacionada con la tontería de la efeméride. 



Pd: Venga va. Me propongo superar las 40 entradas.

13 de diciembre de 2018

Los amores de Nikolai

La familia suele ser un tema recurrente. Hay tantas y tan diversas como las locuras que realizan los hombres. Y con Los amores de Nikolai debutaba en la literatura Marina Lewycka, obra que ha obtenido cierto éxito editorial y cuya temática tiene cierto toque autobiográfico. En parte por describir el tránsito de una familia ucraniana instalada en Inglaterra, tras huir del comunismo ruso y de la tragedia que supuso la II Guerra Mundial. Nadezhda es la narradora de la historia, enfrentada a su hermana mayor, Vera. Y como bien corresponde a las etiquetadas personalidades, ambas andan distanciadas por muy diversas formas. La primera es una progre profesora universitaria felizmente casada, por contra, su hermana es una elitista conservadora divorciada. Las hermanas suponen dos mundos diferentes que simplemente comparten apellidos y progenitores, cuyo último encontronazo tuvo que ver con la terrenal disputa de la herencia materna.

Pero a las hermanas todavía las sobrevive el padre. Un octogenario peculiar, brillante ingeniero formado en la lejana Ucrania y que se plantea contraer matrimonio con una joven compatriota, que destaca por tener unas peras de impresión. Tal alegría para la vista engatusa al viejo Nikolai, deseoso de ayudar a la joven en obtener la residencia británica a través del atajo amoroso. La afortunada, Valentina, trae consigo un bulto de doce años, niño que aspira a estudiar en Cambrigde. Tantas buenas intenciones posiciona a las enemistadas hermanas en otorgarse una leve tregua para hacer frente común e intentar evitar que su anciano padre se despose con su joven amante. Para sobrellevar tan personales cuestiones nada mejor que hacer uso del humor, empezando por el viejo Nikolai, ya de por si una rareza, gracias a una curiosa personalidad que contrasta su falta de sociabilidad con el genio que esconde varias patentes en el bolsillo. 

Aparte anda Valentina, una mujer equiparada con la Venus de Botticelli por sus turgencias naturales, y arrolladora como solo puede llegar a ser una hortera verdulera que no duda en pasar al ataque en cuanto percibe el acoso de las hermanas. El prometedor cóctel da lugar a una serie de episodios surrealistas, subrayados por el humor y la ternura que acarrean entender las chocheras del viejo. Entre medias se nos cuelan pequeños retazos de la historia del tractor, pues el bueno de Nikolai anda enfrascado en hilvanar la evolución de esta máquina imprescindible para la mejora de la agricultura del ser humano, y de paso, arar en la memoria del pasado. Una tradicional vista atrás que termina por desenmascarar algunos episodios relevantes de la familia. El lugar idóneo para recopilar datos que rellenan las páginas necesarias para la publicación de un libro. 

Queda así la estructura del relato. Por un lado las desventuras de Nikolai, su relación con Valentina y el trapicheo telefónico de las hermanas para lidiar con las continuas peripecias que ponen a prueba paciencia y nervios. Por otro, destacan las vueltas al pasado, a los orígenes de una familia ucraniana que rebusca en sus raíces los extraños movimientos del tiempo, conjurado con los acontecimientos que terminan por desentrañar las calamidades de una familia en su lucha por lograr obtener el beneplácito de una vida acomodada. Entre lineas surgen los motivos que separan las mentalidades de las hermanas, enfrascadas en múltiples llamadas telefónicas donde ahondar en los delirios paternos y en poner en conocimiento las viejas cuentas del pasado. Tales recuerdos sirven de enorme contraste con la actualidad. A falta de guerras mundiales, los movimientos migratorios continúan su búsqueda de un futuro mejor. Como Valentina, una inmigrante que simplemente aspiraba a alcanzar su particular Dorado. Otra cosa bien distinta es su manera de afrontarlo. Pero por ahí anda la gracia de la novela, porque las ocurrencias siempre son mejores cuanto más dispares sean. 


Mi yo adulto se muestra indulgente. Qué encantador, este florecimiento tardío del amor. Mi yo hija se siente ultrajado. ¡Traidor! ¡Viejo verde!
                                                                                                     Nadia

Los amores de Nikolai
Marina Lewycka. 
Ed Lumen, 2006

28 de noviembre de 2018

El milagro de P.Tinto

Han pasado veinte años desde el estreno de El milagro de P. Tinto, una película que pronto destacó por una serie de facetas que la etiquetaban alrededor del surrealismo y del humor absurdo como mayores motivos de elogio. Pero el debut de Javier Fesser destaca más por su singularidad, pues siempre hay otras cintas que cuentan historias extravagantes. De hecho siempre se citan a otros autores, como Terry Gillian y a otros filmes, como Delicatessen, como referentes en el estreno de Fesser en la dirección. Y siempre con el reclamo del humor para ser más llevadero la peculiar historia que se expone. Han corrido dos décadas, y P. Tinto queda ubicada como un pequeño referente cinematográfico. De hecho, cuesta encontrar un filme que aúne ciertas similitudes con la obstinada intención de la familia P. Tinto por tener herederos y su particular manera de contarlo. Una virtud que destaca la supervivencia de una película a lo largo del tiempo, elevada a ciertos altares por algunos espectadores que logran aupar a la película al cercano podium del culto.

