25 de marzo de 2025

Los hombres que no amaban a las mujeres

Han pasado 20 años desde que se publicó esta novela. Convertida de inmediato en un tremendo éxito que se propagó rápidamente a nivel mundial. A España llegó en el 8, justo a tiempo para recibir, al año siguiente, la adaptación cinematográfica y comprobar el enorme arrastre que supuso un fenómeno literario que puso de moda la denominada novela negra escandinava. Porque las altas, educadas y guapas gentes del norte también tienen sus mierdas escondidas bajo las moquetas. 

Tras este ligero margen de tiempo, me he decidido a leer esta vieja gloria literaria que ha extendido su legado más allá de la trilogía original, completada con La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. Títulos bajo la autoría de Stieg Larsson. El periodista y escritor, falleció repentinamente en 2004, dejando varios borradores de lo que sería una saga titulada como Millenium. Posteriormente y tras el éxito financiero cosechado, la editorial Norstedts decidió encargar a otro periodista una nueva trilogía con los protagonistas de las novelas originales de Larsson. Un culebrón que a día de hoy continua con la incorporación de una tercera mano, la tercera en discordia y con la amenaza de avanzar en nuevas aventuras. Por lo menos hasta que el negocio funcione.
El libro, Los hombres que no amaban a las mujeres, está protagonizada por un reputado periodista de investigación (Mikael Blomkvist) quien dirige una revista económica y que acaba de salir escaldado de un juicio donde ha sido condenado por difamar a Hans-Erik Wennerström. Un habilidoso industrial sueco de oscuro pasado. A pesar de este suceso, otro importante empresario, ya retirado por su avanzada edad (Henrik Vanger), le ofrece un enrevesado trabajo. En teoría debe escribir un libro histórico sobre la compañía Vanger, una importante empresa familiar que esconde una peculiaridad: la misteriosa desaparición de una adolescente llamada Harriet Vanger en 1966. Que es el verdadero motivo de la contratación, pues la joven se esfumó sin dejar rastro, y desde entonces, el viejo Henrik anda con la sospecha de que pudo haber sido asesinada. La dificultad de hallar alguna pista nueva sobre un suceso de hace casi 40 años atrás, son solventados por una cuantiosa suma de dinero y la posibilidad, de que Henrik le ofrezca información relevante sobre el enemigo del periodista: Wennerström. Una revalida que empuja a Blomkvist aceptar el encargo. 

En paralelo anda Lisbeth Salander, la coprotagonista del relato representada por una curiosa investigadora de una empresa de seguridad y que forma, sin duda, el mayor acierto de Larsson. Salander representa a una persona inadaptada; asocial y bajo la tutela de los servicios sociales por sus continuos problemas con la ley. La cabeza de Salander funciona en otro nivel, alejada de los dogmas corrientes, sobrevive en su propio mundo donde prima la desconfianza y una actitud arisca que le pone en guardia frente al violento mundo que la rodea. Que la muchacha sea una escuálida de aspecto gótico, ya sea por los diversos piercings o tatuajes que adornen su cuerpo, no hace sino acrecentar la figura del mayor reclamo del libro con una muchacha que domina perfectamente las nuevas tecnologías. 

El otro aliciente es la compleja historia propuesta por Larsson, la misteriosa desaparición de Harriet que nos lleva hacia una especie de misión imposible para rescatar algún dato nuevo después de tanto tiempo transcurrido. Esa dificultad de avanzar, sirve al autor para poner en antecedentes a sus personajes, ya que el lector va descubriendo la narración de los sucesos al mismo tiempo que el periodista. Una inteligente forma de hacer participe al lector. En especial, cuando entramos en jugosos detalles sobre los desvaríos de la familia Vanger; como cuando algunos de sus miembros más antiguos tuvieron lazos con el fácil comodín del nazismo; mientras que otras ramas familiares andan peleados por el lógico dominio del decreciente poder empresarial.

