27 de diciembre de 2017

Cómo conocí a vuestra madre T9

Por fin concluí el visionado completo de Como conocí a vuestra madre. Una comedia que logró cierta relevancia y que ocupará una pequeña cuota en la historia de la televisión. El desenlace se dio alrededor de 2014, con cierto interés por ver como se resolvía el encuentro de la madre más buscada desde los tiempos de Marco y el mono Amedio. Para entonces sé que hubo cierto revuelo, como suelen darse en estos casos que termina una serie tan longeva. Una parte de la audiencia cuestionaba la conclusión final, gracias a la amplificación que suponen las denominadas redes sociales. El nuevo poder de influencia para medir los diversos gustos del público. Recién visto y con la lejanía de un traidor spoiler en la memoria, creo que los guionistas dieron en el clavo. No hay mejor receta que la provocación para que hablen de uno, y ya que la serie iba a despedirse, pues nada mejor que una vuelta de tuerca para que los espectadores tengan con qué entretenerse unos pocos días más, como un ligero eco que termina por difuminarse. 

Ted encuentra finalmente a la madre de sus hijos - 20th Century Fox Television
En la temporada de despedida,  los creadores han intentado irse con lo mejor del repertorio a través de una pequeña cuenta atrás a lo largo de 22 episodios. Porque los dos últimos son simplemente un epílogo de las legendarias aventuras del quinteto protagonista. Y como sucede con la literatura, esa síntesis final sirve para abreviar el destino de los personajes protagonistas más allá del escenario propuesto en la resolución de la obra.

La novena temporada abandona, casi al completo, la ciudad de Nueva York por el idílico escenario de FarmHampton Inn. Un pequeño rincón donde va a celebrarse el enlace entre Barney y Robin. Es en éste lugar donde se acumulan las aventuras de los sucesivos capítulos, todos ellos agrupados en un único fin de semana bastante bien aprovechado. La llegada en tropel de los diversos invitados, sirve para exponer diferentes tramas a resolver en otros tantos capítulos sueltos. Y además constituyen un sentido homenaje a los secundarios, esas figuras tan necesarias que ayudan enormemente al crecimiento de cualquier producto con sus leves pero importantes apariciones. Capítulo tras capítulo aparecen en escena una buena colecta de todos ellos, familiares, exparejas, amigos,... Un bonito recorrido de reconocimiento hacia quienes han participado en este proyecto con anterioridad. Obviamente a los protagonistas se les reserva partes más interesantes,  gracias sobre todo a un desarrollo más elaborado de tramas que se extienden durante varios episodios, en especial el relacionado con Marshall y Lily. Finiquitados con la habilidad suficiente para sorprender, todavía más, a sus fieles espectadores.


El futuro de Barney - 20th Century Fox Television
Una de las marcas estrellas de la ficción, los saltos en el tiempo, quedan reservadas en su mayoría para la relación de Ted con su futura esposa. En realidad son pequeñas perlas empalagosas, retazos de la vida en común de Ted y Tracy y con cierta relación con los episodios expuestos. En parte sorprende la amplia participación de Tracy en la temporada final, y el empeño de ubicarla como una figura trascendente en la vida del resto del reparto principal. Ese exagerado buen rollito choca con el aire canalla del mujeriego Barney, la supuesta seguridad de Robin y el libertinaje asociado al elevado consumo de alcohol. Seguramente sea el deslenguado Barney quien mejor la defina en su primer encuentro en una farmacia, rarita. Tal vez esa sensación edulcorada haga perder comba a una comedia que adquiere ciertos tonos dramáticos por su cercano punto final. Pero la verdad es que no suma ese aire de pureza, casi virginal frente a los desmadres del resto de la panda. En realidad bastaba con el lógico pasteleo entre ella y Ted, paraguas mediante, para que fuera la chica de sus sueños. 

Ccavm termina con una de sus palabras fetiches,... fue legendario. Personalmente prefiero quedarme con la imagen del paseillo que acompañan esas palabras. Del posterior epílogo los guionistas buscaban acomodar el futuro de sus personajes en un par de capítulos, bastante mal expuestos, donde se intenta explicar como les fue, qué hicieron y sobre todo, como terminó finalmente la persecución de Ted. Ahí si que podrían haberse ahorrado muchas cosas, demasiado serias para una serie que triunfaba sin la responsabilidad de dar el paso al mundo de los adultos. 

Ccavm T9 - 2014 
20th Century Fox Television
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Ccavm T1
Ccavm T2
Ccavm T3
Ccavm T4
Ccavm T5

Ccavm T6

Ccavm T7
Ccavm T8


7 de diciembre de 2017

Funny Girl

Suena a homenaje, casi póstumo al show televisivo. Al modelo de ver televisión fuera de las actuales plataformas digitales. O al simple pirateo del que se ha hecho gala en los últimos tiempos. Esa temática está relacionada con la novela, donde su argumento termina siendo un viaje en el tiempo para recordar viejos éxitos del pasado, dentro de la historia de la televisión británica y con la cadena pública BBC como referencia. Por supuesto sale a caballo ganador, porque el juego de la nostalgia siempre contribuye a la retroalimentación. Solo hay que ver la continua salida de programas televisivos hechos con retales del pasado. Seguramente no tenga nada que ver la enorme diferencia que existe, entre la facilona opción digital, respecto a la tensa espera semanal de poder ver un nuevo capitulo de cualquier serie de éxito. 


Un leve anuncio en Youtube de Funny Girl
En parte habría que ensalzar esa tonta espera frente a las prisas del presente y del tenerlo todo hecho. En esa demora crecían las expectativas del próximo visionado. Y algo de eso hay en la novela Funny Girl de Nick Hornby, cuya trama retrocede hasta la década de los 60 del siglo XX. Una entretenida época donde revolotean diversos movimientos sociales en el mundo occidental, mayos del 68, Vietnam y diversos booms económicos. Tiempos hippies y aperturas mentales, donde el autor intenta incidir algo de estos cambios en el libro de manera secundaria. 

