Era
un crio, pero al menos llegué a tiempo para ver el final de la
dinastía de Los Angeles Lakers en la década de los 80, de
cuando el segundo canal de televisión española retransmitía
partidos a horas intempestivas los viernes por la noche. Y
curiosamente,
yo siempre iba con los Pistons. Los
míticos Bad
Boys
que se empeñaron en apartar de la cumbre deportiva la enorme
rivalidad dada entre las dos franquicias más exitosas de la NBA:
Boston Celtics y Los Angeles Lakers. Un
choque del que bebe esta producción televisiva, partiendo de base en
el libro de Jeff Pearlman, Showtime.
Y en
2022,
llega la serie televisiva bajo el paraguas de la plataforma HBO para mostrar un
producto meramente americano; pero expandido a nivel mundial por
encima de otros deportes de mayor calado en USA. La década de los 80
vino
a relanzar este deporte a
nivel global, gracias en buena medida al estilo de juego espectáculo
mostrado por el equipo californiano.
Y
a la hora de marcar
las pautas,
los
creadores de la serie, Max Borenstein y Jim Hecht optan por la
diversión, por la exuberancia, el exceso y el no va más. Porque
vienen buenos tiempos para los Lakers; con la elección del rookie
de la eterna sonrisa como nueva incorporación y
con la rocambolesca compra de la franquicia por parte de un
desenfrenado
empresario. Puede decirse que la alegre figura de Magic Johnson
y el empresario jeta Jerry
Buss, son las principales bazas protagonistas de una serie cuyo tono opta por el
libertinaje a la hora de transformar hechos reales para adaptarlos
bajo el paraguas de la ficción en
una temporada deslumbrante.
Un buen cóctel regado bajo el sol de California, que ayuda a la hora de extender ese entusiasmo a lo largo de 10 capítulos bajo una estructura similar: como la tradicional manía de despedazar el montaje en múltiples planos y puntos de vista diferentes. Un modelo de contar las cosas muy dado en los últimos tiempos y que en esta ocasión aprovechan para incorporar diferentes texturas de la imagen; seguramente buscando un toque ochentero, como cuando las televisiones de la época parecían incapaces de retener el color. También destaca el abultado grano del súper 8, la inclusión de imágenes de la época complementarias en plan documental o señalar mediante textos a personajes reales. Dentro de esa exageración, sobresale la particular manía de dirigirse al espectador, un clásico recurso teatral que invita a exponer el discurso de marras por parte de sus protagonistas y del que se abusa en exceso.
La serie anda sostenida con holgura por un amplio abanico de personajes, allí donde el dinero invertido está plenamente calibrado para relucir el resultado final. Para empezar, cuenta con un elenco de actores reconocidos: John C. Reilly, Sally Field, Adrien Brody… con otros actores debutantes, o menos conocidos, que han sido escogidos con mimo en el casting de turno para cuadrar sus interpretaciones mediante un parecido físico con los protagonistas de la época. Sin embargo, la aparatosa parafernalia de la narración devora parte de las tramas. Es cierto que va en línea con los tiempos veloces y el exceso de información de hoy día, pero también se corre el riesgo de pasar rápidamente, entre tanta imagen, que la serie caiga en el fatal pozo del consumo de usar y tirar. También es cierto que la ayuda extra de la heroicidad deportiva, eleva la emoción del visionado por la emoción del resultado y de las dificultades que ofrecen los rivales. El otro gran debutante, Larry Bird y el equipo de los Boston Celtics, aparecen señalados como los antagonistas de presumibles temporadas futuras. Siempre se es más grande cuando tu rival está a una altura similar o mayor.
Pero
la trama humana, recargada por los guionistas, termina por ser
engullida por la constante actividad del relato y la brusca solución
de cobijarse en el humor. El mayor exponente se da en la secundaria figura de
Jerry West, interpretado por Jason Clarke; un personaje retratado
de una manera tan desmesurada,
que tal vuelta de tuerca termina por ser una jodida caricatura. Sin duda ése es el gran problema a resolver. Dejar espacio al espectador, entre tanto envoltorio, para disfrutar de una época deslumbrante: la transformación del equipo NBA más llamativo y conocido del mundo frente a un desarrollo argumental de mayor peso que la mera exposición del entretenimiento. Falta mayor desarrollo entre tanto salto continuo. El triunfo de los creadores está dirigido al espectáculo, el cual siempre debe continuar. La serie no falla en ese sentido.
Tiempo de victoria: La dinastía de los Lakers
HBO, 2022
Tiempo de victoria: La dinastía de los Lakers
HBO, 2022
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