Gracias a mi debilidad por la historia, las dudas iniciales han sido contrarrestadas para poder
Siempre hay una segunda oportunidad |
La labor de Zueco se remite a ordenar una serie de sucesos, imagino que bien documentados, para soltarlos en orden cronológico e interpretar su conjunto a través de una prosa deficiente. Para ello escoge la figura del noble Alejandro Farnesio como narrador principal, y su cercana amistad con el hijo bastardo del emperador Carlos V, el mencionado Juan de Austria, quien obtuvo el privilegio de ser reconocido por su padre. Ambos personajes encaran el protagonismo principal a raíz de sus aventuras en la universidad de Álcala de Henares, participando en la vida de la corte y en las posteriores tramas políticas y actos bélicos de la época. Por desgracia, la narrativa carece de la calidad literaria para representar con interés tales acontecimientos.
En cierto modo podría inventarme el término de escritura express, si se me permite el lujo de acuñar una especie de estilo literario, para poder ubicar al autor del libro. Y esto se debe porque no hay ningún tipo de profundidad, ni en tramas ni en personajes. En Rojo amanecer en Lepanto parece existir la necesidad de contarlo todo a una velocidad tan excesiva, que coloca al libro junto al contemporáneo producto del usar y tirar. Y gracias con lo de usar, porque desde mis tiempos de adolescente no había abandonado la lectura de un libro, Tiempo de silencio de Luis Martín Santos mantiene, lamentablemente, ese dudoso honor.
Para muestra un simple ejemplo, cuando la reina Isabel I de Inglaterra envía a dos emisarios a entrevistarse con Juan de Austria, pero esté tiene en su poder un libro sobre diferentes personalidades de Europa que le ayuda a identificar a uno de los ingleses como un famoso asesino. A esta breve descripción súmenle una línea más por parte del autor en la novela y ya podemos pasar al siguiente conflicto. Zueco no le dedica mayores glorias al entretenimiento y menos aun a la literatura. El modelo de escritura es básicamente simple, mascado, directo y sin engullir, alcanzando grandes cotas de adolescencia cuando a nuestros ilustres personajes de época emplean un reconocible tuteo actual en los diálogos, nada que ver con otros buenos palabros que empleasen vuesas mercedes.
- Ves como era sólo cuestión de esperar. El rey os estima en gran medida.
- Tenéis razón, majestad.
- ¿Os acordáis de cuando quisisteis partir hacia Malta?
- Je, je. ¡Claro que si!
Luis Zueco
ED. De Librum Tremens - 2011
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