El protagonismo recae en una joven llamada Barbara, quien sueña en convertirse en actriz, y curiosamente orientada hacia el ámbito humorístico. Para llevar a cabo sus planes, decide trasladarse a Londres a probar fortuna en el mundo del espectáculo. Tras unos primeros compases de presentación de personajes y ligeros vaivenes, Barbara tiene la suerte de acudir a una audición con sus guionistas favoritos de un programa radiofónico. Y de ese encuentro nace el germen central del libro, donde Barbara compartirá protagonismo con un reducido grupo de personajes ocupados en levantar una serie, desde sus cimientos hasta el triunfo que supone estrenarlo en televisión. Tal entretenimiento ofrece un amplio abanico de posibilidades gracias a los sutiles perfiles del resto de personajes. Un presumido actor que considera que su trabajo merece mayor reconocimiento, un paternal productor que se enamora de la protagonista y una dupla de guionistas tan maniáticos como interesantes.

Aparte del entretenimiento que ofrece Hornby con sus personajes, el lector acude gustoso a las diferentes tareas de levantar un proyecto audiovisual, además del atractivo gancho de participar en los puntos de inicio, las obligadas mejoras y la incidencia de terceras personas para poder llevar a cabo un simple comedia. Y ese mismo lector puede fantasear que la misma novela parece un boceto de serie de ficción. Con sus respectivos episodios.

La posterior lucha por mantener la creación de una serie televisiva expone unas características reales sobre el trabajo diario, los cambios que deben afrontarse y las lógicas negociaciones entre creadores, productores y otras cabezas pensantes. Es en esa parte donde la novela desarrolla una enorme atracción sobre todos los avatares que supone participar en un proyecto visto casi con perspectiva de making off, y como éste trabajo afecta a las vidas de sus protagonistas. Obviamente se hace hincapié en las relaciones que comparten los protagonistas, al mostrar el necesario reflejo de como el roce afecta a la vida diaria, y como la simple ficción llega a chocar con la realidad de sus vidas. Encima sobresale un notable humor que acompaña a la historia. Como si no bastara con crear una comedia de media hora de duración, el hábil Hornby nos regala diversos pasajes entrañables donde destaca cierta mala leche e ingenio que sonsacan más de una sonrisa. Memorable la parte donde el actor principal acepta el título de la citada serie. 

Otra parte a destacar son los ingeniosos diálogos de sus protagonistas. De hecho, hay tanta verborrea a lo largo del libro, que logra dotar una alegre agilidad a su lectura. Tan alegre, que puede decirse que gracias a este empuje, la novela disimula cierta caída pasado el núcleo del libro. El protagonismo de Barbara decae cuando el autor se ve obligado a desarrollar a sus secundarios, pero con tanta fuerza que éstos terminan por devorar la presencia de la protagonista. Situación que recupera en un excelente final, donde vuelve a tomar fuerza la nostalgia de los viejos éxitos del pasado. 



-Mi padre me mataría si fuera laborista -dijo Sophie-. 
Dice que ha trabajado demasiado duro para dárselo todo a los vagos y a los sindicatos.

Funny Girl
Nick Hornby
Ed Anagrama 2016

29 de noviembre de 2017

El castillo de Cagliostro

El maestro Hayao Miyazaki debutó en el formato cinematográfico gracias a un encargo. No venía de nuevas, pues se trataba de hacer una película sobre un peculiar ladronzuelo de guante blanco llamado Lupin. Personaje que ya triunfaba en su propia serie animada y de la que el propio Miyazaki ya había trabajado en algunos de sus capítulos. Lupin había sido creado por Kazuhiko Kato, bajo el seudónimo de Monkey Punch, quien se basaba a su vez de un novelesco ladrón francés creado por el escritor Maurice Leblanc. Tras el encadenado de nombres llega el rebote comercial, con la publicación de los mangas en primer lugar, posteriormente se dio paso al formato televisivo con varias temporadas para después continuar la cadena de explotación con una ristra de películas. El castillo de Cagliostro fue la segunda realizada por orden cronológico. 

Al tratarse de material ajeno, suele situarse a la película en un aparte dentro de la filmografía de su director, pese a notables evidencias de su modo de trabajo y puntos de vista. De hecho, la película no obtuvo la repercusión estimada en taquilla y muchos seguidores de la saga criticaron al director, que Lupin mostrará una cara bastante bondadosa frente al supuesto aire canalla que debiera mostrar todo buen ladrón.

  • Vestida de novia, un clásico - Tōhō
Pero lo cierto es que El castillo de Cagliostro es una entretenida cinta de aventuras que contiene un elevado ritmo, cuenta con diversas piruetas argumentales y mucho humor a lo largo del metraje. La trama gira sobre un tesoro ligado a la familia Cagliostro, cuyo poderoso apellido ostenta la soberanía de un pequeño país de mismo nombre. Lupin y su fiel compinche, Jigen, se internan en esta pequeña región, arrastrados por el codicioso tesoro donde surge un pequeño matiz, al cruzarse en su camino la joven princesa del lugar. Metidos en harina, se incorporan al reparto los personajes habituales de las correrías de Lupin. La sensual Fujiko, el experto samurai Goemon y el incansable Zenigata. Un honesto policía cuya principal misión es capturar a Lupin allá por donde vaya. 

En la película se acumula una buena dosis de bloques de acción, con ligeros paréntesis para desarrollar tramas y personajes en una cinta donde prima el entretenimiento por encima de todo. En parte recuerda a las aventuras del estirado James Bond, en cuanto al sentido del circense espectáculo del más difícil todavía y la cantidad de giros que acontecen en la trama. Lupin cuenta además con diversos gadgets tecnológicos, así como de un buen arsenal de armas y demás parafernalia para llevar a cabo sus planes. La fantasiosa misión y el lógico deseo del malo de turno por hacerse con el control de la economía mundial, apuntan más similitudes entre ambos ilustres personajes.  Pero sin martinis y chicas fáciles por el camino. 