Luis Ciges, protagonista del filme
Curiosamente, la formación de una familia es el tema central de la película. Una intención tan noble como dificultosa a la hora de elaborarla según que criterios. En este caso al usar unos simples tirantes para sujetar pantalones en lugar del seductor chirrido de los camastros. De este modo, se coloca a sus protagonistas en un reducido espacio por donde deambulan sus acciones, por ejemplo la vivienda principal se sitúa en un apeadero ferroviario, junto a otros lugares que se repiten constantemente en el minutaje. Para después jugar con el tiempo y detenerse, nuevamente, en momentos concretos para dar rienda suelta al entramado de la película, la adopción y acogimiento de supuestos churumbeles, el paso del ferrocarril, el desarrollo paralelo de la historia de Pancho contada en blanco y negro... Recurriendo al énfasis de la repetición como un chiste que se repite por el mero hecho de ser gracioso.

Cabe destacar la fuerza visual de Javier Fesser, desarrollada a lo largo de sus trabajos previos en la publicidad y en el interesante aporte de una amplia cultura audiovisual. A lo largo de la película pueden verse recogidos ángulos tan diversos como las series de dibujos animados, homenaje incluido a los cachivaches de la marca Acme, así como la clara referencia del cómic, sobre todo en primeros planos y su uso para ciertos golpes tan logrados, que las caracterizaciones son llevadas a las lindes del estereotipo. En su día fue inevitable citar la sombra de Francisco Ibáñez (creador de Mortadelo y Filemón) en la caracterización de los personajes. Una referencia tan simple que se tradujo en la postrera adaptación de los tebeos citados. 
Tengo un ovni formidable...
En la parte personal, me gusta creer que el director planteó su guión como una realidad trastocada que termina siendo devorada por un colectivo de personajes singulares. Y que choca con la lógica impuesta por la realidad fuera de las pantallas. Estos personajes son llevados al mayor de los extremos, como al sacerdote Marciano, quien representa las formas más viscerales de la religión de posguerra española. O una extraña pareja de extraterrestres, quienes llegan alegremente al hogar P.Tinto, como si tal situación fuera la cosa más normal del mundo. Como normal es enfatizar diversos aspectos reconocibles para el público ibérico, como un seiscientos transformado en una nave del tiempo, la reiteración del gran invento que supone ser la gaseosa como refresco o la adaptación de canciones populares para la película. Para el final toca reiterar el paso del tiempo. Veinte años son una pequeña muestra que apenas discute el envejecimiento de una película inigualable. Una rara avis que por su condición sirve como muestra de la enorme variedad que existe, siempre y cuando se sepa apreciar el talento. Aunque éste resulte tan estimulante como el expuesto por Javier Fesser. 

El milagro de P. Tinto
Javier Fesser, 1998

12 de noviembre de 2018

El tesoro del Valle Feliz

Se trata de una novela corta. Entretenida y con una estructura que recoge claras reminiscencias clásicas.Y cuenta además con el interés de centrar su historia alrededor de la fiebre del oro, cuyos grados van en paralelo con la conquista del oeste americano. El western y toda esa milonga. Es lo que tiene la extensiva culturización de la primera potencia mundial, donde múltiples autores exprimen, con cierta calidad, la escasa historia del país. Hace ya bastante tiempo que el western deambula como un género propio y cuenta con diversas obras a nuestro alcance y disfrute. Como este tesoro alrededor de un valle próspero, obra del prolífico Frank Yerby, y que sitúa a su protagonista en la conocida aventura yanqui de cumplir su particular sueño americano en la tierra de las oportunidades. 

El personaje principal responde al nombre de Bruce Harkness, quien toma la decisión de abandonar su hogar de la costa este para comenzar una nueva vida en el otro extremo. En su periplo inicial, suma las notables características que todo héroe debe cumplir, mientras que por el camino logra el apoyo de sus compañeros de viaje, como el risueño Hailey Burke o el hermano Nate, así como de recibir los habituales consejos del mentor o sabio que pretende ayudar al joven protagonista a través de la figura de un falso reverendo. Obviamente también hay tiempo de conocer al malo de turno, quien choca con las exageradas virtudes del protagonista y sus elevados valores morales. Un caballero tan blanco que choca bastante su habitual y sosegado método de actuar frente a la violencia preconcebida que nos suelen vender en esos tiempos y lugares del oeste americano.


En este sentido, hay un notable acierto por parte del autor, el cual sobresale a la hora de describir el brutal desarrollo que se da en el estado de California. Sobre todo con la llegada de numerosos buscavidas que derivan a las confrontaciones entre hombres y la correspondiente muerte que conlleva la avaricia. Aceptada de tal modo, que se solventa rápidamente echando tierra sobre los anónimos desgraciados. También se exponen algunos apuntes interesantes del país que se está formando. Como la singularidad de las ciudades y sus calles repletas de fango, donde destaca, por ejemplo, la tendencia de Sacramento a quedar anegada por las lluvias. Pequeños matices que realza el ambiente histórico, gracias a la inclusión de anécdotas que rellenan el relato, así como la inclusión de personajes reales, como el bandido mexicano Joaquín Murrieta. Y por supuesto la cita de los diversos orígenes de las gentes que llegan buscando fortuna. Normalmente hombres que notan la escasez de mujeres, al menos las denominadas como decentes, ante tanto aventurero y minero en pos de fortuna. 

