5 de noviembre de 2015

La guerra de las galaxias

El denominado como Epiodio IV es curiosamente el inicio de una trilogía fundamental en la historia del cine. Y aunque resulte tedioso, porque poco o realmente nada nuevo se puede contar sobre este filme elevado a los altares del fanatismo, me toca intentar explicar algo sobre la facilidad de convertirse en una especie de película intocable. Corría el año 1977, fecha del estreno de una película concebida, en su inicio, como un modelo para recuperar el entretenimiento cinematográfico a través de un épica aventura de ciencia ficción. Y que para ello contaba con la ayuda de un amplio batiburrillo de géneros. Un joven George Lucas ideó una confrontación espacial, con la facilona base del bien contra el mal como punto de partida, en un supuesto universo lejano. Allí donde un grupo de rebeldes hace frente a la tiranía impuesta por el llamado Imperio Galáctico.
Icónica puesta de sol - Lucasfilm Ltd.
Al conflicto armado llegan los espectadores algo tarde, porque desde el inicio del filme se dan por hechos ciertos acontecimientos explicados en las letras iniciales. Justo después, una gigantesca nave invade la pantalla en su parte superior, sorprendiendo seguramente a los espectadores de entonces por la espectacularidad de la entrada. Gracias a este arranque, que obvia cualquier tipo de lenta introducción, la película se pone al servicio de dos elementos mecánicos, dos droides sobre la planicie desértica de un planeta perdido con la difícil misión de encontrar a un viejo caballero Jedi. La leve sucesión de acontecimientos favorece la presentación de personajes y de sus tramas personales, que se adhieren con una facilidad pasmosa a la mezcla de géneros y al ritmo de la película. 

Palote¡ - Lucasfilm Ltd.
Empezando por la medieval figura de una princesa capturada por la siniestra figura del caballero oscuro, caracterizado bajo ese imponente casco y voz de fumador con bomba respiratoria a cuestas. A continuación viene el héroe, necesariamente humilde, presentado como un simple granjero del oeste americano para después iniciarse en los caminos de una antigua religión bajo la mano del supuesto maestro o sabio. Ni más ni menos que el clásico viaje del héroe visto en todas las grandes obras, y que necesariamente deber ser guiado por un mentor que acapara ese extraño eremita interpretado por sir Alec Guinness. El actor de renombre y con aires de clasicismo que eleva el tono de la fantasía inicial con su sola presencia frente al nutrido elenco de interpretes desconocidos. En este viaje hacia adelante, contarán con la ayuda del cómico de turno, en la carismática figura de un sinvergüenza en forma de contrabandista que rompe el modelo estándar de la vieja gloria del honor, esa que arrastra el viejo fósil y su endeble aprendiz. 

De la influencia del medievo se pasa al paisaje del salvaje oeste americano que es Tattoine. El desértico y peligroso planeta donde no podría faltar la correspondiente bronca de saloon. Las ropas, las espadas láser y el deber hacia una antigua secta incluye también semejanzas al mundo de los samuráis en todo este coctel, tan bien ejecutado donde incluso pueden habitar seres tan extraños como los wookies y notables peluches como secundarios sin desentonar. Porque incluso ese satélite espacial llamado, Estrella de la muerta, parece una fortaleza donde nuestros héroes deben cumplir el requisito de abordar para rescatar a la princesa de su particular mazmorra. Y a pesar de seguir con las semejanzas, la película avanza notablemente con la gracia de un ritmo tan afortunado como eficiente. Lucas sabía muy bien lo que estaba realizando por aquel entonces, con una excelente sucesión de peripecias que se encadenan con otras dificultades y resueltas hasta con gracia. "Quiere alguien quitarme a este felpudo con patas".
Lucasfilm Ltd.
Obviamente ha pasado el tiempo, y aunque la película mantenga la esencia del buen vino, es cierto que los efectos especiales decaen frente a las inevitables e innecesarias comparaciones actuales. Principalmente en el desangelado enfrentamiento entre Vader y Kenobi. Un reencuentro que merecía una mayor glorificación, sobre todo por un personaje clave, aunque se entienda mejor su función 22 años después. El final del filme reserva una espectacular operación para librarse del temido satélite vuela planetas, donde se juega hábilmente con el montaje para ofrecer diferentes puntos de vista sobre un enfrentamiento entre naves espaciales y los rostros de las personas que escuchan el fragor del combate desde la distancia. La guerra de las galaxias es el nacimiento del mito, de la religión o el punto de encuentro de una necesidad espiritual que busca mayores experiencias en la fantasía de un universo muy muy lejano. 


La guerra de las galaxias. Una nueva esperanza. 
George Lucas 1977
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El ataque de los clones
Las guerras Clon
La venganza de los Sith

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