Quien haya crecido en los 80 del siglo anterior reconocerá el estilo japones en el dibujo de personajes, la facilidad de movimientos de las figuras y las habituales exageraciones faciales. Una característica habitual que la separa de filmografías de otras nacionalidades. Y también podemos contemplar la mano de Miyazaki, en su gusto por el cuidado de los grandes espacios abiertos, donde la película parece querer situar a la cordillera de los Alpes en el horizonte. Y como siempre la inclusión de la naturaleza sobre la arquitectura del hombre, expuesta con detalle en el antiguo palacio de la princesa con claras reminiscencias románticas, o la generosa exageración del propio castillo de Cagliostro. Tan majestuoso como el impronunciable castillo alemán de Neuschwanstein.


Mamotretos. Cagliostro vs Neuschwanstein.
Las aventuras de la película decaen algo por la candidez con la que trata la mayoría de los problemas. Una suerte de peripecias que encuentran mayor acomodo en un publico juvenil e infantil. No obstante llega a entretener gracias al endiablado ritmo de las secuencias de acción, con múltiples variantes sorteadas normalmente por la fiable apuesta de diversos ganchos cómicos. Puntos fuertes que incluyen al citado malvado de la función. La antítesis perfecta del héroe con su absolutista tiranía. Un sujeto que siempre aporta en positivo al resultado del filme cuanto mejor sea su personaje, y el curioso conde de Cagliostro es digno de tal catalogación así como los esbirros que le acompañan en sus propósitos.  En estos tiempos que se lleva tanto retomar viejos éxitos del pasado, sería posible que Lupin y sus correrías tuvieran la oportunidad de reinventarse. 


El castillo de Cagliostro
Hayao Miyazaki, 1979

7 de noviembre de 2017

La incógnita

Es una obra de Benito Pérez Gáldos. O lo que es lo mismo, uno de los mejores escritores españoles de todos los tiempos. Por calidad y por cantidad. Pues ésta última alusión hace hincapié a la amplia obra del escritor, quien acumula una buena ristra de títulos de toda índole y característica, novela, teatro, cuentos, ensayos, etc. Con La incógnita, Gáldos realiza un pequeño experimento narrativo, para ello adquiere el modelo epistolar a lo largo de toda la novela a través de la mano Manolo Infante, quien en realidad es el protagonista del relato y el que se encarga de escribir la misivas; dirigidas a un interlocutor denominado como Equis. La correspondencia de ida es la única a la que puede acceder el lector, mientras que las presumibles respuestas del cercano amigo se pierden en el limbo y en la imaginación del lector, donde toca participar del show al tener que interpretar la reacción a los escritos de Infante. En ocasiones, el propio Infante se responde asi mismo o nos pone en situación de la posible reacción de su paisano, aunque la mayoría de las ocasiones toque dar por bueno el continuo discurso del personaje principal. El propio Infante desarrolla sus vivencias en Madrid y su posición social, al ocupar un escaño en el Congreso de los Diputados. Cargo electo de una ficticia zona de Castilla La Vieja. De ahí pasa a introducirnos en los pequeños entresijos por los que se mueve este personaje de la época y de la sociedad con la que se codeaba.

En un principio, la lectura de la obra describe esa cotidaniedad social sin ningún tipo de aliciente ni de mayores intereses que la simple acumulación de actos y encuentros entre amigos. Al tratarse de supuestas cartas personales, destacan las rutinas de Infante y de sus diferentes lazos con otros personajes a los que va introduciendo, por ahí destaca la posición de su padrino, Carlos Cisneros. Un personaje peculiar que rellena con gracia la escasez de trama en el libro. De hecho, podría decirse que no existe tal sustento hasta que se comete un crimen. Este hecho delictivo transforma las susodichas cartas en una pequeña aventura expuesta en diversas entregas, algo así como un archivo de las diferentes pesquisas que realiza el bueno de Infante de las que pone al día a su amigo. Este giro de los acontecimientos, obliga al protagonista a indagar sobre las diferentes pruebas que se ciernen alrededor del crimen, ya que anda resuelto a desenterrar el misterio.

Resulta curiosa la mezcla que propone Gáldos, al proponer una novela con tintes realistas sobre unos personajes y tiempos determinados, y que por circunstancias fatales, deriva hacia un claro caso de investigación cuasi policial. Una mezcla llamativa por la cercanía de sus protagonistas con el suceso y los sentimientos que levanta dicho crimen. Un punto a favor de Gáldos, al recordar que la novela transita a través de un único punto de vista. En ocasiones parece más bien un soliloquio de la pasional figura que ocupa el protagonista, ya que en ocasiones acaba enfadándose él mismo según va escribiendo las diferentes novedades a su amigo. Por lo menos encuentra motivos para hacer evolucionar a su personaje y abandonar la cómoda posición de inicio. Un inicio sustentado básicamente por la creciente pasión que Infante va desarrollando hacia su prima, ese loco enamoramiento choca con el diverso listado de descripciones de personajes y hechos de diferentes índole que puedan tener poca relevancia visto el caso posterior. El interés del lector decaería significativamente ante el experimiento sino fuera por la hábil pluma de Gáldos. Escritor con notables dotes para engatusar a cualquiera con la gracia y la elegancia de quien nace con el don de juntar letras. 

... mi adorada prima se me ha puesto en un pedestal de virtud, quiero arrancarla de él, perderla y perderme, bajándonos ambos muy abrazaditos a las cavidades de ese infierno donde los amantes de verdad, dígase lo que quiera, han de pasarlo muy bien, quemándose por dentro y por fuera
                          Manuel Infante

La incógnita
Benito Pérez Galdós
Ed Ruesa, 2001

31 de octubre de 2017

Puerto de Tablada

Por la vertiente madrileña. Aunque también podría describirla como la parte fea. Incluso perdida, pues no queda resquicio alguno donde se pueda situar el histórico camino que superaba la Sierra de Guadarrama por el sur. Para ser justos hay que recordar que este lado de la montaña ha sufrido tantas alteraciones, a través de la mano del hombre, que es triste reconocer el desolador paisaje que se extiende a lo largo de la falda madrileña. Todavía más si se compara este importante paso de montaña con su homólogo de la Fuenfría. Carreteras, autopistas, edificios y torres de alta tensión desvirtúan el panorama del cercano parque nacional. 