Éstos dan salida a sus hormonas y deseos más prehistóricos a través de la inevitable violencia, empujada por la codicia y de la mal entendida hombría. La ley es escasa en un país en formación, con el agravante que provoca las ganas de hacerse rico buscando oro, ya sea de manera honrada o expulsando racistamente a latinos y chinos de las explotaciones. Y en ese alentador ambiente destaca la historia de Yerby, al situar la supuesta perfección moral del protagonista frente al vivo genio de una civilización con pies de barro, y que como buen héroe, parece andar siempre con la razón de su lado. Hasta que surge el error, con la correspondiente sucesión cual caída de fichas de dominó, que logra transformar al héroe en un ser humano. Agotado por el duro trabajo que propone la tierra, devorado por la soledad que incendia su mente al compartir la presencia femenina que no deja de ser la esposa de otro colega. Un conglomerado de problemas que se juntan a pequeñas deudas que originan ciertos arrebatos,( por los que se pasan de puntillas) que enriquecen un relato que cuenta más de lo que aparenta.

Sin embargo, el entretenimiento de los problemas del protagonista y los vaivenes del resto de personajes se diluyen pasado el ecuador. Sin razón aparente, al escritor le sobrevienen las prisas. Tal vez debía cumplir alguna fecha de entrega o tal vez las musas abandonaron su capacidad inventiva. Porque hay una fase donde abundan las síntesis. Los acontecimientos se exponen a través de un extraño encadenamiento de elipsis que cortan el ritmo de la lectura y del buen hacer anterior. Es un poco extraño, porque a pesar del resumen se intuyen partes que podrían haber dado más juego al escritor. Estas supuestas lagunas carecerían de menor sentido crítico sino fuera porque se dan varios cambios importantes en la historia narrada. Por lo menos Yerby logra remontar la historia hacia el final, demostrando saber hacia donde quería llegar, a pesar de cercenar parte de una historia que pedía a gritos un mayor desarrollo para pulir algunos puntos interesantes. Un ligero traspiés que no desmerece el entretenimiento del conjunto del libro. 

El tesoro del Valle Feliz
Frank Yerby
Ed GP. Col Reno. 1970


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30 de octubre de 2018

De medias maratones (por los madriles)

El concepto de media maratón resulta curioso. Es una prueba con una amplia aceptación popular, pero esquiva en cuanto a su percepción deportiva entre las élites del atletismo. De hecho, estas carreras apenas sobresalen en meros campeonatos nacionales, sin mayor lustre ni relevancia que para los grandes aficionados al troteo. En realidad adolece mucho que no haya prueba en la glamourosa corona que supone el olimpismo. La verdadera vara de medir para el conocimiento del gran publico. Incluso los campeonatos mundiales suelen pasar de puntillas si no hay algún aspecto que destaque verdaderamente fuera de los amantes a este deporte. O dopaje o récord. Como el recientemente logrado en Valencia.
Desbandada en Elche, 1984- MM Elche
Sin embargo, estos simples 21 kilómetros cuentan con un agradable apoyo de las masas populares. Los verdaderos protagonistas que han empujado a la celebración de nuevas pruebas en diferentes pueblos y ciudades. Urbes que han optado por esta distancia, frente al clásico diez mil, para fomentar el deporte y la atracción económica que acarrean estos eventos. Pero el auge de las carreras por montaña suponen un duro rival que resta corredores a esta bonita distancia. Y con el tiempo se ha terminado por imponer, porque siempre se esgrime que es más agradable corrotear por el monte que por el asfalto.

Curiosamente la publicidad dicta a la MM de Elche como la pionera de estas pruebas a nivel mundial. Aunque también surgen las discrepancias, pues hay datos de carreras con similar distancia anteriores a 1968. Cifra que marca la primera prueba disputada en Elche. En este aspecto, habría que dar las gracias a la constancia de don Manuel Jaén, figura responsable del atletismo ilicitano por aquellos días y verdadero artífice de la puesta en marcha de la carrera. Amén de su interés en que la distancia fuera reconocida por la real federación española de atletismo.

Otras carreras surgidas del blanco y negro andan ubicadas por diferentes lugares del planeta. En Europa destaca la Route du Vin, cuya primera carrera congregó a 29 valientes en 1962. Se suele celebrar en septiembre en el pequeño país de Luxemburgo. En Costa Rica destaca la MM de San Blas, celebrada en Coamo y cuyos primeros pasos se remonta a 1963 con una carrera de 3 millas. Para 1966 los organizadores elevan la distancia a 21.0975 km. En los USA, destacan The Caesar Rodney Half Marathon, desde 1964 y The Lincoln Presidential Half Marathon, cuya última edición suma la cifra 55º. 

Pero la palma parece llevársela Perú y su capital Lima, pues parece que ya se celebró una carrera similar en el lejano 1909. En 2017 albergó a más de 8 mil corredores en una edición que contaba como la 108º de su historia. Ahí es nada. Aunque quedan huecos sin cubrir, el kilometraje exacto y los años sin carrera.  A pesar de estos datos, la media ilicitana mantiene su particular nomenclatura por el número de ediciones realizada. Aunque seguramente falte una investigación rigurosa que confirme el jugoso dato de ser, verdaderamente, la más antigua media maratón del mundo. 
Preparados en Remich, 1964 - MM Route du Vin
A pesar de mi escasa experiencia, quien suscribe estas lineas mantiene una especial querencia hacia esta distancia. Menos machacona que la maratón pero con el kilometraje suficiente para intentar equiparar el fondo con el esfuerzo constante. Un juego interesante a mi modo de ver. Después de unos años de holgazanería, parece que he vuelto a coger el hilo de salir a correr sin ton ni son. Y como siempre se dice que hay que ponerse alguna meta para dar sentido a tanto esfuerzo gratuito, me ha dado la ventolera de pasearme por los madriles y recorrer toda su provincial geografía entre medias. En algunas ya he estado, de las cuales seguro que repito en más de una ocasión. En otras, acudiré presto a estrenarme por sus calles. Mientras que en otras tantas simplemente acudiré a cumplir la tontería del listado. De las citadas como más antiguas del mundo quedan muy bien así, sencillamente citadas. De tan buenos propósitos expongo públicamente el susodicho listado. Y con el tiempo imagino que enumeraré las batallitas que merezcan la pena ser transcritas. 

