...hace falta una época de guerra o de grandes transformaciones para verlo. Es el espectáculo más apasionante y el más terrible del mundo. El más terrible porque es el más autentico.
Lucile Angellier
Para esta obra, la novelista planeó una composición de cinco tomos que conformarían una
libro de más de mil páginas. En la edición Salamandra, se incluye un interesante prólogo donde se relata una parte biográfica de Némirovsky, y como sus manuscritos fueron salvados junto a sus hijas en una historia de supervivencia tan fascinante que daría de sí más de un guión cinematográfico. Es increíble que a uno le toque la fibra una simple presentación de los acontecimientos vividos por esta familia. También al final del libro se incluyen cartas y anotaciones sobre la situación de la época, de las ideas que Némirovsky calculaba para su obra y las preocupaciones que ella misma presentía con el avance del conflicto. En gran medida, da rabia desconocer el resultado final que la autora tenía en su cabeza. Pues solo pudo completar los dos primeros compases de esta obra. A pesar de saber que faltan tres supuestos tomos, esta novela contiene material suficiente en sus dos primeros volúmenes, Tempestad en junio y Dolce, que satisfagan la lectura y el simple acto de abrir sus páginas. Aunque lógicamente quede ese poso amargo de leer un texto sin final, hecho importante y que posiblemente sea una buena razón para que la gente decline leer esta novela.
El primero de los tomos se centra en la evasión de la población civil tras el anuncio de la llegada de tropas alemanas a tierras francesas. En esta primera parte, Némirovsky realiza un extenso análisis de las gentes que abandonan sus hogares. Burgueses, obreros y políticos evidencian ese enorme zoológico que es la masa de gente cuando huye en manada. En este espacio vamos saltando entre diferentes personajes que copan el protagonismo de sus respectivos capítulos, familias adineradas y trabajadoras. Un afamado escritor junto a su amante y personas de su servicio. Un sacerdote encargado de unos huérfanos, un egocéntrico ricachón, un veterano matrimonio preocupado por su hijo soldado en el frente de guerra... todos caben en la desbandada general que impone el miedo a ser bombardeados y logra familiarizar a los lectores con sus propias inquietudes respecto a otros evadidos.
Némirovsky no tiene problema en describir, con detalle, la rapidez conque el ser humano se corrompe cuando ve peligrar el cuello, o cuando el estomago se encuentra vacío. Sin algaradas ni exabruptos, la escritora, de origen ucrania y de donde tuvo que huir anteriormente por la revolución bolchevique, se toma una leve revancha ante su orgulloso país de acogida en boca de sus personajes, al verse ella misma abandonada por sus propios conciudadanos ante el régimen nazi.
Todos los que lo rodeaban, la gente, su familia, sus amigos, le inspiraban sentimientos de vergüenza y furia. Los había visto en las carreteras, a ellos y a otros por el estilo, se acordaba de los coches llenos de oficiales que huían con sus preciosas maletas amarillas y sus pintarrajeadas mujeres; de los funcionarios que abandonaban sus puestos; de los políticos que, presas del pánico, dejaban un rastro de carpetas y documentos secretos a su paso; de las chicas que, después de haber llorado como convenía el día del Armisticio, ahora se consolaban con los alemanes. "Y pensar que nadie lo sabrá, que alrededor de todo esto se urdirá tal maraña de mentiras que aún acabarán convirtiéndolo en una página gloriosa de la historia de Francia. Removerán cielo y tierra para sacar a la luz actos de sacrificio, de heroísmo... !Con lo que yo he visto, Dios mío! Puertas cerradas a las que se llamaba en vano para pedir un vaso de agua, refugiados saqueando casas.. Y en todas partes, en lo más alto y lo más bajo, el caos, la cobardía, la vanidad, la ignorancia... ! Ah, qué grandes somos!
Hubert Pericand
Tempestad en junio termina con la derrota de Francia y con nuestros protagonistas dispersos en diferentes lugares, cada cual con su aventura y con el lógico temor al desarrollo de una guerra donde su país ha sido derrotado y camina hacia una colaboración con el enemigo, y que Némirovsky se quedaría con las ganas de evidenciar en esta novela. En parte porque en el segundo tomo, Dolce, la autora se toma un respiro en un pequeño pueblo
francés, donde se nos describe la vida de estos vecinos con los alemanes que llegan para controlar ese territorio. El orgullo francés se ve incluso herido al tener que alojar a los vencedores en sus propias casas. Teniendo algunas de estas familias a sus padres e hijos prisioneros por el enemigo tras la confrontación inicial.
Esta es la base donde Némirosky desentraña un pequeño estudio humano de convivencia entre derrotados y vencedores, pero con la impronta inteligente de no caer en el tremendismo al colocar a los nazis en la fácil representación de fanáticos opresores. En lugar de eso humaniza a los soldados alemanes, poniendo nombres, oficios y sueños perdidos por la guerra a los jóvenes soldados arios. Incluso ubica su modélica presencia a través de un recio sentido de educación sobre los vencidos a fin de no herir sensibilidades en la población francesa. Con el paso del tiempo y cierta moderación, el lector descubre el simple avance de la vida, del paso del tiempo y de las costumbres que adquieren unos con otros, llegando a algo tan básico en la raza humana como es la sociabilización entre personas, sin olvidar, por supuesto, la posición de unos sobre otros. Algo que queda claro con las prohibiciones impuestas, las continuas requisas, la falta de alimentos, recursos básicos como gasolina y por supuesto, las propias diferencias sociales entre los franceses.
La anciana Angellier suspiró acongojada, imaginándose a personas de su círculo de amistades o de su familia compartiendo un cuervo a la hora de la cena, una idea que tenía algo de grotesco y degradante (mientras que tratándose de obreros, con decir !Pobres desgraciados! y pasar a otra cosa, habría sido suficiente).
De esta guisa el protagonismo recae en una joven francesa que tiene a su marido prisionero y que aloja a un oficial alemán en casa de su suegra mientras éste intenta seducirla. El conflicto de sentimientos avivará este fragmento de la novela donde, Lucile Angellier, verá transformar sus ideas y pensamientos, revelándose como la heroína que nos debiera introducir en el tercer tomo si éste hubiera llegado a existir. Aquí es donde llega el lastre de la novela. El final del tomo cierra de manera abierta dando paso al avance lógico de los personajes. En parte se sobreentiende ese final, y con los datos aportados por la editorial, el lector puede jugar a terminar de construir la obra que Irène Némirovsky iba anotando, incluso cuando presentía que su vida peligraba. La escritora no dejo de trabajar, obstinada en su obra como el mayor refugio que tenía para evadirse de la tragedia que sucedía a su alrededor.
Suite francesa
Ed. Salamandra
Irène Némirovsky
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Noticia de el diario El Mundo
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