Puerto de Tablada
Sólo queda agarrarse a la añoranza de la historia, cuando los árabes desarrollaron un importante camino para superar las montañas y dirigirse al norte peninsular. A ese trazado lo llamaron Balat Humayd. Una importante vía de comunicación para superar las mesetas en el medievo. Y en algún punto del pueblo de Guadarrama, partiría hacia las dehesas de los Poyales. Idóneo lugar para iniciar la ascensión. Lo más lógico, sensato y recomendable sería arrancar por la amplia pista del cordel de los Poyales, pero como ya usé ese camino para explorar las posiciones perdidas de Los Tomillares, decido rodear tales dehesas por otro cordel, el de Valladolid, cuyo transito se inicia junto a la asfaltada calle de Antonio Machado. Curiosamente ambos cordeles terminan unidos bajo la estación férrea de Tablada, así que tanto monta un camino que otro. 

El cordel de Valladolid remonta el camino junto a las habituales viviendas situadas en las afueras de los pueblos serranos. Pequeñas casuchas de los señoritongos de la capital, cuyos canes tocan a rebato cada vez que alguien pasea a deshoras. La pista no tiene perdida, ya que asciende casi en linea recta hasta la altura del Generalísimo, un enorme complejo residencial donde acumular personas de la llamada tercera edad. 

En ese punto, la propiedad privada manda al caminante a la izquierda, a superar un abrupto desnivel que enlaza con otra pista superior. En teoría está señalizado por una ruta local y hace bastante tiempo había un sendero, pedregoso pero sendero, que servía de enlace. En la actualidad queda una intransitable acumulación de rocas, como si de un vertedero de residuos de las construcción se hubieran depositado allí. Para colmo han colocado una puerta metálica, de las habituales que se encuentran en el monte para evitar la fuga de ganado, con la salvedad de que en esta ocasión no hay ostia humana que logre abrirla. Como uno es flacucho, logro superar la barrera por un lateral y conectar al fin con la pista. Curiosamente, esta nueva pista anda bien cuidada, ni siquiera tiene baches en toda su amplia anchura que permite verificar como queda el paisaje. A derechas despunta levemente el otoño sobre las copas de los arboles entre las dehesas de Guadarrama y de Los Molinos. A izquierdas, la nacional VI y todo su tráfico rodado pegada a la frontera de la Jarosa. En el horizonte, situada fijamente como un faro, la hormigonada torre respiradero de la AP6, y una pequeña cruz, erigida sobre un peñasco, vigila nuestras espaldas. 


Un pequeño tramo visible
Sin embargo Lorenzo ya alumbra lo suficiente como para permitir que se escuchen los primeros escopetazos de las gentes que gustan portar armas en el campo. Por suerte queda poco para alcanzar la estación de Tablada y buscar resguardo entre sus muros, como ya hiciera el golfo de Juan Ruiz, aunque éste buscase guarecerse de los fríos invernales. 

Tras un par de requiebros para superar el arroyo del Tejo, la pista queda a los pies de Tablada. Nuevamente vuelvo a lucir memoria, pues recuerdo una vereda que conectaba la pista con la estación. Hoy día quedan los estragos de la maquinaria humana, porque para qué se va a tener cuidado, todo recto, arrasa y a tomar por culo la vereda. El artificial atajo asciende sin vergüenza y hay tramos donde las torronteras envilecen el sentido de la palabra camino. Sólo falta el dichoso cartel de la Comunidad de Madrid, esos que pregonan la conservación de las vías pecuarias para sobrepasar el colmo de la decencia. Los únicos que deben encontrar acomodo al pedregal son los motoristas, cuyas rodadas y continuo paso desgastan aún más la trocha creada. Para superar la vía férrea hay un túnel que nos lleva hasta una pequeña pradería donde se asientan fincas y viviendas perdidas, situadas éstas sobre un esplendido balcón sobre el valle del Guadarrama. Incluso hay un agradable banco ganado a la roca para divisar toda la planicie y hacer un alto en el camino. 

Una parada que nada tiene que ver con el realizado por un viajero de Hita y con título de Arcipreste. Autor de una de las obras cumbres del medievo, el Libro de buen amor. De sus andanzas por estas sierras quedan sus encuentros con las serranas y el pecaminoso humor del que hace gala el bueno de Juan Ruiz. Tras pasar el puerto llegó a la venta de La Tablada, seguramente situada donde hoy está la estación de tren y toda la colonia que hay a su alrededor. 
Un camino bajo líneas eléctricas 
La excursión continua junto a una vereda pegada a la valla que circula en paralelo a la carreterilla de Tablada. La mayoría de las rutas sobre Tablada, y su antiguo paso, parten desde la misma estación. A lo largo de ese pequeño tramo de asfalto nacen un par de accesos al monte. Y al separarse del vallado surgen dos simples revueltas que disparan la imaginación del excursionista. Tal vez esas simples herraduras formasen parte del antiguo camino, al tomar el trazado lógico para superar desniveles. Después desaparece, por la constante intervención del hombre sobre el paisaje y el lógico paso del tiempo.

Una serie de tendidos eléctricos desvirtúan el agradable efecto de pasear por el campo. Gracias a estos postes metálicos no hay posibilidad de perdida, salvo que uno quiera explorar los pinarcillos laterales de la ancha cañada. La subida es una sucesión de leves praderas con otros tantos tramos de escasa dureza. La única salvedad consiste en atravesar una pista forestal que cruza la ladera de la montaña. El paso de la Tablada avanza por el inexistente camino, remontando una simple vereda y con pequeñas referencias visuales, como el abrevadero del Lobo o las constantes torretas. Así hasta que se cruza otra pequeña pradera que da acceso nuevamente al camino, seguramente al original para internarse bajo los pinos. Y apenas unos metros más adelante emerge la valla metálica que dirime limites provinciales. 