Listado de medias maratones por los madriles

Enero - Getafe
Febrero  - Fuencarral - La Latina 2015
Marzo - Pinto - La Tragamillas 2014 - 2016
Ciudad Universitaria -Aranjuez - Cervantina 2015
Vías Verdes - Coslada
Abril -Madrid - Valdemoro - Rock/Roll Madrid
Mayo - Las Rozas
Junio - San Lorenzo de El Escorial
Agosto - Sierra Norte Navalafuente - Braojos
Octubre - Cerceda - Fuenlabrada
Noviembre - Moratalaz 2013 - Vuela Hortaleza
Diciembre - Rock Villaverde

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Bibliografía consultada:
Wikipedia
Webs de: MM Elche, Route du vin,... y las otras medias expuestas
 ---> foroatletismo
twitter de @spanjaard 
Listado extraído de runedia
Interesante articulo de Novatos del running 



16 de octubre de 2018

Por donde el viento nos lleve

Antología de relatos españoles de piratas

Hacia bastante tiempo que pensaba en abordar la lectura de este libro. Adquirido en aquellos años donde las etiquetas del recién llegado euro compartían espacio con la orientativa peseta. Sin embargo, el paso del tiempo hizo que perdiera el rumbo sobre la atractiva obra de Gerado González de Vega. Y terminar por acumular polvo en un estante. En su día me llamó la atención el recopilatorio de textos dedicados a la piratería por parte de españoles. Eso sí, caí en el error de considerar que el libro recogía personajes y situaciones históricas frente a la hermosa colecta de relatos ficticios, (parece que para tal fin debería acercarme a su obra anterior, Mar Brava)

Porque de éso trata realmente Por donde el viento nos
lleve, una selección donde González de Vega acoge 44 textos, con sus correspondientes autores, y sigue una lógica temporal que permite observar los cambios que se producen, tanto en la navegación como en las temáticas a tratar. Porque los piratas no solo se dedicaban a enarbolar banderas oscuras, asaltar otras naves y enterrar tesoros. También forman parte del gusto literario de la época y alcanzan a representar una visión más amplia que las clásicas referencias que todos tenemos en mente. Seguramente, la tradición cinematográfica más popular ayude a perversar esa imagen que debería abrirse a otros modelos de ganarse la vida al margen de las leyes. Como el eterno contrabando de mercancías y el tráfico de personas. 


Los textos publicados abarcan un amplio espectro temporal, cuyo inicio arranca en el siglo XIII hasta alcanzar el cercano siglo XX. Fechas que ayudan a entender parte de las temáticas tratadas por los autores en ese lapso de tiempo. Antes de cada texto, González de Vega expone una leve introducción del escritor correspondiente, donde aclara algunas cuestiones biográficas y resalta las que considera oportunas. Gracias a esta aproximación, el lector puede hacerse una idea de la enorme variedad literaria que alberga este país. Algunos de estos escritores apenas necesitarían tal presentación, como Cervantes, Lope de Vega, Pardo Bazán, Blasco Ibáñez,... pero hay otros más desconocidos a los que González de Vega rescata del naufragio del olvido, y cuyas vidas tienen pinta de ser incluso más interesantes que el relato ficticio que las acompaña. Un reconocimiento que vale la pena ensalzar y que parece acomplejada frente a la tesitura de poner en valor a personajes relevantes de la cultura y de la historia españolas. En una misma medida conviene aupar la importancia de Por donde el viento nos lleve. Un libro necesario por su carácter clasificatorio, relacionado a un genero que ensalza la piratería y los relatos relacionados con el mar. 

Una vez superada la lectura de los 44 fragmentos, queda la personal elección de escoger que relatos merecerían ser recuperados para completar la lectura del texto original y no solo el cacho escogido por su autor. También hay otros menos interesantes, donde el bueno de Gerardo nos pone sobre aviso. Aunque sea de justicia reconocer, que para completar la antología era necesario abarcar una amplia diversidad temática y por supuesto contar con el amplio número de autores expuestos. 

Gracias a este trabajo, se observa un proceso temporal en las materias tratadas. Sobre todo si tenemos en cuenta el amplio espacio geográfico del mar y la numerosa presencia de escritores hispanoamericanos. A modo de resumen cabría destacar una buena colecta de naturaleza romántica, secuestro de damiselas y otras fantasías por parte de autores, más o menos clásicos frente al tono realista que termina por imponerse por el caracter novelero de ciertas obras. Sobre todo, cuanto más consciencia hay de quienes intentan vivir de las letras. Obviamente también destaca el acercamiento a otros personajes con clara vocación biográfica, como el soldado Miguel de Castro entre otros, y que pueden servir de base para conocer algo la vida cotidiana de los personajes que citan. Un libro netamente recomendable.


Detalle pesetero

Martín dejó que las mujeres lloraran a la niña hasta esa hora, y entonces la envolvió en su bata, y las mujeres se volvieron de espalda, para no verla lanzar, entre dos marineros, por los pies y la cabeza, al mar. Entonces sintieron el golpe breve contra el agua,...

