Estaba junto al contenedor de basura con otros tantos libros, éste se salvo únicamente por el apellido del autor: el gran Francisco Umbral, fallecido hace 15 años por estas mismas fechas. Del resto de libros ya se ocuparían otros viandantes o el operario de limpieza. De esta simple guisa cayó en mis manos Travesía de Madrid, la denominada como primera novela del autor pucelano pese a tener publicaciones previas en forma de relatos más cortos. Y es una grata sorpresa empezar una carrera literaria con ganas de romper alguna regla clásica, como la reiteración de frases, e intentar embaucar al lector con una obra que se desarrolla prácticamente en Madrid, y con un protagonismo juvenil que busca la complicidad de los jóvenes de la época a través de una trama que se desarrolla a finales de los 60, o la nostalgia pasajera de quienes vinimos detrás del blanco y negro.
En esta novela hay un único protagonista, un tipo de barrio cuya particular necesidad de sobrevivir le llevará a intentar ganarse la vida a costa de los demás, especialmente del género femenino. Una postura muy ibérica de dárselas de semental para conquistar adineradas maduras o pudientes extranjeras, con la salvedad del interés personal frente al rancio galanteo del macho hispánico, mil veces visto en las clásicas películas de acoso a suecas en bikinis.
Pero yo seguía a lo de mis palomas, que asesinaba por la noche en la cocina y guisaba como Dios y el diablo me daban a entender.
Como nuestro héroe es todo un embaucador afortunado a la hora de pillar cacho, no le faltarán otras diversiones en muchachas más jóvenes, o simplemente con profesionales del amor que sirvan para enumerar un amplio abanico de estratos sociales que recorra la geografía madrileña. Una inteligente manera de mostrar diferentes pareceres, entretenimientos y análisis de la época retratada entre tanta manada suelta. En ese recorrido, el libro es capaz de abarcar un Madrid adinerado y exclusivo, en especial de quienes andan en su particular burbuja colectiva frente a la noble descripción de otros barrios más humildes, aquellos con los que el protagonista también interactúa y expone de manera natural. En especial con quienes malviven en chabolas y la continua exposición de la llegada de migrantes de los pueblos de España en un momento concreto de desarrollo industrial y urbano del país.
Como la fantasmal lista de mujeres puede hacerse larga y repetitiva hasta perder la noción de qué chica era cuál, Umbral propone otro entretenimiento cuando otra necesidad básica aprieta: tener algo que comer, y para ello surge la conocida salida de la delincuencia como parte importante en el desarrollo del personaje principal. Una exigencia que muestra una larga tradición española gracias a la picaresca o el simple pillaje juvenil, similar al cine quinqui de los 70, cuando los atracos y los robos se realizaban mediante la fuerza de las navajas y la posterior huida motorizada.
Pero sin duda, el aspecto más interesante del relato es la forma en la que está narrado a lo largo de todas las páginas. Hay un elemento vanguardista que rompe la tradicional continuidad del relato. Umbral fracciona continuamente el avance de la novela al incluir una continua exposición de hechos descritos con anterioridad y que se van intercalando a medida que avanza el grueso del relato. A veces, esta repetición cuadra con lo expuesto, mientras que en otras sirve para rememorar los pensamientos de un protagonista que se agarra a un pasado excesivamente cercano y que guarda cierta relación con el presente que viene desarrollando en un largo verano repleto de experiencias. Al fin y al cabo es un momento crucial de su vida, unas acciones que tiende a transformar al protagonista desde el mismo momento que sobrepasa diversas líneas personales que terminan por romper con su pasado hacía adelante con todas sus consecuencias. La clásica historia de alcanzar una madurez a golpes, y en parte violenta que rompa con su pasado y se aventura a un futuro impredecible.
Sin futuro, sí, porque la juventud no lo tiene, no cuenta con él, sino con un presente poderoso que anula todo lo demás.
Francisco Umbral
Ed Argos Vergara SA, 1980
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