Tras la cancela queda el paso del antiguo Balat Humayd y sus derivaciones históricas, Valathome y Tablada. Nombres que fueron turnándose a lo largo de los tiempos. Momento adecuado para destacar el desmonte de las piedras, realizado hace siglos, para despejar el paso a esas alturas. Al norte queda el cercano collado donde se asienta el roquedo de la Peña del Arcipreste de Hita. Al sur los restos de la guerra civil y el puerto de Guadarrama, la actual nacional VI, construida en el siglo XVIII y que vino a sustituir el antiguo puerto de Tablada y su posterior abandono. El antiguo trazado se interna a lo largo del valle del Río Moros (Garganta de El Espinar). En ese punto solo queda echar cuentas para poder completarlo en otra ocasión. 

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Album de fotos

Bibliografía
Los pasos históricos de la Sierra de Guadarrama
Leonardo Fernández Troyano. Ed La Libreria. 2015

18 de octubre de 2017

Ghost in the shell. El alma de la máquina

Han pasado unos meses desde el estreno de este filme. Pero más tiempo ha transcurrido desde que Hollywood se hiciera con los derechos para llevar a cabo su propia adaptación. Y más de una década donde el proyecto ha ido intercambiándose de cajones, y diferentes directores entraban y salían de los despachos. Finalmente Paramount se lanzó a la piscina con Rupert Sanders como director y la estrella Scarlett Johansson como figura del cartel. Elección esta última discutida por la estúpida moda de discutirlo todo. Una memez racial. Como si hubiera algún interés en demostrar que la meca del cine yanqui fuera racista. Eso es algo que se sabe desde tiempos inmemoriales. Se supone que los tiempos avanzan y esas barreras se irán desmontando. Tiempo al tiempo. El caso es que Scarlett Johansson encabeza un reparto con diversidad racial, como debe ser una sociedad que pretende mostrarse futurista, con Takeshi Kitano y Juliette Binoche como otras figuras relevantes a nivel mundial. 

Megalopolis - Paramount Pictures
La adaptación de esta película recoge mimbres del manga original, del japonés Shirow Masamune y de su predecesora animada, del director Mamoru Oshii. Es de agradecer que haya una intención de desmarcarse de éstas para crear su propia versión y mostrar otra versión del producto. El problema es que la película nace con el aura de ser una gran producción, con el lógico y loable objetivo de ganar dinero. Pero para ello deben limitarse a diversas pretensiones, como copar la manida formula del entretenimiento, y tratar de no espantar a nadie con profundidades mentales sobre cuestiones filosóficas acerca de la existencia, de la vida o hacia donde deriva la futurista conexión entre hombres y máquinas. Hollywood siempre ha sido un ejemplo de moral, de puertas hacia a afuera claro, y esta película se deja arrastrar por ese sentimiento de ejemplaridad y simpleza sobre el bien y el mal. Porque la ruptura y la gracia del GITS original queda relegada a si una multinacional hace las cosas como debe o simplemente busca obtener réditos por encima de todo. Demasiado visto. Es en ese punto donde se compra el alma de la idea original, reduciendo de manera notable el conflicto general de un ente más complejo que surge en el manga de Masamune frente a la individualidad de una vida arrebatada. Puede decirse que para llegar a ser un blockbuster, el mensaje debe darse algo más masticado que la rayada mental de la obra original. El poso que queda al final tampoco va en consonancia,  si no se fuerza a pensar un poco sobre lo que se está viendo.

Ghost in the shell, el alma de la máquina construye su propio universo, parejo a otras obras cumbres del genero que terminan por conectarse mutuamente. Visualmente la más cercana es Blade Runner, por la monumentalidad de las ciudades y la exaltación desbordada de la publicidad. Luego sobresale la parte más importante, cercana al mito del monstruo de Frankenstein que se revela continuamente contra sus creadores, como los replicantes o el símil paralelo de los conflictos entre padres e hijos, pero con maquinitas de por medio y una mayor complejidad por el uso informático de la información. La conectividad es uno de los puntos fuertes de la película, la forma donde el malvado de turno puede llevar a cabo un lavado mental sobre cualquier persona y acarrear voluntades a su antojo, algo parecido a lo que hace un hipnotizador que anula voluntades para cometer crímenes o llevar a cabo alguna misión especifica. Pequeña referencia a un clásico como El gabinete del doctor Caligari. Ese aspecto si que da para pensar, pues se trata de una forma de chantaje más efectiva que la simple amenaza. 

A qué te ahostio - Paramount Pictures
La película cumple el objetivo de entretener pero no va más allá, marca la suficiente distancia con las obras que la preceden como para poder dar por buena esta nueva adaptación. Pero siempre dentro de los limites de la corrección. La realidad es que el baremo del tiempo siempre la situará por detrás de la cercana referencia al anime de Oshii, superior incluso en las escenas de acción, más elaboradas y resueltas que las superficiales piruetas vistas en un show con poca alma. 

Ghost in the shell. El alma de la máquina
Rupert Sanders, 2017
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Ghost in the shell. Del manga al anime
Blade Runner

12 de octubre de 2017

El filo de la navaja

Esta novela adquiere el temible esquema de las películas destinadas a las sobremesas de los domingos. Gracias a la indicación previa de contar una historia basada en hechos reales, pero que por los motivos que sean, hay que sustituir nombres y lugares por otros ficticios, no sea que alguien se vea mezquinamente representado. Supuestamente ahí es donde reside la salsa del asunto, exponer hechos verídicos que por su relativa importancia, sirven de base para edificar el argumento del autor, y que las palabras sean dignas de llevarse a la imprenta. Sin embargo, hay una notable excepción entre la novela de W Somerset Maugham, frente a las producciones televisivas citadas al inicio. Reconozco que era un símil facilon, básicamente para situar al lector los parámetros desde los cuales parte El filo de la navaja. El mismo escritor avisa, en las primeras frases, de una historia que le ha tocado vivir tan cerca, que él mismo forma parte del reparto, adquiriendo la voz cantante e interactuando con el resto de personajes a lo largo de la década de los años 20 del siglo pasado, y estirarla más allá de los posteriores coletazos del conocido crack de 1929.