                                                                                     Long Island, Lino Novás Calvo


Por donde el viento nos lleve
Gerardo González de Vega
Ed. B
2002
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30 de septiembre de 2018

15 días contigo

Probablemente fue la mejor película española de 2005. Pero su repercusión fue más bien escasa entre el público y menos aun en las taquillas. Tampoco tuvo respaldo en la plataforma publicitaria que suponen los premios Goya, donde en ocasiones se rescata algún filme destacable al que otorga una segunda oportunidad. Únicamente fue nominada la actriz principal, Isabel Ampudia, en la extraña y absurda categoría de actriz revelación. No viene a cuento, pero una actriz de larga trayectoria como Soledad Villaamil, logró tal cabezón en la edición de 2009. Nada más que añadir.
Una historia de amor sin empalagar
El sevillano Jesús Ponce debutaba en el largometraje con una historia que reparaba en las vicisitudes de una pareja relegada a las calles, a la supervivencia del día a día y con el objetivo de rebañar cualquier limosna que sume la cantidad suficiente para tener que llevarse algo a la boca. O a las venas. Porque cada uno arrastra sus propias necesidades. 

El protagonismo recae en Isabel (Isabel Ampudia), recién salida de la cárcel y con la firme intención de reubicar su vida. Aunque sea a hostias, con la arisca terquedad de quien se propone algo y evitar los palos del pasado. Pero los inicios son duros y la sociedad tiene implantados diversos muros invisibles que logra separar a las personas. Esas barreras son tan transparentes y duras como el cristal, te permiten echar una ojeada al escaparate de la vida pero cerrarte la puerta si tus bolsillos apenas logran codiciar los productos que exponen. Por suerte, se reencuentra con un viejo conocido, Rufo ( Sebastián Haro) quien la guiará por los ruedos de las calles, y juntos formarán la extraña pareja de los contrastes. Ella intenta superar las barreras sociales para poder incorporarse al reflejo de la vida normal mientras limpia los escaparates de los negocios. Rufo, por contra, tiene asimilada su derrota, tanto que levantarse de manera diaria se convierte en una triste monotonía pese a la alegría que desprende su figura. Ambos logran darse cierta estabilidad y sostenerse mientras duermen viendo las estrellas. 



Sin embargo, 15 días contigo no se detiene en la pesadumbre que castigue la moralina del espectador, ni abunda en la herida social para reivindicar nada, porque también es vitalista y es capaz de mostrar cierto humor a lo largo de diversos compases de la película. A pesar de las duras condiciones que proyecta, existe la noble necesidad de intentar ser feliz, porque esos agradables momentos van y vienen, como la vida y el relato avanza tranquilamente por situaciones tan reconocibles como puedan darse en la realidad. Y por ahí triunfa el director, al lograr conmovernos y engancharnos a la historia que cuenta con tramos tan simples como la continua búsqueda de escaparates que limpiar, el habitual encuentro con conocidos del pasado y los necesarios choques que toda pareja suele tener. Porque siempre hay lugar a la exigencia y a ceder cuando la ocasión lo requiera. Como cualquier historia de amor entre dos personas, sustentado por ambos pese a vivir en condiciones de exclusión. Jesús Ponce puso en pie una pequeña joya del cine patrio, incluido el guión. Sirva esta humilde entrada para reivindicar una película necesaria por su emotiva sencillez de ser un canto a la vida.

15 días contigo
Jesus Ponce 2005

23 de septiembre de 2018

Pinar laricio de la Hilera II

...... viene de una entrada anterior.

Tocaba volver en verano y encima apurando en el mes de septiembre, como hacen los buenos estudiantes, a completar la ruta del pasado invierno y poder comparar el pinar laricio de la Hilera entre ambas estaciones. Cabe destacar que los pinos han ganado algo en su particular lucha contra la oruga procesionaria, aunque quedan muchos nidos expuestos como retales de viejas batallas sobre las ramas más elevadas. Por otro lado, la temperatura para las excursiones se torna más agradable bajo los abrigos que frente a la ligereza del textil en la época estival. Ahora solo queda iniciar el pateo y la idea es que el punto de arranque se sitúe cerca del nacimiento del arroyuelo de la Hilera, allí donde surgieron pequeños gigantes albares a reclamar cierto protagonismo en el paseo anterior. 

Un lugar aleatorio que sirva de empalme temporal, como el destacado pino albar desmembrado, pegado al pliegue por donde debería correr el agua del arroyo y cuyo nacimiento anda bien cerca. Sin embargo, tal ubicación asciende hacia el cerro de la Carrasqueta, en un fuerte desnivel que provoca las primeras maldiciones del excursionista. No hay más remedio que apoyarse en el bastón y preguntarse continuamente porque no escapar por algunas sendas oblicuas que ladean el cerro. Tonta necesidad de alcanzar los cielos. Entre tanto resoplido y necesarios parones se aprecia la violencia de los elementos. Con algunos pinos arrancados de cuajo sobre su base o la bella estampa del pinar a nuestras espaldas. Lorenzo también empieza a azuzar el cogote. Poco a poco surge la pradera cimera, pero Bosco parece haberse quedado con ganas de más, pues sin ton ni son, se empeña en completar la ascensión a la Carrasqueta, a su bola y sin esperar siquiera a quien lo alimenta de manera diaria. Será cabrón. 
Bosco y un pino laricio
La cima del cerro ofrece buenas vistas. El valle de la Hilera queda bajo mis pies y bien visible la pradera de la Covacha a la izquierda. A la derecha del cerro queda el monumental conjunto del Valle de los Caídos. Turístico lugar donde descansa un cuerpo en zona VIP, y que según ciertos rumores, va camino de culminar un cambio de reposo más acorde a los tiempos actuales. Después de las vistas, toca buscar abrigo entre las rocas del cercano sendero GR10 para deleitarse con un merecido almuerzo. Ahí es donde Bosco nunca repara en aventuras por su cuenta y acude presto a gorronear cualquier golosina. 