La novela anda estructurada en señalados bloques temporales. Aunque podemos separar el grueso del texto en dos grandes partes bien marcadas. Una primeriza, donde el autor presenta a Blomkvist y a Salander por separado. Ambos con sus propias movidas y taras personales que sirven de carta de presentación al mostrar el carácter de cada uno. Después viene el caramelo, el dulce hallazgo de exponer una pista que acelera la gracia de la investigación y, por fin, juntar a la dupla protagonista en una única misión, donde el misterio logra engatusar al lector por la lógica concatenación de acontecimientos e indicios a descifrar. También suma la gracia de observar los pasos dados por los protagonistas, tanto los palos de ciego como los avances hechos hacia un entramado que coge variantes sorprendentes. Cabe destacar en este aspecto la paciencia y buen hacer del autor, pues se ha currado una amplia amalgama de giros que asombran y desconciertan a la vez en un texto grueso. Un libro rellenado con datos tan inútiles como la rutina de tener que hacer la compra como con la considerable aportación de los múltiples secundarios que enriquecen el conjunto del libro.

Finalmente, queda por aclarar que este tipo de libros no suelen ser de mi agrado, pero reconozco el gancho de Larsson y su trabajada propuesta. No ha sido una lectura pesada ni lastrada por mis gustos personales. Es un libro que cumple con su cometido donde se entiende perfectamente la fascinación que provocó en su momento. Funciona obviar clichés del genero (detectives alcohólicos o listillos investigadores encantados de conocerse) y crear un universo propio que extendió en otros volúmenes que sirve además para desgranar parte de la sociedad sueca y poner el foco en la triste actualidad de la violencia que sufren las mujeres. De recurrente y triste actualidad 20 años después. Cuando se estrenaron los filmes suecos acudí raudo al cine, como la mayoría del rebaño empujado por la moda del momento. Curiosamente, el primer filme dejó algún recuerdo perenne en mi memoria, mientras que de las siguientes propuestas literarias adaptadas, apenas recuerdo nada relevante. Ya se verá si les damos hueco al blog las otras dos continuaciones de Larsson. 

 -Henrik, me encargaste la misión de averiguar la verdad de lo ocurrido con Harriet. ¿Esperabas que esa verdad estuviera exenta de dolor?
El viejo lo observó. Luego se le pusieron los ojos como platos. 

Opinión personal: Qué hija de puta la Anita Vanger.

Los hombres que no amaban a las mujeres
Stieg Larsson
Ed Destino, 2008

20 de febrero de 2025

El enjambre

Después de leer La traductora y dado un pequeño margen de tiempo, procedo a extirpar mi parecer sobre las nuevas aventuras de Elsa Brauman. La protagonista creada por José Gil Y Goretti Irisarri en esta segunda novela titulada: El enjambre. Elsa y su hermana Melita se encuentran huyendo de España por los sucesos vistos en el anterior libro. Pero las circunstancias extraordinarias que se dan en la Europa de 1941, sitúan a Elsa en la órbita americana para encomendarla una nueva misión: espiar a una científica alemana e intentar copiar una importante documentación que contiene un anecdótico cuaderno rojo. Nuevamente, la traductora se ve obligada a afrontar un nuevo encargo (pues el trato que le ofrecen a cambio no puede rechazarlo) en una elaborada confabulación de espías alrededor de la ciudad gallega de Vigo; pues hasta allí se dirige la prestigiosa física germana, Bertha Von Harbou, junto al susodicho cuaderno colorado donde guarda la documentación por la que suspiran diversas potencias mundiales. 


En paralelo surge la figura de José Luis Merinero, un hombre resentido tras la guerra civil al perder a su esposa y que fue fusilada por los rojos. Este hombre trabaja como censor del Ministerio de Propaganda y entre denuncias y cortes literarios, le cae un encargo especial: rebuscar pistas dentro de una novela autobiográfica titulada, El enjambre; cuya autora responde al nombre de Elsa Brauman. Me encantan estos planteamientos de que una narración se cuele dentro de otra. De esta forma se conjuga la obra, con dos historias paralelas condenadas a encontrarse en algún momento determinado y que toca descubrir con el paso de las páginas. A grandes rasgos, forma un esquema similar a la anterior novela, dando espacio a diversos protagonistas para elaborar su propia aventura y la amplia selección de secundarios que enriquecen el material propuesto por los autores. 

