19 de marzo de 2013

Crimen y castigo

Acercarse a una de las obras cumbre de la literatura universal siempre da cierto respeto y recelo. Esta claro que según van pasando los años, la supuesta barrera que existía hacia las grandes novelas del pasado se ha tornado en un hermoso trampolín que nos sumerge en la necesidad de cubrir semejante vacío. Crimen y castigo es una de las muchas novelas que están perennemente en la cola de obras por leer. Lamentablemente, la lista se multiplica de forma infinita, aunque poco a poco voy restando y cumpliendo con una tarea básica y necesaria. Está claro que escalaré montañas de libros, pero de igual modo que ocurre cuando alcanzas una cima y te encuentras en lo más alto, te das cuenta de todas las cimas que te quedan por subir. Sólo queda intentar escoger bien, y porque no, arriesgarse también con lo desconocido. Tanto en el sentido literario como al aire libre.

Crimen y castigo es una de las mejores obras del singular escritor Fiódor Mijailovich Dostoievski, merece la pena conocer brevemente su singular biografía, con varias novelas geniales según la crítica. En este libro concreto, la historia gira alrededor del joven ex-estudiante Raskolnikov. Un personaje singular que comete un crimen para intentar reconducir su penoso estado económico. Sin embargo, el plan no se resuelve tan bien como había planeado, y el joven protagonista intenta superar la investigación policial y a sus propias contradicciones morales. A simple vista, parece un pequeño juego de atrapar al asesino pero la novela navega más por otras latitudes que en el mero indicio de aunar pistas y sospechosos. Tras el crimen, la novela se dispara en distintos temas a los que el joven protagonista debe hacer frente. Por un lado, la eterna cuestión moral del fin justifica los medios. Nuestro personaje principal hace suyo este ideario mientras el lector descubre las ideas preconcebidas de sus actos, además de otras cuestiones que no se habían revelado hasta entonces. Toca ver si hemos acertado en algo sobre la curiosa personalidad del protagonista, un verdadero canalla capaz de comportarse vilmente con sus seres más queridos y profesar la mayor virtud con los desfavorecidos.

Esos desfavorecidos cumplen una misión sanadora en el comportamiento de Raskolnikov, en especial la tímida Sonia, prostituta de profesión y mula de carga de todas las penalidades que pueda soportar cualquier ser humano. Las vejaciones y sacrificios de este personaje los sostiene a través de la religión, la verdadera fe que Dostoievski plantea como elemento redentor y necesario para salvar a su protagonista. El resto de personajes forman las diferentes temáticas a los que nuestro héroe debe enfrentarse para mantenerse cuerdo. Por un lado, la investigación policial con el curioso juez de instrucción Porfiri Petrovich, un profesional que usa la renombrada psicología de la época como ayuda en su quehaceres. La llegada de su madre y hermana a San Petersburgo nivelaran sus nervios, a través de un matrimonio concertado como alivio a las penurias de la familia. Su propio amigo, el impagable personaje de bondad y fuerza denominado como Razamujin, una de esas joyas secundarias que tan bien cumplen con su función. Y por último el singular Svidrigailov. El supuesto depravado que arraiga un gran secreto en su interior, necesitado del deseado amor que cubra sus bajezas y acciones más viles. Otra pequeña joya que toda gran obra debe tener para regocijo del lector.

El modo de pensar de Raskolnikov es visto desde una perspectiva más intima y personal. Erigiéndose en una continua lucha interna que transforma al personaje principal a través de los diferentes estados a los que debe hacer frente. La complicación primeriza se ve rodeada por pequeñas trazas de locura y de una excesiva suerte. Después, todo vendrá salpicado por la necesidad de actuar y resolver los problemas que van surgiendo, como el matrimonio de su hermana, la delicada situación de la familia Marmeladov o las incisivas entrevistas de Petrovich. Todo un conglomerado que obliga al personaje central a superar sus demonios interiores y esforzarse en los numerosos frentes que le van surgiendo.

En cierta manera la novela cuenta muchas cosas aunque carezca de grandes momentos de acción. Más bien es un combate mental y de profundidad entre los pensamientos de distintos personajes. Prevalecen los discursos sobre la acción a través de largas peroratas que nos introducen en el modo de vida ruso de mediados del siglo XIX. Una sociedad atascada, como la mayoría de las grandes urbes europeas en las enormes desigualdades entre capas sociales. Una base con funcionarios, policías y universidades como estructura de estado, aunque la mayor parte de la población sobreviva a diario como buenamente pueda, dejando tras de sí el reguero de los fracasados en forma de múltiples borrachos. O asesinos. Ante tanta palabrería, podemos apreciar y constatar ciertos gérmenes de cambio. Las nuevas ideas que van trayendo los jóvenes hacia un cambio de modelo y un reparto más social. Las nuevas ideas que cambiaran a la madre patria Rusa a través del momento revolucionario más importante del siglo XX. Crimen y castigo vuelve al estante de la espera. Al de las novelas leídas que merecen una nueva lectura más adelante. 

-¿
Un miserable que está dispuesto a encaminarse hacia el sufrimiento? Porque estás dispuesto ¿no?

- ... quise arrojarme al agua y ahogarme. Pero cuando estaba ya junto al agua, pensé que si hasta ahora me he considerado una persona fuerte, no tengo que temer el oprobio. ¿Es esto el orgullo, Dunia?
- Sí, Rodia.

Fiódor M. Dostoievski
Ed. Akal

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