Concluido el piscolabis, descendemos a un collado que nos interne nuevamente en la Jarosa, gracias a un machacado sendero que en mi época biker denominábamos como DH2000. La senda era una delicia para los amantes de rebotar entre piedras y raíces, aunque con tanta amortiguación doble, uno ya desconoce donde queda parte del flow para quienes bajábamos en simples rígidas. Anotada la nostalgia vuelta al presente, para recuperar el melancólico sentimiento que otorga la bota y el bastón. Más lento pero fiable a la hora de atrochar por el cabrero camino y descubrir la presencia de algunos laricios desperdigados en el trayecto. Como un buen ejemplar, empecinado en mantenerse en mitad del camino, como si quisiera controlar el paso de los domingueros. 
Pinos laricios

El pedregoso camino culmina en una amplia pradera. La Covacha es el punto más alto de la pista forestal que rodea toda la Jarosa. Y justo enfrente anda posteada la ruta local del bosque plateado, cuyo falo invita al excursionista a visitar un conjunto de piedras donde destacan algunos laricios por su porte, mientras que otro más promocionado crece como una lapa adherido a la grieta de la roca. Curiosamente este punto es el final de la ruta local, y en un panel informativo se destacan a los ejemplares de la Hilera, su elevado número y otros datos. 

Pero la naturaleza no entiende de limites, ni de círculos de colores que marquen el camino a seguir. Y obviamente las laderas se extienden para unir el arroyuelo de la Hilera con el sugerente Barranco de los Lobos o el arroyo del Bercial. Depositarios ambos del nutrido arroyo de la Calle de los Álamos. El trajin del barranco gana por llamativo, aunque haya que escoger un lateral para abordar su nacimiento a la vera de la pista asfaltada. Para colmo de la mala elección, hay que desviarse de la insegura senda que propone el arroyo, porque no hay seguro que cubra accidentes por hacer el imbécil. Mejor así, o no, porque toca jugar al entretenido albedrío del zig y del zag, a media ladera y combatir entre maleza y matorrales secos el camino a seguir. Y siempre bajo la atenta mirada del pinar, mezclado alegremente entre albares, laricios y silvestres. Entre la jarana del bosque surgen los ladridos de los corzos, quienes avisan a sus parientes de la visita de intrusos. En un saliente rocoso detenemos la marcha, a ver si hay suerte y con la ayuda de los prismáticos podemos observar a los corzos cantarines. Pero ni rastro, a pesar de sus graznidos no hay forma humana de avistar a los animales entre tanto verde. 

Se reanuda la marcha, campo a traviesa para seguir descubriendo pinos ocultos al turisteo de las rutas marcadas. Pero la ladera comienza a girar por el sur, señal inequívoca de que hay que buscar el arroyo de bajada, cuyo cauce anda tan seco y triste como mis ganas de volver al coche. Al lado del arroyo hay una pequeña vereda que nos ayuda a alcanzar la amplia pista forestal. Y más abajo, se retuerce en un par de recodos para apropiarse de las aguas de los arroyos citados. Hilera, Barranco y Bercial. Y sin buscar, aparece la suerte de toparme con los corzos, quienes cruzan chulescamente la pista delante de mis narices. Solo les faltaría que reprocharan mi presencia en día laborable.
La gayuba alfombra parte del monte
Los pinos laricios pierden protagonismo mientras se regresa al área recreativa. Atrás queda la mancha forestal, expuesto su descubrimiento en la entrada invernal y que en la actualidad abarca una población que ronda los 30 mil ejemplares, (quién coño cuenta estas cosas) según un panel informativo. Para 1992 técnicos forestales de la Comunidad de Madrid se dieron un garbeo por la zona. También se detuvieron para medir la edad de algunos congéneres con un artilugio denominado como barrena pressler. Los cálculos ofrecieron la interesante suma de los 500 años para algunos de estos pinos. Y para completar la manía clasificatoria del ser humano, el bosque plateado queda señalado en el exclusivo círculo de los árboles monumentales de la CAM, gracias al correspondiente hito sobre la base de un escogido representante de toda la especie. 


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Álbum de fotos
Pano del pino 

Bibliografía
Árboles singulares de Madrid.
Francisco Javier Cantero Desmartines y Antonio Lóez Lillo
Ed CAM.

10 de julio de 2018

Ventisca

Llega el verano, y a la hora de escoger una nueva lectura un servidor se deja llevar por la casualidad. Derivada además por la reciente adquisición de un lote librero donde destaca una refrescante portada con título invernal. Ventisca de George Stone. La ilustrada portada sobresale por envolver la llamativa cúpula de la Casa Blanca americana azotada por las nieves. En esa particular manía yanki de destrozar los símbolos arquitectónicos más reconocibles. En realidad, es un simple motivo que apenas explica una elección tan azarosa como ingenua, salvo aportar la tonta creencia de querer combatir los calores veraniegos con las descripciones de la tormenta proyectada por la mente del autor. Para empezar con un poco de orden, habría que citar que George Stone tomó como referencia un extraordinario temporal real, y que en 1888, anegó parte de la
costa Este de los EEUU bajo una copiosa nevada. Gracias al testimonio de la fotografía, hoy día pueden verse algunas imágenes del enorme temporal que sacudió a algunas ciudades y proporcionó bellas estampas de la época. Vistas con perspectiva, pues un buen número de personas perdieron la vida. 