Por supuesto, se repiten los aciertos señalados en el post del capítulo previo, gracias a la inteligencia con que se desarrolla una trama repleta de tantos giros, cambios y sorpresas, que mantendrán en vilo a los lectores a lo largo de unas trescientas páginas bien hilvanadas. Hay que reconocer que el dúo se lo curra por solventar algunas piruetas bastante llamativas. Como el memorable paseo de la protagonista por la cornisa del hotel Moderno. El clásico juego del más difícil todavía funciona en buena parte de la función, pero también hay algunos momentos donde podría citarse alguna pasada de frenada, cuando a los autores les da por acumular demasiadas cabriolas en un breve espacio de texto, en plan 13 rue del percebe, donde cada párrafo que avanza transforma al anterior y el sucesivo, en otro. Hay pues una loca carrera de no dar tregua sin saber cuando, a veces, es mejor tomar una pausa. Tanto giro en tan poco espacio ofusca una intención que pretendía dar otra intención.

Sin duda, el mayor logro es el esquema del texto, con la lectura de la novela por parte del censor para ir descubriendo qué ha ocurrido con la tarea encomendada a la protagonista. Ambos personajes caminan de la mano mediante un perfil reconocible, cinematográfico, llamativo y ágil. Escasea el lento divagar de la literatura en favor de la acción, del desarrollo de una historia que transcurre entre diálogos afilados, los recurrentes cambios señalados y personajes encasillados en sus roles predispuestos. Una novela que propone entretenimiento a raudales, además de constantes guiños singulares. El nombre de la prestigiosa científica alemana (Von Harbou) coincide con una importante escritora y guionista germana. O de concesiones personales; la acción se desarrolla en Vigo, ciudad natal de Goretti Irisarri; mientras que el isleño José Gil, alza sus loas al busto del canario Galdós o reseña el piano del político Juan Negrín en la novela como si de un trofeo se tratara.  

En general, hay que realzar el atrevimiento de El enjambre por querer superar a su predecesora, arriesga en engordar una trama con un mayor nivel de dificultad en la que participan numerosos secundarios que terminan, incluso, teniendo su propio cierre. Como la dada a una singular gallega casada con un barón nazi. Por contra, hay un extraño acercamiento a la parodia, un llamativo caso dado en el protagonismo otorgado al Pazo de Meirás, un tramo que mira más hacia un curioso episodio de humor excéntrico, que al continuo juego de espías al que estábamos presenciando. En Madrid no me regalan nada y en cambio los gallegos... Luego dicen que son raros. Carmen Polo. Sinceramente, me choca bastante ese tramo recurrente al chiste, bufonadas hay en el resto del libro, pero no tan concentrado hacia ese momento concreto que llega a despistar el tono serio general. 

La verdadera protagonista, Elsa Brauman, termina completando una nueva aventura que enlaza perfectamente con La traductora. La suma de ambas novelas transforma a la timorata inicial, en una heroína que termina siendo un valor seguro con visos de concluir una trilogía recomendable.  
 
Dónde -había musitado ella antes de entregarle la carpeta- . Deme un hilo del que tirar, señor March. Deme un lugar.  
  
El enjambre
José Gil Romero y Goretti Irisarri
Ed Harper Collins, 2023

El enjambre

16 de enero de 2025

El origen perdido

Llevaba una buena racha, una de esas que parecía perdurable en el pasado 24. Hasta la llegada del tropiezo, cuyo origen anda perdido en algún lejano regalo de principios de milenio. Porque este libro fue un presente, cuando todavía se recibían. La escritora, Matilde Asensi, obtuvo honores editoriales y proclamas populares con éxitos como El último catón, triunfos comerciales alrededor de complejos misterios históricos que copaban las listas de ventas en buena parte del mundo occidental. Con, El código Da Vinci, como mayor referente por aquellas fechas. Imagino que a este barco se sumó la periodista, cuyos números de ventas debieron suponerle alguna que otra gratificante suma aunque sin alcanzar la cima de la adaptación audiovisual, el verdadero referente para el público en general. 

Pero bien, decía que llevaba una buena cosecha de lecturas y tristemente, El origen perdido ha supuesto una decepción. Seguramente, la principal causa sea mi poca afiliación a estas aventuras históricas, dedicadas a desentrañar algún que otro misterio de la humanidad, allí donde aparece siempre más de un listillo que se las sabe todas. Un protagonista que curiosamente, tiene una enorme capacidad de deducción, solvencia económica y las consabidas amistades necesarias que ayuden a superar los obstáculos que vendrán. En este libro, el misterio se centra en conocer qué ocurrió con un pueblo prehispánico: el pueblo aymara, quienes parecen tener un maravilloso poder gracias al uso de un lenguaje tan puro, que puede llegar incluso a reprogramar la mente de las personas. Un aspecto muy acorde con la profesión del protagonista (Arnau), un exitoso empresario informático y que en sus ratos libres ejerce de pirata junto a dos de sus colegas y empleados: Marc y Lola. Pero el mundo del protagonista se trastoca cuando su hermanastro cae preso de una extraña enfermedad mental que le mantiene alelado y con la única intención expresa de manifestar de que su cuerpo esta muerto y debe ser enterrado.

