364 días después, me encuentro nuevamente en el parque
Polvoranca para participar en la trigésima edición del cross que organiza el club de atletismo Leganés. Cuando
se repite, queda claro que uno terminó satisfecho en la participación del año
anterior, y al repetir, sirve para contrastar la evolución de todo un año
corroteando, al poder comparar tiempos y sensaciones en una misma prueba. Debido
a esto último, esta entrada comienza por el final, pues según mi crono personal
acabé con un tiempo de 33´41” a lo largo de los 8ks que conforma el circuito.
Finalmente la organización me añadió 3” en la clasificación final, derivado
seguramente al tiempo que tardé en arrancar desde la salida. En todo caso, la
mejora respecto a la edición anterior han sido de 6 minutos, teniendo en cuenta
que en el 2014 pudiera ser más lenta por la cantidad de barro acumulado. Tras citar este ligero matiz, la carrera realizada me ha dejado una
buena ración de autoestima, sabiendo incluso que estoy saltándome entrenos de
cara a la maratón de Madrid. El ritmo medio fue de 4´13” el km, y aunque la
sensación de fuerza no fue tan buena como la Pedestre de Guadarrama de 2014, sí
que ha sido esta mi carrera más veloz.
Mi idea inicial era disfrutar de la carrera, donde las
previsiones meteorológicas fallaron y sólo nos acompañó el frío que resonaba
rítmicamente al paso de los corredores por el helado sendero que discurre
paralelo a un arroyo. Nada de la prometida nieve que le hubiera dotado de una
cierta gracia. Arranqué bastante fuerte durante la primera vuelta a fin de
situarme en carrera, adelantando y siendo superado por diversos corredores. De
hecho, al final de la segunda vuelta me alcanzó una mujer que debía ser de las
primeras, puesto que los jueces
tomaban continuamente nota de sus pasos
por meta. A su lado marchaba un tipo que aventuraba ser todo un veterano, quien
le cedió gentilmente el trazado limpio del patatal del principio del circuito.
De este modo, me uní al dúo hasta el final de la carrera, con la aparición esporádica
de un corredor de naranja que tan pronto aparecía por delante de nosotros como
se quedaba por detrás.
Durante el zigzagueo de la tercera vuelta fuimos
doblados por la cabeza de carrera, una locomotora que resoplaba hacia su
victoria con el logo del AD. Marathon a su espalda. Justo en ese instante,
recordé el inútil propósito que me planteé al planificar mis primeras carreras
del año y que hasta ese momento se habían mantenido ocultas en el
subconsciente. Que no me doblarán!
Ya en la última vuelta, planeo mantenerme con mis dos compañeros
e intentar acelerar en el tramo de regreso a meta. Antes de ese espacio nos
adelantó un compadre de negro, además de la continua aparición del de naranja.
En ese último arreón, comprobé que todavía me quedaban fuerzas para hacer un
cambio de ritmo que me permitió volver a superar al de naranja y para dejar
atrás a mis dos compañeros. Puesto 60 en la clasificación final y feliz
tontamente al comprobar que los continuos ánimos que recibió mi compañera
femenina deberían trasladarse en mis felicitaciones, puesto que Yolanda Manso
fue la vencedora femenina con un tiempo de 33´48”.
Parece que solo me faltan las perdices para redondear
esta primera carrera del año donde he recogido moral suficiente para afrontar
mis próximos retos personales. La guinda no pudo ser completa, al tener que
entregar mi dorsal (756) en meta. Una pequeña perdida para mi colección personal de dorsales.
Ruinas de la iglesia de San Pedro |
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