31 de octubre de 2017

Puerto de Tablada

Por la vertiente madrileña. Aunque también podría describirla como la parte fea. Incluso perdida, pues no queda resquicio alguno donde se pueda situar el histórico camino que superaba la Sierra de Guadarrama por el sur. Para ser justos hay que recordar que este lado de la montaña ha sufrido tantas alteraciones, a través de la mano del hombre, que es triste reconocer el desolador paisaje que se extiende a lo largo de la falda madrileña. Todavía más si se compara este importante paso de montaña con su homólogo de la Fuenfría. Carreteras, autopistas, edificios y torres de alta tensión desvirtúan el panorama del cercano parque nacional. 



Puerto de Tablada
Sólo queda agarrarse a la añoranza de la historia, cuando los árabes desarrollaron un importante camino para superar las montañas y dirigirse al norte peninsular. A ese trazado lo llamaron Balat Humayd. Una importante vía de comunicación para superar las mesetas en el medievo. Y en algún punto del pueblo de Guadarrama, partiría hacia las dehesas de los Poyales. Idóneo lugar para iniciar la ascensión. Lo más lógico, sensato y recomendable sería arrancar por la amplia pista del cordel de los Poyales, pero como ya usé ese camino para explorar las posiciones perdidas de Los Tomillares, decido rodear tales dehesas por otro cordel, el de Valladolid, cuyo transito se inicia junto a la asfaltada calle de Antonio Machado. Curiosamente ambos cordeles terminan unidos bajo la estación férrea de Tablada, así que tanto monta un camino que otro. 

El cordel de Valladolid remonta el camino junto a las habituales viviendas situadas en las afueras de los pueblos serranos. Pequeñas casuchas de los señoritongos de la capital, cuyos canes tocan a rebato cada vez que alguien pasea a deshoras. La pista no tiene perdida, ya que asciende casi en linea recta hasta la altura del Generalísimo, un enorme complejo residencial donde acumular personas de la llamada tercera edad. 

En ese punto, la propiedad privada manda al caminante a la izquierda, a superar un abrupto desnivel que enlaza con otra pista superior. En teoría está señalizado por una ruta local y hace bastante tiempo había un sendero, pedregoso pero sendero, que servía de enlace. En la actualidad queda una intransitable acumulación de rocas, como si de un vertedero de residuos de las construcción se hubieran depositado allí. Para colmo han colocado una puerta metálica, de las habituales que se encuentran en el monte para evitar la fuga de ganado, con la salvedad de que en esta ocasión no hay ostia humana que logre abrirla. Como uno es flacucho, logro superar la barrera por un lateral y conectar al fin con la pista. Curiosamente, esta nueva pista anda bien cuidada, ni siquiera tiene baches en toda su amplia anchura que permite verificar como queda el paisaje. A derechas despunta levemente el otoño sobre las copas de los arboles entre las dehesas de Guadarrama y de Los Molinos. A izquierdas, la nacional VI y todo su tráfico rodado pegada a la frontera de la Jarosa. En el horizonte, situada fijamente como un faro, la hormigonada torre respiradero de la AP6, y una pequeña cruz, erigida sobre un peñasco, vigila nuestras espaldas. 


Un pequeño tramo visible
Sin embargo Lorenzo ya alumbra lo suficiente como para permitir que se escuchen los primeros escopetazos de las gentes que gustan portar armas en el campo. Por suerte queda poco para alcanzar la estación de Tablada y buscar resguardo entre sus muros, como ya hiciera el golfo de Juan Ruiz, aunque éste buscase guarecerse de los fríos invernales. 

Tras un par de requiebros para superar el arroyo del Tejo, la pista queda a los pies de Tablada. Nuevamente vuelvo a lucir memoria, pues recuerdo una vereda que conectaba la pista con la estación. Hoy día quedan los estragos de la maquinaria humana, porque para qué se va a tener cuidado, todo recto, arrasa y a tomar por culo la vereda. El artificial atajo asciende sin vergüenza y hay tramos donde las torronteras envilecen el sentido de la palabra camino. Sólo falta el dichoso cartel de la Comunidad de Madrid, esos que pregonan la conservación de las vías pecuarias para sobrepasar el colmo de la decencia. Los únicos que deben encontrar acomodo al pedregal son los motoristas, cuyas rodadas y continuo paso desgastan aún más la trocha creada. Para superar la vía férrea hay un túnel que nos lleva hasta una pequeña pradería donde se asientan fincas y viviendas perdidas, situadas éstas sobre un esplendido balcón sobre el valle del Guadarrama. Incluso hay un agradable banco ganado a la roca para divisar toda la planicie y hacer un alto en el camino. 

Una parada que nada tiene que ver con el realizado por un viajero de Hita y con título de Arcipreste. Autor de una de las obras cumbres del medievo, el Libro de buen amor. De sus andanzas por estas sierras quedan sus encuentros con las serranas y el pecaminoso humor del que hace gala el bueno de Juan Ruiz. Tras pasar el puerto llegó a la venta de La Tablada, seguramente situada donde hoy está la estación de tren y toda la colonia que hay a su alrededor. 
Un camino bajo líneas eléctricas 
La excursión continua junto a una vereda pegada a la valla que circula en paralelo a la carreterilla de Tablada. La mayoría de las rutas sobre Tablada, y su antiguo paso, parten desde la misma estación. A lo largo de ese pequeño tramo de asfalto nacen un par de accesos al monte. Y al separarse del vallado surgen dos simples revueltas que disparan la imaginación del excursionista. Tal vez esas simples herraduras formasen parte del antiguo camino, al tomar el trazado lógico para superar desniveles. Después desaparece, por la constante intervención del hombre sobre el paisaje y el lógico paso del tiempo.

Una serie de tendidos eléctricos desvirtúan el agradable efecto de pasear por el campo. Gracias a estos postes metálicos no hay posibilidad de perdida, salvo que uno quiera explorar los pinarcillos laterales de la ancha cañada. La subida es una sucesión de leves praderas con otros tantos tramos de escasa dureza. La única salvedad consiste en atravesar una pista forestal que cruza la ladera de la montaña. El paso de la Tablada avanza por el inexistente camino, remontando una simple vereda y con pequeñas referencias visuales, como el abrevadero del Lobo o las constantes torretas. Así hasta que se cruza otra pequeña pradera que da acceso nuevamente al camino, seguramente al original para internarse bajo los pinos. Y apenas unos metros más adelante emerge la valla metálica que dirime limites provinciales. 

Tras la cancela queda el paso del antiguo Balat Humayd y sus derivaciones históricas, Valathome y Tablada. Nombres que fueron turnándose a lo largo de los tiempos. Momento adecuado para destacar el desmonte de las piedras, realizado hace siglos, para despejar el paso a esas alturas. Al norte queda el cercano collado donde se asienta el roquedo de la Peña del Arcipreste de Hita. Al sur los restos de la guerra civil y el puerto de Guadarrama, la actual nacional VI, construida en el siglo XVIII y que vino a sustituir el antiguo puerto de Tablada y su posterior abandono. El antiguo trazado se interna a lo largo del valle del Río Moros (Garganta de El Espinar). En ese punto solo queda echar cuentas para poder completarlo en otra ocasión. 

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Album de fotos

Bibliografía
Los pasos históricos de la Sierra de Guadarrama
Leonardo Fernández Troyano. Ed La Libreria. 2015

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