Obviamente, Arnau se pondrá a enredar sobre los quehaceres de su hermano y descubrirá que su enfermedad podría estar relacionada con una maldición sobre el lenguaje y cultura aymara, un trabajo que su hermano llevaba junto a una catedrática universitaria con la que Arnau chocará rápidamente. La investigación y su transcendencia, supera el interés académico debido al supuesto poder de dominar la mente humana gracias al lenguaje perdido de esa población amerindia. Y de ahí, a la metódica investigación sobre la cultura perdida, la recopilación de datos y el esmerado trabajo de entretener a lector con la acumulación de información. Un salteado que la autora intenta sortear con el supuesto entretenimiento que puedan ofrecer el triangulo compuesto por el protagonista y sus amigos. 

La novela acapara dos grandes bloques, una primera de presentación que incluye la correosa investigación. El lugar ideal donde la autora debiera aportar algunas perlas que enganche con las clásicas pistas y anzuelos para entretener al lector. Y un segundo bloque que se desarrolla como un trabajo de campo en Bolivia, en plan intrépidos arqueólogos sobre las ruinas de la antigua capital del pueblo aymara. Como en todo extenso texto de búsqueda e indagación, se aglutinan partes aburridas y otras hechas con mayor esmero, una discontinuidad que Asensi no logra ocultar con una escritura repleta de formalismos, sin la magia necesaria que logre suplir descripciones anodinas. A su favor, están los personajes, más o menos bien definidos en los diferentes roles asignados. Está bien que el protagonista tenga cierta chulería, un arrojo del que destaca una personalidad marcada, aunque ojala hubiera sido más bocazas que el típico listillo de buen corazón que quiere ayudar a su hermano a toda costa.

De nuevo era un intrépido Ulises intentando conducir mi nave hasta Ítaca, un osado hacker luchando por abrir algo que estaba law-táta, <<cerrado con llave>>

De sus amigos, Marc (Jabba) está claramente marcado hacia el personaje humorístico y leal compañero que todo héroe necesita, mientras que Lola (Proxi) encarna una altar femenino de determinación, inteligencia y lógica que equilibre las tonterías masculinas. Sin duda, el personaje más logrado.

Sin embargo, la novela adolece de algunas complicaciones que añadan mayor picante a la aventura, ni siquiera cuando se internan en pleno Amazonas se percibe un peligro que les obligue a superarse en alguna situación extrema, o elevar una tensión lectora tan clásica como salvarse por los pelos de algún peligro real. Tampoco era el caso de alcanzar cotas aventureras en plan Indiana Jones, pero se hecha en falta un mayor riesgo, algún antagonista que aporte emoción frente al academicismo indolente. Es tal la comodidad, que simplemente te hace desear que fracasen en su odisea por intentar jugar en una ficción si mayores alegrías que obliguen al lector continuar la lectura, o simplemente retomar el libro en los necesarios paréntesis personales. 