Una vela al santo
Aparte del propio Maugham, el protagonismo se reparte entre Larry e Isabel, dos jóvenes americanos y comprometidos casi desde la infancia. El joven Larry destaca por haber sido aviador en la I Guerra Mundial. Este hecho bélico trastoca algo la mentalidad del muchacho, quien decide explorar nuevos horizontes relacionados con el sentido de la vida del hombre. Una especie de búsqueda espiritual que choca frontalmente con el práctico mundo de su novia Isabel. Más cercano al famoso deambular del llamado sueño americano, y cuyo éxito anda relacionado con la cantidad de dinero que pueda acumularse para su disfrute. Ante tal base, es inevitable descubrir los pormenores de una relación que expone conceptos totalmente distintos a la hora de afrontar el maravilloso recorrido que es la vida. Y para descubrir tales placeres, nada mejor que el traslado de la acción a la capital francesa: París, y de rebote, Europa frente al supuesto triunfalismo de América. Debido a diversos avatares, la mayoría de personajes terminan pasando buena parte de su tiempo en París, con el lógico recorrido hacia otros lugares de singular importancia para el avance de la novela. En esos trayectos de idas y venidas, se manifiesta en la joven pareja las distantes convicciones que ambas representan. Dos formas de ver el mundo con sus correspondientes secundarios por ambos lados. 

Maugham representa un puente entre la joven pareja, a decir verdad cumple un papel intermedio, de espectador de los acontecimientos pero con relación directa sobre los personajes. Eso si, se cuida bastante de posicionarse sobre cual postura es la correcta. Obviamente comparte el modo de ver de Isabel, pero no puede tampoco esquivar cierta simpatía por los derroteros que toma el joven Larry. Él es escritor y su trabajo anda relacionado con el éxito que le proporcionan sus obras, en unos tiempos, que le permite disfrutar de una holgada economía, de la cual disfruta con una de sus peculiares amistades de la alta sociedad parisina: un notable personaje para la lectura de la obra y emparentado familiarmente con Isabel, el tío Elliot. Es tal el carisma que adquiere este anticuado personaje, que la alta sociedad y sus rimbombantes fiestas de antaño, logran superar la frontera del couché hacia quienes vivimos paralelamente en otros ámbitos, más poblados, sucios y en parte realistas. Es una delicia leer las descripciones de Maugham sobre Elliot, su manera de hablar y el alto concepto que tiene de un estilo de vida dedicada a la jarana, a la especulación y al cuchicheo. 

No sabía que bebieras cócteles, Elliot
Y no los bebo, respondió severamente - pero en este salvaje país de la Ley Seca, ¿Qué va a hacer uno?

Maugham reconoce que no es una novela al uso, trazada a brochazos por sus propios recuerdos personales en diferentes intervalos de tiempo. En realidad, es el personaje de Larry la causa del texto, la singularidad de un personaje valiente y singular, capaz de abandonarlo todo por el simple deseo de querer conocer una verdad que se le escapa y se muestra determinado a perseguirla hasta obtener una respuesta. Ahí es donde el lector puede decantar su apego hacia el libro o perder parte del interés, ya que esta figura tan sencilla y humilde, sobrevuela su existencia con una bondad tan extrema que apenas puede reprochársele alguna falta. El resto de la trama gira entorno a los propios obstáculos que les proporcionan sus vidas, emparentadas con las fantasmales apariciones de Larry, quien aparece y desaparece en virtud de las inquietudes que le abordan. El filo de la navaja en un notable entretenimiento gracias al oficio en que Maugham construye el armazón de su relato, sustentado en diversos personajes y su consecuente progresión a lo largo de tantos años.

El filo de la navaja
W. Somerst Maugham 
Ed G.P 1965
Colección Reno
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6 de octubre de 2017

Blade Runner

El negocio cinematográfico anda volcado en recuperar ciertas películas de renombre, normalmente filmadas tiempo atrás y que todavía conservan cierto caché entre el público. En realidad la triquiñuela siempre es la misma, porque alguien se ha inventado la excusa de renovar los éxitos del pasado para disfrute del público actual, como si una obra de arte tuviera que retocarse con el tiempo. Incluso parece tomar por tontos a los espectadores, como si no fueran capaces de llegar a entender la versión original, cuando éstas suelen superar las actualizaciones modernas. El planeta de los simios sirve de ejemplo, al ser el título de Schaffner netamente superior al posterior de Tim Burton.

Icono del siglo XX- Warner Bros
La realidad es bien distinta y los tiempos de consumo se disparan en este espectáculo. Por ello hay que abrir nuevas vías de ingresos y explotar al máximo temas ya existentes. En este caso, con la continuación de una película denominada de culto por los sabiondos del séptimo arte. Blade Runner de Ridley Scott. Por lo menos, y esto es un logro, no es un remake el esperado estreno del título Blade Runner 2049. También se agradece la apuesta de que está nueva película no sea un mero anzuelo recaudatorio. Ya que de inicio presenta visos de ofrecer una digna historia que colme las expectativas que acompaña un título clave en la historia del cine. Con el atractivo director Denis Villeneuve (La llegada) a los mandos. 

Ante el nuevo estreno, surge la excusa perfecta para volver a visionar el filme de Scott, la original de 1982 frente a la versión que el director quiso hacer suya hará unos 10 años con su montaje particular. Curiosamente siempre me llama la atención la excesiva adulación que provoca una obra considerada de culto. Con el inminente estreno de Blade Runner 2049, la propaganda mediática irrumpe en oleadas paralelas en forma de artículos, opiniones y críticas sobre la original. Lo que sorprende es como un buen puñado de personas recuerdan con exactitud la tierna edad del primer visionado y las buenas impresiones que dejó sobre ellos la peli de los replicantes. Resulta curioso, cuando todo el mundo sabe, o debería conocer, que el estreno fue un fracaso y que las críticas de entonces apenas resaltaban algunos elementos positivos. Tal vez mi desarrollo mental fuera más lento o las drogas de mi juventud de peor calidad, pues soy incapaz de recordar cuando vi Blade Runner por primera vez. Lo que si mantengo nítido fue la sensación de peñazo que me transmitió dicho filme. En un ejercicio de esnobismo, podría intentar rescatar el tema vanguardista de la imágenes, los coches voladores o las pantallas gigantes de la ciudad. Pero ese estúpido señuelo no estaría acorde frente a la plomiza lentitud de una película que me pareció estar bien cerca de la basura. 