Stone se sirve del extraordinario acontecimiento meteorológico, para crear una ficción que nos traslada a la interesante época donde se enfrentaban las dos grandes superpotencias del siglo XX. Tiempos pasados donde cuadrar la ventisca del título con la denominada guerra fría entre los EEUU y la URSS.  

Al habitual entretenimiento que proporcionaban las agencias de espionaje de cada país, así como la carrera espacial o la escalada militar, está novela viene a sumar la insólita aportación de las catástrofes naturales. Ese recurso tan cinematográfico que abarca los caprichos infantiles de destrozarlo todo mediante una sonrisa, como un juego. Pero estamos en el sector de la literatura, el lugar donde se desarrolla un ritmo menos vertiginoso que el cine. Cabe valorar la sensación de realidad que se consigue gracias al comedido desarrollo de las letras. Sobre todo cuando da a entender ciertos pasajes sin necesidad de explicarlo todo. 

En Ventisca, el escritor plantea una estructura clásica y que abarca diferentes puntos de vista. Básicamente un grupo principal de personajes, con los necesarios secundarios que ayuden a los protagonistas a superar los diversos obstáculos propuestos. El entretenimiento proviene del carácter aventurero que proporciona la tempestad. El simpático inicio, a pocos días de la condescendiente Navidad, choca con el posterior crecimiento de la borrasca, cuyo continuo empeoramiento empieza a colapsar las ciudades costeras, mientras los ciudadanos andan sorprendidos y expectantes por las erróneas predicciones meteorológicas. Poco a poco se describe como la nieve se amontona sobre las calles, y también, como la sociedad queda empequeñecida ante el poderoso avance de la naturaleza. Y con el trajin de quedarse pasmados ante el horizonte blanco, llegan las previsibles aportaciones del especialista, las del científico reconvertido en héroe ante la notable causa del salvar la patria americana, y de paso, reconquistar viejos amores del pasado. La pena es que poco esmero se dio el autor en un protagonista más bien soso. Sin mayor gracia que logre conectar con el lector.
Nueva York 1888 - Getty Images
Pero lo mejor viene dado por las sospechas del enemigo. Del recelo que provocan las maniobras del bloque soviético y que puedan alterar el orden mundial con las conocidas consecuencias que desencadenaría una guerra entre ambas potencias. Y en estos casos de grandes conspiraciones, tiende a sobresalir el malvado de turno. La figura que desencadena el conflicto y tiene el poder para ejercerlo. Sin embargo, en está novela, la villanía se queda a medio camino. Es cierto que apuntaba maneras, pero al igual que les pasa a los protagonistas, todos quedan retratados a medias y parece que la tempestad apenas deja margen al desarrollo de unos personajes más bien etiquetados en sus posiciones laborales. Reducidos a simples peones que merodean por las páginas sin mayores atractivos que las meras referencias. Como si estuvieran de paso. 

Ventisca es una muestra donde el ser humano queda reducido por otras fuerzas que no puede dominar, aunque lo intente. Pero la gracia se pierde entre un elevado número de personas que apenas merecen ser recordadas tras la triste mirada del funcionariado. Ni los principales destacan más allá del simple heroísmo del deber. La novela de George Stone entretiene con un supuesto desastre natural, tan fascinante como el relleno. Sin mayores logros que el de amainar parte de la estación veraniega. 


De pronto, la familiar realidad del pasado -los sonidos y movimientos del tren- dieron perspectiva a la aparente irrealidad del presente. 

Ventisca de George Stone
Ed GP 1978
Col Reno

28 de junio de 2018

El arroyo de las Almas del Diablo

Apenas tiene un kilómetro y medio de recorrido, pero suficiente para cumplir con su obligación de trasladar las almas de los pecadores. Aunque siempre hay algún iluso que intenta evadir la vigilancia del Maligno, y tantear poder colarse en la verbena del paraíso. Hay que recordar, que para poder acceder a los cielos antes hay que pasar por el peaje de la entrada. Y como todos sabemos, la puerta anda custodiada por el correspondiente portero, como en las discotecas. Ignoro si San Pedro ejerce de estricto gorila con los
El arroyo protagonista
horteras de calcetines blancos, o con los colgados que amenazan aguar la fiesta pasadas las madrugadas. El caso es que al Diablo se le recuerda bastante por su viejuna sabiduría. Y previsor por la humana afición de evadir sus responsabilidades, tiene a su servicio un pequeño arroyuelo, ubicado estratégicamente cerca de las mayores alturas del Guadarrama, en la vertiente castellana de Peñalara. 


Su función consiste en trasladar las almas pateadas por San Pedro y arrastrar a los truhanes que han intentado escaquearse de sus pecados. Este arroyo cuenta además con la suma de la experiencia, pues antiguamente se le citaba como arroyo de las Minas del Tellado. Y en esos lares del monte andará el Diablo, o alguno de sus secuaces. Prestos a escudriñar el techo de la sierra de Guadarrama y llevarse las almas perdidas por la corriente del riachuelo. 

El ligero descender del arroyo de las Almas del Diablo llevan a engaño. Su leve recorrido, entre saltarinas piedras, permite amansar el temor de los espíritus capturados, gracias también a la belleza del paisaje. Así hasta sumar sus aguas sobre la Chorranca, como cuando un amante se abalanza sobre su pareja en búsqueda de roce. En realidad es un señuelo. Porque en un momento dado, el arroyo coge carrerilla, se acelera. Y las almas que transporta terminan por despeñarse al inframundo, gracias a la hermosa cascada de la Chorranca. Expuesta como una belleza natural del entorno, propicia para la foto y el éxtasis del momento. Pero en realidad sirve para blanquear a los rufianes que han intentado escapar de su destino.