   
El origen perdido
Matilde Asensi
Ed. Planeta, 2011

3 de diciembre de 2024

Equipaje de arena

Antes de pasar a la posteridad por su escritura, Anna Langfus fue una superviviente de la II Guerra Mundial, cuyas experiencias refirió en su primera novela: La sal y el azufre. Una novela que situaba a la protagonista en ese período monstruoso de la humanidad a través de una mirada personal, cercana y realista, frente a la constante moralina que suelen acompañar esos trágicos momentos de la historia, relegados a la terrible normalidad de realizarse, sin mayores obstáculos ni miramientos, por quienes se valen de la fuerza para ejercerla. A pesar de la lejanía, que empieza a sepultar el horror de aquella Gran Guerra, el libro referido me gustó tanto, que me hice rápidamente con las otras dos obras de la autora: Equipaje de arena y Salta, Bárbara. Nuevamente Langfus hizo diana, pues tras ganar el premio Charles Veillon por su debut novelero; Equipaje de arena obtuvo el premio Goncourt en 1962. El galardón más importante de las letras francesas.
La arena sin maleta
Hará unos cuatro años de la anterior lectura y me he propuesto dejar, otros tantos hacia adelante para culminar la particular trilogía con Salta, Barbara. Pero para entonces toca quedarse con Equipaje de arena y permitir que la protagonista, (María) continúe exponiendo su devenir individual. Y aunque ambas novelas puedan leerse por separado y sean conclusivas por sí mismas, mi recomendación es seguir el orden de publicación para conocer de antemano el origen de María y su periplo personal. Al fin y al cabo es una historia individual tras sobrevivir la recién concluida II Guerra Mundial y se entiende mejor si se conocen los precedentes. En Equipaje de arena, la protagonista malvive en París, donde arrastra las penurias que le ha dejado el conflicto; vive en completa soledad tras perder a su familia y con apenas recursos económicos para sostenerse mientras deambula en la rutina diaria de la ciudad. María se guía por mera inercia a través de las calles y los fantasmas del pasado que acuden a su modesta habitación a pasar revista del trasiego diario. Un peso del que apenas puede soltar lastre, un elaborado quebradero interior donde podría decirse que padece una enfermedad mental, tan en boga en estos tiempos poscovid.

Mierda. Es la primera palabra que digo, cada mañana, al abrir los ojos. Una palabra muy útil. Puede traducir toda una gama de sentimientos en sus matices más sutiles, estados de espíritu y hasta ideas. Un día gris, enfermizo. Mierda. Un sol de plomo. Mierda. Hay que levantarse. Mierda. No me movería, me pasaría todo el día en la cama. Mierda, porque me levanto. 

Al rescate de la monotonía surge un anciano, un viejete que se encariña en demasía por María y la propone pasar las vacaciones en algún amable pueblo costero del sur francés para disfrutar del calor del sol, los baños en el mar y el verde deseo del hombre por reverdecer laureles. En ese viaje y la estancia estival, se acumula el grueso del texto para que María exponga sus vivencias de mantenida de forma personal. En realidad, es un esfuerzo regenerador, una clásica escapada con vistas a devolverla a la sociedad, algo así como si tuviera que rememorar partes de su vida desplazadas por la guerra: volver a jugar gracias a su adhesión a un grupo de niños, aprender a nadar, relacionarse con otros adultos o hacerse simplemente cargo de las tareas del hogar. En esa vuelta a la vida, a la intensa luz que acapara el verano, está la confrontación con su bienhechor, en el contraste de su edad y en un carácter endeble donde surge más de un choque por la diferencia de pareceres. Obviamente también hay una evolución en la relación, ligada a la costumbre o al mero hecho de dejarse llevar con la esperanza de que las cicatrices del pasado queden en meras heridas sin reabrir.

¿Qué habrá sido de aquel deseo desesperado que le impulsó violentamente a resucitar su juventud? Había hecho acopio de sus últimas fuerzas, y, con un valor maravilloso, se había arrojado a esta aventura.

Equipaje de arena es una novela peculiar, de carácter netamente personal sobre la figura de su autora. En ocasiones, surge la iniciativa que la permite seguir, levantarse y esforzase en avanzar hacia alguna parte. En otras ocasiones, se abandona tan ricamente en la soledad del silencio, un lugar al que acude sin mayor fisura que acoplar en orden su azotea. Al final, es una novela con su correspondiente viaje interior. Toda buena historia tiene que crecer en ese sentido, aunque en ese trayecto se desarrolle un vaivén que tan pronto camina del lado de la luz, como de repente se oscurece por el mero hecho del discurrir de la vida. La tragedia no tiene porque estar ligada a la barbarie de la guerra; el sufrimiento humano puede encontrarse en cualquier esquina, o en la cobardía de tener que enfrentarse a la muerte. La escritura de Langfus mantiene el nivel de una historia a la que le falta algún elemento más interesante que rompa la rutina en la que se enroca, en un juego mental de la que sale airosa esta escritora fascinante. 