Obviamente el radicalismo se acompasa con el fluir de los tiempos, y si se quiere, hay tiempo
para la reconciliación en formato televisivo. Y el mejor horario es el nocturno, donde un programa titulado Qué grande es el cine, emitido en la segunda cadena de la televisión estatal, servía como avanzadas clases particulares. Gracias a José Luis Garci y a su grupeta de amigotes; Blade Runner obtuvo la redención a través del entretenido coloquio posterior a la exhibición de la misma, y a mi propia madurez como espectador. Gran merito de Blade Runner viene dada por la fuerza visual que Ridley Scott suele incluir a sus películas. Una habilidad en la que siempre destaca. La mezcla con el cine negro fue un acierto notable, donde se creó una atmósfera propia que ha sido fundamental por su influencia en cintas posteriores. De hecho, la crítica especializada siempre andaba buscando una digna heredera a través de una simple rutina, que incluía la frase hecha de la Blade Runner de la década tal a cualquier película de ciencia ficción que destacase un poco por encima de la media. Días extraños y Matrix llegaron a disputarse tal absurdo título en los noventa.


LA 2019 - Warner Bros
En contra se sitúa el argumento, algo más simple, y resumido a la simple caza de unos seres artificiales que adquieren la evidencia de su existencia. Estos seres, llamados replicantes, fueron creados a imagen y semejanza del hombre, pero mejorados para llevar a cabo mayores y esforzados trabajos en el espacio exterior. Sin embargo, un reducido grupo ha escapado del control humano y empiezan a plantearse las mismas cuestiones filosóficas que la humanidad lleva haciéndose desde tiempo inmemoriales. La solución del poder establecido suele responder de la misma forma cuando algo escapa a su control. Con violencia. Y en esta ocasión a través del típico poli retirado que debe volver a meterse en semejantes bailes. Harrison Ford interpreta al mercenario Deckard, seguramente en una de sus interpretaciones más desarrolladas frente a las conocidas aventuras de Indiana y del capitán estelar Han Solo. La replica le llega a través del apolíneo Rutger Hauer, el monstruo que intenta negar la muerte para afianzarse a la vida, buscando una inútil solución al preciado don que lamentablemente tiene fecha de caducidad.

Pese a que en el guión apenas haya espacio para mayores desarrollos en los personajes, si que recoge una buena cantidad de matices que terminan por enriquecer paralelamente a la trama. Algo así como el decorado que da lustre a cualquier negocio. Detalles como la soledad del hombre y el paso del tiempo, la enfermedad de Sebastián y el limite de tiempo de las máquinas. Unas máquinas que parecen ser más humanas que los hombres y mujeres de una sociedad futurista, mezclada y oscura. Abandonadas bajo el peso de las ciudades, auténticas moles urbanas que venden la típica vía de escape más allá de las fronteras terrestres. Blade Runner destaca por muchos detalles que la rodean y la permiten mantener el tipo pese al paso del tiempo. Nunca me parecerá redonda, pero se le acerca. 

Blade Runner 1982
Ridley Scott
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Ghost in the shell. El alma de la máquina

29 de septiembre de 2017

XXXVIII Pedestre Popular de Guadarrama

Otra vez se repite un ciclo conocido, al aprovechar la agradable templanza del verano para volver a corrotear. Y de ese modo intentar mantener cierta inercia que vuelva a colocar mis pies en una linea de salida. En esta conocida ocasión habría que matizar que me vi empujado a tomar parte en la Pedestre de Guadarrama, pues mi vecino Jony se cumplió la correspondiente venganza de la encerrona de hace dos años. Tenía en mente continuar cogiendo fondo y buscar otras alternativas más adelante. Pero la amistad tiene esas cosas, y nadie podría negarse ante las claras intenciones del paisano para acompañarle a tal evento.
greñas vs pelón

De esta manera sumo cinco participaciones en la carrera de mi pueblo, amplio número que viene a acumularse en este pequeño espacio personal. En parte había que volver a intentarlo, sobretodo después de llevar año y medio sin inscribir mi nombre a ninguna competición popular. Lejos quedan la Pedestre del 15 o La Tragamillas del 16. Breves coletazos de la desidia personal hacia el runin éste. 

Para colmo perdí a Jony mientras se celebraban las carreras dedicadas a los más pequeños, ni las modernas tecnologías del siglo XXI pudieron hacer nada por volvernos a unir, hasta unos breves minutos antes de la salida de adultos. Algo así como un pequeño adelanto de la carrera, ya que Jony vestía piernas más largas que las mías, y pese a sus buenas intenciones de hacerla juntos, era innecesario hacerle parar cada dos por tres, causa por la que me abandonó en los primeros metros de la prueba, cuando la masa de corredores ya enfilábamos la calle San Macario. La ancha vía que asciende hacia el pinar, y cuyo nombre está dedicado a un antiguo poblado con su correspondiente ermita. Un tema ya tratado en este blog

Pero la carrera se desvía por otra santa calle, la de San Sebastián, en una leve ascensión y en cuyos jardines paralelos destaca una fuente, aunque más bien parece una antigua pila bautismal y que adorna el verde de una urbanización. Breve objeto que me hace recordar que, en tiempos pretéritos, Guadarrama gozaba de unas siete ermitas. Poderosa devoción que erige dichos monumentos a lo largo de los tiempos, aunque las desgracias políticas del hombre terminaron por arruinar. De hecho no queda ninguna ermita en pie, salvo la espadaña de San Macario, cuya abandonada silueta vigila las aguas del embalse de la Jarosa. Tal vez esa pila sea algún resto perdido, y tal vez, San Sebastián tuviera su particular devoción por esa zona. Por imaginar que no quede. 