Casualmente existen algunos afortunados, que tras el ajetreo de tanta ostia sobre la piedra, terminan por rebotar de tal forma, que escapan milagrosamente de su fatal destino, dejándose llevar por el arroyo sobre las caderas de Valsaín. Se cumple así la citada referencia del volver a nacer. Oportunidad única para reivindicar que parte del origen de la vida, surge cuando ciertos seres son expulsados alegremente por la chorra. No hacia falta, pero de ahí el nombre del arroyo. 
El salto de la Chorranca

La excursión arranca desde La Pradera de Navalhorno. Siguiendo la estela asfaltada que nos llevaría hasta La Granja de San Ildefonso. Pero mucho antes de llegar a tal Real Sitio, abandonamos la pista. A lo loco, con ganas de coger la primera senda que huya del camino marcado. Siempre resulta más llamativo aprovechar las sombras del bosque que enfrentarse a los calores de la llegada del verano. El viejo trazado discurre entre rumores de arroyos cercanos, provocativas ninfas que chocan con el berreo de algunos corzos vigilantes, bichos que alertan la presencia de un intruso con mascota. Pero la temática del día versa sobre el agua y las esencias que éste arrastra. La inercia de la senda se pierde entre la maleza, o torpemente pierdo la vereda por estar más pendiente del entorno, o tal vez el Diablo comience su juego de despistes. 

Menos mal que permanece el continuo murmullo del agua.  Y el interés del caminante recae en encontrar la segura guía del arroyo. Como cuando el amante guía los miembros a oscuras. El cauce de la Chorranca surge encajonado, hendido en una llamativa orilla que parece haber sido reforzada por la mano del hombre. Extraña manía por sobarlo todo. Gracias a este hilo, es posible continuar la remontada de forma agradable y sin grandes esfuerzos. Escudriñando las vistas que ofrecen los montes de Valsaín. El esplendor del verde primaveral. Los amagos del robledal por crear pasajes abovedados. La intestina lucha de los pinos erectos por alzarse hacia los cielos, así como sortear los ejemplares caídos durante el invierno. Poco a poco se impone la ruidosa presencia de unas peñas salvajes. La Chorranca tiene cerca un estruendoso competidor en el arroyo Peñalara. Una interesante caída sobre los peñascos que inútilmente intentaban frenar la pendiente y el desahogo de las aguas.
Majada Hambrienta y el chozo del pastor al fondo

El excursionista acepta el engaño de penar la búsqueda de otros saltos de agua y que invitan al infantil entretenimiento de vadear arroyos. Tras el esfuerzo, una pequeña senda descubre la presencia de un pequeño tejo como premio añadido al desviarnos de la lógica trazada por la Chorranca. Aunque tampoco es cuestión de alternar por desvíos perdidos que impidan contemplar el espectáculo de la cascada de la Chorranca. Toca atrochar de nuevo para recuperar el camino más turístico. Y la sonora presencia de la cascada alerta de su cercanía. El salto de agua alcanza unos metros antes de que sus aguas choquen contra la roca, e introduzca las almas en el subsuelo para mayor goce del Diablo. Sin intermediarios ni mensajeros que se olviden de avisar la llegada de la mercancía.

La vereda junto al arroyo prosigue su leve ascensión, hasta alcanzar la conexión entre los arroyos citados. Bosco aprovecha para refrescarse en el lugar exacto donde el arroyo de las Almas del Diablo sirve de afluente a la Chorranca. Y toca variar la ruta, ya que el arroyo protagonista remonta la montaña hacia las majadas de Peñalara, recuperando un pequeño desnivel sin importancia alrededor de hermosas praderías que invitan a sestear por el entorno. Poco a poco van surgiendo algunos gigantes, enormes pinos con ramajes y gruesos nudos como muestra de viejas cicatrices. Tan ciclópeas formaciones de árboles, contrastan con la reducción del arroyo, cuyo cauce se va estrechando según seguimos ascendiendo. Tanto que finalmente acaba siendo un regato, hilillos de aguas que surgen desde las entrañas de la montaña en diversas zonas encharcadas. Y por último se acerca la frontera del bosque. La linde que separa el paraíso de las sombras con el calvario de las luces. Basta con observar el horizonte. Allí donde desperdigados pinos crecen frente a las murallas del Risco de Claveles. Como un extraño ejército que intenta asaltar las cumbres de manera desorganizada. 


Tú tira Bosco, que a algún sitio llegaremos
Algunas reses pastan tranquilamente a su bola. Protegidas por el formidable cordal rocoso del ático del Guadarrama. Una pradera que cuenta con el coqueto chozo de Aránguez. Emblemática posada donde realizar un alto en el camino y degustar las viandas transportadas en el macuto. Al oeste la meseta castellana, con Segovia capital y otras vistas dignas de contemplarse. Se extiende el mantel mientras Bosco ronda gorronear algún premio. Y sin prisas se otea los contornos, el mapa, el regreso al punto de partida y por último, echar a boleo que nuevas desventuras propone el Diablo a lo largo de la Sierra de Guadarrama. 


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Álbum de fotos
Pano

_Colecta Al Diablo_

Ventana del Diablo
Cueva del monje
Arroyo del Infierno
 

Pisada del Diablo
Carro del Diablo 
Garganta Infierno
Cascada Purgatorio
 

Cerro del Diablo
El tesoro de Peña Blanca
Silla del Diablo
Arroyo y Ladera del Infierno
Arroyo Almas del Diablo
Puertas del Infierno

                                                                                                                                     / \