Equipaje de arena
Anna Langfus
Ed GP, 1975. Col Reno, 77

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Equipaje de arena
Salta, Bárbara

20 de noviembre de 2024

Intemperie

La palabra que da título a esta novela me parece inusualmente bella: Intemperie. El vocablo escogido por Jesús Carrasco para señalar su debut novelero hacia 2013 y que ilustra a la perfección el contenido que alberga en su interior, pues la narración del texto se desarrolla principalmente al aire libre. Un libro que ya despuntaba por aquellas fechas y que alcanzó una notable repercusión internacional al ser traducido en múltiples lenguas extranjeras. El último espaldarazo publicitario fue su adaptación cinematográfica de la mano de Benito Zambrano en 2019. Una clara referencia al éxito de la obra cuando hay tan poco margen entre ambas representaciones artísticas. El caso es que me encontré la novela de refilón, de manera espontanea en la biblioteca, y bastó las referencias anteriores para decidirme a devorar las páginas del libro. 

Intemperie cuenta la huida de un niño de su hogar y de las personas que angustian su existencia en alguna llanura innombrable; castigada por una amplia sequía y un sol implacable que merma el mero hecho de poder sobrevivir en unas condiciones extremas. Tampoco se ubica en el tiempo, dando pie a la imaginación particular de situar la acción alrededor del único vehículo motorizado en un sidecar, y en una época, donde la vida se complicaba aún más en el ámbito rural; en algún terruño perdido cuya autoridad anda anclada en la caciquil figura de un alguacil; la perversa figura que domina voluntades por simple presencia o por las bravas. Él es la puntiaguda arista del mal que se muestra inclemente a la hora de perseguir la huida del niño, como si éste le hubiera arrebatado el alma, el alguacil no descansará en su empeño de encontrarlo. El viaje del muchacho anda situado en la clásica aventura iniciática, la secuencia que transforma al niño a través de los acontecimientos que le vienen encima y en ver cómo los afronta y transforma. Y en estos casos, existe la figura del mentor, la de un viejo cabrero que salvará al niño de una insolación para ser la única fuente que alimente de esperanza el devenir del joven protagonista.


El texto de la novela destaca por la contundencia de las frases cortas, destinado hacia el tono que impera la supervivencia en un lugar árido, agreste y sin apenas recursos que retenga un mínimo de población. Tampoco hay prisa por avanzar ágilmente, a Carrasco le debe encantar pararse a mirar y dilatar sus pasajes en un aspecto más bien lírico, encaminado hacia la exposición del lugar junto a todos los elementos que adornan el amplio escenario que abarca el trayecto. Destacan los poblados abandonados, las ruinas de tiempos mejores bajo un sol de justicia y la escasez continua de cualquier cosa de valor, como el agua, o la desesperada instrucción sobre plantas, herramientas y palabras en desuso que descoloca de inicio a un lector que rápidamente identifica después como una notable marca de autor.

En la novela apenas se señalan a otros personajes que rompan el triángulo principal en un territorio tan yermo que debe estar bien lejos de la civilización y del tiempo. Como cuando Alfonso XIII llegó a tierras extremeñas en su conocido viaje a Las Hurdes. Un monarca que parecía llegar a un territorio bien alejado en la distancia, cuando en realidad estaba olvidado e ignorado por las dificultades orográficas. Lógicamente suena a denuncia, al abandono de gentes bajo el control de una persona que ejerce su ley de forma despótica que se habrá ejercido durante mucho tiempo por esas tierras, bien conocidas a nada que situemos ciertos lugares en tiempos concretos. 

Él había ejercido la violencia tal y como había visto hacer siempre a quienes le rodeaban y ahora, como ellos, reclamaba su parte de impunidad.

La novela va dando pistas de la tragedia del niño sin necesidad de indicarlo de manera obvia, no está de más que el lector rellene en su cabeza las ideas aportadas; un acierto que se compagina con los escasos diálogos, porque el texto se sustenta en el constante regodeo del que impera Carrasco al dominio de palabras perdidas, oficios atrasados y expresiones que buscan la colaboración del diccionario. Hace ya unos años, tenía la costumbre de apuntar en un post-it  las palabras cuyo significado desconocía junto al número de la página para descubrir más adelante que ocultaba tal termino. Hoy día, con el móvil a mano, la duda se resuelve rápidamente. Está claro que el tipo maneja la jerga que expone con soltura, una virtud que acompaña y engalana su historia de la cual, seguramente, resida el éxito de la novela. Un aspecto importante que le coloca en una posición destacada hacía próximas obras en las que debería mantener el listón. El tiempo y sus lectores serán los mejores jueces.


Intemperie
ED Seix Barrall, 2013
Jesús Carrasco