La carrera bordea las afueras hasta descender, por un largo trecho, una calle destinada al poeta Bécquer. Pero todo lo que baja vuelve a subir, ahora por la empinada calle de San Roque. Una larga vía de salida del municipio hacia la carretera que une Guadarrama con El Escorial. Tal vez San Roque tuviera también su ermita, pues hay una plazuela de mismo nombre pegada al inicio de la calle, como si este santo desembocara en ese lugar. Y como recoge el maestro Luis de León, en una obra de 1891, el correspondiente día dedicado al santo se le llevaba en procesión, mientras que por la tarde se celebraba la barbara costumbre de embriagarse con vino, hombres y niños en su mayor parte. Y a éstos últimos los embriagaban lastimosamente. Obviamente la tradición del botellón ya estaba inventado para entonces. 

Tras superar las libaciones a San Roque, se enlaza con la linea de meta, en un primer paso que dice ser el km 3 de la competición. Momento adecuado para saludar a vecinos y familiares congregados en ese punto. Después toca abandonar el casco urbano por una larga calleja, en un tramo de tierra que acoge diversos prados y que la especulación urbanística acogió con agrado incorporar esos terrenos como edificables, en un aprobado PGOU previo a la crisis y al estallido de la burbuja inmobiliaria. Cosas del PP del momento. Y del futuro. 

A pesar de la distancia puede oírse cierto jolgorio en el pueblo. Tiene pinta de que el ganador de la prueba debía estar llegando a meta, cuando mi reloj de pulsera marcaba unos 24 minutos largos. A un lento servidor todavía le queda rodear unos pequeños huertos, superar el puente del río y volver al asfalto. En ese intervalo, entre la naturaleza y la civilización, estaba la ermita destinada a San Juan, cerca de las praderías y de la urbanización del mismo nombre actuales. El único resto visible data de mapas del siglo XVIII. Ahí si, por lo menos, se sabe dónde estaba y a quien estaba dedicado el santuario. La carrera sigue en paralelo a la urbanización citada, hasta alcanzar un puente peatonal sobre el río Guadarrama. Al lado está otro puente, llamado del Rosario, cuyo nombre deriva por la cercanía de otra ermita perdida y que debía rondar esa zona. 


Antes de tiempo - CA Guadarrama/ dxt
Queda poco para la meta y en la calle del Río sobrevuela por el horizonte la cuadrada torre de la antigua iglesia, reconvertida en centro cultural aunque destinada al culto de San Miguel en el pasado. La jarana de emborracharse se repetía antiguamente en la celebración del día de este santo, a la vera del famoso veranillo de San Miguel con doble cantidad de vino, y por consiguiente mayores los abusos, dicta Luis de León. Para algo debe servir ser el patrón del pueblo. Hasta aquí la dedicación al culto, incluida la inventada para referirse a la devoción, tal vez habría que buscarla en los altares de la antigua iglesia, el Mayor, dedicado al patrono San Miguel, las Hermandades del Santo Cristo, San Francisco y Nuestra Señora de la Concepción; cada una ha costeado el suyo. El de San Antonio, por varias devotas, así como el de San José: últimamente, el de Nuestra Señora del Carmen, con todo lo necesario...

Retomo la senda de la carrera por la calle Dos de mayo, otra salida del municipio hacia el camino viejo de El Escorial y que en el interior, enlaza con la Calzada en el casco urbano, cuyos falsos adoquines terminan justo enfrente de la fuente de los Caños, allá donde una representación del mismo San Miguel vigila con su lanza a los participantes. En el tramo final rebajo el ritmo, al buscar entre el gentío a mi familia e intentar entrar en meta con la mayor de las niñas. Por lo visto he llegado antes de mis previsiones y cruzo el arco en soledad. Casi 40 minutos exactos en esta quinta ocasión. Tras los descuidados preliminares con Jony, estaba claro que hoy no era el día para atinar con las previsiones. 



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Club Atletismo Guadarrama
Guadarrama, Luis de León, ed Ayto Guadarrama 2001

Pedestre 2015
Pedestre 2014
Pedestre 2013
Pedestre 2012

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Actualización a 24 de septiembre de 2019

El pasado sábado 21 se celebró la cuadragésima edición de la Pedestre Popular bajo una perspicaz lluvia y la ausencia del herniado bloguero. Como la morriña tira del amor propio, quedaba la triste opción de rememorar pasadas experiencias acudiendo al archivo. Y en este caso particular, añadir correctamente la ubicación de las antiguas ermitas y la devoción de cada una de ellas. A ojo acerté con San Roque, pues se hallaba cerca del Camino Real y en el barrio así llamado. La ermita del Rosario andaba cerca del puente del río en un lado. Pero me faltó citar al otro lado del río a Nuestra Señora del Sauz.

La ermita de San Juan ante Portam Latinam identificada en mapas del XVIII en la calleja de Prado San Juan.

El Barrio de las Angustias contaba con la ermita dedicada a Nuestra Señora de las Angustias, cerca de la carretera de la Fuenfría en dirección a Los Molinos. También hacia el norte del termino municipal, en un lugar llamado Prado de la Iglesia y también cerca del río, se encontraba la ermita de uno de los patronos del pueblo. San Juan Bautista. 

En el puerto de Guadarrama se pensó en crear una colonia fija de residentes con el objetivo de atender a los viajeros y transeuntes del paso de montaña. El barrio o población debía llamarse Carmelo. Hacía 1785 se levantó la ermita de Nuestra Señora del Carmen con la aprobación por parte del Arzobispo de Toledo. 

Siete ermitas... todas perdidas. 

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Bibliografía
Arquitectura y desarrollo urbano. CAM (Zona Oeste) Tomo VII -  VVAA. Página 177